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III: Teenagers

Mickey

—Y es así como la telepatía se comprende como uno de los poderes más raros e intensos de nuestra especie. Solo dos seres, independientemente de su especie, que contienen una conexión o lazo emocional y espiritual tan fuerte, pueden contener dicho poder. —El profesor Frost da la clase enteramente entusiasta mientras que los demás andan aburridos de la cháchara.

Yo por mi parte, estoy fascinado con los nuevos trazos que realizo en mi hoja.

Una que él me regaló después de ese día.

Ya han pasado varias semanas después de lo que pasó, y aún quedan ciertos resquicios de rencor entre los estudiantes y nosotros.

Y realmente no entiendo porqué.

Quiero decir, Gerard y yo fuimos los atacados; pero todos prefirieron apoyar a la pobre víctima de Starcry.

Todos deben estar locos.

O sencillamente, les importamos una mierda.

Y quiero creer más en esto último.

Por parte de Starcry, después de lo sucedido le suspendieron por toda la primaria, así que creo que le va a tocar estudiar desde su casa, ya que aquí no es bienvenido, después de lo que sucedió en la dirección.

Y ver su cara desencajada al saber la "buena nueva" fue todo un poema de tragedia griega.

Uno, que aún tengo retratado en varios de los dibujos que tengo guardados en mi habitación.

Sigo pasando el grafito en varias direcciones, para darle algo de sombra al dibujo, y puedo sentir como alguien se apega a mi espalda, tratando de ver mi pequeña nueva obra de arte.

—¡Wow! Dibujas increíble Mickey. —Gerard me susurra con cierta complicidad y sonrío satisfecho con su cumplido.

—Gracias Vampirín. —Le respondo en un susurro.

—No hay de que, Fox... —Le miro de reojo y él me sonríe tímida y afablemente, por lo que yo le sonrío de la misma manera en respuesta.

Hasta hace poco, su mero acercamiento a mi persona me desagradaba por completo, e incluso, el día después de todo lo ocurrido en el patio del colegio, aún seguía sin tolerarle del todo; pero con el pasar de las semanas, he logrado conocerle un poco mejor, y ya su presencia no se hace tan insufrible para mí.

Al contrario, podría decir, que me agrada estar con él.

Incluso, me atrevería a decir que...realmente nos estamos volviendo amigos bastante cercanos.

El profesor Frost sigue con su cháchara de poderes fantasmas, telepatía y conexiones espirituales que seres como nosotros altamente compatibles, podría llegar a compartir.
En lo personal, no es mucho de mi interés, ya que no siento tener esa "conexión" con nadie.

Nadie.

Ninguno.

Ni siquiera él.

—¿Alguna pregunta, chicos? —Pregunta el profesor en última instancia, y todo el aula queda en silencio.

Algo típico.

Escucho un suspiro mínimo, y me sorprende saber que Gerard ha prestado atención a la clase, ya que estaba muy al corriente de mi dibujo.
—Tengo dudas...muchas, pero...

—¿Pero? —Le susurro cansado y cierro mi libreta. Giro mi rostro hasta Gerard y él me mira confundido y preocupado. —¿Qué? —Le pregunto mientras alzo mi ceja.

—Yo...yo no he abierto la boca...y-yo no he dicho nada.

—¡Claro que sí! ¡Yo te escuché!

Gerard solo niega con la cabeza y el profesor carraspea ante nuestro pequeño debate, haciéndonos voltear hacia él muy asustados.

—Jóvenes Fox y Wood; no saben lo mucho que me gustaría que ustedes compartieran de su discusión con nosotros.

Ambos tragamos y Gerard palidece mucho más de lo que ya lo está por naturaleza.

—¿A-ah? —Trato de sonreír afable y despreocupado, sin embargo, por dentro me siento un manojo de nervios punzantes, que se alborotan al darme cuenta de que todos mis compañeros nos están mirando.

¡Joder! ¡Que miedo!

—Ya lo creo. —Susurra Gerard muy nervioso y le miro de reojo. —Yo también tengo miedo...

¡Un momento!

¡Pero si yo no he hablado!

Vampirín frunce el ceño y su atención se dirige enteramente a mi persona. —Pero...yo te escuché...yo...

Y es en ese momento en que una idea, un tanto loca, cruza por mi cabeza.

—¿Y si esto es...? —Escucho decir a Vampirín, y un escalofríos sube por mi espina dorsal al darme cuenta de que él no ha movido los labios en lo absoluto.

Pero lo que más me asusta, es a la dirección que conduce sus palabras.

¿Y si esto es...telepatía?

Siento que alguien –Vampirín– me toma de la chaqueta del uniforme y puedo sentir en cada respiración, lo intenso que es su miedo hasta ahora.

Ambos levantamos la mano tímidamente y el profesor entrecierra sus ojos ante nosotros. —Profesor, tenemos una duda. —Comentamos al unísono. Stephen solo sonríe ligeramente y una campana suena, indicando que la clase acaba de terminar.

—Bueno chicos, ya saben, los veo aquí el viernes para las prácticas de espiritualidad I, y hablaremos de todo lo referente a los campos espirituales de protección y de ataque. —El profesor empieza a borrar la pizarra, mientras todos agarran sus cosas y se van del salón rápidamente.

El salón queda vacío, a excepción del profesor, Vampirín y yo.

Gerard hace ademán de agarrar sus cosas y yo hago lo propio; sin embargo, en vez de salir por la puerta como todos y dejar la duda cómo está, ambos nos acercamos hasta la mesa del profesor y lo miramos con mucha seriedad.

Él nos observa en silencio y sonríe como si ya supiera de lo que quisiéramos hablar.

—Creo que deberán esperar hasta la última clase, chicos; ya mi clase terminó y no creo que sea conveniente resolver sus dudas fuera de...

—¿Por qué se desarrolla la telepatía, profesor Frost? —Le corta vampirín y él alza su ceja muy divertido.

—¿Disculpen?

—Sí, ya sabe...—Añado en un tono desinteresado, tratando de disimular el pánico que ambos sentimos en este momento por ese tema. —¿Cómo se desarrolla este poder? ¿Funciona con todos?

El profesor se mantiene en silencio por unos segundos, a propósito.

Porque a mí nadie viene a decirme que el mantenerse callado con una pequeña sonrisa, no es señal de que no lo hace adrede.

¡Tonto egocéntrico!

—Mick...—Murmura por lo bajo Vampirín, y el profesor Frost sonríe con audacia.

Lo cual, me hace sentir como ratones tontos que hemos caído en su tonta trampa.

¡Diablos!

—Por lo que veo, no prestaron la más mínima atención a mi clase, y si mi percepción no falla, ustedes desarrollaron telepatía conectiva.

—¿Ah? —Comentamos ambos al unísono.

—Telepatía conectiva. —Él se ríe con modestia y nos revuelve el cabello con una seña bastante infantil.

Cosa, que en lo particular me molesta demasiado.

—¡Ajá! ¿Y eso que es? —Respondo con un gruñido y de un manotazo, retiro su mano de mi cabello. —Y no es que con esto, esté dándole la razón. Porque no hemos desarrollado, tal cosa; ¿Verdad Vampirín?

Ambos miramos a Gerard y él asiente con la cabeza frenéticamente. —Así es.

El profesor le mira y su sonrisa se amplia por su rostro, molestándome mucho más.

¿Por qué hay gente tan molesta en esta vida, Diablos?

El profesor Frost se levanta de su escritorio y comienza a buscar algo en un pequeño librero que tiene al otro extremo del salón. Gerard se retuerce las manos muy nervioso, mientras chasqueo la lengua, dándome cuenta de que esto, fue una pésima idea.

Pero esto de la telepatía conectiva no puede ser tan malo...¿O sí?

No lo sé, pero parece ser inofensiva. —Quedo de piedra al escuchar claramente la voz de Vampirín dentro de mi cabeza.

Porque él en ningún momento abrió la boca para decir algo.

¡Demonios!

—¿T...tú crees?

Gerard me ve, y asiente buscando calmarme. A pesar de que él, está peor de nervioso que yo.

—Pues...no lo sé, pero no creo que sea algo malo, Mickey...sino, ya lo hubieran dicho en clase...

—Recuerda que no le presto la más mínima atención a las palabrería absurda de un profesor fantasioso. —Contesto con sorna y el ruido de un libro cayendo frente a mí, nos sobresalta.

Dicho profesor fantasioso me observa con fijeza y un escalofrío nervioso me recorre la espalda.

Él no pudo haberme escuchado ¿Verdad?

...¿O si?

Stephen –como nos ha insistido que lo llamemos en muchas ocasiones– comienza a pasar las páginas, hasta detenerse en un capítulo específico. Él sonríe y lo señala con su dedo, mientras nosotros nos acercamos hasta las páginas polvorientas a atender lo que nos indica.

Entre tanta página antigua y letra con caligrafía extraña, podemos distinguir a duras penas lo que dice.

Telepatía Conectiva: ¿Mito o una realidad entre especies conectadas por un gran vínculo espiritual?

A lo largo de los años, la conexión espiritual ha sido objeto de estudios para muchos hechiceros e inhumanos primigenios, con el fin de poder descubrir el alcance de algunos poderes entre seres conectados de forma espiritual.

Se tiene la creencia de que la telepatía es un poder que no se les concede a cualquiera, ya que es un poder muy extraño, incluso para los padres de las especies, como lo son el Sol, la Luna y las Estrellas; pero este poder radica en su alcance, tanto como en su manera de expresión; ya que no cualquier inhumano con un gran vínculo con otro, pueda obtenerlo de buenas a primeras.

Sin embargo, han existido casos especiales en donde dos inhumanos, de razas diferentes han podido lograr conectar con sus almas, a tal punto de desarrollar este poder con gran facilidad. Esto es tan simple, como que ellos han encontrado a su alma gemela.

Pero ¿En que consiste este término? El alma gemela no es aquella que está ligada a un inhumano de manera sentimental, tal como muchos escritores de teatro del mundo humano intentan mostrar a su público; sino que este término va mucho más allá de su propia concepción; ya que se trata de aquella alma complementaria que apoya al inhumano, conectando con él espiritualmente, y potenciando el poder de ambos de forma paulatina.

Me leo por encima los demás párrafos y frunzo el ceño hacia el profesor, ya que realmente no entendí ni pío de lo que dice. —¿Qué es esto?

Stephen solo chasquea la lengua y niega con la cabeza. —Esto es lo que expliqué en clases, pero básicamente no prestaron atención. —Él rueda los ojos dramáticamente. —Esta juventud de ahora, que ya no quieren escuchar a sus profesores. Solo por eso, les mandaré un ensayo de diez hojas para la próxima clase.

—¿Qué? —Gemimos al unísono. —¡Debes estar loco! —Le grito con un poco de hastío.

—Tal vez lo esté...—El profesor solo se rasca el cabello y entrelaza sus dedos para luego posar su barbilla en ellos sobre la mesa. —Pero no saben lo divertido que es serlo. —Él se ríe ligeramente y nos guiña un ojo. —Es broma, chicos. No sean tan literales.

—¡Vete al diablo, Frost! —Le gruño mientras él pasa su mano por nuestro cabello, revolviéndolo una jodida vez más.

—Modula ese vocabulario, jovencito. —Exclama falsamente sorprendido.

Aparto su mano de un manotón y comienzo a respirar agitado, más que todo, por los nervios. —¡No puedo modular nada si vienes y nos dices eso, y luego nos muestras un libro que no explica nada! ¿Cómo quieres que me ponga? ¿Qué es eso de la telepatía conductiva? ¿De las almas gemelas? ¿Ah?

—Es conectiva. —Me corrige el profesor y Vampirín me mira con espanto, como si me hubiera salido un maldito tercer ojo, o una pata peluda en este momento.

Y créanme, que el único jodidamente espantado aquí, debo ser yo.

—¡Eso! —Chillo y le sobresalto con el sonido infernal que sale de mi garganta. —Eso...y esto...¡Me pone de los nervios!

—No debería, a menos que tengas telepatía conectiva con alguien. —Responde el profesor quitando importancia a mi ataque histérico. —¿O si...?

—¿Qué? —Jadeo nervioso y niego rápidamente con la cabeza. —¡Claro que no!

Stephen nos mira de hito en hito, pero Vampirín solo me observa sin saber que decir.

¿Y si le decimos? Él sabe al respecto.

—¿Qué? ¡Ni loco! —Le respondo con pánico y un escalofrío se encamina rápidamente por mi espalda, al darme cuenta de que él no abrió la boca.

¡Oh carajo!

¿Qué demonios hice?

—Así que era eso. —Comenta el profesor con un suspiro. —Ustedes desarrollaron telepatía. Interesante; bastante interesante.

—¿Qué cosa profesor...? —Es Vampirín quien responde, ya que estoy totalmente mudo en este momento.

Stephen nos entrega el libro. —Léanlo, es muy interesante lo que habla de las almas gemelas, el cómo estás se complementan para potenciar su poder, y como la telepatía puede ser un don para estas.

¿Un don dice?

Para mí parece más una maldición.

¡Diablos! ¿En que lío me metí ahora?

Gerard toma el pesado libro y lo presiona contra su pecho. —Gracias profesor...

Él solo sonríe y hace un ademán con su mano restándole importancia al asunto. Como si eso fuera tan fácil. —No tienen que agradecer, al contrario, yo soy quien debo hacerlo.

—¿Y eso por qué? —Ahora es mi turno de responder con un susurro derrotado.

—Pues es sencillo, si ustedes en un par de semanas de conocerse, pudieron desarrollar esa afinidad espiritual a tal punto de comunicarse telepáticamente, ¿Qué puedo esperar de los demás? —Otro suspiro dramático de su parte. —Si no es ahora, no lo es nunca. Al menos, ya tengo a quién darle mis clases y puedan comprender la magnitud de lo que estoy hablando.

Gerard se sonríe animado y yo bufo cansado. —¿Y eso que quiere decir...?

Porque de verdad no le comprendo.

Nunca logro entender que me quiere decir.

Tal vez debe ser un inhumano de otro lugar o plano.

Si, eso debe ser.

—Él quiere decir Mickey, que ya tiene a alguien a quien explicar del tema y que le entienda.

—Ah...—Toso con sequedad e incomodidad. —Ya...que bien. Estoy que salto en una pata por saber que es lo que nos depara el futuro.

—¡Oh! Detecto el sarcasmo en esas palabras, joven Fox. —La expresión del profesor rápidamente cambia a una más seria, y eso definitivamente no me da buena espina. —Eso si chicos, no deben permitir que nadie sepa de esto ¿De acuerdo? Este poder puede ser mucho más beneficioso o perjudicial, si no se usa con cuidado.

—¿Cómo así? ¿Quieres decir que si alguien ajeno a nosotros se entera de esto, puede hacernos algo?

Stephen asiente con lentitud. —Así es, joven Fox. ¿Ya ves que si puedes entenderme?

—Vete al diablo.

Stephen se vuelve a reír y niega con la cabeza. —Sean cuidadosos, ya encontraron a su alma gemela, y eso puede ser sumamente...desconcertante.

—¿Por qué profesor? —Susurra Vampirín.

—Pues...—Alguien toca la puerta y todos volteamos a ver a la profesora Stanley tras la puerta con una tenue sonrisa. —Disculpe profesor Frost, pero alguien le busca afuera.

Él asiente y nos toma de los hombros con cuidado, conduciéndonos a la salida. —Pues bien chicos, ya ha sido suficiente por hoy. Ya mañana será un nuevo día y espero con ansias mis diez páginas de ensayo de ese libro.

—¿Qué? —Gritamos desconcertados. —Pero profesor, ya dijo que no lo íbamos a hacer...

Él nos guiña un ojo y hace señas para que le sigamos el juego frente a la profesora. —Pues cambié de opinión y quiero el ensayo para mañana. ¡Y ahora vayan! —Él nos hace señas para que nos vayamos. —Vayan por el encargo que les hice, ya mismo.

Le miro extrañado, pero rápidamente entiendo lo que quiere decir.

Él quiere que leamos el libro.

Que entendamos sus secretos.

Y sobre todo, que nos entendamos de una vez por todas.

—Está bien, profesor. —Le sigo el juego y tomo del brazo a Vampirín. —Iremos a hacer la tarea. —Él nos sonríe en respuesta y sigue a la profesora Stanley, la cual lleva más de la mitad del camino ya recorrido en dirección a la sala de recreos. Vampirín y yo caminamos al sentido contrario, en dirección a nuestra habitación, mientras las dudas comienzan a invadir nuestra mente.

Y una, es más fuerte que la anterior.

¿Esto será bueno?

¿Podemos creer en él?

¿Esto de ser Almas gemelas, no será peligroso?

¿Qué puede ser peor que esto?

Gerard comienza a caminar más lento cuando ya estamos a escasos metros de nuestro cuarto y bufa desconcertado.

—¿Qué pasa? —Le pregunto con cierta reticencia.

Estaba pensando Mickey, y si esto es verdad...—Su voz retumba en mi cabeza y él solo se sonroja al darse cuenta de esto. —Quiero decir...—Sonrío al darme cuenta de que intenta ser normal y me encojo de hombros.

—Yo también tengo miedo de esto, si es lo que quieres decirme.

Él se ríe muy nervioso y ambos entramos a la habitación, la cual, se ha vuelto nuestro refugio. Un lugar en donde podemos estar tranquilos sin la constante mirada extenuante de nuestros compañeros, los cuales de seguro, no les agrada nuestra amistad.

Malditos estirados.

—Sí, a mí tampoco me agradan mucho. —Gerard me palmea el hombro y coloca el bendito libro en un escritorio de madera. Hago una leve mueca al darme cuenta de que él pudo escuchar eso y suspiro cansado.

—¿Y bien? ¿Cuál es el plan, Vampirín?—Gerard hace un mohín con la nariz al escucharme decir ese apodo, pero rápidamente lo deja pasar.

—Pues supongo que...leer el libro, y entender este poder; puede ser productivo para nosotros.

—¿Acaso le creíste a ese loco?

Él se encoge de hombros. —No tenemos de otra, Mickey. Es eso, o vivir con la incertidumbre de este extraño poder. Y en lo particular, no me place mucho la idea de vivir ignorante sobre esto.

—Esta bien, tu ganas. —Camino hasta él, mientras abre el libro y ojeamos rápidamente el contenido.

Básicamente –y lo que puedo comprender– las almas gemelas son aquellas que han pasado por un evento importante que los involucre a ambos, el cual les ayuda a construir un lazo personal tan fuerte, que ya no puedan sentirse cómodas individualmente, sino que sean parte fundamental del otro, logrando así maximizar sus poderes, mediante el lazo que ambos comparten.

Ok ok, vamos lento y repasemos esto.

¿Vampiro y yo tuvimos un evento importante que nos involucrara?

Sí, y no fue uno, fueron dos.

Ok...¿Hemos construido un lazo con esto?

Es al único que llamas amigo, porque así lo sientes.

¡Joder!

¿Me siento cómodo estando solo ahora?

La verdad...ya no.

¿He logrado maximizar mis poderes con su ayuda?

¡Ni siquiera has logrado tu primera conversión en lobo!

Ok...3 a favor y una en contra.

Y ¿Cuál ganó?

Efectivamente, somos "Almas gemelas".

Si pues...—¿Y ahora qué? —Comento en voz alta y Gerard solo se ríe animado.

—Pues...no sé. —Él pasa a la siguiente hoja y ambos alzamos la ceja al ver que no contiene nada, sino una página en blanco.

Que raro...yo había jurado que...

Él sigue pasando las páginas que quedan a ver si hay algo más de información, pero...nada.

Están en blanco.

Ambos parpadeamos perplejos y me echo a reír incrédulo al ver que caí en la trampa del maníaco de Stephen Frost.

¡Esto era lo último que me faltaba!

—¡Hey! Esto no puede ser tan malo ¿Vale?

—¿Qué dices, Wood? ¡Estoy al borde de un ataque nervioso por culpa de ese profesor!

—Sí pues... —Gerard comienza a jugar con sus dedos y le tomo de la muñeca, haciendo que me mire. Él hace lo que espero y sonríe débilmente.

Él me oculta algo.

—¿Y bien?

Él parece darse cuenta de que a mí no me puede engañar. —Conozco a alguien que nos puede explicar al respecto.

—¿Y que estamos esperando para buscarle?

Él traga con fuerza y eso solo es sinónimo de algo: problemas.

Y unos bastante serios.

—El problema es...—¡Y ahí está! La frase mágica que me está produciendo migrañas en este momento. —Que tendremos que esperar a terminar la primaria para hablarle...

¿Qué?

—¡¿Y por qué debo esperar 100 jodidos años para ello?!

Gerard comienza a jugar con su cabello y resopla, buscando agarrar valor de donde sea.

Porque si me preguntan, en este momento estoy que me lleva el mismísimo diablo.

—Ella es una mujer muy ocupada Mickey, Lynda Frost tiene demasiadas ocupaciones...—Suelto la mano de Gerard y me siento en mi colcha, tratando de recordar en donde jodida parte escuché ese nombre antes.

Lynda Frost...

Lynda...

Lyn...

Ay no.

Algo hace clic en mi cabeza y siento mi rostro palidecer, ya que Gerard rápidamente se sienta a mi lado. —¿¡Como es que conoces a la Reina de las Estrellas!? Y peor aún...¿Qué conexión tienes tú con ella?

Gerard tarda en responder, pero se encoge de hombros y rueda los ojos. —Mi papá la conoce, le puedo decir que en esas vacaciones él le llame y ella aparezca y todo eso...¿Vale?

Asiento lentamente, tratando de tomarle sentido a todo esto. —Esta bien.

—¿Seguro, Mickey? —Gerard solo me palmea la espalda con cuidado, y de seguro debo parecer un viejo con problemas, ya que no paro de dar discusión en lo que va de día.

—Sí.

—Entonces podemos enfocarnos en explorar todo este tema de la telepatía, Mickey...y si tenemos suerte, podemos ayudarnos con esto ¿Vale?

Vuelvo a asentir. —Si me dices con "ayudarnos" te refieres a hacer trampas en las tareas, por mí no hay problema. —Bromeo con calma, intentando aligerar la tormenta que tengo dentro de mi pecho.

Gerard solo sonríe y niega con la cabeza.  —No nos veo haciendo trampas, Fox.

—Es que no le has visto el lado divertido a la vida, Wood. —Sonrío y él hace un mohín infantil con el labio. —Pero burlarnos de todos estos idiotas, te aseguro que debe ser lo mejor.

—¿Tú crees, Fox?

—Estoy más que seguro, Vampirín.

Y estas palabras, nunca pensé decirlas con total seguridad.

Y sobre todo, porque aquí ya no hay quien nos pueda fastidiar.

13 de Septiembre de 1658

—Fox St. Pierre, Michelle Louis. —Anuncia el director ante los presentes en este gran salón y gruño al escuchar mi nombre completo en este lugar. —Por favor, suba al estrado. —Obedezco y repito las acciones de mis compañeros.

Lo cual básicamente se resume a subir a una tarima de piedra a recibir un papel, en donde me dicen que por fin terminé esta etapa y puedo ser libre 10 años, antes de regresar a comenzar la secundaria.

Un pequeño momento de libertad, para una gran etapa de oscuridad, dentro de este jodido lugar...otra vez.

Recibo el papel y el director entrecierra sus ojos con enojo al verme, mientras que yo le sonrío ampliamente en respuesta.

—No sé cómo lo hiciste, Fox...pero lo lograste. —Comenta el viejo loco en voz baja. —Pero ya verás que de la próxima, no pasas.

—Espero que no espere eso, Josef; porque si es así, lamentaré enormemente su decepción.

Él ladra una respuesta y yo me bajo de la tarima de piedra, regresándome a mi puesto. Me siento en la incómoda silla de madera y piedra, y me giro para ver a Vampirín sumamente nervioso, alisándose la chaqueta del uniforme por no sé cuánta vez en el día.

Hey, cálmate. —Él levanta la cabeza al escucharme dentro de su cerebro y sonrío al ver que me busca con la mirada. —Ya terminamos esta porquería.

Él no se detiene hasta encontrarme en mi puesto y suspira nervioso. —Hicimos trampa Mickey, nos van a sacar a patadas de aquí.

Nah, no lo creo, solo hicimos trampa un par de veces. Nada de que tener pánico, Vampirín. —Me río para mis adentros y escucho un gemido incrédulo de vampirín. —Cálmate ¿Quieres? Josef no es tan listo como quisiéramos.

Escucho su risa dentro de mi cabeza y me tranquilizo lo suficiente, ya que el siguiente nombre que el director menciona es el de Gerard.

Este se levanta torpemente y camina hasta el podio de piedra, mientras los recuerdo de estos 100 años comienzan a llegar a mi mente sin control.

Él ayudándome a estudiar álgebra todos los días.

Intercambiando clases, ya que él es pésimo para el dibujo, y a mí no se me da eso de tocar algún instrumento musical.

Repasando varios días antes de cada examen; y en caso de que alguno tuviera un problema en estos, el otro estuviera allí para ayudarle.

Si, realmente estos años fueron muy productivos para nosotros.

Pero...ya es hora de partir.

Y eso es algo de lo que no estoy preparado.

Gerard regresa a su puesto y me giro en el mío, observando su rostro de sorpresa al ver ese papel que le dice que ya es libre de irse de este maldito lugar.

Él parece incrédulo por haberlo logrado, así como yo lo estoy, de darme cuenta el cuanto ha cambiado.

El cuanto hemos cambiado.

Él es más alto, y tiene algo más de peso. Sus ojos están más hundidos y sus ojeras son más marcadas y grandes que nuestra vida social; su cabello está tan largo que ya le toca la espalda, el cual siempre tiene que tener amarrado en una cola de caballo; sus facciones ya no son tan de niña, pero aún no es un hombre adulto, como para decir que en el futuro, no se parecerá a una. Pero lo que más cambió, fue su voz.

¡Su jodida voz!

Ya no suena a una rana con afonía, ahora sí es un poco más gruesa y ya no me puedo burlar por eso.

¡Pobre de mí!

En cambio yo, no he cambiado lo suficiente como para destacarlo. Es decir, estoy más alto que Vampirín y estoy más delgado, al punto de parecer un hilacho de paja; pero eso no es nada que resalte de mí. Mi cabello crece cada cuánto, por lo que tengo que cortarlo a menudo con una daga que tengo guardada en mis cosas; mis facciones están cada vez más definidas y una estela de cabellos extraños ya están comenzando a salir de mi barbilla.

Si, esto es lo que mi papá decía sobre ser un hombre lobo, "desde niño vas a tener mucho pelo en todas partes"; pero jamás pensé que era a este extremo.

Y eso, que aún no me he convertido por primera vez.

Supongo que son cosas que...se deben esperar.

¿Verdad...?

Alguien me toca el hombro y me sobresalto al darme cuenta de que es Vampirín, indicándome de que esta parafernalia al fin acabó.

Me levanto de mi puesto y le sigo al final del salón, en donde están nuestros padres.

O mejor dicho, mis padres y su padre.

Camino con total lentitud y Gerard pasa su brazo a través de mi cuello, y me revuelve el cabello, el cual es una masa de rizos abundantes que apenas me rozan el cuello. —Todo salió bien, Fox. ¿Si viste?

—Te lo dije Vampirín, pero tú no querías creer en mí...me hieres, ¿sabes? —Él alza su ceja y ambos nos reímos del estúpido chiste.

—Me vas a hacer mucha falta, Fox.

—Y tu me vas a hacer a producir alergias extrañas, si vuelves a decir algo así. —Le contesto con un mohín incómodo, pero por dentro, me sentiré igual de solitario que él.

Digamos que ya me acostumbré a su presencia.

No es que lo vaya a extrañar.

No, no es eso.

Para nada.

¿A quien quieres engañar?

Un nudo se instala en la garganta y nos detenemos a mitad del camino. Gerard se gira hacia mí, y sin previo aviso, nos abrazamos.

Esto nos agarra desprevenido a ambos, pero de alguna manera, sabíamos que iba a pasar.

Esta es...nuestra despedida.

—Te voy a extrañar, Vampirín. —Le susurro un murmullo casi ininteligible, ya que si él llegase a entender lo que le digo...quien se lo aguanta.

No va a ser necesario, Fox. —Él responde en mi cabeza y se separa de mí; me toma del brazo, y nos lleva corriendo hasta donde mi madre. —Tú solo sígueme la corriente.

¿Qué rayos le picó a este ahora?

Mi madre está sentada en una esquina, con un vestido gran rosa claro y su cabello natural amarrado en una trenza delicada. Su rostro no está exuberantemente maquillado, como las otras mujeres presentes, sino que pareciera que apenas se hubiera arreglado para venir a verme.

Ese es el efecto de mi hermano menor.

Ella se levanta al vernos cerca y mi hermana más pequeña –la cual no es tan pequeña, ya que pareciera ser una niña de unos 10 años cualquiera– me alcanza a mitad de camino. —¡Mick!

—¡Samarantha! —La tomo de la cintura y doy varias vueltas con ella en brazos, antes de bajarla. —¿Cómo está el terror de la escuela? —Ella se echa a reír y me saca la lengua, antes de salir corriendo con su uniforme del colegio para chicas inhumanas.

Un vestido azul claro con una chaqueta azul oscura.

Siempre...azul oscura.

Suspiro hastiado del bendito color y mi madre se levanta de su asiento, mientras mi hermanita da más saltos por todo el lugar.

¡Por los dioses que alguien haga algo para detenerla!

Gerard se inclina respetuosamente ante mi madre y ella estira su mano sublime hacia nosotros. —Chicos, no sabéis lo sumamente orgullosa que estoy de vosotros.

—Gracias, señora Fox. —Gerard toma su mano y besa los nudillos de mi madre, acto que yo sigo como autómata. —No crea que fue sencillo tratar con Mickey todo este tiempo.

Le meto un manotón en la nuca al pequeño dientes afilados y este se ríe mientras se queja. —Cierra el hocico manos frías.

—¡Oye! Al menos no estoy siendo extremadamente peludo en todas partes.

Mi madre hace un mohín de desagrado antes de echarse a reír y nos toma de la cabeza para abrazarnos. —No saben lo contenta que estoy por ustedes, muchachos.

—Lo sé, mamá...—Ambos le correspondemos el abrazo y no puedo evitar sentir esa sensación de nostalgia, que hacía mucho no sentía.

Esa sensación que tuve...cuando ella me dejó aquí en la escuela el primer día.

Te extrañé mucho, mamá; no pronuncio esas palabras, pero ella parece sentirlas, ya que me da un beso en el cabello y me frota la espalda. —Tu m'as manqué, mon petit loup. —Le sonrío y ella nos besa en las mejillas. Luego nos observa y su expresión cambia un poco. —¿Ya estás listo para partir, Mick? En casa te estamos esperando. —Mi sonrisa se borra de mi rostro poco a poco, pero trato de mantener mi rostro neutral, para no hacerle un desplante delante de nadie.

Y mucho menos, frente a Gerard.

Él solo sonríe y se impulsa un poco hacia adelante con una aura muy animada, como si hubiera hecho una travesura y estuviera a punto de ver el resultado de la misma. —La verdad, señora Fox —Comienza con voz risueña. —Es que ya habíamos planificado en pasar las vacaciones en el castillo de papá, en Finlandy Wood. ¿Verdad Mickey?

¿Qué?

¿En qué momento nosotros...?

Mi madre me observa en la espera de una respuesta. —¿Mickey? ¿Es eso cierto? ¿Por qué no me dijiste nada?

¿Será porque apenas yo también me estoy enterando?

—Emm...yo...—Carraspeo nervioso.

—¡Señora Fox! ¡Claro que sí! Ya tenemos todo listo para pasar la mitad de las vacaciones en el castillo; y la otra mitad, las pasaremos con ustedes.

Miro a Gerard sin comprender cómo planeó todo tan rápido, pero decido seguirle la corriente; tal como él había pedido rato antes. —¡Claro mamá! Así no tendrás de que preocuparte por mí en estos 5 años.

Ella entrecierra sus ojos hacia nosotros. —¿Qué dice el señor Dominic de todo esto, Gerard?

Miro de reojo a Gerard, quien aplica su sonrisa 3000 de jovencito convincente antes de responder. —Él está de acuerdo con todo, señora Fox.

—¿Ah sí? —Mi madre se cruza de brazos. —Entonces quiero ir a hablar con él, ya que no me parece justo que a mí no me hayan participado nada.

¿Qué?

¿Y ahora que?

Ambos nos vemos las caras y puedo notar como la sonrisa risueña ha sido sustituida por una mueca grotesca, tratando de disimular el espanto que sentimos en este momento.

Porque ninguno de los dos, le dijo nada al señor Dominic.

—¿Y ahora que, Vampirín?

Gerard jadea nervioso y asiente mientras nos mira de hito en hito. —No tengo la más remota idea, Fox...Jamás pensé que llegaríamos a este extremo.

—¡Muy bien genio! Para la próxima, yo me ocupo de los planes principales, ¿Quieres?

—Síganme. —Nos anuncia mientras camina por el amplio salón, en busca de su padre. A nosotros no nos queda de otra que seguirle, aunque por dentro, lo que quiero es ahorcarle por ser tan imprudente.

Él parece notar mi mirada enojada sobre él, ya que se rasca la nuca un poco incómodo. —Ya Mickey, no me mires así, que siento que me quieres pegar.

¿Pegar dice?

—¿Tú crees? ¡Metiste las dos patas en conjunto con tus alas de murciélago, Vampirin!

—¡Lo se! Perdón...

Bufo mentalmente y chasqueo la lengua. —Está bien, creo poder solucionar esta situación.

Como siempre.

A lo lejos logramos distinguir al señor Dominic, y Gerard sale corriendo hasta él. Este lo recibe con un fuerte abrazo y me sorprendo verlo con una camisa de lino blanca, un pantalón de vestir de color negro y unas botas de montar de color café oscuro. Su cabello está recogido en una cola baja y su cabello amarrado le llega a la mitad de la espalda; pero a diferencia de la última vez que lo vimos, no hay ninguna diferencia con él por todos estos años.

Pareciera, que el tiempo no ha pasado por él, en lo absoluto.

Una mujer se para a su lado, y me detengo en seco al admirarla más detalladamente. Su cabello es rojo opaco y está amarrado en un moño señorial, dejando varios tirabuzones sueltos alrededor de su rostro; sus labios son rellenos y en forma de corazón, al igual que su rostro, el cual es ovalado, pero no muy alargado, lo cual la hace ver...linda; sus ojos son de un rojo profundo, lo cual me indica que es un vampiro, y su sonrisa...¡Joder! su sonrisa es bonita.

Lo sé, porque apenas nos ve, nos sonríe cálidamente.

Gerard al notarla chilla de emoción y corre hacia ella. —¡Tía Lissa!

¿Tía?

¡¿Acaso esa chica tan linda es...su tía?!

O sea...¿de verdad lo es?

Ella estira sus brazos enguantados y recibe a Gerard con un efusivo abrazo, mientras ambos dan pequeños saltitos se emoción. Su vestido rojo con rayas negras contrastan con el ánimo efusivo de esos dos al encontrarse.

Mi madre me alcanza y se pone a mi lado, denotando mi gran confusión en la mirada. —Tenía mucho tiempo sin ver a Lissa; creí que nunca más saldría de su castillo.

Ladeo la cabeza hacia mi mamá. —¿La conoces?

Ella sonríe. —Obviamente, Michelle; ella es Lissa Ylony, la hermana menor de...Danna. —Mamá escupe las ultimas palabras como si le diera asco ese nombre.

Como si sola mención, fuera algo que amerite desprecio.

Y ciertamente...así es.

Para mí, esa mujer es todo lo que puede llegar a ser detestable en este mundo.

Y no necesariamente lo digo, por lo que le dijo a Vampirín el día que la conocimos; sino por los intentos con éxito que tuvo ella para despreciar a Gerard después de eso.

Ignorando sus cartas.

Devolviendo sus regalos y tarjetas.

Y peor aún...desentendiéndose por completo de su hijo en todos los eventos que requerían su maldita mera presencia.

Al único que vi en todas esas oportunidades, fue al señor Dominic, quien no perdió ninguna oportunidad en demostrarle a Vampirín, que ahí estaría él para nosotros.

Y si, digo nosotros, ya que él también ha estado ayudando a mi familia todo este tiempo.

Ofreciéndole trabajo a mí papá y siendo el tutor de mi hermana pequeña en su colegio.

Supongo que todo esto, siendo un pago por ser los amigos de sus hijos.

O tal vez, porque también nos tiene estima.

También es lo más probable.

Gerard y su tía dan varios saltitos emocionados y me retuerzo las manos incómodo, ya que dicha escena es demasiado íntima, para que alguien como yo la admire tan abiertamente.

Solo soy un agregado en esa familia.

—Que gusto de verte, Mickey. —Me saluda el señor Dominic con un efusivo abrazo que me deja perplejo.

Jamás creí que él me saludaría de tal manera.

—Señor Dom...—Logro pronunciar a duras penas, ya que siento que su abrazo me está asfixiando.

Él se ríe al escucharme y afloja su abrazo, al tiempo que se pone a mi altura y me revuelve los rizos rebeldes de mi cabello. —Te hacia tan pequeño de la última vez que te vi. —Agrega emocionado al mismo momento en que Vampirín se nos une. —A los dos...los hacia tan pequeños y ya...ya no lo son.

—Papá, compórtate—Murmura Gerard un tanto avergonzado, ya que su papá se está poniendo extraño.

Y de verdad, esto me está empezando a asustar.

—Ya Dom, los chicos están espantados, míralos. —Lissa se acerca y posa su mano sobre el hombro del papá de Gerard, mientras ambos se miran de manera muy extraña.

Demasiado...extraña.

Como si ambos fueran...

¡Un momento!

¿Qué rayos está pasando aquí?

Un carraspeo detrás de nosotros, nos alerta que mi madre aún sigue allí, a la espera de una explicación.

¡Joder! Me había olvidado por completo de ella.

—Lamento interrumpir esta reunión, pero creo que me debes una explicación, Dominic Wood. —La voz de mamá es mortalmente seria y trago con fuerza, ya que de esta, no salgo vivo.

¡Soy lobo muerto!

Tranquilo, Mickey...todo va a salir acorde al plan. —Gerard me toma del brazo y aprieta mi muñeca, en un intento muy malo de darme calma; cuando lo único que logra, es ponerme mucho más nervioso.

—¿Tú crees, Vampirín?

—Sí, confía en mí. —Nos vemos de reojo y asiento levemente, ya que es lo único que me queda por hacer.

Debo confiar en él.

Somos como hermanos, y nunca nos hemos fallado...y en definitiva, esta no será la primera vez.

El señor Dominic se ríe sin entender y se pone de pie. Se limpia la cara con un pañuelo y la señorita Lissa posa su mano sobre el hombro de él, de manera un tanto confortante.

De verdad...¿Qué es está pasando aquí?

—No entiendo de qué me hablas, Marylind.

—Pasa, que no se me ha notificado que le habías dado permiso a Gerard de pasar las vacaciones con mi hijo en tu castillo; y creo, que como madre de Michelle, también debo ser notificada de tales cosas. —El rostro del señor Wood pasa de confundido a totalmente desconcertado, mientras mi madre le explica "la situación".

—¿Qué...? ¿En qué momento yo...? —Su mirada vuela hacia nosotros. —¿Chicos...?

Yo carraspeo y Gerard solo sonríe nervioso, mientras de sus ojos despide una mirada un tanto parecida a un cachorro desvalido en busca de ser adoptado. —¿No recuerdas papá? ¿Qué me habías dado permiso para que Mickey se quedara con nosotros? —La mirada dulce y suplicante de Gerard, casi casi me logra conmover.

Y no lo logra, solo porque sé que intenta convencer a su padre de que nos ayude.

El señor Wood sonríe ladino y niega con la cabeza, y algo me dice que él cayó en su intento desesperado de que nos lleve. —Gerard, yo no...

—¿Entonces no fue así, eh chicos? —Un escalofríos desciende por mi columna vertebral, y una mirada rápida a Vampirín, me indica que él también lo sintió.

Estamos perdidos. Mi mamá no cayó en nuestro plan.

¡Diablos!

—Lamento todas las molestias, Marylind. —Interrumpe la señorita Lissa y sonríe apenada. —Es cierto que Dominic no sabe nada al respecto, ya que fui yo quien le dio el permiso a Gerard de traer a su amigo. —La mirada dulce y la pose emocionada de Lissa dan una pequeña astilla de credibilidad al invento de Gerard.

Sin embargo, no creo que mi mamá caiga tan fácilmente. —¿Y por qué Lissa? ¿Por qué no me dijiste nada?

—Lo siento mucho, Marylind. La verdad es que...se me pasó por completo. —La tía de Gerard toma las manos de mi madre y ladea su mirada hacia nosotros. —Estaba más emocionada en conocer al maravilloso mejor amigo de mi sobrino, que en contactar contigo...y pido perdón por eso.

Mi madre titubea un poco y siento mis mejillas sonrojarse un poco al escuchar la palabra "maravilloso" emanar de sus labios.

¡Diablos! Ella es una vampiresa muy dulce y hermosa.

—Bueno...si es así...yo...no tengo porqué oponerme.

—¡Gracias Marylind! Mi sobrino me ha hablado maravillas de tu hijo y eso me causó mucha curiosidad en conocerlo...no quise importunarte.

—¡Eh...no! No te preocupes, Lissa. —La señorita Lissa suelta las manos de mi madre y escucho como esta suspira un poco nerviosa. —Solo...solo cuídalo mucho ¿Ok? He pasado mucho tiempo sin él y me ha hecho mucha falta.

Volteo a ver a mamá y ella solo me sonríe y me revuelve el cabello. —Mamá...

—Pero volveremos con usted en 5 años, señora Fox; no se preocupe por nosotros. —Añade Gerard con una voz conciliadora. —Cuando se dé cuenta, ya estaremos con usted otra vez.

Mi madre sonríe gracias a las palabras de Gerard y una pequeña punzada de culpa me golpea en el pecho. —Mama...yo...nosotros...

Ella se agacha a nuestro nivel y nos abraza, mientras nos besa en la frente.  —Entiendo lo que me quieres decir, Mon enfant...Solo, cuídate mucho ¿Está bien?

Asiento con un nudo en la garganta y ahora es el turno de Gerard de recibir indicaciones de cómo "cuidarme".

¡Ay no!

De esto no se puede salir nada bueno.

—No le vayas a dar chocolate caliente, ya que por su condición lobuna, le puede hacer daño.

—Mamá.

Ella me ignora y continúa. —Tampoco le expongas mucho al frío, ni al calor...su piel se irrita.

—¡Mamá!

Gerard suelta una risita divertida y gruño molesto. —Y tengan cuidado si hay chicas de por medio.

Gerard arruga la nariz sin comprender. —¿Por qué lo dice?

Ella le revuelve el cabello muy cariñosa, pero su mirada afilada está en mi dirección. —No lo comprenderías, porque eres muy chico para ello, Gerard...pero ya están en una edad en donde las hormonas toman el control...y digamos que mi hijo no es inmune al encanto femenino.

—¡Mamá! —Abro los ojos a más no poder y le hago un gesto para que corte el tema. —¡Basta! Por favor.

Gerard se sonroja y asiente tímidamente con la cabeza. —Entendido, señora Fox.

Ella se ríe de nosotros y se levanta. Se acerca al padre de Gerard, ultimando los detalles de mi estadía en su casa.

¡Joder! Eso estuvo cerca.

Gerard apoya su brazo en mi hombro y chilla emocionado, porque logró su cometido. —¿Viste que si lo lograríamos? —Sonrío un poco culpable y él rápidamente capta el problema. —¡Oye! Tranquilo... pronto iremos a pasar las vacaciones con ella, ¿Ok? Todo estará bien.

—Lo sé. —Suspiro con pesar. —Es solo que...

—¿Qué...?

—Pues...

—¡Lo lograste, piojoso! —Mi hermano me interrumpe y entra en escena tomándome del cuello, y presionándolo contra su brazo, comienza a frotar sus nudillos contra mi cabello. —Nunca pensé que llegarías a tanto.

—¡Suéltame, Noir! —Imploro mientras pataleo y él solo se ríe estúpidamente.

Tarado.

—Ya, Noir ¿No ves que asfixias al pobre mocoso? —La voz de Kurt hace eco en la sala y Noir me suelta, no sin antes haberme revuelto todo el cabello e impregnado las fosas nasales de su olor a perro remojado.

—¡Ugh! Al menos date un baño, por los dioses. Apestas a diablo. —Mi hermano se levanta las axilas y las huele, y definitivamente, por su rostro, puedo darme cuenta de que me dio la razón.

Apesta más que mi vida.

—No huelo tan mal, exagerado. —Gruñe mi hermano.

—¡Vete al carajo, Noir! —Le saco la lengua y mi hermano se echa a reír, como si mi acto fuera la cosa más tonta que hubiera visto en la vida. —Hasta aquí llega tu olor a cebollas sin lavar.

Mi hermano hace un mohín ofendido mientras que Kurt se echa a reír más fuerte.

—¡Kurt! —Gerard se acerca a él y este le revuelve el cabello con una expresión amable. —No creí que vendrías.

—Yo tampoco lo creí. —Comenta Markus. —Pero aquí me ves, me dejaron venir.

—Pero...

—¡Hijo! —El señor Dominic nos alcanza y abraza a Kurt, tomándolo totalmente desprevenido. —Yo...yo creí que no estarías aquí...¿Acabas de llegar?

—Así es, papá. —Él se ríe y palmea el hombro del señor Wood. —Pero Noir y yo pudimos escaparnos un rato para acá, ya sabes...para saludar a los piojosos.

—¡Que no somos ningunos piojosos! —Replica Vampirín. —Aparte, tu casi ya no bajas a la primaria a vernos.

Kurt se encoge de hombros. —La verdad, no tenía mucho tiempo disponible, pero ya...ya sí.

—¿Vas a pasar las vacaciones con nosotros? —Atrás de nosotros, la voz de la señorita Lissa se escucha casi como un murmullo esperanzado. Todos volteamos a verla y ella nos sonríe adorablemente. —Me encantaría verte por allá con tu hermano.

Kurt se abre el cuello de la camisa un tanto incómodo y sonríe leve. —No tía. Iré a pasar una temporada con...otras personas. Pero prometo ir para allá lo más pronto posible.

—Oh...bueno. —La señorita Lissa se muestra muy decepcionada, pero rápidamente sonríe con cautela. —Estaremos pendiente de tu llegada en ese caso, ¿Ok?

—Sí, está bien tía. —Responde Markus a medida que se da la vuelta para marcharse. —Les avisaré cuando vaya a verles.

Espero que sea pronto.

Miro de reojo a Vampirín. —Espero que eso sea un chiste.

¿Por qué? —Su voz más inocente retumba en los confines más ocultos de mi cabeza.

¿Por qué, dice? ¿Acaso bromea? Nuestros hermanos son unos viejos insoportables, que solo patean mis pelotas cada vez que nos ven, solo por mera diversión.

Pero está claro que no voy decirle eso.

O al menos, no de esa manera.

Ellos no sabrán de verdadera diversión. No son como nosotros.

—¿Como...nosotros?

Ajam. Son muy estirados y nosotros somos únicos y diferentes.

Él se ríe infantilmente, mientras su papá y su tía se retiran a la salida. Ambos nos percatamos de eso y Gerard es más rápido, ya que en menos de un segundo, ya está al lado de su padre. —¿A donde van?

—Les acabamos de decir que les esperamos en el carruaje. —Responde Lissa con una dulce sonrisa. —Mientras hablaba con su madre, los sirvientes subieron vuestras cosas al carro, y ya tenemos que irnos.

¿Irnos?

¿Ya?

—Gerard...

—¡Vente Mickey! —Él corre hacia mí y me toma de la muñeca. —Es hora de que conozcas la gran mansión de la familia Wood.

Y así, sin poder responder siquiera, soy empujado por Vampirín a conocer los confines de su hogar.

Uno, al que accedí sin siquiera saber a dónde me iba a meter.

¿Una casa llena de vampiros para morir en menos de un día?

¡Oh yeah! Aquí vamos.

El viaje fue muy tranquilo y varias horas después, llegamos a un enorme castillo de piedra con varias torres detrás de sí, y un puente levadizo, el cual desciende a medida que nos divisaron en su vista.

Los sirvientes –todos inhumanos de diversas especies– nos saludan con una inclinación de cabeza o un extraño saludo de mano levantada.

Esta gente es muy extraña.

El carruaje se detiene frente al gran castillo, y un par de banderines azul oscuro con un cuervo dibujado en el medio, me da el indicativo, de que estoy en el territorio de los Wood.

El territorio de los vampiros.

Una trompeta resuena y diversos sirvientes se paran en fila, desde la puerta, hasta el carruaje, esperando la salida de cualquiera de nosotros.

—¡Llegamos! ¡Llegamos! —Exclama Vampirín emocionado, y antes de que pueda darme cuenta de lo que sucede, él abre la puerta y sale corriendo hasta la entrada, saludando a cada uno de los sirvientes que están en nuestra espera. —¡Margareeeet! ¡Ya llegué! —Le escucho gritar a lo lejos y me palmeo la frente muy apenado por su comportamiento.

¡Por los dioses!

¿Qué va a decir su padre de esto? ¿Qué va a pensar de lo que le he enseñado a su hijo?

Ni siquiera soy capaz de levantar la mirada, hasta que escucho la risita divertida de la señorita Lissa. —Al parecer, alguien ha estado muy ansioso en regresar.

Subo la mirada y veo como el señor Dominic asiente divertido y me mira curioso. —¿Tú no piensas bajar, Mickey?

—Eh...claro, señor. —Me bajo del auto sin perder más tiempo y le sigo el paso a mi amigo, adentrándome en el enorme castillo de piedra, que por un largo tiempo, será una especie de hogar para mí.

Si es que así puedo decirle.

Camino derecho por el gran vestíbulo de piedra, intentando obtener una pista de Gerard, hasta que un grito, un tanto lejos, me anuncia de su presencia.

Ok, ya sé que está vivo.

Camino en dirección al sonido, en un pasillo estrecho lleno de antorchas y cuadros de paisajes sangrientos, que me llevan hasta una estrecha pero larga habitación llena de cazuelas, hornos y una pequeña chimenea, de la cual cuelga un gran caldero humeante con un olor delicioso.

—¡Aquí estás! —Gruño cuando escucho los gritos emocionados de Gerard y la risita alegre de una mujer.  Me adentro en la habitación y ahí los encuentro. Gerard está abrazado de una mujer un tanto regordeta, de cabellos color chocolate, los cuales están amarrados en un moño señorial, y  de piel pálida y delicada. Su rostro es ovalado y tiene muchas pecas alrededor de su cara, pero lo que más me llama la atención, son sus ojos color café, los cuales me realizan un escrutinio lento, pero seguro.

Ella al notar que no soy un peligro para nadie, me sonríe y baja la mirada hasta Vampirín. —No me dijiste que traías visitas, niño Gerard.

Él se percata de mi presencia y voltea hacia mí con una gran sonrisa. —Ven Mick, te quiero presentar a alguien. —Obedezco y me acerco a él. —Nana Maggie, él es mi mejor amigo, Mickey Fox. Mickey, ella es mi nana Maggie.

Me inclino ante ella. —Es un placer.

Ella se ríe y me toma de las mejillas, antes de incluirme en su abrazo con Gerard. —Así que este es el famoso Michelle Fox. —Ella sonríe y Gerard se sonroja. —El gusto es mío, pequeño niño Mickey. Bienvenido a la familia.

Refunfuño sorprendido e intento alejarme, pero ella no me deja. —¿Cómo que famoso? —Miro de reojo a Vampirín, quien me saca la lengua algo divertido y juguetón.

¡Oh no! He aprendido de él, que cuando hace eso...no hay nada bueno atrás de ello.

—Cuando dije que él me había hablado mucho de su maravilloso amigo, no estaba mintiendo. —Me sobresalto al escuchar la voz de la señorita Lissa tras nosotros. Todos volteamos a verla y el señor Dominic se le une, colocando una mano en su cintura de manera disimulada.

¿Qué? ¿De qué me estoy perdiendo...?

—Pero...—Contesto a duras penas. —¿Es cierto entonces?

Lissa nos sonríe y asiente con la cabeza. —Desde que Dom...digo, desde que Dominic me dijo que Gerard había encontrado a un amigo en el colegio, comencé a escribirle cartas para saber del mismo. —Ella nos sonríe y ladea un poco la cabeza de manera tierna. —Y lo que él me dijo de ti, me dio mucho felicidad. Eres un gran amigo, y un niño maravilloso.

Me quedo de piedra, pero dentro de mí, una extraña sensación cálida comienza a expandirse por todo mi cuerpo.

La señora Margaret revuelve mi cabello con mucha familiaridad, como si no nos hubiéramos conocido hace unos segundos, sino más bien, toda una vida.

—Y..yo...—Un nudo se instala en mi garganta y es Lissa quien se acerca a darme un pequeño pero dulce abrazo. —Bienvenido a la familia, pequeño joven Fox.

Asiento con la cabeza muy emocionado y ella me besa la mejilla, para luego besar la de su sobrino. Mi pecho late desbocado y mis manos tiemblan un poco, de lo feliz que estoy.

Esto se siente como algo...mágico.

Tal vez...solo tal vez, esto es lo que se sienta ser parte de una verdadera familia.

Varios meses después.

El invierno ha llegado.

Es curioso, porque en estas fechas, en la casa Fox tenemos una cueva muy calentita y mucho alimento resguardado para todo el invierno.

Como si fuéramos osos.

Pero somos lobos.

¡Pff! Todo lo contrario aquí.

La puerta de la cocina que da hacia el patio está abierta de par en par, mientras la señora Margaret busca alimentos en un pequeño invernadero de cristal que está al final de un sendero.

Si, todo muy místico, la verdad.

Miro el suelo desde el umbral y me estremezco al ver la gruesa capa de nieve en todo el suelo. Donde antes habían hermosos rosales y plantas de todo tipo, ahora hay nieve.

Todo es nieve.

Volteo hacia un lado: nieve. Voy a la puerta delantera y veo nieve. ¡Es más! ¡Veo nieve hasta en mis sueños!

Y pensar que aún me quedan cuatro inviernos más aquí...

Ok, de solo imaginar eso, me causa un gran escalofrío por toda mi columna vertebral.

¡¿A mí quien me manda a hacerle caso al vampiro con problemas de hiperactividad?!

Porque sí, últimamente Gerard está demasiado hiperactivo para todo, y en cierto modo...me asusta.

Él no es así.

Tal vez está feliz...feliz porque tú estás con él.

Lo sé, pero de igual modo me da nervio.

No todos los días tienes la extraña suerte de tener un amigo que pareciera, que tuviese parásitos en la barriga todas las jodidas vacaciones.

—¡Mickey! —Y hablando del rey de Roma; Gerard viene corriendo desde el pasillo hasta la cocina y me mira entusiasta. Su cabello está oculto bajo un gorro y sus manos están resguardadas bajo guantes de lana. Su ropaje esta adecuado al invierno y alzó la ceja al darme cuenta, de que a él, este frío no le afecta en lo absoluto.

¡Mientras a mí se me congelan hasta las pelotas!

Un escalofrío me recorre las piernas y Gerard me mira super curioso. —¿Qué haces aquí?

—Ando contando cuántos copos de nieve caen al día, ¿No ves? —Él se ríe de mi sarcasmo y yo ruedo los ojos.

—Cada vez eres más gracioso, Mickey.

—¡Iug! No intentaba hacerlo, la verdad.

Él se vuelve a reír y yo me hago el duro por unos instantes; sin embargo, para mí es difícil el tener que serlo con él a mi lado, por lo que no pasa mucho para seguirle en la risa.

Ambos nos miramos un rato y me paso mis manos descubiertas por el cabello, echándolo hacia atrás. —La verdad...—Inicio con despreocupación. —Es que ando cuidando la entrada, ya que Margaret se fue al invernadero.

—¡Oh! Entonces ella no viene ahorita.

—¿Qué?

—Ajam. —Él sonríe con ironía. —Debe estar muy ocupada haciendo crecer las plantas, para que tengamos algo para la cena. Es algo típico de su especie.

—¿Y que especie es Margaret?

Gerard ladea la cabeza a un lado muy curioso. —¿No te lo había dicho? Ella es un hada de las plantas.

—¡¿Una...una qué?! —Vampirín parpadea un par de veces sin comprender mi reacción y alzo mi ceja confundido. —¿Como...?

—Aquí ninguno de nuestros siervos son vampiros, si es lo que intentas decir...al contrario, todos son de diversas especies contrarias a la nuestra, y todos están muy agradecidos con papá por permitirles quedarse aquí.

Asiento en comprensión, ya que esto si lo había notado apenas llegué, y Gerard sonríe infantil. —Pero no vamos a hablar de eso, Mickey. ¡Estamos en vacaciones! Vamos a disfrutarlas.

—¿A que te refieres?

Gerard sonríe animado. —¡Ven! —él me hala de la manga y yo solo niego con la cabeza un poco espantado, ya que comprendo lo que él quiere hacer.

—¿Qué? ¡No! —Me agarro con las dos manos del marco de la puerta y Vampirín se echa a reír.

Maldito mocoso.

—No seas llorica, Fox. Es solo nieve.

¿Qué es solo nieve, dice?

¡Eso es un invento del diablo para congelarme en vida!

—Me va a matar, está frío. —Cierro los ojos con un estremecimiento y Gerard se ríe con más fuerza. —¡Oh vamos! Sabias que era helado aquí, en invierno. Así que vamos, vamos a jugar.

Es cierto que lo sabía, pero no hasta este punto.

Debí conocer más este lugar antes de haberle dicho que sí a Vampirín.

—Que no quiero, esto es muy hel...—Mi voz se corta cuando una bola helada de nieve me golpea en la cara.

Gerard se ríe divertido y agarra algo de nieve. Él la amasa con sus manos, formando otra bola helada y asesina.

¡Oh no!

Y esta de nuevo irá contra mí.

Lo sé; algo me lo dice.

—¡¿Qué rayos?! —Él me lanza el nuevo proyectil, el cual impacta contra mi ropa, enfriándome el cuerpo por completo.

¡Madre mía!

Grito estremecido por el frío y miro fijamente a Vampirín, el cual se da cuenta de mis intenciones y comienza a retroceder.

¡Oh sí, Vampirín! Corre porque este lobo te va a hacer pagar con la misma moneda.

Agarro un poco de nieve del suelo, y hago una esfera con este, ante la impaciente y atenta mirada de mi "amigo".

O más bien, en este momento se podría llamar...mi víctima.

Él corre por la nieve, mientras le sigo tras los árboles, con mucho cuidado de no perderle de vista, sin embargo, en menos de un abrir y cerrar de ojos, él ya no está en mi campo de visión. —¡No te escondas, que te voy a agarrar Gerard!

—¡Jamás! —Me grita a lo lejos y levanto la mirada al cielo para agudizar mucho más mi sentido de la audición y saber en qué dirección está.

Porque de mí, él no se escapa.

El ruido de un matorral cediendo y el jadeo ahogado de Gerard, me dan un indicio de su ubicación.

Él está cerca, demasiado cerca.

Corro en dirección a una gran arboleda y encuentro un matorral tumbado entre la nieve, acompañado de varias pisadas que sigo con cuidado.

Un pequeño deslizamiento de nieve y un bulto tirado en el suelo, me indican que mi búsqueda ha llegado a su fin.

—¡Te tengo!

Salto encima del bulto nevado y Gerard se remueve inquieto para que no le pegue con la nieve.

Al quien nieve golpea, a nieve muere.

—¡Mick! —Él se queja y comienzo a echarle toda la nieve que consigo contra su cara. Este hace lo propio y me pega con la nieve en el cuerpo, el cual me congela hasta el espíritu, pero trato de no demostrarlo.

Aquí quien debe ganar soy yo, no él; y con ese simple pensamiento, le echo más nieve en la cara. Él chilla por el proyectil helado y me echo a reír por mi pequeña travesura. —¡Eres terrible, Mickey! —Grita Gerard al tiempo que escupe algo de nieve de su boca. —¡Esto está sumamente helado!

—Te lo dije. —Le respondo entre risas y el chilla mortificado, sin embargo, a los pocos segundos me secunda en la risa. —Te dije que esto estaba muy frío, pero el señorito quería revolcarse en nieve; ¡Ahora gózala!

Él chilla cuando le echo más nieve en la cara y nos gira de un rápido movimiento, haciendo que mi espalda choque con el helado suelo nevado.

¡Carajo! ¡Esto definitivamente me va a congelar las pelotas por completo!

Gerard se venga, y me echa más nieve sobre la cara, al tiempo que lo empujó y él cae sobre la nieve otra vez.

—¡Tramposo! —Él se ríe divertido.

—¿Me quieres congelar el nombre, verdad? —Le replico y un celaje tras de nosotros, nos llama por completo la atención.

Ambos volteamos a ver en un costado de la gran arboleda, y ahí de pie está el señor Dominic con una cara de pocos amigos. —Te dije que no podías salir, Gerard; ¿Por qué me desobedeciste?

—Papá...yo...—Vampirín se levanta del suelo y se limpia la nieve que tiene sobre sí, con rápidos movimientos nerviosos. —Yo...yo quería mostrarle la nieve a Mickey.

Su padre se pasa la mano por la frente y niega con la cabeza. —Gerard, esto no estaba dentro de nuestro trato y sabes lo mucho que no me gusta que me desobedezcas.

Él baja la cabeza y la culpabilidad empieza a asomar su fea cabeza dentro de mí. —¡Señor Dominic! Él no tuvo la culpa del todo...yo...—Intento ayudar excusándome y el señor Wood alza su ceja y sonríe ladino; como si ya supiera lo que fuera a decir.

Como si supiera, que de alguna manera no iba a permitir que Vampirín cargara con toda la culpa.

—Michelle, yo vi lo que sucedió, y Gerard sabía que no tenía mi permiso para salir con esta nieve tan helada...¿Qué haría yo si ambos se enferman? Porque tu madre me dijo que no podías exponerte mucho al frío, ¡Y mírate! Estas todo lleno de nieve, muchacho. —Él niega dramáticamente con la cabeza y yo hago señas con las manos para que vea que no es gran cosa.

—¡No señor Dominic! Yo estoy...b-b...bi...¡Ashis! —Mi estornudo me empuja contra el tronco más cercano, y por el golpe, un gran bulto de nieve cae de las ramas, bañándome  con ese maldito frío invernal.

—Claro, se nota que estás bien. —Susurra escuetamente el padre de Gerard y mira a su hijo con mucha seriedad. —Gerard, ¿Tienes algo que decir al respecto?

Él se queda en silencio, más pálido que de costumbre, y sonríe muy nervioso. —P-pues...—Él me mira y su nariz se pone muy roja. —Yo...y..yo...¡Ashis! —Él cae al suelo con su estornudo y el señor Dominic nos mira de hito en hito con una gran sonrisa burlona en su rostro.

—Asi que los dos enfermaron, ¿Eh? —El señor Wood rezonga un tanto juguetón y niega con la cabeza al tiempo que se cruza de brazos. —Vayan adentro, le diré a Maggie que les haga una sopa y los veré más tarde en su habitación.

Gerard asiente y se levanta casi que corriendo. Yo también me levanto y me quito toda la bendita nieve de encima, en un abrir y cerrar de ojos. Vampirín se acerca y toma mi mano, y juntos comenzamos la travesía de vuelta a su casa, mientras escuchamos los pasos de su padre seguirnos muy de cerca.

No tardamos mucho para llegar a la casa por la puerta del patio, la cual nos recibe con un exquisito olor a sopas humeantes y carnes exquisitas.

Y ese simple olor, reaviva mi apetito feroz.

Mis tripas suenan y espantan a Margaret, quien se voltea presionando su mano contra su pecho, muy nerviosa. —¡Niños! ¿Qué hacen aquí? —Ella nos mira por un segundo y rápidamente se acerca a nosotros, posando su mano contra nuestras frentes. Ella entrecierra sus ojos hacia Gerard y me tengo que cubrir la nariz, para no estornudar frente a ella.

Porque si hay algo que me han enseñado en casa, es que si estoy enfermo, no es una muy buena idea enfermar a los demás.

—¿Qué les pasó? —Nos pregunta ella con genuina preocupación en su dulce voz.

—Los niños se fueron a jugar a la nieve, aún sin mi autorización; eso pasó, Maggie.

Margaret se pone de pie e inclina la cabeza ante el señor Dominic, mientras este se quita la nieve de su chaqueta azul rey. Sus pasos resuenan dentro de la cocina y él se pasa la mano por las botas de montar, antes de subirlas por su pantalón de vestir de color negro, retirando así cualquier resquicio de nieve o suciedad que traiga de afuera. —Por favor, prepárales algo de sopa y un té de hierbas y llévaselos a su habitación. Ya en la noche verificaré  como siguen ellos dos.

—Enseguida, señor Dominic.

Él sonríe y nos pasa la mano por los hombros. —Vayan a la habitación, y no quiero más desobediencia de vuestra parte ¿Estamos?

—Sí, señor Dominic. —Respondo rápido y hago lo que me dice. Me detengo a los pocos pasos, al darme cuenta que Gerard no está a mi lado. Me doy la vuelta y veo como él tiene la cabeza baja y su padre le murmura algo al oído.

Algo, que no quiero escuchar, ya que es solamente de ellos.

Gerard solo asiente un par de veces y su padre me mira a través de su hombro con una tenue sonrisa. Vampirín voltea a verme con algo de culpa y se acerca a mí en completo silencio. 

Él se detiene a los pocos pasos y ladea la cabeza hacia su padre. —Perdón por haberte hecho enojar papá...nunca fue mi intención.

—No te preocupes Mitt kära barn, yo no estoy enfadado contigo. —Gerard sonríe y parece que el alma le ha vuelto al cuerpo, ya que desde aquí, puedo sentir la emoción emanar de su cuerpo. —Sin embargo...—Añade su padre y a él se le borra la sonrisa. —Eso no quita que ambos estén castigados.

—¿Qué? —Responde Gerard.

—¿Castigado, yo? ¿Y ahora que hice? —Replico y tengo que taparme la nariz, para evitar estornudar...otra vez.

¡Diablos! Espero que así no sea cada invierno aquí...o realmente no la voy a pasar para nada bien.

—Eso ya lo creo...

—¡Vampirín!

—¿Qué? Es la única forma de que papá no nos escuche hablar.

Ruedo los ojos obstinado, porque a pesar de que tiene razón, esto no me gusta para nada. —Sí, pero nos ganamos un castigo y un resfriado...¡Y todo en menos de una tarde!

Gerard gruñe culpable dentro de mi cabeza y suspiro amargamente.

¿Por qué siempre tengo que hacerle caso a este cabeza de chorlito?

Perdón...—Comenta mi amigo con sincero arrepentimiento. —No creí que esto fuera a pasar.

—Lo se Vampirín, lo sé.

Su padre nos observa en silencio y se cruza de brazos. —¿Acaso me oyeron lo que les dije? —Ambos saltamos del susto y el señor Wood solo suspira dramáticamente. —Se los repetiré, pero que sea la última vez, ¿De acuerdo? —Ambos asentimos y tragamos con fuerza, el nudo de terror que se nos ha instalado en la garganta. —No quiero que salgan de vuestras habitación, ni mucho menos salgan a jugar con la nieve, si hay clima demasiado helado...¿Nos entendemos?

—¡Sí, papá!

—¡Fuerte y claro señor! —Respondo y me paso la mano por la frente, como hacen las tropas en una guerra. Él nos sonríe satisfecho y nos palmea los hombros bastante amable.

—En ese caso, váyanse a la habitación, pero pongan esa cara de niños regañados, y así la tía Lissa podrá venir a visitaros luego, ¿Vale? —Él nos guiña el ojo con una sonrisa cómplice.

Gerard sonríe y asiente emocionado, pero rápidamente su expresión cambia a una de miedo y tristeza, que cualquiera que no le conoce, diría que este es su estado anímico en este momento.

Yo por mi parte, mantengo una expresión de remordimiento real, y el señor Dominic nos alborota el cabello cariñosamente. —Bueno, váyanse a su habitación, que ya les van a mandar la sopa y unos té antes del anochecer.

—¡Si señor! —Respondemos ambos al unísono, y rápidamente, con los brazos enrollados en el otro, nos vamos directo a nuestra sala de castigo.

Y conociendo a Gerard como lo conozco, tal vez a pensar en la nueva travesura con la cual mortificar a su padre en lo que queda de vacaciones.

Por que sí, Gerard podrá tener cara de niño inocente, pero dentro de él, se oculta una bestia traviesa que le entretiene juguetear con la paciencia de su papá.

Y yo estoy más que encantado en acompañarlo en cada una de sus travesuras.

Por que...¿Eso no es lo que hacen los hermanos de verdad?

La noche está muy fría, y Vampirín y yo hemos pasado la mayor parte de la tarde encerrados, con una gran calentura que no se nos ha bajado con absolutamente nada.

Si, irónicamente un vampiro y un hombre lobo, pueden tener un resfriado como cualquier ser humano.

¡Diablos!

Abro los ojos y me toco la frente, sintiendo un trapo un tanto frío reposando allí.

Debió dejarlo el señor Dominic, quien no ha parado de venir a revisarnos a cada rato.

Apenas entramos a la habitación, Gerard cayó en cama y el frío empezó a invadirle por dentro, haciéndole tiritar por el mismo. Al poco rato, me pasó lo mismo, pero a diferencia de él, a mí ya me está quitando, y lo único que me queda en un punzante dolor en mi cabeza y en mi garganta.

¡Diablos! Como odio estas cosas.

Volteo a ver a mi amigo y él está mucho más pálido que de costumbre, sus labios están blancos y su cabello está pegado a su frente, mientras una estela de sudor comienza a rodar por su rostro.

¡Diablos! ¿Esto será bueno o malo?

¡No lo sé! Es la primera vez que tengo que lidiar con un vampiro enfermo.

—Gerard...¿Cómo estás? —Le susurro pero él está más dormido que despierto, ya que este solo rezonga con voz adolorida y atormentada. —¿Mickey?

—Sí, soy yo. —Me bajo de la cama y me acerco a la suya, tocándole la frente apenas llego hasta él. —¿Cómo te sientes?

—Me duele hasta los pecados que no he cometido. —Frunzo el ceño y una pequeña risita se me escapa por su pésimo intento de broma. Gerard se da cuenta de lo que hago y me hace un leve mohín con el labio. —¡No te burles, hablo en serio!

—¡No lo hago! Es solo que...—Escucho un ruido fuerte afuera y me levanto de la cama de Gerard con un poco de dificultad. Los mareos me golpean apenas logro ponerme de pie, pero intento con todas mis fuerzas, no prestarle la más mínima atención.

—¿Qué pasa? —Pregunta Vampirín, quien se ha despertado del todo con el estruendo y los gritos de afuera. —¿Qué es ese estruendo?

—No lo sé, pero necesito que te quedes aquí.

—¿Qué? ¡No! Esta es mi casa, y yo debería decir eso. —Susurra con voz ronca y bastante afónica, por lo que podría apostar mis pelotas en que él se metería en  en más problemas si llega a salir.

Ruedo los ojos e ignoro su momento de inoportuna valentía. —Pues no me importa, aquí el mayor soy yo, así que...quédate aquí. ¡Y sin rechistar!

No espero a que él me responda, ya que rápidamente salgo de la habitación, y con un candelabro en mano, bajo los grandes escalones de piedra del gran Castillo, hasta llegar al origen del ruido.

Llego hasta la sala principal y me sobresalto al ver a Kurt tirando todo lo que se encuentre a su paso, mientras mi hermano le intenta detener, con muy poco éxito.

—¡Todo es mentira! ¡Todos son mentiras! —Grita el histérico hermano mayor de Vampirín. —¿Viste lo que hizo? ¡Es...es una locura! ¡Maldita sea!

—¡Cálmate, Kurt! Así no vas a lograr nada, carajo. —Mi hermano le toma de los hombros, pero Kurt se zafa de su agarre y comienza a caminar por el inmenso pasillo, buscando no sé que.

O mejor dicho, a no sé quién.

O bueno...tal vez si sé a quién busca.

Les sigo con mucho cuidado de que no me descubran, hasta el pasillo que lleva al gran despacho del señor Dominic. Las paredes de piedra con sus respectivos banderines azules rey, me sirven como protección para que ellos no me noten.

Veo a mi hermano a lo lejos, parado frente a la puerta, mientras unos fuertes gritos se escuchan desde adentro. —¿Esto es en serio? ¡¿Tú también Dominic?!

¿Qué rayos está pasando?

Intento acercarme, pero en donde estoy, no hay una posición idónea en donde pueda ver todo sin que me descubran; por lo que no me queda de otra que quedarme recostado contra la pared oscura en la mitad del pasillo.

Kurt sale como alma que lleva al diablo, y atrás de él, sale el señor Dominic con el mismo traje de esta mañana. —¡Markus! ¡No es lo que crees! Déjame explicarte...

—¡¿De verdad me vas a decir eso, Dominic?! —Kurt agarra a su padre de las solapas de su chaqueta y lo empuja lejos de sí. —¡Sos una maldita escoria, Dominic! ¡Eres igual a ella!

El señor Wood intenta agarrar a su hijo de la levita roja, pero este se suelta y levanta su mano contra su padre.

¿Qué?

—¡No! —Grita la señorita Lissa, la cual sale con un camisón de color blanco, el cual está un poco abierto y de uno de los hombros de ella, cuelga uno de los tirantes del mismo. —No le hagas eso a tu padre, Markus. —Kurt mira tras el hombro de su padre, y tras la señorita Lissa, sale mi hermano con una cara que no deja mucho a la imaginación.

¿Qué carajos está pasando?

—De todas las cosas de porquería que ha hecho esta familia, el acostarte con mi...tía, es lo peor que has hecho, Dominic Wood.

¿Qué?

Me cubro la boca para no gritar, mientras Kurt suelta a su padre y lo empuja contra la pared. El señor Dominic se deja caer al suelo, mientras la impotencia emana de cada uno de sus poros, sin que él pueda siquiera evitarlo.

—Las cosas no son así, Markus...—Responde la señorita Lissa al borde de las lágrimas. —Tienes que dejarnos hablar...lo...lo que viste allá adentro, no...no es lo que tú crees. —Ella intenta agarrarle el brazo, pero él rápidamente la empuja, evitando su toque. Ella cae al suelo y el señor Dominic agarra a su hijo del brazo con mucha fuerza, ya que a esta distancia, puedo escuchar el rugido de dolor de Kurt.

—Que sea la última vez, Markus. —Le gruñe el señor Wood con los dientes apretados. —¡Que esta sea la última vez que tratas así a Lissa! ¿Entendiste?

—¡A mí tú no me mandas! —Markus se suelta el brazo de un tirón y su padre le da una bofetada, que le voltea el rostro hacia la pared. Kurt gruñe encolerizado y es el turno de mi hermano de meterse en medio, para evitar de este modo una tragedia.

—¡Ya basta Markus! —Mi hermano toma de los hombros al hermano de Vampirín y lo trata de calmar. —Él es tu padre, tienes que calmarte.

—¡Ese maldito no es nada mío! —Grita Markus y señala a su padre con odio. —Desde el día de hoy, tanto tú como tu...Velka, sois despreciados por mí.

—¡Kurt! ¡No le hables así a tu tía!

Markus niega con la cabeza y se da la vuelta para marcharse, sin embargo, la señorita Lissa corre hasta ellos y le toma de la muñeca, avivando aún más, la rabia que el mayor de los Wood tiene en este momento. —Por favor, Markus...tienes que escucharme...Iso lapseni, por favor...

—Suéltame, sucia puta. —Kurt sisea con sumo desprecio y Lissa no hace caso a su petición.

—Escúchame, por favor...te lo suplico.

Kurt la toma por el cuello y estampa su cuerpo contra la pared. Su cuerpo vibra con ira, y el tiempo pasa lo suficientemente lento, como para que el señor Dominic reaccione en contra de su hijo. —Que sea la última vez que me tocas con tus sucias manos, asquerosa Velka...la próxima vez que lo hagas, realmente no dudaré en hacerte daño. —Él la suelta y ella cae de cuclillas en el suelo, buscando obtener algo de aire. El tiempo retoma su rumbo normal, y es el señor Dominic quien toma a su hijo y le da un puñetazo en la mandíbula.

Markus cae al suelo con un gran estruendo, y mentalmente rezo a los dioses, para que Gerard no baje de su habitación y se encuentre con semejante circo.

—¡Te lo dije, Markus! No te pienso pasar una más. —Kurt se limpia la sangre que comienza a correr de su nariz y la escupe contra su padre.

—Y yo a ti no te pienso pasar una más, Dominic Wood.

Dominic se pasa la mano por el cabello y niega con la cabeza. —Hijo, tenemos que hablar.

—¡Yo no soy tu hijo! —Le grita Markus, quien es levantado torpemente por mi hermano.

El señor Dominic se queda en silencio, y en su mirada, se nota que tanto daño le hicieron las palabras de si hijo. Él se ríe nervioso y niega con la cabeza lentamente, muy abrumado. —¿Qué... qué dices...?

—¡Lo que escuchaste, Dominic! —Kurt se suelta del agarre de mi hermano y se alisa su levita –la cual está totalmente cerrada–, tratando de esta manera, mantener una calma mortal que definitivamente, no siente. —Desde el día de hoy, me di cuenta de que no tenía padres...ya que sois unos falsos y mentirosos de mierda.

—Ma-arkus...—El señor Wood se pasa la mano por el rostro, notoriamente afectado y dolido por la situación. —T-tenemos...q-que...

—No hay nada que hablar, Dominic; ya me di cuenta de que aquí, no hay nada que realmente valga la pena. —Kurt aprieta el brazo de mi hermano y ambos se dan la vuelta para retirarse de la casa.

El señor Wood cae de rodillas al suelo y se cubre la cara con sus manos temblorosas, al tiempo que sus hombros comienzan a temblar sin control y unos sollozos ahogados, comienzan a hacer eco en toda la sala. —No...—Se alcanza a escuchar entre los jadeos ahogados y desesperados de si alma. —No...no se...puede ir...lo...lo perdí...

Lissa corre hacia él y se arrodilla a su lado, mientras posa sus brazos sobre su hombro, para consolarlo. Él levanta su mirada hacia ella, y esta jadea dolida de lo que ve.

Desde aquí, puedo admirar el rostro del señor Dominic desfigurado por el dolor y la desesperanza, ya que ha perdido algo muy importante para él.

Ha perdido, un trozo de su alma.

—Lo...lo perdí Lissa...lo perdí...—Él solloza y ella lo abraza con fuerza, ya que en estos momentos, es lo único que ella puede hacer por él.

—Jamás lo iban a entender, Dom...por eso te dije que todo esto estaba mal...

Él solo niega a sus protestas y la toma de las mejillas con cuidado. —¿Cómo puede ser esto malo, si yo te amo con locura Lissa? —Ella comienza a negar con la cabeza y él se pasa la mano por el rostro repetidas veces. —La única mujer que he amado, has sido tú; así que dime...¿Cómo puedo pensar que esto está mal?

—Tu hijo mayor no lo vio de ese modo, Dom...—Lissa le comienza a limpiar las mejillas al señor Dominic, mientras él hace lo propio con el rostro de ella. —Esto es un error...desde el principio lo fue, Dominic...y yo...yo no soportaría que Gerard también me odiara...

—¿Qué... qué dices...?

—Que...esto se terminó...

—¡No! —Él gime y niega con la cabeza. —No nos hagas esto, Lissa.

—¡Ya no podemos estar así, Dominic! Ya se enteró Markus, ¿Y qué pasará cuando se entere Gerard? ¿Y Danna? ¡Ella me mataría si se entera!

—Ella no te va a tocar. —Asegura él, pero ella sigue negando con la cabeza. —Y con Gerard...siempre podemos solucionarlo todo...podemos hablarlo con él...y yo...

—Tú nada, Dominic. —Ella lo suelta y se pone de pie al tiempo que se limpia las lágrimas que aún emanan de sus hermosos ojos, mientras él alza la cabeza con miedo y mucha desesperación. —Ya...ya no podemos estar así...me niego a seguir así...yo te amo, pero esto...esto no...no quiero estar sometida a esto...¡no más!—Ella se agarra del camisón y comienza a correr por el pasillo, rumbo a las escaleras de piedra que dan a las habitaciones.

El señor Dominic está mudo, y su semblante está más pálido que de costumbre. Su labio inferior tiembla y rápidamente su cuerpo se inclina hacia adelante, mientras sus manos cubren sus ojos, tapando así una nueva oleada de lágrimas que yo no debería ver. 

Aprieto los puños con impotencia, ya que en cierto modo, me siento un intruso mirando todo esto.

Pero en cierto modo, todo esto me duele.

Porque le he agarrado mucho cariño al señor Dominic, como si este fuera mi padre.

Y verle en toda esta situación...me hace sentir muy mal por él.

Pero él no debería verme aquí.

Se supone que estoy castigado.

¡Diablos!

¡Tengo que salir de aquí!

Me regreso sobre mis pasos con cuidado, y salgo al gran salón principal, en donde me oculto tras una gran hilera de estatuas con armaduras de plata. Camino tras estas, hasta pasar por la gran puerta de roble que me lleva al vestíbulo. Una vez allí, comienzo a caminar muy pegado de la pared, hasta unas escaleras que me llevan a otra torre de habitaciones, y que, si no tengo cuidado, puedo terminar perdido en estas.

Subo las escaleras con sumo cuidado de no hacer ningún ruido, y me asomo detrás, por si alguien está cerca. Apago el candelabro de una sola vela y lo dejo sobre una pequeña mesita que está al lado de una ventana. Paso de largo por las ventanas, pero un ruido capta por completo mi atención.

¿Qué rayos?

Me asomo por la ventana y veo a Markus y Noir caminando por la calle repleta de nieve en plena noche de invierno. Mi hermano le dice algo a Kurt que no logro distinguir, y es este último el que le da un último vistazo al castillo que de seguro, le vio crecer.

—No vale la pena, Noir. —Alcanzo a escuchar el rugido molesto de Kurt, y mi hermano niega con la cabeza.

No logro escuchar más allá que murmullos en plena nevada y realmente no me tomo la molestia en agudizar mi oído, para escuchar que tengan que decir este par de escorias.

Ya que independientemente de lo que hubiera hecho el señor Dom, ellos no tienen el derecho de haberle tratado así.

Y esta es una de las razones, por la cual no tolero a mi hermano. Siempre anda de lamebotas del tarado de Markus. Aún si él no hace nada, para él, su primera prioridad va a ser ese tarado, en vez de sí mismo o su propia familia.

¡Tonto!

La ira que siento contra mi hermano resurge dentro de mi pecho, pero me la trago, ya que no gano nada con ella.

Todavía nada.

Pero algún día, tendré la oportunidad de cantarle todas sus verdades al idiota de mi hermano, y ese día, espero que se dé cuenta, que Kurt Wood es una porquería de persona.

Realmente, eso es lo que espero.

Un carruaje se acerca a toda velocidad hacia el puente levadizo, el cual a esta hora está levantado. Este se detiene y de él, un chico de cabello largo y ondulado, sale del mismo. Él carga una levita negra –o eso es lo que parece, ya que con esta oscuridad, no se logra distinguir mucho– unos pantalones de gabardina negros y unas botas de montar. Su cabello está suelto y este se remueve por el fuerte viento que hace en esta noche tan fría.

¡Y joder! Si me quedo mucho tiempo aquí, también voy a empeorar.

Una tos fastidiosa comienza a subir desde mi garganta y tengo que cubrirme la boca con un pañuelo, para que no noten mi presencia.

Porque pobre de mí, si ellos se dan cuenta de que lo sé todo.

El chico de cabello ondulado llega hasta Markus e intenta hablar con él, pero este solo lo ignora.

¡Estúpido Markus!

El chico vuelve a intentarlo y toma a Kurt del brazo, logrando que este le responda el gesto con un puñetazo en la nariz.  —¡Te dije que te mantuvieras fuera de mis asuntos, carajo! —El grito de Markus se escucha fuerte y claro y tanto este como mi hermano, caminan más rápido dejando atrás al pobre chico de cabello ondulado, el cual está tirado en el suelo nevado, con una expresión melancólica.

Trato de divisar a donde están mi hermano y su jodido amigo, pero estos ya no están en mi campo de visión; sin embargo, el chico tiene su mirada puesta en el castillo, y con movimientos lentos y cansados, logra ponerse en pie, sin dejar de mirar a la casa.

Y específicamente, en dirección a donde estoy.

Él sonríe y me da un breve saludo, antes de darse la vuelta, al tiempo que me oculto tras la ventana, para así no darle la impresión de que estaba al corriente de lo que sucedía allá afuera.

Pero creo que él ya notó que eso era exactamente lo que estaba haciendo.

¡Carajo!

Me vuelvo a asomar y veo que este está de regreso en su carro. El cochero le das las indicaciones a los caballos de andar, y este se da la vuelta, en dirección a por donde había venido.

Sin embargo, hay algo de este que me llama totalmente la atención, y es el escudo de armas que se refleja en la parte de atrás del carruaje: una estrella envuelta entre espinas.

Algo propio de cierta familia, con la que no nos llevamos muy bien.

Un Starcry.

¡Mierda!

¿Qué relación tiene Markus con este tío?

No lo sé, pero tampoco está en ti el averiguarlo.

Es verdad, mi única responsabilidad en este momento, es que Gerard no se entere de lo que pasó.

Y hablando de él...

¡Joder! ¡Tengo que regresar hasta nuestra habitación antes de que el señor Wood vaya para allá y se dé cuenta de que no estoy!

¡Seré perro muerto!

Comienzo mi camino de regreso, y sorteo varios escalones y pasillos, hasta que poco a poco, comienzo a encontrar el camino de vuelta al cuarto.

Mientras más rápido llegue, menos oportunidad habrá de que noten mi ausencia.

Si señor.

Camino por un pasillo oscuro, el cual reconozco y sé que solo me falta adelantar unos cuantos pisos más, para llegar a la habitación con vampirín.

¡Aquí vamos!

Subo los escalones de piedra, hasta la torre más alta, mientras mi mente divaga con respecto a lo que acaba de ocurrir.

En lo que acabo de presenciar por accidente.

Es que...¿Quién se habría imaginado que ellos dos...? ¿Qué su padre y la señorita Lissa...?

¡No! Esto definitivamente no se lo hubiera creído nadie.

O tal vez, si...ya que eran muy evidentes.

Pero... ¿Y que Markus se enterara de esa manera...?

Las mentiras nunca son para siempre; al final terminan saliendo a la luz de cualquier manera.

Sería horrible que Vampirín también lo supiera.

Sería el acabose para él y su linda relación con su padre.

¡Joder! ¿Qué hago?

Yo podría no abrir la boca, ¿Pero quién me garantiza de que su hermano no vaya a hacerlo?

Nadie. Nadie me puede garantizar que ese tonto, no abra su jodido hocico.

¡Joder! ¿Qué voy a hacer?

Eso es lo que no se sabe, hasta que se vive ese preciso momento.

Me paso la mano por el cabello cuando subo el último escalón y camino por un pasillo oscuro, que me llevaría pronto al pasillo de las habitaciones.

Sigo adentrándome en la oscuridad y un fuerte viento helado me congela los huesos, deteniéndome en mitad del pasillo, cuando noto de que no estoy solo aquí.

Al final del camino, contra una ventana de piedras, hay...alguien.

Este se acerca y yo retrocedo un poco nervioso, ya que no tengo la más remota idea, de que es lo que quiere.

—Me gustaría saber, ¿Qué haces afuera tan tarde? —Suspiro aliviado cuando reconozco la voz que me habla en tono neutral.

Es el señor Dominic.

Y por lo que veo, no está nada contento con lo que acaba de pasar.

—Eh...y-yo...—Un incesante y creciente nerviosismo en mi voz, me delata ante él. —Y-yo iba...a...¡a por agua! Sí, iba a eso.

Él se acerca peligrosamente y un escalofrío comienza a apretar mi estómago con fuerzas.

Ok, esto no es bueno.

¡Él ya lo sabe! ¡Eres perro muerto!

—Pues este no es el camino hacia la cocina, Michelle.

¡Oh rayos! ¿Me dijo Michelle?

Si, estoy en serios problemas.

Trago el nudo de nervios que está pesando en mi garganta y él se apoya contra la gran ventana, mientras admira el paisaje nevado de allá afuera. Desde aquí, él se ve tremendamente dolido por todo lo que acaba de acontecer. —¿Lo has visto todo, cierto? —Él suspira cansado y yo no tengo de otra que asentir con culpa.

—Sí señor...—Él me observa de reojo y asiente sin más. Su semblante está decaído, y ciertamente, no creo que esté de humor para soportar las andanzas de un crío metiche, que ni siquiera es su hijo.

Aunque en lo mas profundo de mi corazón, yo si lo vea como un padre.

—Ya veo, Mickey. —El señor Wood sonríe ladino y se pasa la mano por el rostro, tratando de borrar todo el cansancio que su alma siente en este momento. —Me gustaría enormemente que no le dijeras nada a Gerard...en su momento, quiero ser yo quien le explique todo lo sucedido.

—Está bien, señor Dominic. —Él me observa con atención y frunce el ceño un poco desconfiado, por lo que rápidamente añado sin más. —El decirle las cosas sin previa explicación, solo le haría daño a Vampirín, y créame, eso es lo que menos quiero... él... él realmente es como mi hermano; y lo que menos deseo en esta vida, es que él sufra...

El señor Dominic se levanta de la ventana y se acerca a mí. Se agacha frente a mí, y sin previo aviso, me abraza con fuerza, ocultando su rostro tras mi cuello. —Realmente, nunca me equivoqué contigo...eres el mejor amigo que mi hijo pudo tener nunca. —Él se separa de mí y me revuelve el cabello, mientras de sus ojos, varias lágrimas rojizas comienzan a emanar de sus ojos rojos.  —Confío en ti, Fox... sé que nunca le harías daño a mi hijo...así que...muchas gracias.

Trago el nudo de emociones que se instala en mi garganta y le sonrío ligeramente agradecido por su confianza en mí. —No tiene de que preocuparse señor Dominic; mi lealtad siempre estará con usted y Gerard, y si está dentro de mí, evitarle causarle dolor, créame que con gusto cumpliré mi propósito.

—Lo sé. —Susurra el señor Dominic y me da un beso en la frente, como si fuera uno de sus hijos. —Por eso estoy tan feliz de que tú y Gerard sean amigos... él nunca habría encontrado a alguien mejor que tú.

Sus palabras me llenan de orgullo y asiento ligeramente conmocionado, de que piense eso de mí.

—S-señor...y-yo...muchas gracias. —Logro pronunciar y él se levanta del suelo.

—Soy yo, quien tiene que agradecer que mi hijo tenga amigos tan buenos...—Él me revuelve el cabello y se aleja de mí. —Ya es tarde, Mickey...es hora de que te vayas a la cama; y no le digas nada de esto a Gerard.

—Si señor. —El señor Wood me sonríe más aliviado y comienza a pasar de mí, para irse a su habitación. —¿Señor Dominic? —Él se detiene a mi llamado y ambos nos volvemos para vernos.

Su rostro está compungido, pero trata de no demostrarlo mucho. —¿Sí?

—Disculpe que me meta, pero...

—¿Mmm...?

Me retuerzo las manos y respiro hondo, para agarrar valor y preguntar aquello que necesito saber.

Aún si este no es mi problema. —¿Por qué no se casó con la señorita Lissa, si tanto la quiere?

Mi pregunta lo agarra desprevenido y solo baja la cabeza, ocultando sus ojos con su cabello. —La vida es un ciclo de cosas interminables que nunca sale n como queremos; solo debemos aprender a luchar por aquello que realmente lo valga, a pesar de que todo esté en contra de ello. —Suspira agobiado y sonríe melancólico. —Esta es una lección de vida, muchacho. Y espero que la puedas poner en práctica en un futuro.

—Sí, señor...

Él no espera más intervenciones de mi parte, ya que se da la vuelta y se retira del lugar, dejándome con un mal sabor de boca con respecto a lo que es el amor y el dolor.

A lo que es...algo normal de la vida, sin que uno lo pueda detener.

¿Así también pasará con nosotros?

No lo sé...pero si puedo, lo evitaré.

Eso lo hago, como que me llamo, Mickey Fox.

Varios años después

La brisa de otoño entra en la habitación, refrescando nuestro día y nuestras ganas de vivir.

El tiempo vacacional en casa del señor Dominic ha sido muy satisfactorio, pero ya han pasado los 5 años que habíamos planificado, y ahora toca pasar lo que resta de vacaciones con mi mamá.

Cosa por la cual, Gerard está más entusiasmado que yo, en asistir.

Y no me malentiendan, no es que no me guste estar con mi mamá...pero mis hermanos a veces son un desastre andante, y quiero evitarme por cualquier motivo, que estos incomoden a Gerard o a mi persona en estas vacaciones.

Y más, porque Sam ya salió de vacaciones hace un año.

Suspiro y me aliso la chaqueta, mientras aprieto el chaleco color hueso, sobre mi pecho.

Si, estás vacaciones serán super geniales.

—¿Ya tienes todo listo, Gerard? —Miro de reojo a mi amigo, el cual anda demasiado ensimismado mirando por la ventana. Su cabello está más corto –producto de una larga y ardua pelea para poder cortárselo– y sus facciones están más duras, por lo cual, ya puedo decir que si parece un hombre.

Antes parecía una araña con problemas de socialización.

Vampirín –que ya para nada es un niño, sino que aparenta ser un muchacho de unos 16 años– suspira melancólico por la ventana, mientras su sobretodo azul rey, le cubre hasta la barbilla, ocultando sus facciones, y en si, también sus intenciones. Él se cruza las piernas sobre el alféizar y recuesta la espalda contra la ventana, mientras vuelve a suspirar como si hubiera perdido algo importante.

¿Y más o menos que le pasó a este?

—¿Gerard? —Le llamo, pero él parece no escucharme. —¡Gerard! Te estoy hablando, caray.

Él se sobresalta y casi se cae de la ventana, pero rápidamente retoma su equilibrio al sostenerse de la pared de piedra. —¿Eh? ¿Qué pasa Mickey?

¿Qué que pasa?

¡Le ando llamando y me ignora, eso pasa!

—Te estoy llamando pero parece que no me escuchas.

Sus mejillas se sonrojan y murmura un "lo siento" un poco ininteligible para mis oídos.

—¿Qué dijiste?

—Que lo siento, tío...perdón. —Él se cruza de brazos y se vuelve a recostar contra la ventana. —Es que...estaba pensando en algo.

—¿De verdad? Tranquilo que si no me dices, no me habría dado cuenta.—Contesto con sarcasmo y él se ríe. —¿Y piensas decirme que te tiene así de pensativo, tío?

Él se queda en silencio por unos segundos, y un escalofrío de miedo comienza a subir por mi espalda, ya que esos silencios de su parte, nunca auguran nada bueno.

—Bueno...—Y ahí empezamos. —estaba pensando en el mundo humano...y el como serán estos; si saben de nuestra existencia...el como sería su estilo de vida...sería genial conocerles.

¿Qué?

Abro la boca sorprendido, ya que no puedo creer que este escuchando esto.
—¿Qué? ¡Tú debes estar de juego, tío? ¿Cómo piensas semejantes cosas?

Gerard gruñe y se pasa la mano por el cabello, echándolo hacia atrás, en un gesto despreocupado. —¡Oh vamos, Mickey! No puede ser tan caótico, ¿Cierto?

—Los humanos son...¡Humanos! —Comento sin pensar y me rasco la nuca nervioso, mientras mi amigo me observa con una expresión austera. —Ellos no nos entenderían.

—¡Por eso es que quiero conocerlos! —Mi amigo sonríe y se cruza de brazos. —Quiero entenderlos...quiero llegar a una paz con ellos.

—¡Eso es imposible!

—Es imposible sino se intenta. —Replica con fastidio. Alzo la ceja y él pone su mirada de cachorro lastimado, que muy bien sabe que no puedo rechazar.

¡Maldito manipulador!

—¡Vamos Mick! Ayúdame...

—¿A qué quieres que te ayude? —Chillo agudo y él se ríe divertido.

Si bueno, al menos a uno de los dos le divierte todo esto.

Él se baja de la ventana y se acerca a mí, subiendo un poco la cabeza para mirarme.

Porque sí, soy un poco más alto que él, y este sabe que conmigo no tiene que aprovecharse.

Gerard me toma de las manos y pone su mejor mirada de cachorro desvalido, perfectamente ensayada para esta ocasión.

O al menos, eso es lo que creo.

Y joder...la muy maldita le funciona bastante bien.

Él sonríe confiado cuando suspiro fastidiado de todo este show. —Está bien, dime en qué quieres que te ayude.

Él sonríe más ampliamente emocionado y chilla como un niño pequeño. —Quiero que me enseñes como es el mundo humano. Quiero conocerlo.

¿Qué...?

Jadeo y me ahogo con la saliva, por lo que toso para no morir tan estúpidamente. —¡¿Qué dices?!

—Anda vamos, Mickey... ayúdame. —Él insiste con esa cara y desvío la mirada, a pesar de que ya me ha convencido con mucha facilidad.

¡Joder!

—¿Qué gano a cambio? —Gerard me suelta y se cruza de brazos mientras piensa en diversas alternativas.

Y sinceramente, esto no me da buena espina.

—¿Hacerte las tareas de música por un mes?

—Muy poco. —Le replico con la esperanza, de que deje esa idea absurda. —Si quieres que me juegue el pellejo por ti, tienes que dar algo a cambio que valga la pena.

Gerard frunce el ceño y no se da por vencido. —Mmm...no se me ocurre nada. —Sonrío confiado de que se dará por vencido, pero él levanta la mano con determinación. —¿Qué te parece que te deba un favor? Siempre te ha gustado que te deban favores, Mick.

Oh diablos, ¿Qué clase de monstruo he creado, como para que sepa con que puede ganarme?

—Anda Mickey...—Gerard vuelve a usar sus malditos ojos de cachorro y grito internamente, porque sabe que puede lograr lo que quiera con eso. —Por favor, ayúdame.

—¡Está bien! —Gruño y me separo de él, al tiempo que mi mente va a mil por hora para retrasar ese momento. —¡Tú ganas, Gerard Wood!

—¿De verdad? —Él comienza a saltar totalmente contento y yo me palmeo la frente, pensando en que maldad le he hecho yo a este mundo como para pagar semejante castigo.

—Si, si, esta bien...si, te voy a ayudar. ¡Pero que no sea un favor, sino dos!

Gerard está tan contento que no me presta la más mínima atención. —Los que tú quieras, Mickey.

—Y eso incluye cocinarme la cena cuando estemos donde mi madre. —Él arruga la nariz pero no le queda de otra que asentir.

—Será...¿Entonces, prometes ayudarme?

¿Qué...?

—Eso no estaba dentro de todo esto...sabes que las promesas no son hechas para romperse.

—Por eso, y tú nunca has roto una promesa ¿O sí?

Si tan solo supieras...

Bajo la cabeza y suspiro desenfadado. —No, nunca.

—¿Entonces me prometes ayudar con esta misión? —Él estira su dedo meñique y lo miro interrogante. Gerard me observa y sonríe divertido. —Es aquí donde juntas tu dedo con el mío y prometes que cumplirás tu parte.

Cierro los ojos, arrepintiéndome al instante de haber accedido a esto, y hago lo que me dice, entrelazando mi meñique con el suyo.

Gerard chilla contento y suspira emocionado. —¡Conoceremos el mundo humano!

¡Ay no! ¿Qué hice?

Abro la boca para replicar, pero la puerta de la habitación se abre y entra el señor Dominic con una media sonrisa.

Desde esa noche, él no ha vuelto a ser el mismo, y tampoco las cosas en la casa han estado igual.

La señorita Lissa se fue esa misma noche de la casa, alegando que no se sentía muy bien y tenía asuntos que resolver en su castillo; por lo que rara vez venía, y en el caso de hacerlo, su visita era rápida hacia nosotros, y al poco rato se iba, sin acercarse en ningún momento al señor Wood. Esta actitud a él le pegó muchísimo, pero decidió darle su espacio, y seguir como si nada delante de su hijo.

Porque delante de mí, él no tiene que fingir.

Él nos mira las mochilas de piel y hace un leve mohín con el labio. —¿Ya...están listos?

Uh-uh...ese tono de duda no me gustó para nada.

—Sí papá. —Responde Gerard muy entusiasmado. —¿Ya vienen por nosotros?

—Pues...con respecto a eso...—Ese tono sigue sin gustarme en lo absoluto. —Me temo que debo darles una mala noticia.

¿Qué...?

—¿Cuál? —Añado en tono seco y cortante. —¿Pasó algo con mi familia?

El señor Wood saca un papel del bolsillo de su chaqueta negra y nos los entrega. —Malo como tal...no. Pero...me temo que no podrán ir.

¿Qué carajos?

Reviso la nota, mientras respiro agitado y un nudo se instala en mi garganta con rabia, s medida que mis ojos pasan por el papel.

Aquí las cosas no están muy aptas para ustedes, así que no podéis venir.

Reconozco esa jodida letra en donde vaya, y estoy muy seguro que no es la de mi mamá.

Es la de Noir.

Ellos están allá.

—¿Cómo que no...? —No dejo que Gerard termine su pregunta, ya que salgo de la habitación como si me llevara el diablo.

Las lágrimas surcan mis ojos y un entrañable desprecio por mi hermano, comienza a florecer en el fondo de mi pecho.

¿Qué no quiere Markus ver a su padre? ¡Pues bien!

¿Pero por qué me debe involucrar en su maldita rencilla con su familia?

¿Qué putas le pasa?

—¡Mickey! —Me grita el señor Dominic, el cual me persigue por todo el camino hasta el vestíbulo. Me detengo al escuchar su voz, y ni siquiera me molesto en limpiarme la cara, porque es más el cabreo que siento, que la humillación por mi rostro.

¡Me cago en la estupidez de mi hermano!

El señor Wood se detienen y me da un abrazo consolador, ya que mi él comprende a la perfección el porque estoy así. —Ya...muchacho...entiendo lo que estas pasando, perdón si todo esto fue mi culpa.

Niego con la cabeza y él me limpia las mejillas con sus pulgares. —No es su culpa, señor Dom...la culpa es del idiota de mi hermano, y si me disculpa, también es del idiota de su hijo.

Él se queda callado, pero entiende mi reacción. —Lo sé...y quisiera que esto no hubiera pasado, pero...

—Déjelo señor Dominic...repito, esto no es su culpa; algún día mi hermano iba a usar esto en mi contra, solo debía esperar a que lo hiciera.

—Mickey...

—Por favor, déjeme solo. —Suspiro y sorbo por la nariz. —Repito, no lo culpo por esto, pero necesito un tiempo para mí.

—Está bien...—Él suspira y se aleja, encaminándose a cualquier otra sala de la casa. —Si necesitas ayuda, ya sabes dónde puedes encontrarme.

—Gracias...—Segundo papá. Esto último no lo digo, ya que sería mucho más personal, pero parece que él lo entiende.

Que de verdad, lo veo como otro padre para mí.

Él sonríe y se retira de mi vista, al tiempo que mis ojos de nuevo se llenan de lágrimas, que esta vez logró retener con éxito.

Porque esta es la única vez que le permito esto a mi hermano.

¿Qué él quiere defender a su amigo? ¡Pues bien! Que lo haga...pero que a mí no me arrastre en eso.

O al menos que de este modo, él quiera una guerra.

Y si eso es lo que quiere...conmigo fácilmente la va a tener.

Como que me llamo Michelle Louis Fox St. Pierre; esto definitivamente, no se va a quedar así.

BUENAS BUENAAAAAS!! COMO LES VA?

Lamento la tardanza para actualizar, pero he pasado muchas cosas últimamente...y bueno...aquí tenéis el capítulo de SOW que no sabían que querían pero que necesitaban.

Sí, sé que he dejado muchas cosas inconclusas y otras más simples, pero ya por lo largo del capítulo, no me quise extender mucho más; así que por ende, aquí tendremos el capítulo para rato.

Para hacerles este cuento corto, le quiero dedicar este capítulo a Haru_Kurashiki, que estuvo de cumpleaños la semana pasada y es un fiel seguidor de toda la saga.

Por cierto, hoy se cumple un año desde que publiqué SOW, e irónicamente también es mi cumpleaños xD pero ajá.

No les voy a amargar más la vida, así que me retiro con gracia.

Nos vemos en la próxima actualización, que será la de HOW.

Bye bye ^^

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