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¿Y ahora qué?

Jack

Mérida apenas logra incorporarse y comienza a dar pasos débiles hacia el final de la plataforma. Corro a ella con todas mis fuerzas mientras la rabia hacia los sujetos me invade.

- ¡Mérida! -le grito antes de que su equipo llegue a ella-. ¿Estas bien?

A una velocidad increíble, me quito la sudadera y se la pongo encima de los hombros para cubrirla del frío. Estornuda una vez, y siento cómo mi corazón da un giro. Está empapada hasta los dientes, y todo es culpa de esos malditos. Con un globo hubiera bastado.

- Eso creo -me dice-. Perdí.

Se envuelve la sudadera y agacha la mirada mientras hace un puchero. Le sonrío dulcemente.

- Diste lo mejor -le digo-. Estuviste bien.

Me mira, un poco sonrojada y luego me sonríe. Me da un leve golpe en el hombro y comenzamos a reír. La ira que sentía... Se ha esfumado.

- Vamos. Tienes 10 minutos para prepararte -me dice, tomándome del brazo y jalándome hacia mi equipo.

Tadashi es el primero en verla, y le dedica una mirada un poco preocupada.

- ¿Cómo te sientes? -le pregunta.

- Bien, en serio -dice con una sonrisa-. Esperaba poder mojarlos a todos ustedes pero, ya ven.

- De todos modos diste lo mejor -dice Honey por detrás nuestro.

Veo al hermano de Hans envolviendo a su hermano con una toalla café. Mira a Mérida como un bicho raro, que debe ser pisado cuanto antes. Me pongo entre su mirada y ella, y nuestras vistas chocan. Le dedico una serie de gestos iracundos, y al final el sujeto cede con una sonrisa malévola, voltea la mirada y se va. Doy un paso atrás y choco con la espalda de Mérida.

- Lo siento -digo inconscientemente.

- No te preocupes -me dice.

- Jack -llama Eugene. Voy hacia él-. Casi nos toca, y debemos preparar una estrategia.

- Sí -digo, pensando en algo inteligente-. Solo debemos...

Levanto mi mirada un poco y veo a Mérida y a Hipo riendo juntos, como los grandes amigos que son. No... No puede ser. ¡Ya me había bajado el enojo! ¡Me lleva la maldit—

- Jack -me vuelvo a la realidad-. ¿Entonces?

Me dan ganas de decirle que hagan lo que quieran, que pierdan si quieren, y que por mí pueden mandar todo a la mierda. Pero es mi equipo, y la poca cordura que tengo todavía, me dice que debo decirle algo concreto.

- Solo lancen aleatoriamente -le digo-. Y no dejen que los toquen.

Lo esquivo por un lado, y camino hacia la estructura de la plataforma. Esta hecha de madera, así que el golpe que le daré no ocasionará ningún daño.

Maldita sea. Maldita sea... ¡Maldita sea!

Doy un golpe que me retumba el cuerpo, y la sangre comienza a escurrirme por el nudillo del dedo anular.

Desde el hospital, Hipo y Mérida se han hecho más cercanos, más amigos y más cercanos. Rapunzel me dijo que Mérida se había ido con Hipo y no llegó a dormir, y todos en el dormitorio de los chicos hablaban de una chica que le dio una paliza a dos sujetos en el pasillo. ¿Acaso ellos...?

No. No.

Mérida no haría algo así. Hipo tampoco. Es mi mejor amigo. No me traicionaría de esa manera...

¿Oh sí? ¿Mérida e Hipo?

No. A él le gustan otro tipo de chicas. Las rubias de ojos azules, no las pelirrojas.

Pero Mérida también tiene ojos azules.

Mérida es mi mejor amiga. Pero no sabe lo que siento por ella, no sabe que yo estoy enamorado de ella y tal vez...

No. No, no, ella sí lo sabe, pero está jugando contigo. Sabe perfectamente que la amo y quiere hacerme sufrir.

Sin darme cuenta, me encuentro encima de la plataforma. Miro el marcador: 10 segundos. Tomo dos pelotas con mis manos y me pongo en posición. Esos bastardos pagarán lo que le han hecho a Mérida.

- ¡3... 2... 1...!

¡Es mi turno de ahogarlos a ellos...!

*****

- Perdimos -dice Tadashi con tono de derrota.

- No estuvo tan mal -digo-. Segundo lugar. Pudo haber estado peor.

- Sé qué nos hará sentir mejor -dice Kristoff-. Al rato habrá un evento en la pizzería de la calle 19. Deberíamos ir.

Me quedo pensando. Estoy exhausto, pero, una rebana de pizza de peperoni no me caería nada mal.

- Paso -dice Tadashi mientras se deja caer en el sofá-. Alguien tiene que continuar arreglando la casa, y, limpiando la azotea. Hay muchas hojas y... Cosas raras.

- Estoy seguro de haber visto un gato negro muerto ahí -dice Fred en son de broma.

Hipo le da un zape en la cabeza y todos reímos. Comienzo a subir las escaleras.

- Los que vengan, arreglen sus cosas -digo en tono firme-. No vamos en una hora.

Me pierdo en mi cabeza y me encierro en lo que "es" mi cuarto. Me empiezo a desnudar y aviento la ropa sucia contra el suelo con fuerza, para desahogarme un poco.

Entro a la ducha y tomo un largo baño de media hora.

Después de eso me siento tan bien. ¡Me siento como una persona nueva! Tomo ropa limpia y me comienzo a cambiar. La luz del sol comienza a ponerse, y a través de las rendijas entre abiertas el frío viento se cuela y hace que mi cuerpo sienta una sensaciones mente agradable. Amo el frío. Siento que es como parte de .

- ¡Jack, ya! -me grita Kristoff a través de la puerta.

Me pongo una camisa azul encima y me doy una ultima ojeada en el espejo. Me veo bien.

- Vámonos -le digo-. ¿Pidieron taxi?

Me mira confundido. Parece que iremos caminando. En eso escucho unos brincos bajando las escaleras, me vuelvo, pero lo único que encuentro es a Hipo, bañado y limpio, con un apariencia impecable. Saca las llaves de su moto y me hace una seña con la cara.

- ¿Taxi? -dice Kristoff-. Sólo irán tú e Hipo.

Me quedo perplejo.

- ¿Qué? -la voz se me agudiza un poco-. ¿Y ustedes?

- Yo dormiré -dice Eugene-. El sol me ha dejado agotado.

- Yo sólo voy a jugar videojuegos -dice Fred.

- ¡Ah, no! -interviene Tadashi-. ¡Tú, me ayudarás a acomodar la casa!

- ¿Qué? - sueno desconcertado-. ¿Entonces sólo seremos Hipo y yo?

- Lo siento amigo -dice Kristoff-. Será luego.

- ¡Pero tráenos un pedazo de pizza, viejo! -agrega Fred.

Cuando salimos de la casa, escucho a Eugene decir:

- Al menos no estarán solos. Irán Rapunzel, Elsa y Mérida.

¿Qué? ¿Mérida? Eso quiere decir que...

Miro a Hipo de reojo. No puede ser; me va a arruinar la noche. ¡Noooo! Me subo a la moto y comienzo a pensar en algo. Pero, después de unos segundos, me rindo, y al final decido que Hipo se quede con la noche. No puedo hacer nada para quitarme este dolor de encima... ¿Oh, sí? Tal vez sí... ¡No! No seré estúpido. Pero... Definitivamente...

Creo que esta noche será mi primera embriagada.

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