Trenza
Rapunzel
No me molesto en mencionar todo lo que ocurrió. O cómo me siento, o, sentí. Así que no lo haré ahora. No voy a explicar nada...
- ¿Rapunzel? -llama Honey-. ¿Puedes venir un momento?
Voy hacia la sala, donde nos reunimos Elsa, Anna, Gogo, ella y yo.
- ¿Qué es? -indago.
- Una carta -responde Gogo-. Con no muy buenas noticias.
Nos ha llegado una carta de la escuela donde dice que, debido a motivos de seguridad, tendrán que retirarnos indefinidamente hasta que vean que no somos un peligro para los alumnos, maestros e instalaciones. Prácticamente nos están corriendo para que no haya más daños. Y no podemos culparlos.
- ¿Y qué pasará con las clases? -pregunta Anna, un poco asustada-. ¿Perderemos este semestre?
- No estoy tan segura-dice Elsa, sacando por detrás de ella otro bunche de cartas-. Hay una para cada una -nos entrega unos sobres-. Creo que ahí vienen más especificaciones.
- ¿Dónde está Mérida? -digo de repente.
- Fue a ver a Robert -dice Anna, sonriente-. Creo que está mejorando.
Tocan a la puerta, y cuando Honey abre, se encuentra con Eugene.
******
- Hola -me dice-. ¿Podemos hablar?
- Claro -respondo, cerrando la puerta por detrás mío de manera discreta.
- Me llegó una carta -dice, encogiéndose de hombros.
- Igual a mí -digo-. ¿Puedes creerlo? Nos han pedido que nos retiremos
indefinidamente hasta que las cosas se aclaren y calmen.
- Vaya... -parece desconcertado.
- Lo sé -me recargo en la puerta-. Ahora tú y yo tendremos que pintar cuadros para pasar el tiempo.
Agacha y desvía la mirada, quizá un poco avergonzado, o, triste.
- ¿Qué? -pregunto.
Saca por detrás de él un papel doblado en varias partes y me lo entrega. Es igual a mí carta, salvo que...
Le pedimos que retome sus respectivas clases a partir del lunes 7 de Abril a partir de sus horarios correspondientes.
Favor de presentarse de manera puntual y exacta.
Sin más por el momento, quedamos a sus órdenes. Atentamente...
- La administración -termino.
... ¿Q-qué...?!
- ¿Pero... Por qué tú...?
- No fui el único -me dice-. Tadashi, Kristoff, Fredd... Recibimos aprobación.
Ellos no estuvieron tan involucrados como nosotros. Tienen razón, después de todo. Pero... Aun así...
- Me alegro por ustedes -sonrío.
Me abraza y hunde mi rostro en su pecho. Comienza a acariciarme el cabello.
- Lo siento -me dice, con cuidado-. Debí haberte cuidado mejor.
No digo nada, solo correspondo al abrazo y me aferro a su chamarra.
- Descuida. Estoy bien.
- Quiero arreglarlo -me dice-, en voz queda-. ¿Quieres hacer algo hoy?
¿Hacer algo hoy? Hace frío, pero no tanto. ¿Ir al cine? No hay ninguna película buena en estas fechas. Podríamos ir a dar la vuelta, pero no me siento con la suficiente seguridad como para andar caminando por ahí. Y no quiero quedarme en la casa.
- Pues...
Supongo que podemos ir a algún centro comercial. Hay mucha gente ahí.
- Escuché que hay rebajas en ropa -le digo.
Suelta una risita y asiente con lentitud. Acaricia mi cabello una vez más y luego se aparta de mí. Me mira directamente a los ojos y me besa en los labios con suavidad.
¿Por qué tan de repente eso?
- Vendré por ti en la noche -me dice, sonríe de oreja a oreja y me da un beso en la mano.
Hay, pero qué tierno. No puedo evitar sonrojarme, y sonreírle de regreso. Da media vuelta y se va caminando. Mira atrás para asegurarse de que sigo ahí, y luego desaparece en la vuelta de la esquina.
*****
Tenía mucho que no iba a una cita. No sé qué ponerme todavía; llevo casi media hora decidiendo. ¿Y si opto por un pantalón con algún suéter? Quizá uno claro con el suéter rosa. Y, ¿botas?
Sí.
Así que lo hago. Y me hago una trenza en el cabello, que terminó deshaciendo porque mi cabello no se presta. Me lo agarro en una cola de caballo.
- ¿Qué sucede? -pregunta Mérida, entrando.
- ¿Sobre qué?
- ¿Qué haces? -camina a mí.
- Saldré -contesto-, con Eugene. Vamos a dar la vuelta.
- Oh -dice, dejando un lápiz cerca de mi cama-. Es que, Jack está abajo, buscándote.
Me vuelvo de golpe, y veo que no es broma.
- ¿A mí? -pregunto.
- Sí. ¿Hay alguna otra Rapunzel? -me empuja suavemente el hombro.
- ¿N-no es a Elsa?
¿Por qué a mí? No he hablado con él desde que... Bueno, del incidente. Y, ahora, ¿viene a verme? En serio que no lo entiendo.
- Bajo ahorita -le digo, volviéndome al espejo y arreglándome nuevamente el cabello.
Sale y no cierra la puerta. Oh, no, Jack está aquí y mi cabello está hecho una maraña. ¿Por qué justo hoy? Me hecho un poco de agua con el atomizador y cepillo una y otra vez para que se alise, y lo único que consigo es esponjarlo un poco más.
- ¿Punzie?
Me vuelvo y veo a Jack en el marco de mi puerta, recargado. ¡Hay, no!
- Hola -saluda-. ¿Qué haces?
- ¡H-hola! -digo nerviosa-. ¡Nada!
Dejo el cepillo en el tocador rápidamente y sonrío de manera nerviosa.
- ¿Estás bien? -pregunta, caminando a mí.
- ¡Sí!
Sonríe, como divertido. Camina a mí con cuidado y se sienta en la esquina de la cama. Me mira con los ojos brillantes.
- ¿Mal día con el cabello?
- Sí... -respondo-. No puedo acomodarlo.
- ¿Ya intentaste una trenza? -indaga.
- Ya, y no me funcionó.
Se levanta, toma el cepillo y comienza a cepillarme el cabello con cuidado. No digo nada, solo mantengo la mirada en mis muslos... Hay, no, qué incómodo.
- Quizá lo hiciste muy rápido -comenta.
Trae puesto un pantalón gastado, una playera, una camisa encima y luego una chaqueta oscura. También una gorra gris.
- ¿Adónde vas? -pregunta.
- Iba a... Salir -respondo, nerviosa. Intentó calmarme.
- Me parece bien -sigue cepillando-. Sirve que distraes tu mente, miras cosas nuevas.
- E-eso creo...
Levanto la vista ligeramente y veo por el reflejo del espejo que sonríe de oreja a oreja ampliamente, con la mirada relajada, como si estuviese disfrutándolo.
Ambos hacemos una pregunta al mismo tiempo.
- ¿Quieres que te ac—
- ¿Ocupas algo?
Nos quedamos callados, y reímos de manera nerviosa. Qué tonta estoy.
- Lo siento -dice-. Tú primero.
- Decía que, si, necesitas algo.
- Ah, no, no -comienza a hacerme la trenza-. Estoy bien. ¿Tienes una liga?
Alcanzo la primera que encuentro y se la doy. Nuestros dedos se rozan, y dentro mío me estremezco. Sentí la cara roja cuando sus dedos acariciaban mi cabello.
Quizá ahora esté con la cara roja.
- Mira -me dice, terminando.
Levanto la vista y me veo en el espejo. Caray... ¿Cómo lo ha hecho? Yo hice lo mismo y me quedó toda fea y greñuda, pero a él... A él le ha quedado asombrosa. Se ve muy bien.
- Guau...
- Has quedado muy bien -me da unas palmaditas en la espalda.
Me levanto y noto lo pequeña que soy junto a él. No lo había notado... Pero claro, yo soy bajita por naturaleza.
- G-gracias -le digo, volteándolo a ver-. Te quedó bonita.
- Se ve así porque tú eres bonita -da un paso a mí, sonriente.
Mi corazón se acelera, y no puedo evitar sonrojarme. Es todo un tonto. Un tonto muy tierno.
- Luces bien de trenza -me dice-; resalta mucho tus ojos.
- Oh, ¿e-en serio?
- Claro que sí -da otro paso a mí. Quedamos frente a frente.
Hay, no. ¿Qué hago ahora? ¿¡Qué hago ahora?! No hay muérdago. No hay nada que me obligue a besarlo... Aunque...
Yo... En serio quiero...
Respiro un poco de su perfume y no evito estornudar. Ese aroma me pica los pulmones.
- Salud -dice entre risas.
- Gracias...
Me separo de él con cuidado y hago como que me aliso el pantalón y el suéter. Da media vuelta y termina recargado en la ventana. Siento que va a caer.
¡Diablos! Eso estuvo cerca.
- ¿Y a dónde irás? -me pregunta, cruzándose de brazos.
- Solo... A ver ropa -tomo mi bolso pequeño y reviso lo que hay dentro-. Escuché que hay rebajas.
- ¿Quieres comprar algo en especial?
- Hoy estás muy atento, Jack -le hago notar, con una sonrisa-. ¿Qué te picó?
Ríe por debajo de su aliento y camina a mí. ¡Hay, no, aquí viene otra vez!
- Ni si quiera yo sé -admite, encogiéndose de hombros.
Mi teléfono suena, con un pegajoso tono de llamada que me hace sobresaltarme un poco. Gracias al cielo que no volvió a acercarse tanto o no hubiera podido hacer nada...
Presiono el botón verde y me pongo la pantalla al oído.
- ¿Diga?
- Hola -dice Eugene-. ¿Ya estás lista?
- Sí -respondo, acomodando mi bolsita y revisando que no me falte algo-. Voy bajando.
Cuelgo y me vuelvo a Jack con una especie de sonrisa nerviosa.
- Pues, yo, me voy -le digo, y le doy unas palmaditas en el hombro-. Gracias por, venir a verme y... La trenza. Me has salvado.
- De nada -me toma del hombro y nos conduce fuera de la habitación-. Si necesitas un estilista, aquí me tienes.
- Lo tendré en cuenta.
Bajamos las escaleras, y antes de salir de la casa, se despide de mí con un beso en la mejilla.
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