Hipo

Ayer me pareció haber visto a Mérida, pero, cuando intenté buscarla no la encontré. Me di cuenta de que hay una chica muy parecida a ella, llamada Ep. Parece ruda. Intenté varias veces llamar al teléfono de Mérida, pero nada. Ni si quiera marcaba. Pero por ahora no puedo partirme en dos; Astrid tiene problemas en su casa, y necesita a alguien que la comprenda. Y yo conozco más o menos a su familia, así que puedo ayudarle un poco. Me ofrecí a ayudarla.

Cuando toca la puerta de la casa, bajo corriendo y me pongo una sudadera negra que tenía a la mano. No hay nadie en la casa salvo Jack y Fredd, que están jugando videojuegos.

- ¡Yo abro! -grito, bajando las escaleras de dos en dos.

Los veo en el sillón, aplastados, jugando con emoción y pasión, por así decirlo; se adentran mucho en lo juegos.

- ¿Adónde? -pregunta Jack.

- Al muelle -respondo-. No tardo nada.

Tomo las llaves de la moto y me meto a la cochera. Abro el portón y salgo. Astrid trae una simpática chaqueta marrón.

- Hola -saluda.

- Hola...

Le entrego el casco, y mientras se lo pone, la observo; luce muy linda. Pero parece triste, apagada. Se sube y me abraza la cintura. Se recarga en mi espalda justo cuando arranco.

*****

- Y dime, Astrid. ¿Te sientes con ganas de comer?

- ¿Comer?

Había leído en internet que a veces comer te hace sentir mejor. Una de estas comidas "mágicas y milagrosas" son las dulces; más específico, el chocolate. Le pedí que no comiera mucho durante el día para que tuviera el estómago medio vacío ahorita en la tarde-noche. Haré que pruebe las delicias del muelle.

- Algo así -responde-. La verdad es que tengo mucha hambre.

- Me alegro, porque vamos a comer mucho, mucho.

También no comí hoy. (Al menos, casi nada) estaciono la moto en un lugar donde hay vigilancia; son las 6, y no sé bien cuánto vayamos a tardar. La verdad, espero que mucho.

Me gusta estar con ella...

- Hoy, señorita -digo a manera de broma-. Seré su sirviente.

Ríe, lo cual me hace sentirme con éxito. ¡Sí! ¡Está riendo!

- ¿Le gustaría un helado? -le estiro mi brazo. Más bien, se lo ofrezco.

- Por su puesto -hace una medio reverencia y entrelaza su brazo con el mío.

Ambos comenzamos a caminar de manera chusca como príncipe y princesa medievales. Hay mucha gente, y el frío está fuerte. Entramos a la zona comercial del muelle y la llevo a donde más ricas están las nieves del lugar. (Y las más grandes)

Cuando pide la nieve, queda asombrada por el tamaño. Pero ríe ante ello, y eso, a mí me da una tremenda satisfacción.

- Esto es enorme.

- No más que tu cabeza -dice, mirándome.

- ¡Oye! -le doy un suave empujón.

Ambos reímos, tal y como lo hacíamos antes, en Noruega, aquí, en los parques, en la casa. Extraño todo eso... La extraño.

- ¡Mira! -me señala un carrusel enorme-. ¡Vamos a subirnos!

Nos formamos, terminándonos el helado a toda prisa. Cuando nos toca, nos acomodamos en el segundo piso, en unos caballos con detalles dorados. Son simpáticos. Astrid no deja de sonreír y hacerme caras graciosas; eso la hace sentir mejor. Jugar conmigo.

Luego de las "maravillosas" vueltas en el carrusel, vamos a una tienda donde venden única y exclusivamente chocolate. No sabemos por dónde iniciar, así que ambos terminamos comprando bolsitas de chocolates en barra. Nuestro favorito... Y en diferentes versiones, lo cual se me hace algo cool.

- Disculpe -dice una niña por detrás nuestro. Me tira de la sudadera.

Nos volvemos a ella. Ha de tener por mucho unos 9 ó 10 años. Tiene los ojos grandes y hermosos de un color café claro, con su cabello finamente rizado y la piel blanca, blanca como la nieve. Tiene un adorable lunar junto al labio, y tiene una libreta en la mano.

- ¿Qué pasa, pequeña? -pregunta Astrid.

- Yo... Bueno...

Se pone nerviosa. ¡Awww! ¡Qué criatura más adorable!

- ¿U-ustedes son Astrid e Hipo?

- Así es, preciosa -le digo, poniéndome de cuclillas junto a ella.

- M-mi hermana -señala un punto perdido entre unos arbustos-. M-me pidió que les p-pidiera su autógrafo.

La chica se asoma ligeramente por encima de los arbustos. Parece apenas un poco más grande que la niña. Con suerte y 3 o 4 años mayor que ella. Se parecen mucho, y tienen exactamente los mismos ojos.

- Claro -le digo, tomando la libreta y el lapicero-. ¿Cómo se llama?

- Fernanda -responde la niña.

"Para Fernanda, cuyos ojos me han cautivado más que el sol mismo".
Hipo H.

- ¿Quién lo diría? -dice Astrid en cuanto me levanto-. Tienes un poeta dentro.

- Déjame.

La niña mira a Astrid.

- ¿P-podría darme el suyo también?

- Oh, claro.

Toma la libreta y mira a la niña. Parece que no se ha esperado eso.

- ¿Fernanda, verdad?

- N-no... Ese lo quiero para mí. Me llamo Ale.

"Para la niña más bonita que he visto en mi vida".
Astrid Hofferson.

Cuando le vuelve a entregar la libreta, a la pequeña se le iluminan los ojos de emoción y alegría. Bien hecho, Astrid. Le sonrío tiernamente, y ella se percata de eso.

- Cuando sea grande -le dice con la voz feliz-. Voy a ser tan bonita como tú.

Astrid se ruboriza ligeramente. No sabe qué decir, así que la ayudo. Saco un chocolate de mi bolsa y se lo doy.

- Ya verás que sí -le digo, alborotándole los cabellos un poco.

- Y tendré un novio tan guapo como el tuyo -finaliza mientras sale corriendo hacia su hermana.

¿Novios? ¿Nosotros...? Ambos nos ponemos nerviosos, sin saber qué hacer. Dioses, ayúdenme.

- ¿Se te antoja ver las focas? -pregunto. Por poco y lo olvido.

Asiente, emocionada, así que vamos saliendo de la tienda. Estas focas se pelean por subirse a las tabla y recostarse un rato, pero son decenas, y se amontonan entre ellas, lo cual las hace ver adorables. Y están gorditas.

Astrid no puede contener tanta emoción, tanta ternura no le cabe dentro. De la nada escucho comentarios de la gente de atrás:

- ¡Es Hipo!

- ¿El de los juegos? ¿Qué hace aquí?

- Habrá venido con su novia a pasear.

- ¡Qué tierna pareja!

- ¡Son el uno para el otro!

- La chica es muy guapa. Ambos tienen suerte.

Una extraña ola de nostalgia me invade. ¿Por qué tenía que dejarme? ¿En dónde estuvo nuestro error? ¿Acaso no fui lo suficiente para ella? Todavía recuerdo cuando reíamos en la presa de Noruega, en mi casa, cuando teníamos 14 años e íbamos a pescar con su padre. Recuerdo cuando me defendía de Patán, o de las bromas de Brutacio. Recuerdo claramente nuestras aventuras en el bosque, en el río, cuando hacíamos fogatas con el amigo de mi papá, Bocón.

Y extraño todo eso...

- ¿Hipo? -pregunta de la nada, nerviosa-. ¿Estás bien?

Noto un frío en los ojos, así que me limpio las lagrimas con rapidez. Le sonrío.

- No es nada -miento-. Me entró una basura al ojo.

Entrelaza nuestro brazos y camina hacia la calle. Ya está oscureciendo.

- ¿Qué pasa? ¿Está todo bien?

- Claro que sí.

- Hipo -regaña-. No mientas.

- No lo hago.

Levanta una ceja, incrédula. No se la ha creído. Se cruza de brazos y ladea su cuerpo hacia un costado. Oh, no.

- Dime qué pasa.

Si no lo hago, estará insistiendo toda la noche. Pero no puedo decirle la verdad. No puedo decirle ni explicarle cómo está todo dentro de mí.

- ¿Y bien?

- Es complicado...

Da un paso a mí, y busca mis ojos con su mirada. Son tan azules como recuerdo, tan vivos como siempre han estado, salvo por una cosa; ahora parecen ansiosos, desesperados por algo.

- Dime... -su voz suena casi como un susurro.

- Extraño cosas. Eso es todo.

- ¿Cómo qué?

¡Aaa! ¿Por qué tanta insistencia? ¿Adónde quiere llegar? Otro paso. Sus ojos me están haciendo algo... ¿Cómo se le llama a este sentimiento? ¿Hipnosis?

- No lo sé...

La gente mira. De eso estoy seguro, pero, dentro de mí hay algo que me impide querer alejarme de ella. Nuestros rostros están a centímetros de distancia.

Solo pinches quiero sacarlo todo.

- ¿A mí...?

- Probablemente -"sí".

- Hipo... -susurra, como sintiendo el mismo sentimiento que yo.

No me aguanto más. Ninguno de los dos lo hace.

Y ambos nos besamos.

******
Nota:
Wattpad se puso todo loco en mi móvil y accidentalmente subí un capítulo que no era :p
(Apuñalada)<—este capítulo iba después de este—>(Traición)
Y creo que lo borré... :'v
Pero intentaré actualizarlo pronto. Se les quiere!
GH&M<3