Regreso
Hipo
Abro los ojos al sentir una fuerte punzada de presión y dolor en mi muñeca. Algo se ha aferrado a ella, y yo siento mi mano aferrada a algo también.
- ¡Hipo! -me grita mi padre con desesperación.
Está ahí, sosteniéndome con fuerza. Me sube con todas las energías que tiene, y una vez que estoy arriba, me empuja para seguir corriendo. Subimos las escaleras, terminamos en la casa de las chicas, y una vez ahí, nos escondemos en la cocina.
Ambos terminamos cansados y molidos. Jadeo una y otra vez para recuperar el aire perdido, pero en lugar de eso, solo me siento más cansado.
- Debemos seguir -le digo-. El helicóptero no tarda en regresar.
- Escúchame. Debemos separarnos. Iré por mis compañeros, y tú te mantendrás oculto.
- ¡Papá, n—
- Hipo -grita un poco serio mientras me sujeta los hombros-. No hay tiempo. Un amigo mío te verá allá arriba. Te está esperando.
- ¿Adónde irás tú?
- Mi trabajo es cuidar a la gente, Hipo -me mira directamente a los ojos, lo cual me da una pequeña tranquilidad-. Y a eso vine. Regresé porque te—
Una especie de temblor nos interrumpe. Corremos hacia la puerta y cruzamos la carretera hasta llegar al bosque. Puedo ver la habitación de Mérida desde aquí. Chimuelo me brinca a la espalda en cuanto me ve, la trepa y comienza a frotarse en mi cuello, pero al final lo abrazo y comienzo a rascarle la espalda.
- No te detengas -me dice-. Te veré más adelante. Tus amigos te esperan.
No puedo alegar en estos momentos. Sería más difícil y largo para nosotros, además de que no podré hacerle cambiar de opinión.
Ambos damos media vuelta y nos perdemos en la espesura del bosque.
*****
Camino lentamente pero con precaución; cualquiera podría estar aquí y atacarme. Sea como sea, debo tener la guardia en alto. Me duele horriblemente la pierna izquierda y la cabeza me punza en niveles que no puedo describir.
Miro a Chimuelo, que tiene las orejas agachadas, medio dormido.
Hay, no. Todo esto es culpa mía... Yo ocasioné todo esto, y ahora, por segunda vez, pongo en peligro a todos aquellos que me importan. Me gustaría... Retroceder en el tiempo, y poder haber cambiado algo.
De la nada, escucho el crujido de una rama, por lo que Chimuelo se alerta de golpe y mira a todos lados. Entonces, algo me tumba y el gato sale volando, alguien me sujeta los brazos por detrás y me los aprisiona con fuerza. Doy un respingo de dolor.
- Identifícate -dice serio.
Son manos grandes y fuertes, y es pesado. Demasiado: quizá tanto como mi padre.
- Hipo -respondo.
- ¿Hipo qué? -insiste, haciendo reacio su agarre.
- Haddock.
Suelta una especie de exclamación ahogada, y luego, me suelta. Se pone de pie seguido de mí, y luego se pone debajo de un árbol que me impide verlo. Ya está oscureciendo.
- Gracias -me sacudo las hojas de encima y las piedrillas que me había encarnado.
Es alto, corpulento, y su sombra abarca más del ancho del tronco.
- Vamos, tus amigos te están esperando -da media vuelta y lo sigo.
En el camino, veo a Chimuelo, que parece asustado y aterrorizado. Entonces viene a mi mente Sven, que creo estar seguro de que vi sus huellas en alguna parte lodosa al inicio del bosque. Solo espero que esté bien, o si no Kristoff enloquecerá.
No caminamos más de treinta metros cuando veo a Jack con una venda en la cabeza, y a Tadashi con Mérida en sus piernas. Cuando intento correr a ellos, el hombre me detiene con un brazo, y lo miro con los ojos llenos de desesperación. Desde aquí, ella parece sumida en sueño profundo sin retorno, pero cuando fijas la vista en su pecho, notas su delicada y débil respiración constante. Sigue viva...
Jack se levanta en cuanto me ve, dando traspiés. Logro atraparlo cuando casi cae frente a mí.
- Hermano -dice, abrazándome con fuerza-. Estás bien...
Lo abrazo también y respiro cerca de su cabello. Huele como a quemado con una mezcla de perfume. Y sangre.
- ¿Qué haremos ahora?
- Protegerlos -dice el hombre-. Mantenerlos a salvo.
- No podemos quedarnos aquí -dice Tadashi-. Podrían encontrarnos.
- Lo sé -responde el sujeto, cuyo nombre no conozco, pero que, siento haberlo visto en otro lado-. Pero conozco de bosques más que de otras zonas.
Miro la situación; estamos en las de perder, pero no evito sentirme derrotado, pese a que trato de ser positivo.
- Bien -anuncia-. ¡En marcha!
Se acerca a Mérida y la carga entre sus brazos como si no fuese la gran cosa: como si fuese Chimuelo o algo así. Camina por delante para guiarnos, mientras que yo, me pregunto muchas cosas; el ataque, la casa, el hombre...
- Oye, Jack -le digo discretamente-. ¿Quién es?
- ¿No lo reconoces?
- No -pero siento haberlo visto en otro lado.
- Viejo... -se acerca a mí y me habla con una voz apenas eludible, como si me fuera a decir algo prohibido:-, él es el padre de Mérida...
*****
Nos quedamos en la casa de unos amigos de Fergus. Mérida sigue inconsciente, y al parecer tiene vidrios incrustados en varias partes de la pierna y brazos.
El señor Dingual estuvo atendiéndonos a los 3 al mismo tiempo, y a decir verdad, creo que fue mucho más discreto y seguro que ir a un hospital. Por ahora aquí... Estamos seguros.
Mérida no tarda en despertar; tiene muchos rasguñitos; incluso aunque protegí su cuerpo con el mío, varios vidrios le llegaron. Por otro lado, yo tenía heridas y ni si quiera me había percatado... Supongo que me concentré más en otras cosas que olvidé mi dolor y mis agonías.
- Hipo -me llama Jack.
Tenemos el cansancio en los ojos. Todos nosotros. Dijo que me avisaría cuando Mérida estuviera despertando, y creo que llegó la hora.
Entro a la habitación dando pasos enormes; me deslizo hasta su cama, me agacho hasta su altura y la beso en cuanto abre los ojos. Le acaricio la mejilla con mi pulgar para demostrarle mi afecto, y ella corresponde a mi beso tomando mi brazo. O eso creí, pues me aparta de ella con un débil empujón.
Me mira, mas que molesta, triste.
Oh, Dioses... Esto es mejor que cualquier otra cosa.
- No -me dice en voz débil, sonriendo.
¡Aaa! ¡Está bien! Mérida está bien, sigue viva y continúa respirando. Santo Dios esto es hermoso. Pero incómodo. Me vuelvo a la puerta y veo a Jack.
- Jack -le digo, sonriendo y comenzando a llorar.
Me lanzo a él y lo abrazo con fuerza, como no queriendo soltarlo nunca. ¡Y es que no quiero! Quiero que se quede conmigo siempre.
- ¿Qué pasó? -pregunta. Apenas y puede hablar-. ¿Dónde estamos?
- Nuestra casa... -me limpio las lagrimas y me tranquilizo-. Fue destruida... Al menos en su mayoría.
- ¿Dónde están todos?
- Ocultos -carraspeo ligeramente-. Les advertimos a todos; están escondidos en alguna parte de la ciudad; no hemos tenido mucha comunicación.
- ¿Tadashi?
- Abajo. Chimuelo también. Están bien los dos.
Mérida se endereza un poco al grado de quedar recostada. Jack sonríe y me pone una mano en mi mejilla. Oh, santo Dios, es tibia y tersa al contacto...
- ¿Y tú...?
- Estoy bien -respondo sin pensármela mucho.
- Hipo... Yo—
Fergus abre la puerta lentamente, y veo la expresión de Mérida a detalle; sus ojos apenas se encuentran con los de su padre, se le llenan de lagrimas. Nunca sabré con certeza qué sintió en esos momentos, si tristeza, emoción, dolor, alegría...
Lo único que sé, es que se puso de pie como pudo y corrió a él con todas las fuerzas que tenía. Está llorando, y cuando Fergus le extiende los brazos para abrazarla, Mérida le brinca encima y lo abraza con fuerza, soltando sollozos de emoción.
Se ve tan pequeña con él, como una niña chiquita.
- Mérida... -dice también él, llorando.
- ¡Ah, papá, regresaste!
Ambos lloran, comparten un mismo sentimiento de tristeza y alegría. Se abrazan con tanta fuerza como si no hubiera un luego o después. Solo un ahora.
- Mira qué grande has crecido -le dice, limpiándole las lágrimas.
Mérida no dice nada, solo le mira los ojos e intenta tranquilizarse.
- Volviste...
- Por su puesto que sí -la suelta y le sostiene los hombros con cuidado-. Tenía que venir a proteger a mi princesa, ¿o no?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro