Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Regalo

Hipo

Mañana es Navidad. No le he comprado nada a Mérida. Por alguna razón fue fácil con mi mamá y mi papá, y para los muchachos de la casa. Pero, para mi novia, me es algo completamente imposible.

Llevo parte de la mañana contactándola, pero, recordé que su madre está hablando con ella sobre problemas familiares y de guerra. Por ahora... No quiero entrometerme en ello.

Mientras tanto, sigo con mi duda y desesperación. Honey, Gogo y Anna están arreglando varias cosas, y no creo que me hagan caso. Rapunzel y Elsa están viendo varias cosas de... Mujeres que no logro entender todavía. Así que estoy solo en esto. No puedo ir mañana. Definitivamente no.

Tomo el teléfono y tecleo el último número que se me ocurre.

Astrid.

*****

- ¿Se puede saber al menos qué vas a comprarle? -pregunta, un poco aburrida.

- Ya conoces a mi madre -miento natural-. Es difícil.

- Con un suéter basta -comenta.

Parece incómoda, y no la culpo. Aunque hayamos quedado como amigos, sigue, y seguirá siendo incómod para ambos. Incluso si estamos a tres metros de distancia, nuestro estrés y tensión se siente.

- No es muy fanática de los suéteres -agrego.

Se queda callada unos segundos. La gente nos mira de manera tierna, como si fuésemos pareja.

No, por favor, no nos miren así. Pienso.

- Ya se -dice finalmente-. Hay una tienda cruzado la calle. Es exclusivamente para mujeres -sonríe un poco-. Quizá encuentres algo ahí.

- Está bien -respondo-. Vamos.

Las calles de la ciudad están repleta de luces y personas. Pero sobre todo, de personas. Compras de último momento; no puede ser. Cuando cruzamos la calle, miro a todos lados, quizá a los altos edificios luminosos, a los pequeños árboles con luces navideñas, la gente yendo y viniendo. O simplemente preocupándose por todo.

Cuando las puertas se deslizan, siento un penetrante aroma a perfume dulce y suave, y por un momento, veo la tienda, la gran y enorme tienda llena hasta el tope. Tendré que hecharme un clavado.

- Bienvenido, señor y señorita -dice la chica de la puerta.

Asiento con la cabeza una vez a manera de gratitud; Astrid es la que responde. Le doy una rápida ojeada a todo.

- Bien -dice-. Iré haciendo fila para cola -se cruza de brazos-. Espero que no nos vayamos de la tienda con las manos vacías.

Me sonríe. ¡Me sonríe! Así que hago igual. Corro en cuanto se voltea hacia la fila. Empiezo por la primera sección. ¿Si yo fuera Mérida, qué me gustaría? Bien. Ropa, eso es demasiado cotidiano. Eso queda completamente descalificado. ¿Algún perfume? Hay tanto por recorrer y tan poco tiempo. Camino con rapidez por la tienda, esquivando a la gente como si fuesen obstáculos.

Bufandas, suéteres, bolsos, zapatos, accesorios, electrónicos. ¿Qué es esto? ¿Una tienda de ropa o de abastecimientos? Creo que me he perdido. Camino más al fondo, hasta al grado de llegar a donde está la zona de interiores. (Y no de casa)

- ¿Necesita ayuda, señor? -pregunta una voz afeminada. Suave.

- No, gracias -me vuelvo a la chica-. ¡Anna!

- Jeje -ríe nerviosa-. Hola, Hipo.

- ¿Trabajas aquí? -le pregunto sorprendido.

- Solo estos días -responde tranquila-. Necesito dinero para comprar varios regalos -me jala del cuello de mi playera y me acerca a ella-. Además, hacen descuentos a los empleados.

Se separa y sonríe de oreja a oreja. Se ve tierna con su delantal rosa con blanco.

- ¿Por quién estás aquí? -indaga.

- Mérida... -respondo nervioso.

- Hay, Hipo -me dice, llevando sus dedos a la cara-. ¿Hasta ahorita?

- Shhh -pido, riendo-. Los días se me pasaron volando.

Se queda callada unos segundos, pensando. Por alguna razón, me está comenzando a interesar la idea de los suéteres.

- Ya sé -me acerca a ella y me susurra al oído-. Al fondo, cerca de la lencería navideña, hay cosas que probablemente le gusten.

Por alguna razón, me da miedo ir ahí. Me sonríe pícaramente y se retira. ¿A qué se refiere con "cosas que probablemente le gusten"? ¿Qué cosas pueden haber cerca de la lencería d—

Oh...

Voy, discretamente, hacia esa zona. Me causa una tremenda vergüenza atravesar esto, así que trato de dar pasos largos. Para mi sorpresa, me topo con pequeñas y grandes esculturas de varias cosas talladas con cristal. Son hermosas. Lucen adorables. Hay de todo; desde peces hasta aves. Y claro, de todos los tamaños. El más grande es de casi medio metro de altura.

No son 100, pero sí es una decisión difícil. Después de casi diez minutos eligiendo, decidiendo y torturándome, elijo una figura que cuesta 130 dólares. Es pequeña, de no más de 15 centímetros de alto. Es un oso que se encuentra de pie.

Camino a las cajas, veo a Astrid formada, a punto de tocarle el lugar. Y no se encuentra sola. Hay dos sujetos que están casi encima de ella. Me enojo (por alguna razón que no entiendo).

Cuando llego a su lugar, la abrazo del hombro y la miro con dulzura.

- Perdona la tardanza -digo, ignorando a los sujetos-. Espero que le guste a tu mamá -le muestro la figura con cuidado.

Le beso la frente, y dentro de mi pecho nace un sentimiento que creía olvidado. Pero me controlo, y al ver que aquellos no hacen nada, los miro a los dos con una mirada asesina.

- ¿Se les ofrece algo? -pregunto algo molesto.

Ambos tipos fruncen el ceño ligeramente, pero al ver que no se mueven, bajo mi mano a la cintura de Astrid y la pego a mi cuerpo.

- No -dice uno de ellos, rindiéndose-. Nada, amigo.

Dan media vuelta, molestos, y se van. Me quedo unos segundos mirando a la distancia, cuando de la nada, siento la mano de Astrid quitando la mía de su cintura.

- Lo siento -digo, al ver lo ruborizada que está.

No me dice nada. De hecho, hasta se aparta un paso de mí. Maldición; y yo que quería evitar este tipo de situaciones.

- Está... Lindo el oso -dice al cabo de unos segundos.

- Oh, gracias -respondo.

Cuando por fin nos toca, y registran la figurita, me piden el dinero para pagar. Bueno, al menos no tendré que preocuparme más por un regalo para mi novia. Esto lo solucionará todo. Meto la mano a mi bolsillo trasero del pantalón, y siento una sensación que me pone el cuerpo frío y helado.

- ¿Qué pasa? -pregunta Astrid.

Palpo otras partes de mi cuerpo, pero decido no engañarme.

- Olvidé mi cartera....

*****

- Bien -dice, molesta pero divertida-. ¿Ahora qué?

- No lo sé... -respondo-. Se me acaban las opciones.

- Vayamos a algún lugar a cenar -comenta-. Sirve que te distraes, te relajas, piensas en algo nuevo.

- No tengo dinero.

Me da un empujoncito con su cadera. Siento como si mi cuerpo tuviera ganas de empujarla también (de una manera ahradable).

- Yo invito -dice amable-. Hay promoción de Pizza a dos calles.

Asiento con una sonrisa, y ambos nos vamos caminando hacia el restaurante. Gente aquí, allá, en todos lados. No entiendo bien por qué hay tantas personas. Es decir, es víspera la víspera de Navidad; deberían estar arreglando su casa. ¡Como nosotros! Que pusimos luces hasta en los baños. Se ve todo genial.

- ¿Con quién pasarás Navidad? -pregunto.

- Mañana temprano me iré con mi familia -responde, neutral-. Tomaré el primer vuelo.

- ¿Y cuándo regresas?

Por alguna razón, me da interés saber qué hará. Cuando estoy cerca de ella, miles de recuerdos vienen a mí, y unque actualmente tiene novio, (y es Hans), no puedo evitar sentir un pequeño sentimiento de remordimiento a mí mismo.

- Principios de Enero -responde-. Adonde voy, neva mucho.

Comienza a hablarme de su familia, de ella y de lo que piensan hacer cuando estén allá. No deja de mirarme a los ojos, parece emocionada, tal y como una niña pequeña que será llevada a un parque de diversiones. Adorable.

Me detengo en cuanto llego a una esquina con semáforo, pero ella no. Todo pasa tan rápido que apenas y me doy cuenta; una motocicleta pasa cerca de la banqueta, y antes de que la atropelle, una descarga de adrenalina me invade el cuerpo, la tomo del brazo y la jalo a mí.

Sostengo su cintura con casi todo mi brazo.

- Cuidado.... -le digo en voz baja.

Nos quedamos en silencio unos segundos, con el rostro a centímetros de distancia. Puedo ver a través de sus grandes y hermosos ojos ansiedad. Una ansiedad extraña.

- G-gracias -me dice, incorporándose un poco.

La suelto, me enderezo disimuladamente y nos volteamos hacia adelante. El semáforo se pone en rojo, cuando ambos avanzamos con cuidado. Eso estuvo cerca. Y no me refiero al motociclista.

Creo que extraño a Astrid...

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro