Hipo
Si se ríe de mí, me muero de vergüenza. Aunque no la culparía. Lo peor seria que me corriera de su casa y me odiara lo que resta del año, que me demandara por darle el peor regalo del mundo, me embargará la casa y mis propiedades para que se compre algo decente.
- Hay... -digo, rojo de la vergüenza-. Lo siento.
Sonríe, como si estuviera a punto de reír, y justo cuando espero carcajadas burlonas, una risa suave y linda me ataca. Divertida, más no en son de burla.
- Me encanta -dice, sonriendo de oreja a oreja.
Me vuelvo a ella confundido. ¿Le gusta? ¿Es acaso una broma? No sé que decirle.
- ¿D-de verdad? -pregunto nervioso.
- Sí -examina la esfera entre sus manos-. Es... Muy bonita.
Pareciera que le he dado una especie de regalo muy especial, como cuando a un niño se le da un juguete inesperado; no se lo esperaba, y por eso es hermoso. O al menos para ella, porque para mí ese regalo da pena.
- Es muy bonito -comenta-. Me encantó.
- Me alegro -digo finalmente, un poco aliviado-. Creí que no te gustaría...
- Sí lo hace -responde-. Es mejor que un suéter, o unas botas; de esas ya tengo muchas.
- Oh...
Qué suerte que no compré nada más. Bueno, por algo dicen que por algo pasan las cosas. Da media vuelta, al tiempo que deja la esfera en un escritorio. Dioses... ¡Qué piernas tan blancas!
Se acerca y me abraza de una manera diferente, es la misma, pero diferente. Antes, no sentía su busto; ahora puedo sentirlo apretándome el pecho. Se me hace un nudo a media garganta.
- Gracias -sonríe con una fina línea en sus labios.
- De nada.
Se para de puntillas y me besa en los labios. ¡Awww! ¿Por qué es tan adorable? La aferro a mí, tomándola de la cintura con un poco de fuerza para que no se me escape. Por ahora no tiene escapatoria, así que lo único que hace es meter sus dedos bajo mi playera y hurgarme la piel, lo cual me provoca una sensación que me pone los vellos de punta.
No quiero hablar, ni separarme de ella. Me besa con tanta intensidad, que lo único que hago es corresponderle de igual manera. Sus pechos me aprietan parte de mi tórax... Santo Dios.
- Hipo... -susurra entre un jadeo para tomar aire. Qué sensual.
Da una especie de brinco cuando comienzo a acariciar su rostro, y sus piernas quedan abrazadas a mi cadera, como aferradas, así que lo que hago es sostenerlas con mis brazos. Me siento aprisionado ahora yo, pero no dejo de besarla... No puedo parar, y la hormona se me sube lentamente.
Me envuelve los brazos en el cuello, tomando de mi cabello y tirando de él con suavidad hacia atrás. Siento una sensación que me gusta. En serio me gusta. Quiero acariciarle las piernas, pero tengo las manos ocupadas sosteniéndolas. Maldición, con este asunto no pienso con claridad... Solo quiero besarla y nunca soltarla. Y, aunque estamos muy a gusto los dos, estar de pie es algo cansado... Tenemos la cama a un metro y medio o menos.
- ¡Mérida! -toca Gogo-. Terminen ya. Sin drama; te busca tu madre.
Ambos nos interrumpimos bruscamente al escuchar "tu madre". Si me ve aquí, ve cómo está Mérida y qué estábamos haciendo, me irá mal, mal, mal.
Se baja de mí de un brinco y se acomoda la sudadera rápidamente.
- Voy a entretenerla -me dice-. Sal por la cochera.
*****
Por la noche, le mando un mensaje:
Qué te dijo tu mamá? xD)>
<(Nada en especial
<(Creyó que había un gato en la cochera o algo así Cx
Jajaja )>
Lo siento ;( Hice mucho ruido)>
Creo que Gogo se percató de nuestro silencio ruidoso :3)>
<(Si...
Quieres hacer algo mañana :)? )>
Pasaron más de veinte minutos, y Mérida no contestaba. ¿Se habrá metido a bañar o algo así? No puedo dejar de pensar en ella, en sus piernas y en sus besos, en sus caricias.
Pero no tengo tiempo para darme el lujo de recordar. Mis padres quieren que me vaya con ellos para pasar año nuevo juntos, lo cual es una gran idea. O eso creo.
- Hipo...
Me vuelvo al instante, asustado, atento. Esa voz... No. No puede ser. No hay nadie, y estoy solo... Busco por todo el cuarto. Nada.
- Chimuelo -lo llamo-. Ven.
Aparece por debajo de mi cama, lleno de pelusa. Está oscuro, y prender la luz me da algo de miedo. Da un brinco y se acurruca junto a mí. Lo acaricio para que no se vaya.
- Buen chico -le digo, un poco nervioso.
Cierro los ojos cuando lo escucho ronronear suavemente.
No pasa nada, me digo una y otra vez. No hay nada. Estoy bien... Todo está bien.
Pero no puedo evitar sentir una especie de asfixia en mi pecho. La poca luz que irradia la luna no me es suficiente. Me concentro en dormir, y a los pocos minutos, me desconecto.
*****
Recobro el conocimiento. Abro los ojos de golpe y no veo a Chimuelo junto a mí, lo cual me alarma un poco. Me enderezo, quitándome las sábanas de encima y observando el lugar; es de noche todavía. ¿Cuánto dormí? ¿Una, dos horas? Siento que mi cabeza me va a estallar, y que mi cuerpo suda una cantidad enorme de agua. ¿Qué?
- Chimuelo... -digo, con la voz medio apagada.
Escucho ruiditos provenientes de algún lugar del cuarto, y al verle la cola y sus ojos verdes, me calmo. Solo está ahí, sin hacer nada. Solo... Mirando... ¿Mirando? Le escudriño el rostro. Está mirando un punto fijo en la pared, la pared de la esquina, donde el cuarto termina. Me da miedo mirar, pero lo hago. Y no veo nada. Solo una mancha negra; más oscura que el resto del cuarto. Intento hablar pero no puedo. Algo me lo impide.
Hago mi vista más fija a la esquina, cuando de la nada, dos puntos rojos se abren de par en par, haciendo que mi corazón casi se detenga. ¡¿Qué es eso?! ¡Esos puntos son ojos!
No. No. Esto es un sueño. Un sueño. ¡Despierta! ¡¡Despierta!! ¡¡Despierta, coño!!
En eso, una fina y delgada línea roja brillante, como los ojos, se le hace, formando una sonrisa macabra. Quiero gritar. En serio que quiero, pero no puedo. No puedo... ¡MALDITA SEA! ¡¡QUÉ CARAJO ES ESTO!!
¡Jack! ¡Tadashi! ¡Kristoff! ¡¡Quien sea!! La cosa me guiña un ojo y luego, acerca una mano a mí. Tiene sangre en todos los dedos; fresca.
- Hipo...
Mierda. No. No. ¡No! ¡¡No!! ¡¡NO!! ¡¡LÁRGATE!! Maldita sea, esto no puede estar pasando. Esto es un puto sueño. Es un jodido sueño que me está tomando el pelo. No es real. No es real. ¡No es real! Camina hacia mí, y me percato de que sus ojos son negros, huecos, como si se los hubiesen arrancado.
PJ...
- Hipo... ¿Por qué? -pregunta, asustado-. ¿Por qué me has hecho esto?
¡Muévanse pinches piernas inútiles! ¡ME LLEVA LA CHINGADA! ¡¿POR QUÉ NO PUEDO HACER NADA?! Mi cuerpo no me hace el mínimo caso. Mi corazón no soporta tanto estrés y miedo...
Dioses, si mi castigo es irme al mismo infierno, llévenme ahora. ¡Pero no me hagan esto!
Se lanza hacia mí, y justo en ese instante, grito también y despierto...
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