Gotcha
Mérida
Hoy es el día del Gotcha. Hoy, es el día del evento final, donde absolutamente todo se decide. Tenemos la opción de quedarnos junto con los demás espectadores debajo del domo, viendo todo lo que pasa por pantallas, o bien, quedarnos dentro de los límites del bosque.
- Hey, Mérida -me llama Gogo.
Parece asustada y aterrada. Más que nada, confundida. Voltea la pantalla de su portátil y me enseña unas gráficas en rojo:
- Hace días que fue el incidente -explica-. Y los delincuentes, han estado atacando estos lugares -señala varios puntos de la ciudad en el mapa de la pantalla-. Ayer fueron dos aquí. Hace dos días, este punto, y así.
Después de unos segundos descifrando la conexión de todos los puntos, me percato de la situación. Estos ataques han sido planeados, y no es coincidencia alguna; están atacando lugares para encontrar algo.
- Todas son universidades -digo un poco asustada-. Y están buscando algo.
- O mejor dicho alguien -cierra la pantalla un poco brusco, y camina hacia mí-. Están buscando a Hipo.
No sé qué es peor en este momento, una pedrada en la cara o esta hipótesis. Pero tiene razón; lo quieren a él y buscan su venganza. Por ser la única universidad en el borde de la ciudad, nos han dejado para cerrar con broche de oro. Debo evitarlo.
- Hay que advertirles a todos -digo desesperada-. Tenemos que hacer algo. No podemos permitir que encuentren a Hipo -comienzo a ponerme histérica-. ¡No podemos permitir que le pase algo! ¡Yo—
- ¡Mérida, ya basta! -me dice mientras me sacude rápidamente los hombros-. Cálmate.
La miro a los ojos, y reflejan una calma que me inquieta. Sé que está preocupada, pero se sabe controlar, y no está sobre actuando como yo.
- Bien -le digo-. ¿Qué tengo que hacer?
- Tú avísale a Hipo y a Jack que no pueden estar en el Gotcha hoy -explica-. Intenta advertirle. Yo iré con los profesores, ¿de acuerdo?
Asiento, y por unos instantes, siento que es un plan estúpido. Ambas salimos corriendo de la habitación y tomamos prestadas un momento las llaves del auto de Elsa. No se molestará si le decimos que es para una buena causa. Miro el reloj de mi teléfono; las 8:40 a.m. No tenemos mucho tiempo.
Hipo, maldito imbécil, ¡ahora quieren matarte! Oh, Cielos, ahora qué voy a hacer...
Los diez minutos en el auto se me hacen eternos e insoportables. ¿Quién asegura que me creerán? ¿Y si solo me ignoran...? ¡No! Tengo que hacerlo por Hipo. Tengo qu—
- ¡Hey! -digo mientras damos un enfrenón-. ¡Gogo pero qué....!
Levanto mi vista, y me encuentro con un mar de gente frente a nosotros. Están entrando a la universidad por la entrada principal, obstruyendo el paso de los autos. Maldita sea. Gogo pita con el claxon pero resulta inútil; hay demasiado ruido y la gente apenas y escucha.
- Mierda, Gogo -exclamo-. No llegaremos así.
- Bien -dice, no se si seria o enojada-. Bájate, y corre -hace una breve pausa-. Corre y al menos avisa a Hipo.
No necesito más para echar a correr. Abro la puerta, la cierro casi de un portazo y hecho a correr mientras me abro paso entre las personas. La presidenta está dando todavía el discurso de apertura, puedo escucharla a través de las bocinas. Toda la gente aplaude y elude a los equipos victoriosos, mientras que yo, a casi quinientos metros de distancia de Hipo, intento abrirme paso y llegar rápido.
Maldita sea, Hipo...
*****
Logro encontrar un atajo; el edificio 15 me conectará directamente a la parte trasera de la plataforma, y si tengo suerte, con los equipos. Abro la pesada puerta de la entrada mientras la empujo y luego hecho la carrera otra vez mientras recorro el edificio. La salida trasera me servirá de mucho. Cada vez escucho más y más alto las voces de todos; me estoy acercando.
- ¡Damas y caballeros! -escucho-. ¡Estén listos...
Empujó la puerta pero ésta no cede. Ni si quiera se mueve... Mierda. Esta cerrada por fuera.
- Para el inicio...
¡Mierda! Ya va a decirlo. No alcanzaré. Con todas las fuerzas y desesperación que tengo, comienzo a empujar la puerta. No cede ni si quiera un minuto; esta verdaderamente cerrada con llave y candado.
- De la victoria...
¡No! ¡Espera! Empujo otra vez ahora con más fuerza, pero lo único que hago es lastimarme más el hombro. Lanzo una patada. ¡Coño!
- De uno de estos dos equipos!
- ¡Hipo! -grito, pero se pierde entre los aplausos y demás gritos de la audiencia.
Busco con desesperación otra salida, pero solo veo puertas y más puertas. Tomo un extintor y lo lanzo a una ventana, haciendo que ésta truene y se rompa en cientos de pedazos. Me subo al borde con cuidado de no cortarme y luego de un brinco logro estar del otro lado. Nadie me ha visto, y no creo que escuchado...
¡Me lleva el coño! ¡Pude haber hecho eso mucho antes!
Me pongo en marcha otra vez para encontrar a los chicos, pero ya no están. Se han adentrado en el bosque. Genial, ahora esta porquería se va hacer como encontrar una maldita aguja en un pajar...
¿Papá qué hago?
Siento que, por alguna razón, va a salir del bosque y va a decirme que hacer. Claro. Como si eso fuese a pasar. La gente está demasiado distraída como para notar que me estoy escabullendo en el bosque, pero las cámaras no han de tardar en ser encendidas así que debo darme prisa. Me vale un carajo que me escuchen, así que grito a todo pulmón:
- ¡Hipo! ¡Jack! -volteo a todos lados para ver si alguien aparece. Pero nada-. ¡Fred! ¡Tadashi! -me entran unas ganas terribles de llorar-. ¡¡Quien sea!!
Me siento en el piso justo cuando estoy a punto de llorar, pero cuando me dejo caer, algo duro y plano me aplasta el gluteo derecho. ¡Auch! Meto la mano para cerciorarme de qué es...
- ¡Tú! -grito con alegría mientras veo a mi teléfono-. ¡Oh, maldito!
Le beso la pantalla y con una velocidad increíble le mando un mensaje de texto a Rapunzel;
No pdo xplicar ahora. Llma a Los chicos y dils q salgan dl bosque rápido. Es una ordn!!
Después de eso, comienzo a teclear un solo maldito número. Me tiembla la mano y me cuesta demasiado trabajo pensar claro. Lo único que quiero es escuchar su voz. ¡Quiero escucharla!
Mas te vale que traigas tu teléfono encendido...
Suena una, dos, tres veces, y no contesta. Vamos. Vamos. ¡Vamos! ¡Solo responde, Hipo! Cuatro, cinco...
- ¿Mérida?
- ¡Hipo! -grito casi con la voz rota-. ¡Oh, cielos! ¡Mierda! -me da un ataque de enojo-. ¡Qué te pasa, idiota! ¿¡En dónde estás?! ¿!Dónde están todos?!
- Nos hemos separado -responde un poco confundido.
Oh, no... No. No. No. No no no no no no....
- ¿Mérida, qué pasa? ¿Está todo en orden?
Me vuelvo a acomodar el teléfono en la oreja cuando me percato de que casi se me resbala de las manos.
- Escúchame bien -digo casi tartamudeando-. Han estado atacando las universidades buscando al responsable de... Ya sabes qué -cada segundo que pasa me pongo más nerviosa-. Hipo... Solo queda esta universidad. Debes tener cuidado, Gogo y yo presentimos que el ataque será hoy...
- ¿Dónde estás? -dice con una especie de temor en su voz.
- He caminado sin rumbo -explico-. Pero estoy... -busco alguna referencia para guiarlo-. Justo detrás de una roca que parece...
- ¿Un tamarindo? -dice entre risas.
- Sí -digo, un poco más calmada-. Sí...
Volteo por encima de la roca en forma de tamarindo, y veo una silueta caminando a lo lejos. Una silueta poco nítida, pero tiene una mano en alto, como si estuviera hablando por teléfono con alguien.
- Oye, tonto -le digo mientras se me rompe la voz-. Tengo que hablar contigo de algo importante.
- ¿Qué tal si me lo dices cuando te abrace? -dice, me vuelvo a la figura y veo que se acerca casi corriendo. Y veo la vestimenta de Hipo.
- Sí... -una lagrima cae por mi ojo-. Hipo... Yo—
Lo último que siento es un golpe en la frente con algo duro y frío como el metal, haciéndome caer de rodillas contra el suelo y tirando mi teléfono de la mano.
- Has arruinado la sorpresa, preciosa -dice un sujeto con una capucha-. ¿Qué haremos contigo ahora?
No puedo mantenerme más con los ojos abiertos y caigo inconsciente....
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro