Fracaso
Hipo
Me conducen a una especie de bodega que no está a más de doscientos metros. Esta abandonada, y a medio derrumbarse.
- Camina más rápido -dice Ruben, dándome un empujón hacia adelante.
La entrada es grande, aunque tengo el presentimiento de que se caerá en cualquier momento. Aún así, guardo la calma y estudio todo el lugar. Salir de aquí no es tan difícil... Tenemos la ciudad frente a nosotros. Y el mar bajo nuestros pies.
- Supongo que tu estancia te gustará-continúa, abriendo otra puerta-. Hace mucho frío y de vez en cuando salen una que otra rata.
No digo nada. Y aunque quisiera hacerlo, la mordaza no me lo permite. Me pone una bolsa en la cabeza y me vuelve a empujar hacia adelante. Caigo de rodillas y azoto fuerte. Ough, mierda. Me duele el cuerpo. Me toma del brazo y me incorpora bruscamente... Suspiro internamente, diciéndome una y otra vez "contrólate. Solo un poco más".
- Bien -patea otra puerta de metal oxidado con fuerza y me arrastra con él hacía el interior del cuarto-. ¡Muchachos! -dice al resto-. ¡Miren lo que trajo un gato!
Siento un golpe fuerte en el rostro, otro en el estómago y finalmente uno en una pierna. No puedo con el dolor... Así que caigo al suelo e intento recuperarme. Este bastardo... ¡Auch! Ni si quiera puedo quejarme; este puto me ha sofocado.
Me levanta y me avienta a una silla fría y dura, donde me atan ambas piernas a las patas delanteras y luego me desatan las manos, para volverlas a atar por detrás mío. Ya no siento las muñecas...
- ¡Eres una rata despreciable! -grita una voz.
Ese fue Jack. Definitivamente es él. Oh, dioses, sigue con vida. Menos mal. En eso, me quitan la bolsa de la cara y una luz terriblemente fuerte termina encandilando mis pupilas. Mierda, toda la cara me arde.
- ¡Hipo! -grita Rapunzel, asustada.
- ¡Maldito desgraciado! -grita otra voz que me hace sonreír un poco-. ¡Déjalo ir!
Abro los ojos para buscarla con desesperación, y veo que está frente a mí, a unos cuantos metros de distancia. Y también la tienen atada. Intento moverme, pero mi cuerpo está tan débil que apenas y se mantiene consciente.
¿Qué es esto? ¿Ahora qué parte del plan seguía...?
Después de pensar eso, mi mente se apaga y mi cuerpo también... Y me quedo medio inconsciente.
*****
Despierto, sudando, adolorido y con el cuello punzándome de una manera terriblemente fastidiante. Lo primero que busco es a Mérida, y la veo dormida, al igual que Rapunzel, en posiciones terriblemente incómodas. Estudio el cuerpo de Mérida; parece más lastimado que el de Rapunzel. Tiene rasguños en la cara, otros en las piernas, el cabello lo tiene sucio, y varios moretones en brazos y cara. Se me hace un nudo en la garganta.
- Pss -susurra Jack, haciendo que me vuelva a él-. ¡Hermano!
Miro a todos lados para buscar si alguien nos está vigilando, pero me detengo en seco al sentir un dolor fuerte en el cuello.
- Tranquilo -continúa-. No hay nadie. Por las noches duermen también. No hay manera de que escapemos.
- Claro que la hay -recargo mi cabeza en la silla, con cuidado-. Tenemos un plan.
Nuestra plática se escucha como aire que va y viene. Silenciosamente ruidoso. Jack asiente con la cabeza, imitando mi postura. Me quedo unos minutos así, tal como estoy, pues esta posición me resulta un poco más cómoda que todas las que había probado anteriormente.
Hace un frío temible, y sobre todo aquí, que estamos a pleno mar. Me tiemblan los labios y mis dedos están casi inactivos. Solo espero que este lugar no se desmorone y caigamos todos al agua. Me enderezo como puedo y vuelvo a mirar a Mérida. Carajo... Todo lo que quiero hacer es terminar con el plan ya.
- Empezó a enloquecer después de que te desmayaste -me dice Jack-. Duró un rato para que se calmara.
- ¿La lastimaron? -intento tragarme las lágrimas.
- Llegó así -explica-. He de suponer que sí...
Vaya. Lo que menos quería de todo esto es que alguien saliera herido... Mucho menos ella.
- Tranquilo -dice al cabo de un rato-. Saldremos de esto.
No digo nada. Solo asiento con la cabeza. Me gustaría saber dónde está Robert justo ahora... ¿Qué estará haciendo ese cabrón? Este sería el momento perfecto para liberarnos.
Después de eso, ya no puedo volver a conciliar sueño. Por la madrugada, no sabría bien a qué hora, escucho pasos rápidos, como si estuviesen corriendo. La puerta es empujada con brusquedad y todos terminamos completamente despiertos.
Robert entra por la puerta. Parece asustado.
- ¡Robert! -le digo-. ¡Libéranos!
No dice nada, solo jadea una y otra vez. Este niño está aterrado; puedo verlo en sus ojos. Se acerca a mí y se agacha un poco.
- Escucha, no p—
¡Tras! La puerta es empujada con fuerza y algo tira de Robert, lejos de nuestro alcance, justo al interior del pasillo por donde se entra.
- ¡No, espera! -grita Robert, aterrado-. ¡No lo hagas!
Mérida tiene visibilidad completa a la pared del pasillo, y puedo ver en su expresión el miedo y el pánico que le ha entrado.
- ¡Robert! -grita desesperada, jaloneándose las muñecas-. !No! ¡Déjenlo!
- ¡NO! -grita Robert, pero se mezcla con el ruido de la risa maniaca del sujeto.
Entonces, un ruido ensordecedor nos pone los pelos de punta...
Un disparo.
- ¡¡NO!! -grita Mérida, casi llorando.
En eso, dos risas se mezclan, y dos figuras altas salen por detrás de la puerta arrastrando otra figura. Apenas veo bien.
- ¡No, Robert! -sigue gritado Mérida-. ¡Maldito! ¡Hijo de puta!
Veo cómo llevan el cuerpo hacia la última silla disponible, y también tiene una bolsa en la cabeza. Entre Ruben y otro sujeto, lo sientan y lo atan tal como a nosotros. Tiene sangre escurriéndole por el brazo.
Jack y Rapunzel tienen la mirada aterrada, perpleja, sin poder creérselo, y Mérida... Bueno, ella solo mira a los dos sujetos como si fuesen dos simples pulgas que deben ser eliminadas.
Tengo los nervios destrozados.
- Damas, y caballeros -dice Ruben, situándose detrás del cuerpo de Robert-. Les presento, ¡al impostor más grande de la historia! -y con esa ultima frase, le quita la bolsa de la cabeza.
¡Sigue vivo! Menos mal. Solo tiene un disparo en el brazo; una rozada, quizá un poco profunda.
- Vaya que fue una noche llena de sorpresas -exclama Ruben, acercándose a mí-. Ahora dime, muchacho -se pone en cuclillas y me sonríe-. ¿Cuál es la siguiente parte del plan?
Me quedo callado, sin saber qué hacer o qué decir. Todo se fue a la mierda ya... Todo ha terminado. Estoy muerto...
Al no recibir respuesta, lanza tales carcajadas que terminan ensordeciendo mis oídos. Da media vuelta y sale. Respiro a una velocidad alarmante, lo que me pone aún más en pánico y nervioso. ¡Maldita sea, esto no está saliendo como planeamos!
- ¡No! ¡Espera! -le grito desesperado-. ¡Espera! ¡Déjalos ir! ¡Ellos son inocentes, libéralos! ¡No tienen nada que ver!
Jaloneo y jaloneo mis manos hasta que me doy por vencido. Me duelen terriblemente las muñecas y ya están comenzando a sangrar.
- Oh, mi querido niño -dice antes de cerrar la puerta-. No tienes idea de lo que provocaron.
Y volvemos a quedarnos solos. Oh, no. Oh, no... ¡Oh, no! !Oh, no, no no no no!
¡Maldita sea! ¡Esto no pinches era parte del plan! ¡¿Ahora qué voy a hacer?!
- ¡Hipo! -susurra Mérida, un poco alto-. ¡Cálmate!
- ¡Tengo que sacarlos de aquí! -digo un poco más alto de lo que quería. Estoy en pánico, y comienzo a jalonear de nuevo las muñecas, pero un dolor agudo me lo impide-. ¡Agh!
- ¡Hipo, basta! -su voz resuena por el lugar, como el eco de una campana.
Vuelvo a la realidad, y me percato de mi situación; sin salida, estresado, en pánico, probablemente muerto en unas horas, con el amor de mi vida frente a mí, y lágrimas en mis ojos que ni si quiera sabía que estaban.
- Oye, contrólate -me dice Jack-. Todo estará bien.
Mérida mira a Robert, a quien le escurre mucha sangre del brazo.
- ¿Qué hacemos ahora? -pregunta Rapunzel.
No respondo. Ya no tengo ganas... Ya acabó todo. No hay esperanza...
- Esperar -dice Mérida, molesta-. Vendrán por nosotros.
Oh, yo no diría esperar, ni «vendrán por nosotros»... Quién sabe cuándo volverán esos sujetos, y quién sabe qué cosas puedan hacernos cuando los volvamos a ver. Todo esto es mi culpa... Debí haber dado la cara desde el primer momento.
- ¿Qué pasa con él? -indaga Jack, refiriéndose a Robert.
- Se va a desangrar si no hacemos algo pronto -responde Mérida.
- ¿Hipo, estás bien?
Sabía que de todos modos yo terminaría muerto, pero el que mis amigos estén involucrados en esta muerte es algo completamente diferente... Y eso me enfurece. Pero, más que enfurecerme, me decepciona. De mí mismo:
Eso demuestra mi incompetencia ante mis responsabilidades y promesas.
- ¿Hipo?
No respondo. Solo espero... Mucho rato. Un milagro, tal vez. Maldición: ¡esto no era parte del plan!
*****
Jack comienza a despertarme. El sol está comenzando a salir, muy apenas. Ya no se ve tan oscuro, pero tampoco tan claro.
- ¡Mira! -señala un punto en la pared.
Lo veo. Hay alguien ahí... Está de pie, mirándonos fijamente. Luego, se escucha por detrás de nosotros una especie de pelea de puños. ¿Qué es esto?
Alguien cae frente a mí, de pie, lo cual me hace sobresaltarme un poco.
- ¡Papá! -exclamo.
Saca una navaja pequeña y comienza a cortar las cuerdas. Siento una tremenda libertad cada vez que me corta una. ¡Dioses! Incluso mis piernas recobran vida.
- Papá, Robert—
- Lo sé -dice-. Por eso venimos -me entrega la navaja-. Continúa tú. Tengo que hacer algo.
No me lo pienso dos veces y voy directo hacia Mérida, que, como Rapunzel y Jack, estaban esperando. No me toma más de dos minutos liberarlos a todos, lo cual me da una satisfacción de tiempo enorme. Lo primero que hace Mérida al ponerse de pie, es correr a Robert y vendarle el brazo con mucha fuerza. Se ha arrancado parte de playera que traía puesta.
- Chico -dice un amigo de mi papá-. ¿Saben nadar?
Todos asentimos con la cabeza.
- Bien, porque tendrán que hacerlo justo ahora.
- No, esperen. ¿Qué hay de Robert? -indaga Mérida.
- Yo me lo llevo -digo.
- Rápido -nos dice el sujeto-. No tienen mucho tiempo. Están esperándolos en tierra firme.
Me cargo a Robert en los brazos y luego nos conducimos por una especie de pasillo que esta lleno de escombros y parte de la estructura dañada. Lo que hay frente a nosotros es mar... Y agua fría.
Muy fría...
- Pues ya qué -dice Jack.
Nos lanzamos en cuanto podemos, pues el pánico no nos dejará nadar bien si no lo hacemos ahora. Lo primero que siento al zambullirme es una descarga de corriente fría que me despierta de golpe. Me cuesta tragar aire...
- ¡Jack! !Jack! -grita Rapunzel-. ¡Jack!
No veo nada, no sé qué sucede.
- La corriente está muy fuerte -dice Mérida-. Tendremos que nadar con mucha velocidad.
Jack ayuda a Rapunzel a nadar, y Mérida va detrás de ellos. Yo arrastro a Robert como puedo, y con casi todas las fuerzas que tengo.
Siento que el mar me va a arrastrar hacia el fondo en cualquier momento. Y las pequeñas oleadas de agua que se hacen, me empujan hacia atrás apenas un poco. ¡Nunca llegaré a la orilla así!
- ¡Carajo! -exclamo-. ¡Me arden las muñecas!
- ¡Claro, tonto! -me grita Jack-. ¡Esto es pinche agua salada!
Continúo nadando pese al terrible ardor y dolor que siento en mis manos y en la cara.
- ¿No hay tiburones aquí? -pregunta Rapunzel asustada.
- No -responde Mérida-. Pero esperemos que no aparezca ninguno.
Continuamos. Es como traer un costal con el que tengo que estar peleando para poder tomar aire porque me sumerge cada pequeña ola que se nos cruza. Y pesa mucho.
- ¡Rayos! -exclama Jack-. ¡Está helada!
- ¡Sigan nadando! -grito.
Carajo, estoy tragando demasiada agua. Pero puedo ver un auto desde aquí. Probablemente ese sea nuestro transporte. Nos toma cerca de siete minutos llegar a la orilla, donde nos encontramos con Dingual y su hijo.
Nos ayudan a subir a la acera, y una vez arriba, me vuelvo a cargar a Robert, que sigue inconsciente.
- ¿Están todos bien? -pregunta Dingual.
- Robert está herido -informa Mérida-. Necesita atención. No sabemos cuánta sangre perdió, y está muy débil.
- Lo entenderé en cuanto pueda-. Suban rápido -nos dice-. Casi no tenemos tiempo.
El clima está demasiado helado, sopla un aire fuerte y estalos empapados hasta los huesos. No siento muchas partes de mi cuerpo, y no creo que ellos tampoco.
El sol ya está saliendo más.
Todos subimos a la parte trasera del coche, y arranca en cuanto puede...
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