Final
Hipo
Abro los ojos y lo primero que veo es fuego. Siento un dolor en mi pierna punzándome.
- ¿Qué...?
El auto está de cabeza, incendiándose y a medio destruir. ¿Qué...? ¡¿Chocamos?! Apenas consciente me arrastro como puedo fuera del carro y me percato de que mi puerta ha quedado destrozada. Y no está.
Me levanto con las pocas fuerzas que me quedan. Creo que estoy aturdido.
- ¡Hipo! -la voz suena como eco, distante y a lo lejos-. ¡Hipo!
Me vuelvo, distraído, y me encuentro con mi padre, que corre hacia mí. Muchas personas corren hacia nosotros, cerca de unas 7.
- ¡Hijo, estás bien! -pregunta, pero lo exclama.
- Sí.
Esperen...
- ¡Jack! ¡Mérida! -grito, volviéndome de golpe al auto-. ¡No! ¡Sáquenlos!
Veo como entre todos sacan a los que están dentro. Me siento más vivo ahora. ¡Carajo! ¡¿Cómo coño pude olvidar a mis amigos?! Oh, dioses, que estén bien, por favor.
Sacan a Jack, y a Dingual primero. Luego a Rapunzel y al hijo de Dingual, y finalmente a Robert. Demonios, el auto ha quedado casi destrozado... Fue un choque duro y fuerte. ¿Pero y Mérida?
- ¿Dónde está Mérida? -pregunto. Luego me alarmo-. ¡¿Dónde está?!
- Chico, no hay nadie más dentro.
- No -grito, nervioso-. ¡Tiene que haber alguien más dentro!
Intento acercarme al auto pero mi papá me detiene. Estamos a plena calle, y el sol ya se puso más alto. Escucho sirenas de patrullas y bomberos viniendo a nosotros. ¡¿Dónde está Mérida?!
- ¡Papá, Mérida no está!
- Quizá salió y se fue -me dice.
- Eso no tiene sentido.
¡¿Pero qué carajo está pasando?! ¡Ella estaba con nosotros! ¡No pudo haberse esfumado como por arte de magia! No tiene sentido todo esto. ¡Pero no recuerdo nada maldita sea! Lo ultimo que recuerdo es que sentí un jaloneo brusco y un sonido terriblemente ensordecedor.
Luego de eso, nada...
Alguien nos chocó.
****
Fergus me ha metido un fuerte golpe en la mandíbula. Y el labio me sangra. Mi padre lleva varios minutos intentando calmarlo, pero al parecer cree que todo esto es culpa mía. Y la verdad es que no me justifico, pero... Ha perdido a Mérida. Y está molesto. Otra vez.
- ¡Esto se acaba ahora! -grita Fergus-. Haremos lo que debimos haber hecho desde un principio.
Las ambulancias y las patrullas llegaron pocos minutos después de nuestro choque. Paramédicos están atendiendo a Dingual y a su hijo, al igual que a Rapunzel. Robert ha sido trasladado al hospital y Jack se encuentra bien. Por ahora.
Mi padre se acerca a una patrulla, mientras que yo miro a la cuidad; tan imponente y grande ante mí. ¿Cómo voy a solucionar esto?
- Oye, chico -me llama un oficial-. Ven.
Me acerco, y por la expresión del rostro de Fergus, no creo que sea algo bueno. Mi padre me extiende la radio.
- Hipooo -canta una voz, pero se escucha distorsionada-. Vamos a jugaaar.
- No sé quién sea -digo.
- Hagamos un intercambio -parece alegre-. Te cambio a ti, por tu novia. ¿Qué dices?
- No lo hagas -me dice mi padre.
- Cartas por aquí, cartas por allá. Si no me encuentras, su cabeza estallará.
- Es una trampa -me recuerda.
- Sabes dónde encontrarme -continúa-. Y si la quieres de regreso, tienes que venir tú solito. ¿Te parecen... 30 minutos?
- Él sabe que iré por ella -digo para mis adentros-. ¿Pero dónde lo encuentro?
- Hasta entonces.
¿¡Encontrarlo dónde?! Miro a Fergus, que parece más atento que nada. Mira a todos los oficiales.
- ¡¿Qué están esperando?! -les grita-. ¡Todo mundo en marcha!
La mayor parte de gente comienza a subirse a las patrullas y a alistarse.
- ¡No, esperen! -digo-. No saben qué hacen.
Fergus me lanza una mirada iracunda.
- ¡Lleven a este chico a la comisaría y no dejen que nadie lo encuentre!
- ¡No! ¡Alto! ¡Tengo que encontrar a Mérida! -unos oficiales me toman del brazo y comienzan a jalarme hacia una de las patrullas.
- ¡Y no dejen que se escape!
¡Maldición! ¡No! ¡Ni si quiera saben dónde buscar! Comienzo a jalonearme hasta que finalmente quedo libre. Mi padre y Fergus están hablando así que no tendré problemas en escapar.
Me escabullo a toda velocidad entre los guardias cuando de la nada, escucho un clic que me hace detenerme en seco. Después de ese clic, otros varios se activan.
Por el rabillo del ojo, veo a Fergus apuntándome con un arma.
- No des un paso más -me advierte, en tono firme. Esto va en serio.
- Suelta el arma -dice mi padre. Él también va en serio.
Comienzo a dar la vuelta de manera muy lenta y cuidadosa con las manos en alto, para no hacer un movimiento en falso.
- Sube a la patrulla -ordena, sin dejar de apuntarme.
Estoy en plena tensión. Sé que no me mataría, pero sí me daría un disparo en la pierna para que no pueda correr.
- Suelta el arma -vuelve a decir mi padre-. No me obligues a hacer algo que no quiero hacer.
La situación está en tensión. Varios policías apuntan a mi padre. Otros a Fergus. Y una a mí. ¿Qué sigue ahora? ¡¿Quedarnos aquí hasta que los 30 minutos pasen?!
- Señor Fergus -le digo, y comienzo a agacharme. Hablo con cuidado-. Tengo que ir. Mérida me necesita.
No dice nada, solo va bajando el arma conforme yo lo hago, y si expresión sigue siendo atenta.
- Si van ustedes, le hará algo. Él me quiere a mí -no dice nada, pero mantener la calma ahora es lo mejor que puedo hacer-. Déjeme ir. Prometo traerla de vuelta.
Afloja su rostro. Sabe que tengo razón, que estoy en lo cierto, pero aún así ya no se arriesga a dejarme ir; creo que supone que soy un peligro para ella.
- ¡Mérida va a morir si no llego en quince minutos o menos! -digo, quizá más fuerte de lo que debería.
Maldita sea, déjeme ir. ¡Necesito llegar rápido! Ya hemos perdido cerca de 5 minutos y nadie ha podido bajar las armas. El problema es que, no sé por dónde iniciar.
Entonces, baja el arma repentinamente, y luego todos los demás lo hacen. Me mira, más que molesto, decidido.
- Bien -acepta.
Asiento, y luego, me pregunto por dónde ir primero, y cuál medio de transporte es el más rápido y prudente. Una patrulla, definitivamente no; creerán que vengo acompañado por más gente y lastimar a Mérida. No.
Un rugido me saca de mis pensamientos. Me vuelvo, y veo a una figura montada en una motocicleta súper genial, y viene a nosotros. Entonces, me percato de que es la mía. ¿Qué?
- No le hagan nada -ordena mi padre-. Es de los nuestros.
Se estaciona cerca de una patrulla y la figura se acerca a mí, caminando, pero por mi casco no la hubico bien. ¿Tadashi? ¿Gogo? Puede ser cualquiera. Pero cuando se quita el casco, quedo atónito.
- Supuse que la necesitarías -me dice en voz dulce.
- ¡Mamá! -exclamo-. ¿Cómo—
- No hay tiempo, cariño -me dice, enterándome el casco-. Debes irte.
Asiento, me da un rápido beso en la frente y luego me hecho a correr hacia la moto. Me siento, me pongo el casco y giro la llave; Dioses, ya extrañaba esto. Doy un par de acelerones, y suelto el freno en cuanto puedo.
Mérida, voy por ti.
*****
No estaban en la escuela, lo cual me hizo perder 10 minutos del tiempo. Mierda, me quedan 15. Vamos, Hipo, piensa... ¿Dónde más irían? ¿Qué otro lugar puede suponer él que iría yo?
A menos que...
Me arranco y comienzo a descender la pequeña cuesta de la avenida. Mierda, si no están en la casa, mi plan se irá a la mierda. Y todo... La casa es la única oportunidad que tengo.
Este casco está raro. Lo siento pesado; puede que sea la falta de uso.
Acelero todo lo que hay cuando puedo, me salto uno que otro semáforo en rojo, y constantemente me voy en sentido contrario. Pero no tengo tiempo para ser el chico respetuoso por ahora.
Necesito encontrarla...
*****
Llego primero a mi casa, y al no ver señales de nada, voy a la de ellas. Me estaciono en la casa de al lado. Me bajo con cuidado, y cuando intento quitarme el casco, no puedo. Lo intento una y otra vez pero no puedo quitármelo, así que lo dejo así. Perfecto: ya se atoró.
Camino por encima de las piedrecillas, haciendo un poco de ruido para que noten que ya estoy aquí.
- ¡Mérida! -grito, pero aquí no hay nadie-. ¡He llegado!
Maldito casco; no deja que me escuche.
Camino lento, mirando hacia todos lados. Tengo los nervios de punta y el corazón a mil por hora... Carajo. ¿Es que no hay nadie?
- ¡Hey! -vuelvo a decir-. ¿Hay alguien?
No recibo respuesta alguna. Era hora para que alguien saliera apuntándome con un arma.
- ¡Ya llegué! ¡Ya estoy aquí!
Nada.
¿Qué es esto? Si no era aquí, entonces dónde... ¡No! ¡¡No, maldita sea, no!! Busco con desesperación por todos lados, pero no veo nada. Mi corazón se pone como loco... Entro en pánico.
Me quedan minutos, no sé exactamente cuántos, pero sé que no son muchos.
- ¡Mérida! ¡¡Mérida!!
Aquí no hay nada. ¡No hay nadie! ¡¿Pero dónde más?! A ver, Hipo, concéntrate. Recuerda lo que dijo el sujeto.
«Cartas por aquí, cartas por allá... Si no me encuentras, su cabeza estallará»
Cartas... Cartas... Un casino, definitivamente no es. ¡Cartas, eso es!
¡¡La casa del árbol!!
El camino estará lleno de árboles y ramas, piedras y de más. Probablemente ir moto no sea tan mala idea. Además, es mi ultima opción.
No puede haber pierde.
Me subo a la moto, arranco como puedo y termino adentrándome en el bosque. Intento esquivar cualquier cosa que pueda hacerme tropezar o caer, pero constantemente siento baches haciéndome brincar.
Llego a los 46 segundos. Apago la moto en cuanto veo el cinturón de árboles que rodea el prado, la dejo medio escondida y pruebo quitarme el casco otra vez. No cede, así que tiento por todas partes y siento unos pequeños botoncitos. Los presiono, y el casco se expande un poco, dejándome salir.
Lo tiento un poco de adentro y siento un material extraño, y frío, a pesar de mi sudor y calor corporal. Este material es... Uno muy duro. Como una lamina de acero. Nada puede penetrarlo, ni si quiera una bala.
Ni si quiera una bala...
Tengo el cabello todo sudado y la frente mojada.
- ¡Hey! ¡Mérida! ¡Llegué!
No hay respuesta. Me acerco a la casita, que ahora parece más de terror que nunca, pero me relajo y tomo aire. Me aferro al casco.
- ¡Estoy aquí! -grito-. ¡Suéltenla ahora!
Escucho cómo la madera cruje, y me vuelvo de inmediato a la casa, y veo que un sujeto sale de la misma, armado y con una postura extraña. Como si estuviera disimulando el dolor de algo.
Pero no es la postura lo que me sorprende, sino quién es.
- ¡¿Chris?!
- ¡Hipo! -me dice-. ¡Sí viniste!
- ¿Eres parte de esto? -pregunto asombrado.
- Mi querido e ingenuo niño -sonríe complacido-. Yo soy el rey de esto.
- ¿Dónde está Mérida? -exijo saber-. ¡Suéltala!
- Oh -se soba el mentón discretamente, como recordando algo-. Ella está bien.
Trae un arma en el brazo que me hace ponerme nervioso. Carajo... Estoy muerto. Pero, no por mucho; soy rápido, y tengo la ventaja de perderme en el bosque, escabullirme y atacarlo. Soy listo... Todavía puedo salir de esto.
- ¿Estamos solos? -pregunto, intentando sonar débil.
- Algo así -responde-. ¿Por qué no subes? Creo que tenemos que charlar.
- No. No tenemos qué -digo serio, lo suficientemente alto como para que me escuche.
- Oh, claro que sí -carga el arma, sin dejar de mirarme-. Tú y yo tenemos asuntos pendientes.
- No es así -le digo-. Sabes bien que fue un accidente.
La casa no es tan alta, así que da un brinco y logra caer milagrosamente de pie. Se incorpora rápidamente y yo me quedo en la misma posición, pensando en un buen plan que me saque de aquí. Pero, ¿dónde está Mérida?
- Esa clase de accidentes no son aceptables -me dice-. Debes pagar para solucionar el error. Hipo, me debes pagar.
Me apunta con el arma, y de repente me entra un pánico indescriptible. Sonríe y ríe como un loco desquiciado, que está dispuesto a acabar conmigo a todo costo.
- No -intento calmarlo-. Eso no fue culpa mía. Me defendí, eso es todo. Yo no hice nada malo.
- ¡Cállate! -me grita. Tiene sangre en las manos-. ¡Él no estaba haciendo nada! ¡Tú lo mataste!
- ¡Sí, pero es distinto!
- ¡¿En qué?! -da pasos hacia mí, lentos.
Tengo el casco en la mano. Solo tengo que ver a dónde va a disparar para asegurarme de que no me mate. Tengo dos opciones, una verdaderamente idiota, aunque es la que me asegura vivir un poco más, pero puede hacerlo enfurecer muchísimo más.
Me arriesgo.
- ¡En que él tuvo la culpa!
- ¡Cállate! -sus ojos se encienden de golpe y lanza un disparo que no sé cómo logro esquivar.
No tengo tiempo para pensármela y detenerme a pensar en cómo le hice, así que solo me hecho a correr adentro del bosque.
Me adentro y comienzo a irme por las zonas que más obstáculos hay. Troncos tirados, piedras grandes; serán suficientes para aventajar unos segundos. Estaba adolorido y no sé por qué, pero eso es ventaja para mí.
Corro en zigzag para evitar que algún disparo me llegue, pero no lo veo con intenciones de matarme a distancia. Éste tipo quiere matarme con sus manos.
Sigo corriendo, y sigo corriendo, hasta que un disparo me hace detenerme en seco.
- ¡Agh! -grito con dolor.
Me ha dado en la pierna y, ¡mierda! ¡Cómo duele! ¡Maldita sea! La miro; solo ha sido la rozadura, pero ¡Aaaa! ¡Duele!
- ¡Hasta aquí llegaste, bastardo! -me grita.
Veo en sus ojos el odio y el coraje que me tiene. Este tipo me quiere matar ya. Está decidido... Hasta aquí llegué. Cierro los ojos con fuerza y un disparo me hace sobresaltarme. No me ha dado, pero le ha dado a una piedra que está a lado de mí.
Me vuelvo hacia Chris y veo que tiene a Fergus encima.
- ¡Corre! -me grita-. ¡Libera a Mérida! ¡Está del otro lado de ese montón de piedras!
Me vuelvo y veo una pequeña montaña de rocas, así que no me lo pienso dos veces y me levanto. Pero no lo logro, y caigo al suelo del dolor. Me quejo un par de veces y luego me quedo quieto.
Maldita sea. ¡No! ¡Mérida! Me arranco un pedazo de playera y me la amarro lo más fuerte que puedo, lo cual hace que me retuerza de dolor.
- ¡Aaaa! -exclamo mientras de pongo en pie.
Dando brinquitos en mi pierna buena, avanzo hacia la pila de rocas. Mérida está ahí, sentada y atada con unas sogas gruesas. Tiene sangre en los nudillos, el rostro y las piernas muy arañados.
- ¡Mérida! -exclamo al verla, y comienzo a liberarla como puedo.
Desato su boca y lo primero que hace es tomar aire.
- ¡Mi papá! -dice alterada-. ¡Él—
- Lo sé -le digo, intentando calmarla-. Tú tienes que ir a un lugar seguro.
- ¡Me necesitas! ¡N—
- ¡Mérida! -la sacudo de los brazos para que reaccione-. ¡Tienes que ir por ayuda y esperarnos ahí!
Me mira con lágrimas en los ojos.
-Yo ayudaré a tu padre.
- Está bien.
Da media vuelta y se va corriendo de una manera extraña, dolorida. Como puedo me doy la vuelta, y camino otra vez hacia ellos. Con el tamaño y la fuerza de Fergus, Chris probablemente esté—
- ¡Ahí estás! -grita y se me lanza encima por un lado mío, haciendo que ambos caigamos por una especie de cuesta llena de hojas húmedas y piedrecillas.
Caigo encima de él, y justo cuando quiero tomar mi casco, olvido dónde lo habré dejado caer. Me levanto lo más rápido que puedo y sigo corriendo, sin dejar de mirar atrás. Chris me sigue, rápido, pero no trae el arma; debió haberla soltado durante la caída.
- ¡No tienes salida!
No puedo dejar de mirarlo. Entonces, es como si la tierra se desplomara por debajo mío. Resbalo una y otra vez hasta terminar colgando de mis manos, que se aferran a algo.
Miro hacia abajo y veo mar.
*****
¡¿Qué?! ¡¿Desde cuándo hay un puto acantilado de este lado del bosque?! ¡¿Eso es posible?!
No puedo estar aquí más tiempo, pero, la orilla no esta tan lejos de mí. Solo necesito subir un poco más y listo. Así que lo hago con mucho cuidado; hay una larga caída y olas furiosas tronando debajo de mí.
Logro aferrarme a la orilla, cuando siento unas manos tomándome con mucha fuerza. Asoma la cabeza y veo. Chris, que me encaja las uñas con odio.
- ¡Nunca creíste que acabarías así, verdad, hijo de puta! -me dice.
- ¡Chris, no hagas esto! -le digo.
- ¡Ahora vas a saber lo que sintió PJ!
- ¡PJ no hubiera querido esto! -le grito con fuerza.
- ¡Tú qué sabes!
- ¡Sé que era un buen chico! -intento mover mis piernas para pararme encima de algo y estar seguro-. ¡Que te quería mucho!
No dice nada, pero me escucha atento, y algo en su mirada cambia. Quizá, sí me está escuchando realmente.
- ¡Sé que lo amabas! -continúo-. ¡Y sé que él quería que estuvieras orgulloso de lo que hacía!
Nuestras manos están sudando, lo cual me hace resbalarme poco a poco y de manera segura.
- ¡Sé que él quería lo mejor para ti! ¡Al igual que tú para él! -comienzo a resbalar más y más-. ¡Y sé que lo que hice fue horrible! ¡¡Pero estoy seguro de que PJ no lo hubiera querido así!!
Me suelto, y en serio creo que voy a caer. No. No «creo». ¡Esto está pasando! Mierda. No, ¡No! Hubiera preferido morir de un disparo y no ahogado. Dioses... ¿Cómo pude terminar así? Yo solo quería estudiar y tener una vida tranquila con mis amigos.
*****
Pero quizá la vida me ama tanto que no me permite morir. O me odia tal vez.
- ¡Aaaggh! -exclama Chris con dolor.
Abro los ojos y lo veo sosteniéndome con fuerza y dolor.
- ¡Aaaa! -grita-. ¡Sostente, wey!
Intento subir como puedo y veo que él me arrastra con todo lo que tiene. Coño; la pierna me está matando. Cuando ambos terminamos arriba, me mira con lágrimas en los ojos.
- Lo siento -dice-. Yo—
Tomo su hombro, y lo miro.
- Chris. Descuida. Todo está bien...
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