Fama
Hipo
La mamá de Mérida llegó hoy al aeropuerto de la ciudad. Jack fue con ella a recogerla. Estoy tomando un té con unas pastillas que el doctor me recetó para controlar mis nervios. Sigo avergonzado por los distintos estados en los que Mérida me vio el otro día.
Pero no dejo de pensar en la ducha que me dio: tan suave y agradable. Como cuando mi madre me bañó, hace años.
- Hipo, mira lo que traje -dice Kristoff saliendo por detrás mío-. Se llama "Sven".
- ¡Guau! -exclamo-. Es precioso...
Un auténtico y genuino reno bebé está frente a mis ojos. Tiene los cuernos tan pequeños que apenas y se ven. Parece de peluche.
- ¿Está permitido? -preguntó mientras le rasco el cráneo con suavidad.
- Si tienes los papeles, sí -responde natural-. ¡Descuida! Lo compré en una veterinaria. Los papeles están en orden. Puede vivir en el jardín.
- Sí, ¿y cuándo crezca? -pregunto.
- E ahí la sorpresa -me guiña un ojo-: es para Anna.
- Oh, sí, sí -digo, nervioso-. ¿Regalo de Navidad?
Asiente con la cabeza, contento. Había olvidado que tengo que ir a comprarle regalos a todos los de la fraternidad, y a Mérida. Y a mi madre. ¡Y Padre!
Maldita Navidad y precios altos...
- ¿Sabes cuáles de los padres faltan por llegar? -pregunto, volviendo a la realidad.
- Creo que ya son todos -responde-. A partir del miércoles, vamos a comenzar con el recorrido de la cuidad.
- ¿Y qué harán mañana?
- Van a conocerse -lo dice un poco triste-. Convivir. Ya sabes.
Siento un poco de pena y lástima por él. Sus padres...
- Vamos -me dice, dándome un golpecito en el brazo-. No me mires así. Sabes que no pasa nada.
Por más que quiera disimularlo, no puedo. Pero lo intento. Sonrío, luego voy a la cocina y le paso una soda helada. Necesito distraer mi mente para deshacer el nudo en mi garganta.
- ¿Estarás ocupado ahorita? -pregunto.
- No. ¿Quieres hacer algo?
- Ir de compras -suelta una risa-. No es eso. Necesito comprar varias cosas.
- Vamos entonces -dice-. Tadashi quiere que compremos comida. La pagaremos entre todos.
Asiento con la cabeza. Tomo mis llaves, pero me detiene casi al instante, sacando las suyas primero. Es cierto, necesitamos un auto más grande. La mayoría de nosotros ya tiene un automóvil, o un transporte. Fred no: a él le llevan en carroza de oro y plata.
Dejamos a Sven en el jardín, con una que otra zanahoria y nos vamos.
*****
Las filas están hasta el tope. La comida la agarramos rápido y sin ninguna demora. Varia gente nos lanzaba miradas como "¿en serio van a comer todo eso?" Fred y Jack son los que más comen. Y llevamos de más porque estarán ahí los padres. Pero ahora, aquí en las tiendas de ropa... Es un infierno. ¡Hay mujeres por todos lados!
- Comienzo a creer que esto de venir fue mala idea -bromeo.
- Hipo -dice, sarcástico-. Creo que comienzan a gustarme los zapatos.
- ¡O los bolsos! -exclamo un poco agudo-. ¡Son bellísimos!
- !Hay, sí!
Lanzamos unas risas al aire. Luego nos percatamos de que varias chicas nos miran, con una extraña expresión de confusión en su rostro. Ambos carraspeamos la garganta y continuamos formados en la línea.
- Es un lindo detalle -comenta Kristoff-. Esto de, comprarle regalos a tu novia.
- Sí -respondo, un poco perdido en mis pensamientos.
Un aroma comienza a penetrarme los poros nasales. Me da una sensación de picazón, como cuando hueles chile o algo por el estilo... Tengo unas ganas terribles de estornudar.
- ¡Achú! -suena más agudo de lo que creía.
Siento un brusco sacudido de cuerpo, como si me hubiesen arrebatado mis energías. Miro al frente: varia chicas se han vuelto a mí. Me miran unos instantes y luego exclaman entre ellas en voz aguda.
- ¡Qué tierno!
- ¡Estornuda como gatito!
- ¡Awwww!
Me siento avergonzado, pero aclamado. Y enfermo. No, por favor, dioses, no quiero enfermarme. No en estas fechas. Siento decenas de miradas sobre mí, aunque tal vez estén mirando el cabello rubio de Kritoff. Con esa altura, ¿quién no podría ver su dorada cabellera?
- Mira -susurran varias-. Es Hipo. ¡Y Kristoff!
- ¿Estuvieron ellos en los juegos, no?
- ¡Sí! ¡Mira qué lindos! ¿Qué estarán haciendo aquí?
- ¿Qué no es obvio? Vienen a comprar regalos para sus novias.
- ¡Qué guapos son! ¡Yo quiero un novio así!
- ¡Yo quiero entrar a esa universidad!
- ¡Se ven más guapos en persona!
Cuando nos toca, la cajera se queda congelada; no sé si por verme a mí o a Kristoff. Le tiemblan las manos y está notoriamente ruborizada. Le entrego el dinero y me devuelve cambio. Creo que aun alcanzamos a ir por una malteada: tengo antojo de una.
- ¿Dónde quedan? -pregunta al cabo de un rato.
- Donde está la fuente -le señalo la tienda con el dedo.
Este centro comercial está al aire libre; la zona para caminar no tiene techo, pero tiene una que otra zona pequeña con linda carpas blancas decorando. Hay iluminado por todas partes, tal y como en las grandes avenidas. Se ve hermoso. Y el cielo azul estrellado también.
Traemos como cinco bolsas en cada mano, y aunque no pesan mucho, calan mi brazo un poco. Entramos a la tienda, y por fortuna no hay tanta gente. Nos atienden rápido.
Kristoff y yo comenzamos a charlar de cosas deportivas, bromas entre nosotros, tareas y de más mientras esperamos en la barra a que nos entreguen los jugos. Reímos de vez en cuando...
- Disculpa... -escucho por detrás mío con voz nerviosa.
Me vuelvo, con una sonrisa en la cara y la mirada relajada para encontrarme con una chica probablemente más pequeña que nosotros (en cuanto a edad) con un grupo de chicas detrás de ellas. Parecen todas ruborizadas y nerviosas, pero alegres.
- ¿Ustedes... Son los chicos de los juegos...? -me ve como a una celebridad-. ¿Del equipo NFA?
- Así es -respondo amable.
Todas comienzan a murmurar entre ellas, ansiosas. Son 10 chicas, probablemente de 2º o 3º de secundaria. Parecen niñas pequeñas, adorables.
- Esto... Uhm... -saca por detrás de ella una pequeña libreta-, ¿podrían... Darnos sus... Autógrafos?
Kristoff y yo nos miramos confundidos. ¿Autógrafos? Sonreímos amables y aceptamos. Todas las chicas sonríen de oreja a oreja, complacidas y entusiasmadas. Firmamos las 10 libretas, y cuando acabamos, salen por la puerta alegres y súper contentas.
- Somos populares -bromea Kristoff.
- Demasiado...
Miro a las chicas; parecían tan alegres con nuestras firmas, a pesar de que solo somos un par de humanos más. ¿A qué se debe? ¿Sólo los juegos? ¿Tanta fama nos crearon? Guau...
Cuando salimos de la tienda con nuestra malteada, nos sentamos en la orilla de la fuente. Son las 8:13 de la noche... Vemos pasar a gente de un lado a otro, y letreros navideños en todas las tiendas, de rebajas, nuevos modelos, promociones, etc. Lo mismo de siempre...
- ¿Hipo y Kritoff? -pregunta una voz femenina.
Ambos nos volvemos un poco sorprendidos. Hay más o menos 6 chicas mirándonos, cautivadas. ¿Ahora qué?
- ¿Ustedes van en la universidad de SF? -pregunta, intentando ocultar un poco de nerviosismo en su voz.
- Sí...
- ¡Guau! -poco a poco nos comienzan a rodear-. ¡No saben cómo los admiramos! ¡Su participación en los juegos fue asombrosa!
Tanta atención se siente extraña. Por una parte me gusta, pero por otra no... Aunque en estos momentos, para Kristoff y para mí es grato.
- ¿Podemos tomarnos una foto con ustedes? -exclama una chica junto a mí.
- Claro -respondo.
Todas se sonríen de oreja a oreja. Sacan sus móviles y se acomodan junto a nosotros, una por una. Selfies. Filtros. Instagram, etc. Es divertido. Cuando terminan, agradecen y continúan con su camino.
Miro a Kritoff.
- Deberíamos salir más seguido -le digo, a manera de broma.
Ríe por debajo de su aliento. Me siento un tanto raro por lo que acaba de pasar. De cierto modo, me siento halagado...
- Escuché que viene una jornada estudiantil -comenta-. ¿Entrarás?
Me la pienso dos veces antes de contestar. Aunque, pensándolo bien, me conviene: aprendo, convivo, participo, gano calificación...
- Puede ser.
Cierro mis ojos y veo a Mérida, sonriéndome. Tengo que verla. Debo hacerlo...
Quiero darle un beso.
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