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Disculpa

Mérida

Me quedo  mirándolo unos breves segundos. No responde, y yo estoy irritada. Si pudiera, le daría una patada y largarme de ahí, pero... No puedo.

- Oye, tranquila -me dice mientras se pone en pie lentamente-, quiero hablar. Solo es eso.

- Hablar... -digo sarcásticamente mientras recojo al gato y lo comienzo a acariciar.

- Sí. Ahora lo sé; tú no fuiste. Fue mera casualidad -comienzo a irritarme mientras habla-. Lamento haberte empujado al agua. Lo... Siento.

No respondo. Me quedo callada, procesando lo que acabo de ver. Su reacción fue distinta cuando vio al gato ladronsuelo, lo tomó con cariño y comenzó a hacerle cariñitos.

Me vio a mí al día siguiente. No fue la reacción que esperé que tuviera. Fue amable.

Protegió al gato antes que a él. Se lastimó por cuidarlo. Hipo es distinto. Es diferente a lo que creía de él.

El gato comienza a ronronearme suavemente en el pecho. Levanto mi mirada a Hipo y lo veo a los ojos. Claramente irradian desesperación y súplica.

Ha cometido un error y lo está reconociendo.

Me lo pienso unos segundos y miro al gato. Todo esto empezó por su culpa. Sonrío al darme cuenta de lo ridículo que es esto.

- Creo que este gatito necesitará un nuevo hogar, ¿No crees? -le digo, mientras lo miro a los ojos.

Hipo mira al gato y luego me sonríe.

-Sí...

-Dejemos que él decida -agrego.

Lo pongo en el piso, a la misma distancia de ambos. Ahora depende de él elegir el dueño.

Nos mira a ambos, pero al final se va a los pies de él. Lo toma con cuidado y se lo sube a los brazos. Ahora es de él.

- Oye... Tu cara... -le digo, un poco asustada cuando veo sangre corriendo por ella.

Se la tienta suavemente y luego la quita al sentir ardor. Pobre. Debería ayudarlo, y llevarlo a un hospital o a la enfermería (que es lo mas cercano).

Pero...

Pero...

Pero soy buena chica y le extiendo la mano. Me mira, confundido.

- Ven conmigo -le explico-. Alguien debe curarte esas heridas.

Titubeante, toma mi mano, y la sujeta con firmeza, y lo lo jalo hacia mí...

*****

Abro la puerta con discreción. No quiero parecer sospechosa. Aunque, de todos modos, es poco probable que Rapunzel esté en casa un miércoles por la tarde. No me preocupo.

Ni si quiera me molesto en pedir disculpas por el desorden; no es un invitado como para decirlo. Él está aquí porque debe atenderse.

- Siéntate en el sillón que desees -le digo mientras me voy a la cocina.

¿Dónde habrá dejado Rapunzel el maletín? Creo que mencionó algo del baño...

Abro la puerta del espejo y veo vendas, alcohol, frascos de pomadas. Gracias, mamá.

Tomo lo mas que puedo y salgo. Esta sentado, viendo la casa, como si estuviera buscando arañas en sus esquinas. Tiene al gato dormido en sus piernas.

Me siento junto a él y tomo un poco de algodón con agua. Tomo mi rostro entre mis manos, y con la izquierda sostengo su mejilla mientras que con la otra limpio la herida.

No dice nada, aunque puedo ver que le duele. Esto es incómodo... Muchísimo.

Mi corazón está a mil por hora, y siento mi cara ruborizada. Esto no es normal. No es... Normal en .

- Escucha, tengo que ponerte alcohol para desinfectarte la herida -asiente-. Te va a doler.

Suspira y cierra los ojos. Apenas rozo el algodón contra su herida, se tensa, y aprieta un cojín.

Trato de hacerlo lo más rápido que puedo, y, cuando termino, le soplo y lo retiro. Tomo una pomada de tapadera azul y le unto un poco, dando un suave y ligero masaje.

Esto es incómodo...

-Por cierto -le digo, para cortar el silencio-. Fue lindo lo que hiciste por el gato.

Abre los ojos, y me mira.

- Eso creo -luego me examina-. ¿Cómo sabes tanto de esto?

Me tardo unas milésimas de segundo en pensarme la respuesta, pero al final me desmiento.

- Mi madre, era enfermera en la guerra. Paramédica, o algo así -digo, sin mirarlo. Mi mirada esta en el gato-. Ayudaba a los heridos.

Se queda callado.

- Eres muy parecida a ella...

Asiento lentamente. Ojalá tuviera una moneda por cada vez que me dicen eso. Cuando finalizo, cierro la pomada y tomo otra; todavía tiene un moretón en la nariz.

- Escúchame -le digo-. Trata de dormir boca arriba, o todo mi trabajo quedará embarrado en tu almohada.

- Esta bien -dice.

Tomo una pequeña porción de la otra pomada y comienzo a frotarla en su nariz. Cielos... Todo su rostro es suave y terso al contacto. Es demasiado agradable.

- Listo -finalizo-. Puedes irte.

Me pongo de pie y camino hacia la cocina rápidamente. Olvidé un café aquí en la mañana. Esta intacto.

Lo caliento unos segundos en el microondas y se lo entrego.

¡¿Por qué carajo estoy haciendo esto?!

- Esta intacto. Lo juro -le digo mientras se lo entrego.

- Gracias -contesta sonriente.

Lo acompaño hasta la puerta. El gato esta despierto y bien atento a todo, pero luce relajado. Es adorable.

- El moretón se quitará pronto -le explico-. La herida sanará pronto. Tienes suerte de que no haya sido una profunda.

- Sí, gracias -me mira dulcemente, y, sostiene mi mirada con suavidad-. En serio... Yo... Lo lamento.

- Descuida.

Ambos sabemos que es verdad. Ambos sabemos que esta perdonado, y que lo que ha pasado fue un accidente.

- Bueno... -dice mientras retrocede en reversa-, buenas noches.

- Buenas noches.

- Te veo mañana. Supongo -noto algo raro en su voz.

- Supongo -repito. Tonta.

Se da la vuelta y se va caminando. Cierro la puerta con cautela... Esperando que regrese, y se quede.

Espera... ¿Qué...?!

¡¿Qué está sucediendo conmigo?!

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