Desconocido
Mérida
Lo que resta del día, me la paso callada y pensando en lo que ha estado pasando. Robert platica algo de vez en cuando para hacerme sentir mejor, pero no puedo concentrarme en otra cosa más que en Hipo.
Él y su pierna. Ni si quiera sé cómo está ahora, pese a que Jack me ha estado diciendo muchas cosas.
Para la hora de la comida, ambos tomamos caminos separados. Creo que está buscando un nuevo lugar donde vivir, lo cual me da gusto porque significa que en serio busca cambiar y hacer algo de su vida.
Le llamo a Jack por teléfono una vez que me quedo sola. El tráfico de la cuidad está en su pleno punto, y escuchar lo que me dice Jack es un poco difícil.
- ¿Qué pasa? -pregunta.
- ¿Dónde estás?
- Aquí en el centro, ¿por qué? -se escucha la risa de Hipo.
- ¿Podemos vernos rápido? -comienzo a correr en cuanto tengo la oportunidad-. Necesito preguntarte algo.
- ¿Y por qué no ahora?
- Es importante -me escabullo entre la gente y continúo avanzando.
- Te veo en 5 enfrente de la tienda de zapatos. La que está en frente del restaurante raro.
- Bien -cuelgo y meto el celular a mi bolsillo.
Lo que resta del camino, no dejo de pensar en una sola cosa.
****
- ¿Qué es lo que sucede? -pregunta. Parece confundido.
Exacto. ¿Qué es exactamente lo que sucede?
- ¿Cómo estás?
- Bien, supongo -se encoge de hombros.
- Y... ¿él? -lo digo como si fuese algo prohibido.
- Ya mejor. Ha mejorado mucho últimamente -hace una breve pausa-. ¿Entonces qué querías decirme?
Todo el camino estuve pensando en la respuesta a esa pregunta. Creo que me voy a arriesgar.
- Quiero verlo -suelto sin más, y siento cómo mis mejillas se ponen calientes.
Se queda callado. Sabe a qué y a quién me refiero. Maldición... ¿No pude haber elegido peor momento para decirle eso?
- Mérida -hay mucha gente caminando a nuestro al rededor, pero lo escucho con claridad-. Una cosa es que quieras ayudarle en sus proyectos, en que estés al pendiente de una manera discreta -traga saliva-. Pero, eso ya es distinto. No puedo ayudarte con eso...
Jack es un tonto. Pero a pesar de eso sabe dar muchos y muy buenos consejos. Es como yo; da y da consejos pero no los aplicamos en nosotros mismos.
Pero incluso si lo digo así...
¡El asunto de Hipo es algo muy distinto!
- Lo sé...
- Sabes que n—
- Está bien -digo, y siento mi voz romperse. Quiero llorar. En serio que quiero-. No pasa nada.
- Lo siento.
- No, no -parpadeo varias veces para limpiarme las lágrimas-. No pasa nada. Gracias de todos modos.
Le doy una especie de golpe sin fuerza en el hombro y doy media vuelta mientras sigo corriendo. Necesito salir de aquí rápido. Necesito llorar.
Me siento molesta conmigo misma, tan prepotente, tan inútil, tan torpe... ¿De qué me sirve todo esto? ¿Qué lección puedo sacar de aquí? ¿No volverme a enamorar?
Han pasado tantas cosas... Que ya ni sé qué pensar.
Por la tarde, un poco después de medio día, me detengo en un parque y me siento delante de la fuente, mientras veo a niños jugando y corriendo con balones, o alguno que otro juguete. También veo las ardillas y las aves que pasan cerca de mí.
Dan ganas de clavarles una flecha en la cabeza mientras corren.
*****
Como en un restaurante que queda cerca de la zona de centros comerciales, en un McDonalds, y termino dejando casi media hamburguesa. No tengo nada de hambre.
Estoy a punto de buscar nuevos tenis para correr porque los que tengo ya están un poco acabados, cuando recuerdo que tengo que irme corriendo a casa antes de que Rapunzel llegue y se preocupe.
- ¡Eugene! -grito-. ¡Hey!
Se vuelve y cuando me mira me saluda con una sonrisa.
- Hey, hola.
Caminamos un poco para encontrarnos frente a frente. Trae puesto un pantalón y un chaleco azul con una camisa blanca.
- ¿Cómo estás? -pregunto amable.
- Bien, gracias -parece feliz-. ¿Qué haces aquí?
- Oh, nada, de hecho -desvío la mirada un poco-. Quise perderme un día. ¿Y tú?
- Nada -responde un tanto nervioso-. Vine a buscar un regalo.
- ¿Alguien cumple años?
La gente pasa por un costado nuestro, de allá para acá, y viceversa. Hay mucho movimiento en esta ciudad, lo que me hace desear estar en un lugar más calmado.
- No, no -dice entre risas-. Es para Rapunzel.
- Ah, vaya -suelto un suspiro de alivio.
- ¿Adónde irás ahora? -pregunta, amable.
- A la casa -miro al cielo, y veo lo despejado que está.
- ¿Te irás caminando?
Tengo la opción de caminar, o correr. Pero, por cómo lo dice, pareciera que se está ofreciendo a llevarme.
Y la verdad que no quiero caminar.
- Eso creo.
- ¿Quieres que te lleve? -sonríe de una manera tierna-. Voy para allá de todos modos.
- Claro. Gracias.
Caminamos un par de cuadras y llegamos al estacionamiento donde guardó su auto nuevo, que se lo acaban de reponer. Parece contento, aunque un poco culpable; pero no debería sentirse así. Después de todo la aseguranza prometió reponer el auto.
- ¿Soy yo el está muy solitario aquí? -pregunta.
- No. Sí está solo.
El camino está medio abandonado. Pero, eso no le quita la iluminación, u otras casas en el camino. Solo que no hay mucha gente y movimiento desde hace rato, y estoy comenzando a ponerme tensa.
- Lo bueno es que ya casi llegamos a—
- ¡¡Eugene, cuidado!! -grito.
Una sombra sale corriendo y se estrella contra el auto. Lo que sea que haya sido, sale volando y se estampa en el pavimento. Creo que ha abollado el cofre.
- ¿Pero q—
Me palpita el corazón a mil, y lo siento en la garganta. Estoy asustada. Y Eugene también. Me toma al menos 3 segundos volver a la realidad y percatarme de que acabamos de atropeyar a alguien.
- Dios...
Ambos salimos disparados y nos bajamos del auto a toda prisa. Las luces hacen que el cuerpo se vea muy luminoso y eso me encandila un poco. Es un muchacho. Está tirado, y tiene un poco de sangre en el cuerpo. Arañazos y moretones también.
Tiene una playera negra medió rasgada.
- Carajo... -me agacho y le checo el corazón, pero al no escuchar nada, presiono mi oído contra su pecho-. Por favor...
Me vuelvo a Eugene y veo en sus ojos el miedo. ¿Qué? Este tipo nos va a matar cuando despierte.
- Su pulso est—
El sujeto me toma del brazo con fuerza y se endereza apenas un poco. Abre los ojos con fuerza y me mira, más que con dolor, con miedo. Son verdes.
- ¡Mérida...! ¡Hipo!
Grita, y vuelve a caer desmayado.
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