Conductora
Hipo
Su respuesta me toma por sorpresa, y me sorprendo, ruborizándome.
- ¿A m-mi casa...? -pregunto nervioso. Es la primera vez que alguien me dice algo así. Ni si quiera Astrid ha entrado a mi "casa".
- Sí -dice, con un hilo de voz. Está más roja que yo-. No quiero volver a mi casa por ahora.
Veo que le tiembla un poco el labio, y no quiero que llore más. Me la pienso súper rápido dos veces: por un lado la ayudaré a dormir tranquila y sin que nadie la moleste. Por otro lado, solo hay una cama, y es individual, y se vería extraño una chica en los dormitorios de los chicos... Pero...
Mérida vale la pena.
- Está bien -le digo-. Vámonos.
Asiente, sin desviar la mirada del suelo y camina junto a mí.
- Iremos por mi motocicleta -le digo-. No te llevaré caminando hasta allá.
Caminamos un par de cuadras. Pronto darán las 9 de la noche, según mi reloj. Me quedo mirándolo unos segundos, y río por lo bajo.
- ¿Qué pasa? -pregunta.
- Oh, no es nada -respondo con una sonrisa-. Es solo que... Chimuelo se alegrará de verte.
Sonríe y asiente para sí misma. Cuando llegamos a la casa de Brutacio, camino al garaje y le pido a Mérida que espere en la puerta de entrada. Con mis manos, levanto de un jalón la puerta del garaje, y escucho ruidos desde el interior de la casa.
- ¡Brutacio! -abro la puerta que conduce al interior de la casa y veo que esta todo oscuro y luces de colores parpadean-. ¡Me llevaré mi moto!
El ruido del videojuego está tan fuerte que apenas me ha escuchado. Esos tontos... Son asombrosos hermanos y amigos. Vuelvo a cerrar la puerta y quito la funda de la moto.
- Por ahora no tengo los cascos -le digo a Mérida, sacando la moto-. Espero que no te moleste.
- ¡Caramba, Hipo! -dice acariciando la motocicleta suavemente-. ¡Es asombrosa!
- Sí -respondo, encogiéndome de hombros.
- Cuando dijiste Motocicleta creí que sería como la de repartidores de pizza -lanzamos una risa al unísono-. No sabía que tenías tan buenos gustos.
La mira con asombro y emoción, como a un juguete nuevo en exhibición. Escudriña cada detalle, y la toca con muchísimo cuidado. Ja, como si algo pudiera pasarle a la moto con caricias como las de Mérida.
- ¿Puedo conducir yo? -pregunta emocionada.
- ¿Sabes? -pregunto sorprendido.
- Un poco -dice sin pena-. ¿Entonces?
- Bien -respondo-. Pero si algo le pasa, me pagarás los daños más impuestos.
- ¡Ja! No le pasará nada.
Le doy la llave, y mientras se sienta y se acomoda, yo bajo las puertas del garaje. Cuando me vuelvo, la veo jugando con el acelerador y el freno. Mueve su pie izquierdo en el pedal correspondiente tal como se debe hacerlo, y por un momento siento que Mérida en serio sabe lo que hace.
- Puedes comenzar despacio si quieres -le digo, mientras me subo detrás de ella.
Apenas termino de acomodarme, suelta el freno y arranca a toda velocidad, haciendo que mi cabello se despeine con el aire frío. Me sujeto de lo primero que puedo; su hombro y su cintura. Es tan pequeña que con mi brazo puedo rodearla.
Lanza una carcajada y le acelera todavía más. Su trenza está aplastada por mi pecho, y entonces me percato de que ambos estamos demasiado juntos. Pero no puedo separarme; vamos muy rápido y no puedo moverme.
- ¿En serio creíste que no podía? -grita.
No sé si reír o gritar. Mis pulmones quieren dejar salir el aire que tienen adentro de una manera u otra, y al final me decido por ambas, dejando salir gritos en forma de risas.
Acelera todavía más, y me obligo a aferrarme bien a ella y de su diminuta cintura. Pasamos la entrada del campus, y me preocupo.
- Por aquí no es el camino -le digo.
- Ya sé -responde sin mirarme-. Quiero mostrarte algo.
Acelera ligeramente más. Siento el aire frío en mi cara, ondeando mi cabello con fuerza, aturdiendo mis oídos con su rara y bella sinfonía. Creo saber a donde va, pero entonces toma otro camino y me rindo en adivinar qué trama.
Pero me asusto un poco, pues me ha traído por una calle oscura y sin casas a los lados. ¿Salimos de la cuidad?
Tengo mi cabeza recargada en su espalda, así que cuando intento mirar atrás para ver la ciudad, da un fuerte acelerón que hace que me aferre a ella de la nada.
- ¡Hey! -dice-. ¡No mires atrás! O se perderá la magia. Cierra los ojos.
- ¿Qué? -exclamo-. No.
- Hazlo -ríe-. Confía en mí.
- Está bien. Pero si intentas perdernos me daré cuenta.
- ¡Ja, ja! -ríe-. Claro, claro. Solo no habrás los ojos, o me daré cuenta.
Cierro los ojos suavemente y me concentro. Huelo el perfume de Mérida a través de la tela de su playera, y por un precioso momento, puedo escuchar sus latidos. No sabría cómo describir esta sensación, pero, el saber que su corazón late... Es algo verdaderamente precioso para mí.
De la nada, da un fuerte acelerón, que me hace aferrarme a ella más, y a sin querer apretar su estómago. Cierro los ojos con fuerza cada vez que hace esto. Ríe, y me percato de que lo hace para que no los abra.
El camino sigue y sigue durante un par de minutos más, y de ves en cuando sube y baja la velocidad. Esta chica sabe enfermería, sabe inventar, sabe de estructuras, sabe de máquinas y motocicletas, sabe arquería, sabe sobre mascotas, sabe de la vida... Y sabe cómo enamorar a un chico como yo.
¿Habrá algo que no pueda hacer?
*****
Cuando Mérida baja la velocidad y apaga la moto, me doy cuenta de que estaba tenso, ya que cuando baja un pie, relajo todo mi cuerpo hasta que me quedo cómodo.
- Fue buen viaje -dice.
- ¿Lo que se escucha son árboles? -pregunto al notar el sonido de las hojas siendo ondeadas por el aire.
- Sí. Detrás y a un lado de ti hay bosque puro.
No me vuelvo por miedo a encontrarme un par de ojos rojos en la oscuridad, así me concentro en el frente, pero no veo nada, mas que la luz de la motocicleta iluminado una casa vieja. Me sobresalto un poco.
- N-no me digas que entraremos -le digo nervioso.
Lanza una risa y niega con la cabeza, pero con una seña me pide que la siga. Caminamos por un costado de la casa hasta llegar a una de las paredes que tienen una escalera que lleva a la azotea de la casa.
- Eso está demasiado alto -le digo.
- No esta tan mal -dice, y comienza a subir-. Vamos.
Sube con tanta agilidad que seguirle el paso me cuesta un poco. Pero por alguna razón estoy emocionado por que lo que me espera allá arriba.
Miro abajo y siento que algo nos mira desde la negrura del bosque, así que comienzo a subir a toda velocidad, con el corazón a mil.
Cuando logro subir, Mérida me ofrece una mano y la tomo con gusto. Sentir su piel suave me produce una sensación demasiado agradable y relajante. Con sus fuerzas me da un jalón y me ayuda a subir. Me impulso con mi pierna derecha, y ambos terminamos más cerca que lo que creíamos. Siento su aliento en mi barbilla, pero se aleja rápidamente.
- Mira -dice, mirando al frente.
Cuando volteo, mis ojos no pueden creerlo. Comparando esta vista con la de la banca en la noche del festival, aquella no es nada. Ni si quiera la de la montaña rusa. Ambas fueron preciosas, pero esta... Es magníficamente hermosa.
Luces de colores, globos de robots en el cielo, el puente iluminado, rascacielos tocando el cielo, calles y avenidas iluminadas, el océano brillando por las ciudades de enfrente... Quisiera quedarme aquí para siempre. Junto a Mérida.
De repente siento su brazo junto al mío, al igual que su cuerpo. Y de la nada, recarga su cabeza en mi hombro.
Y la ganas de besarla regresan a mí.
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