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Conclusiones

Mérida

Me levanto temprano para salir a correr. Hoy el día amaneció despejado y puedo ver que hará mucho calor; el aire se siente húmedo y ligeramente pesado. Hoy veré a Robert afuera del hotel Gold Palace: lo he invitado a desayunar. Además, los miércoles son días de donas frescas y recién hechas, y quiero aprovechar antes de que se agoten.

Corro cerca de media hora, y me encuentro con que Robert trae puesto una especie de suéter marrón, con un peinado poco arreglado que lo hace ver bien. ¿Robert? ¿Con suéter?

- Buenos días -saluda amable.

- Buenos días -respondo.

Entramos al restaurante y nos sentamos en una mesa disponible. Estamos cerca de una ventana, y el lugar está más o menos lleno. Comenzamos a charlar sobre la nueva vida que Robert desea llevar, ahora que está libre de todo.

- ¿Desean ordenar algo? -pregunta la mesera.

- Yo un café, por favor -pido-. Y unos hotcakes.

La mesera anota la orden en una libretita, y me percato por el rabillo de mi ojo que comienza a hacer sombra. Espero con toda el alma que no llueva.

- Yo quiero un omelette con pan francés, por favor -dice Robert.

Da media vuelta y se va. Por lo que resta del desayuno, charlamos sobre los proyectos que tengo y las nuevas ideas que tiene Robert acerca de muchas cosas. Sigue siendo el mismo chico tímido y callado, solo que con la mente un poco más abierta, y sonríe de vez en cuando. Tiene bonitos dientes.

- Pronto abrirán periodo de becas -le digo-. Puedo ayudarte a buscar alguna si quieres. La que mejor te convenga.

- ¿Y cómo sabré eso? -parece confundido.

- Hay gente que puede ayudarte en eso -respondo-. Te ayudarán a encontrar lo que más te convenga dependiendo de tus necesidades.

El desayuno sabe bien, dulce y rico. Y el café está perfecto. La zona donde vivíamos ha sido altamente protegida por todos los vecinos de ahí, y tuvimos que dar una pequeña aportación para el costo de seguridad externa. La interna va por parte de otras personas.

Nosotras regresaremos pronto, pero los chicos, todavía no sabemos con precisión cuándo. Terminando de comer, pedimos la cuenta, paga él y nos vamos a caminar por las calles de ahí. Tengo ganas de seguir corriendo un rato.

- ¿En qué piensas? -pregunta al cabo de un rato-. Te quedaste callada de repente.

- Lo siento -me cruzo de brazos-. Recordaba algo.

- ¿Está todo bien?

El sol está brillando, las aves cantando y los semáforos funcionando. He de suponer que sí.

- Sí...

Llegamos a un edificio alto con grandes y anchas columnas de piedra clara. Me detengo frente a las escaleras.

- ¿Qué hacemos aquí? -le pregunto.

- Venir por libros -responde-. ¿Es que nunca habías venido a una biblioteca?

- No es eso.

Es que, no sabía que te gustaba leer. O, los libros si quiera. Entramos al edificio y por alguna extraña razón, volteo hacia atrás. El aire me pega de manera suave en el rostro, y es frío, como con un toque ligero de brisa del mar. Es agradable.

Abro los ojos y veo a Hipo del otro lado de la calle, junto con Jack, sosteniendo unos libros marrones en las manos. Y vienen directo hacia acá.

Doy media vuelta y meto a Robert a empujones.

- ¿Qué pasa? -pregunta nervioso-. ¿Qué haces?

- Métete -le empujo de la espalda mientras entramos-. No digas nada. Y no hagas ruido.

******

Nos escondemos en un área del tercer piso, donde tenemos visibilidad a casi toda la entrada. Subimos las escaleras a una velocidad sorprendente, lo cual, incluso para mí, me sorprende.

- ¿Qué te pasa? -susurra Robert, un poco molesto.

- Lo siento -le digo.

- ¿Qué fue eso?

Me asomo por detrás de un librero. Nada. Somos los únicos locos en esta parte de acá arriba.

- Vi a alguien.

- ¿Quién? -se alarma, por lo que corrijo mi respuesta al instante.

- Un... Conocido mío.

Suelta una especie de suspiro y se deja caer en un librero, para terminar de espaldas contra los libros. Se resbala hasta terminar sentado en el suelo.

- No hagas eso -me pide, riendo un poco.

- Perdón.

Me asomo nuevamente. Maldita sea: Hipo, hoy, aquí, justo aquí, a la misma maldita hora que yo. ¿Por qué a mí? ¡¿Por qué a mí?! Ese maldito... Después de todo lo que me hizo, después de lo que hace y lo que hará. ¿Por qué tenía que verlo hoy? Todo iba tan bien... Ya estaba comenzado a olvidar cómo era su cabello, y, él, en sí...

- ¿Mérida?

Hipo no debió haberle prometido nada a mi padre. No era necesario... Lo que pueda pasarme ya es asunto mío y solo mío, de nadie más. Hipo... ¡Ese bastardo! ¡Agh! ¡Él no tenía que prometer nada! ¡Él....! Él sólo debía... Ser feliz junto a mí y a su familia. Nada más...

Pero no.

- Mérida -siento un sacudido de hombros. Robert me vuelve a la realidad-. Hey, ¿estás bien?

Parpadeo varias veces para eliminar año que me estorba en los ojos. Las lágrimas ya me habían comenzado a brotar.

- Lo lamento -respiro varias veces para calmarme-. Yo no...

Me ayuda a levantarme, y me percato de que ya no es el niño pequeño que conocí apenas un par de meses atrás. Ha cambiado un poco, e incluso creció apenas unos centímetros, pero sigue siendo más bajo que yo. Por apenas nada.

- Yo... -comienzo a llorar sin darme cuenta. Hay, no puede ser.

Cubro mi rostro con mis manos e intento calmarme a toda costa, pero no lo logro. Maldición, Robert, da media vuelta y lárgate. No me veas. ¡Vete! ¡No quiero que me veas así!

- Mérida...

Me abraza antes de que pueda pensar en algo. O hacer algo. Y es un abrazo lindo, que me gusta, y quisiera que durara por siempre. Aún así, me suelto a llorar en silencio.

Hipo... Él... Yo...

Yo no...

Yo no debí haberme enojado con él desde un principio. Él no tenía la culpa, debí haberlo ayudado y apoyado cuando pasó ese incidente. Pero yo quería estar enojada con él, y me olvidé de todo. No acepté bien nuestro último beso porque estaba molesta.

Lo arruiné todo.

Ahora él sufre, y también yo. Yo... No debí haberme enamorado de él... No...

No debí haberlo conocido.

Hubiera sido mejor y más fácil para todos, incluyendo a él y a mí. Si no lo hubiera conocido esa noche, ambos seguiríamos siendo amigos, yendo a la escuela, teniendo vidas normales, y no estando como ahora.

Nunca debí haber salido esa noche al parque. ¡No debí!

Ojalá nunca lo hubiera hecho.

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