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Catástrofe

Rapunzel

Dos semanas, y las autoridades no han encontrado nada. De hecho, cuatro días después del ataque, la cuidad estuvo tranquila y en orden. Ya no pasó nada, desbloquearon todo lo que habían tomado y prácticamente se esfumaron como humo soplado por el aire. Aún así, no tenemos permiso de salir, o al menos, no muy lejos.

Honey está ansiosa por ver a Tadashi, y a mí me preocupa Mérida. Me enteré de que su padre está aquí, él y unos amigos que lo acompañan.

Nuestros padres han intentado venir por tierra y mar, pero les pedimos que no vinieran hasta que todo quedase arreglado. No queríamos ponerlos en riesgo, o en un zona de peligro; con nosotros ya es suficiente.

- ¿Alguien no está cansado ya? -pregunta Anna.

- No seas descortés -regaña Elsa-. Fred ha sido muy amable en ofrecernos hospedaje.

- Nah -dice éste, despreocupado-. Mis padres nunca están así que no hay problema.

- ¿Cuándo podremos salir? ¿Al menos al jardín? -indaga Gogo-. Necesitamos luz de sol, aire, cosas como esas.

- Lamento informar que eso seria arriesgado -dice el mayordomo, entregándole un vaso de agua a Eugene-. Puede que las cosas se hayan calmado, pero, no tenemos información o permiso para salir.

- Pero...

- No -interrumpe Eugene, serio-. Tiene razón. No tenemos permiso todavía. Somos grandes, sabemos qué hacer.

Nos volvemos a él, un poco sorprendidos. Parece, más que molesto, serio, y no sé bien por qué. Quizá también le molesta la idea de tener que esperar aquí hasta que nos liberen. Probablemente él también se siente como un rehén aquí.

Un mensaje me llega al teléfono, y lo leo discretamente.

Rapunzel, tengo algo importante que decirte. Nadie puede saberlo. Hipo me lo ha pedido.
Estoy en la parte trasera de la casa.
Jack.

¿Por qué Jack me mandaría un mensaje como este? ¿Decirme algo importante? Bueno, si Hipo se lo ha pedido entonces debe serlo. ¿Será que todo se ha solucionado ya? ¿O que ha empeorado todavía más...?

Sin que se den cuenta,  salgo de la habitación. No hay nadie en los pasillos, por lo que me apresuro a bajar las escaleras y cruzar las largas habitaciones restantes. Salgo por la cocina, y me encuentro con el jardín amplio y grande.

El cielo acaba de oscurecerse, y por alguna razón no veo a Jack. No hay nadie, y los sonidos de los pajarillos se escuchan a lo lejos, como distantes.

- ¡Rapunzel! -susurra-. ¡Estoy acá!

Veo que alza una mano por detrás de unos arbustos, saludándome. Trae puesta la sudadera azul.

- ¿Jack?

Camino a él, y veo que está de espaldas contra mí. Tiene la capucha puesta, y cuando se levanta, veo lo alto que es. Este... Este no—

- !Hmmm! -comienzo a gritar cuando una mano me tapa la boca y me sostiene los brazos con fuerza.

¿Qué es esto? ¿Quienes....?

Intento forcejear pero no puedo. Me tienen muy bien agarrada. El sujeto da media vuelta y se quita la sudadera. Es alto y tiene una cicatriz en la cara.

Saca un radio pequeño de su pantalón y  aprieta un botón.

- Tenemos a la chica. Regresando a la base.

Le hace un gesto al chico y éste comienza a jalarme hacia una dirección. No, no. ¡Esperen! ¡Déjenme en paz!

En eso, un golpe frío y duro me golpea en la nuca y pierdo la conciencia.

*****

- Rapunzel.

¿Qué...?

- ¡Rapunzel!

¿Dónde estoy? ¿Qué es esto?
¿Ya estoy muerta?

Despierto de golpe con un dolor muy fuerte de cabeza, manos y tobillos.

- ¡Despierta!

Abro los ojos y veo a Jack frente a mí, sentado y atado en una silla de madera. Tiene los ojos rojos y las muñecas atadas, la cara sucia al igual que el cabello y la ropa.

- ¿Estás bien? -pregunta, un poco alto. Lo tengo como a cuatro metros-. ¿Te duele algo?

- No... -miro a mi alrededor; está sucio y en ruinas, como abandonado-. ¿Qué es este lugar?

- No lo sé.

- ¿Qué...?

Intento moverme, y me percato de que, al igual que Jack, me tienen amarrada y no puedo moverme. Entro en pánico.

- Cálmate -me dice.

¿Calmarme? ¿En un momento como este? Van a venir a matarnos, moriré, mi padres estarán decepcionados, no terminaré mis estudio y proyectos, Eugene se quedará solo, dejaré un vacío. ¿Y quiere que me calme?

- ¡Rapunzel!

Lo miro a los ojos, y me encuentro con los círculos perfectamente azules que me encantan. Me da una pequeña satisfacción y calma verlos.

- Relájate -me dice, inclinándose a mí-. Mírame. Vas a estar bien.

Cierro los ojos y me calmo. Ya no quiero ver los suyos... No por ahora.

- Estaremos bien...

Escudriño el lugar; es como una bodega súper pequeña, a medio derrumbar, abandonada y vieja. Hay más sillas, todas colocadas a más o menos cuatro metros de distancia, formando una especie de círculo medio cuadrado. No. Más bien un Pentágono.

Son cinco sillas. Y en ellas estamos Jack y yo. ¿Quién sigue?

*****

Nos han tenido aquí tres días, y no hemos sabido nada de nadie. Dos veces al día vienen a darnos de comer un vaso de agua y un poco de sopa medio insípida.

Jack y yo nos desesperamos por muchas cosas, como estar sentados por ejemplo, así que para entretenernos, halamos un poco. No han llenado ninguna otra silla, y espero que así siga.

- ¿Recuerdas la vez que fuimos al mirador? -pregunta.

- Sí... Hacía mucho aire.

- Hipo casi se cae -sonríe-. Y el perro lo mordió en el trasero.

- Sí -río al recordar la escena.

- Oh, y la vez que casi intoxico a todos -comienza a reír un poco más-, con la ensalada de verduras silvestres.

Río con un poco más de ganas.

- Esas cosas no eran jitomates -digo, y río con más ganas.

Nos quedamos unos momentos así, riendo y divirtiéndonos. Solo, recordando. Pero en eso, pocos segundos después, se escucha que abren la puerta. Es el mismo sujeto que tenía la sudadera de Jack, con la cicatriz en la cara. Camina a nosotros con una sonrisa en los labios, complacido.

- Espero que su estancia con nosotros no sea incómoda -dice, pero Jack y yo no tenemos intención ese contestarle-. ¿Necesitan algo?

Nos mira y estudia el rostro. Por alguna razón, le divierte vernos aquí, le gusta y lo disfruta. Jack lo mira como si fuera una insignificante mosca.

- ¿No? -insiste-. ¿No les gustaría una nueva compañía? Ha de ser horrible conversar siempre con la misma persona.

- No tanto -responde Jack serio.

- Bueno... -sonríe todavía más y camina a mí, con pasos ligeros. Me entra un pánico terriblemente fuerte.

Levanta una mano de manera lenta, y veo que la va a acercar en mi cara, así que retrocedo lo más que puedo. Comienzo a llorar sin hacer ruido alguno, y lo hago con más ganas conforme su mano sucia se acerca a mi rostro.

- ¡Déjala! -grita Jack enojado.

El sujeto retrocede en corto, mirándolo con unos ojos extraños, como desesperado.

- ¿Qué?

- No la toques.

Lo miro; estaba asustado por mí, por lo que fuera a hacerme. Pero ahora está asustado por él, aunque no lo demuestre. Comienzo a respirar suavemente mientras intento calmarme, y veo cómo le suelta un golpe seco en la mejilla.

- ¡Jack! -grito con ganas, intentando ponerme en pie, pero no lo logro.

- ¡Escúchenme! -grita fuerte, para nosotros dos-. Vamos a ganar esto. Nadie nos podrá detener. Ni si quiera la marina entera.

Nos mira como dos bichos insignificantes, limpiándose el sudor de la frente. Concentra su mirada en la puerta y vemos cómo ésta es empujada con brusquedad y entran dos sujetos; uno agarra fuertemente a una chica, y ésta tiene la cabeza tapada con un costal de tela negro. La sienta en una silla y la atan con fuerza.

La pobre tiene rasguños en todas partes, y sangre en varias partes de las piernas y brazos. Cuando el tipo de la cicatriz le quita la bolsa a la chica, ambos nos quedamos perplejos.

- ¡¡Mérida!! -grita Jack con rabia.

Entonces el sujeto sonríe aún más complacido. ¿Qué clase de horrible pesadilla es esta?

- De ti me acuerdo bien... -le dice, y se acerca a su rostro-. Hola de nuevo, preciosa.

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