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Borrachera

Jack

El sonido del motor de la moto me hace querer ir más rápido. Pero llegamos más rápido de lo que creo. El lugar esta lleno de luces, y emana un delicioso aroma a pizza recién hecha. Desde el segundo piso se pueden apreciar sombras bailando y comiendo, riendo a carcajadas. Pero lo mejor está atrás, en la parte trasera del restaurante donde está el piso de madera y el mar debajo de ti.

En cuanto Hipo estaciona la motocicleta, todas las chicas de alrededor nuestro nos miran y nos dedican largas miradas y comentarios, y por alguna razón, me siento con un enorme ego.

- Vamos -me dice Hipo, guardando el casco en un compartimento especial de la moto-. Tengo ganas de comerme una pizza entera.

Cuando entramos, lo primero que sentimos es la mirada de decenas de chicas sobre nosotros, seguido de una ola de calor proveniente de los hornos, y luego, un aroma extremadamente exquisito de pizza recién fresca.

- ¡Caray! ¡Huele eso! -el ruido de la música apenas me deja escucharlo.

Inhala profundo y luego lo deja escapar en un suspiro. Cuando levanta la mirada, saluda a alguien en el segundo piso. Inconscientemente dirijo la mirada y veo a un sujeto con un chic junto a él idénticos. Creo que son gemelos.

Hipo me pide que lo siga y comenzamos a subir las escaleras de madera. Lo que me gusta de este lugar es que tiene un estilo clásico y rústico.

- ¡Viejo! -dice Hipo cocando las palmas contra el sujeto-. ¡Qué haces aquí!

- Escuché que vendrían preciosuras -dice-. Y Brutilda quería ver a Eret.

- ¡Cállate, tonto! -exclama la chica mientras le da un golpe con el codo.

¿Eret? Ese nombre me suena... Creo que está en un equipo. En eso, la puerta de la entrada se abre con un azotón y todos nos volvemos hacia los sujetos que van entrando; son Hans y sus hermanos junto con el resto del equipo.

- ¡Ahí está Eret! -dice Brutilda mientras corre escaleras abajo.

Entonces lo reconozco. Sí. Fue uno de los primeros en ser eliminado ayer, junto con Hans. Después de ellos, entra Mérida, Elsa y Gogo. Guau. Se ven bien. Todas, pero más Elsa. Resalta un poco más que las demás.

Antes de que Hipo corra hacia ellas, me adelanto; bajo corriendo las escaleras y esquivo a la gente. Cuando me encuentro cerca de Mérida doy un brinco y caigo junto a ella, haciendo que se sobresalte.

- ¡Hola! -me dice con sorpresa-. ¿Qué haces aquí, tonto? Se supone que estarías durmiendo.

- Necesitarán más que sol y agua para hacerme perder una fiesta de pizza -le digo mientras le cuelgo un brazo en el cuello.

La música suena en mis oídos muy fuerte, y por alguna razón quiero bailar al ritmo del beat.

- ¡Demonios! -exclama-. ¡Huele delicioso!

- ¿En serio? -es mi oportunidad de mostrarme galante-. Iré a traerte un pedazo. ¿Hawaiana, no?

- Sabes lo que me gusta -dice guiñándome un ojo y apuntándome con el dedo.

Doy un brinco hacia atrás mezclado con un paso y comienzo mi marcha. Es mi oportunidad. ¡Mi oportunidad de estar con Mérida un rato!

- ¡No olvides la catsup! -me grita.

¿Cómo olvidarla? ¡Si le encanta! Es más, le voy a traer no tres ni cuatro sobrecitos, sino diez. ¡Y un refresco! ¿Deberé pedirme un pedazo yo? No... Yo quiero algo de beber. Me detengo en seco al ver el tamaño de la fila; ¡Aaaaah no puede ser! ¡¡Duraré horas aquí!!

Me formo, y veo a Mérida sentándose en una mesa con un par de amigos de su clase. Hipo sigue arriba; creo que todavía no se percata de la existencia de Mérida en este lugar, y espero que así se quede...

*****

Duré veinte minutos esperando en la fila, y ahora llevo quince esperando mis rebanadas. ¡Ya me duelen las piernas!

En eso, el chico me entrega mi pedazos en unos "platos" hechos con cartón. Le doy las gracias y lleno uno de mis bolsillos con sobres de catsup. Camino hacia la mesa de Mérida rápidamente, esquivando los obstáculos que hay en medio.

- Jack -dice cuando llego-. Te aparté una silla.

Veo cómo quita sus pies de la silla de al lado. ¡Aww! Me apartó un lugar junto a ella...

- ¡Ven, siéntate! -me dice con una sonrisa-. ¡Muero de hambre!

Apenas le dejo la rebanada, comienza a devorarla a pellizcadas. Primero le quita la piña y se la come. Saco de mis bolsillos los miles de sobres, y destapa dos enteros para ponérselos en una parte. Son las 10 de la noche.

Después de una hora, todos los de la mesa cambiamos de charlas a peleas de fuerza. Los primeros en combatir son unos sujetos que jamás los había visto antes. Andrew y Francisco. Estrechan los puños y luego colocan sus codos sobre la mesa. La competencia inicia, y Mérida se ve bastante emocionada. Grita y da ánimos a los concursantes.

- Jack -me dice-. ¿Podrías traerme una cerveza?

- Claro.

No me sorprende. Suponía que lo haría con esta clase de competencias; las mismas que su padre jugaba con sus tíos, y amigos de él en su casa por la noche. O en las cantinas. Y Mérida solía beber de su cerveza.

- Una cerveza -le digo al sujeto de la barra.

- Identificación -pide en tono serio.

Saco de mi bolsillo mi identificación de la escuela y luego se la muestro como diciéndole "¿En serio me hiciste sacar mi identificación?". Cuando volteo a ver a Mérida, la veo hablando y riendo con Hipo a enormes carcajadas. Y éste trae una especie de pastel en la mano. Lo veo todo... Veo cuando Mérida se lo recibe con una sonrisa, cuando le quita la envoltura y cuando toma betún con su dedo y se lo embarra a Hipo en la mejilla. Y veo cómo ambos comparten un mismo sentimiento.

¡No! ¡¡No!! ¡Tan bien que iba todo! Y ahora todo está arruinado. Me enfurezco. Siento un nudo en el estomago y otro en la garganta, tengo ganas de golpear a Hipo en la cara y de tronarme una botella en la cabeza.

- Tome su cerveza -dice el sujeto mientras me la entrega.

¿Pero por qué rompérmela si puedo tomármela? Un tío mío solía decir que el alcohol te hacia olvidar el dolor. Y es lo que más quiero por ahora.

- Tráigame un vaso de vodka -le digo, y de tres tragos, me acabo la cerveza.

Me arde la garganta por unos segundos, pero por alguna razón se siente bien. Miro una última vez a esos idiotas antes de perderme en el alcohol. Siguen siendo, y se dedican miradas que he visto en las películas de romance, donde el chico guapo se queda con la chica.

Donde Hipo se queda con Mérida, y yo me quedo sin nada.

El tipo me acerca un vaso muy pequeño con un liquido transparente. Lo tomo con mi mano, y aprieto mis dientes.

Y de un solo trago, me acabo el vaso...

*****

No sé qué pedo está pasando. Ni si quiera recuerdo cómo terminé aquí, o cómo llegué a la barra. ¡Ja, ja! Lo único que sé es que dejé de contar después del sexto vaso.

- Quiero otra -me cuesta trabajo hablar y entenderme.

- Ya no, señor -me dice el sujeto-. Son políticas del lugar.

- Política mis huevos -respingo dando un golpe en la mesa-. Deme otra que para eso le pagan.

Veo como me sirve otra, y en el interior me alegro, aunque por fuera quiero vomitarlo todo. Cuando estoy a punto de tomar el vaso, una mano delgada y fina me detiene con mucha fuerza.

- ¡Qué pedo! -exclamo con fuerza mientras me vuelvo a ella-. Mérida... Qué sorpresa... ¿Qué haces aquí pelirrojita?

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