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Advertencia

Jack

- ¿Qué pasa? -digo amable.

Me duele la cabeza y un poco el estómago. No me siento muy bien, pero debo fingir que sí.

- ¿Está todo en orden? -pregunta, un poco roja.

Después de levantarnos, subimos por las escaleras que conducen al segundo piso y nos fuimos directamente al mirador. Está en la segunda planta, así que tengo el mar debajo de mí, a más o menos 6 metros. Siento que el estómago se me revuelve.

- Claro que sí -respondo natural-. ¿O a qué te refieres?

- Bueno... -agacha la mirada-. Has estado un poco callado.

- Oh -digo. Lo ha descubierto-. No es nada, en serio.

Pongo mi mano en el barandal de madera, y me quedo callado unos segundos, pensando en Elsa. En que hay un chico en su clase de las 11 que se llama Hans, de que los he visto muy juntos últimamente y que... Probablemente ya no le guste.

- Jack... -dice, poniendo una mano sobre la mía.

Vuelvo mi mirada a su rostro al instante, y dentro de mi pecho siento como si me hubiesen encendido una mecha que prendió algo. Siento la cara roja, y mi corazón a mil por hora.

Me sonríe de manera dulce y tierna mientras me la estrecha suavemente.

- Sabes que puedes decirme lo que sea -da un paso a mí-. Y que siempre estaré ahí para apoyarte. ¿Verdad?

¿Qué me pasa? Hace apenas unos segundos estaba tan apagado... Y ahora me siento tan vivo. ¿Será Rapunzel la respuesta? Pero... Yo amo a Elsa. Y ella a Eugene. ¿Qué pasa entonces?

- Gracias -le digo, amable.

- ¿Entonces? -insiste-. ¿Me dirás?

Suelto una pequeña risa por debajo de mi aliento. Me encanta su persistencia. Pero no puedo decirle lo que pienso... No aún. Primero debo asegurarme de que todo esto que siento hacia Elsa es amor de verdad...

- Pues -comienzo, volteando mi mirada y llevando mi mano a mi cabello-. Extraño a mi hermana. Eso es todo.

Mentir. La palabra que más odio usar.

- Oh -parece que la he convencido-. ¿Entonces eso era?

Asiento con la cabeza. Miro al mar unos instantes, viendo el oleaje y saboreando el olor a masa caliente. Siento su mano en mi hombro.

- Descuida -dice me dice-. Volverás a verla pronto. Más rápido de lo que crees.

¿Por qué siento que algo está mal conmigo? ¿Por qué tengo el presentimiento de que algo va a pasar? Todo esto que siento no es normal. Primero Mérida. Luego Rapunzel, después Elsa...

- Vamos -me dice-. No tardan en llegar las pizzas.

- Yo... -siento un dolor en el estómago-. Me quedaré aquí unos segundos.

- Oh -mete sus manos a los bolsillos-. Muy bien. Te veo abajo.

Asiento y veo como va descendiendo las escaleras a un ritmo suave. Es tan tierna. Me recargo en el barandal de madera y me inclino un poco hacia adelante para relajar mi cuerpo.

Siento el aire silbándome en los oídos. Está todo en tanta calma, que en lo único que quiero concentrarme es en mí y en mi soledad. Aquí arriba se está muy agradable.

- ¿Qué pasa?

Escucho una voz a lo lejos, así que me retiro. No quiero problemas. El silencio me abruma, y el saber que hay más gente aquí arriba me pone un poco incómodo.

- Habrá un segundo ataque -dice alguien-. En la universidad.

Una punzada de nervios me ataca el corazón, haciendo que mi cuerpo se quede helado. ¿Qué acaba de decir? ¿Otro... Ataque? No. No es posible. Todos están en la carcel, y, seria muy poco probable que escapen...

Me acerco con mucho cuidado y silencio para escuchar mejor:

- ¿Cómo lo sabes? -pregunta otra voz.

- El jefe lo dijo -responde el anterior-. Están esperando sus órdenes.

- ¿Les aviso a todos?

Me asomo ligeramente por una pared, y me encuentro con dos sujetos de bigote y barba, con chamarras de cuero y botas de piel. Tienen un cigarrillo en la boca.

- Avísales a todos que se preparen -dice uno-. Esta vez el jefe no piensa irse con las manos vacías...

Hipo. Mierda. Tengo que advertirle antes de que lo reconozcan. Bajo corriendo las escaleras mientras pienso en lo que acaba de pasarme. ¿Será esto obra del destino? ¿Otro ataque? ¿Qué es esto?

Siento mi corazón en la garganta, me tiemblan las piernas y por alguna razón estoy demasiado alterado y paranoico.

- Hipo -le digo, jalándolo de la manga de su playera y conduciéndolo fuera de su lugar.

- ¿Qué pasa? -dice confundido.

- Ven -estoy sudando frío. Siento un escalofrío en todo mi cuerpo.

Entramos al baño y cierro la puerta. Comienzo a explicarle todo...

******

Se me ocurre ir con el hermano de PJ a preguntarle unas cosas. No lo he visto desde el funeral.

El ambiente de la casa se siente pesado, lúgubre, sucio, misterioso, como si un fantasma en pena anduviera rondando por aquí...

¡Hyyyyy! Siento un escalofrío en toda la espalda.

No. No debo pensar en eso. Chris abre la puerta casi dos minutos después de que toco; tiene ropa casual y con unas ojeras apenas notorias. Es más alto que yo... Y mayor que yo.

- Jack -dice, un poco sorprendido por la visita.

- Hola -saludo.

- ¿Cómo estás? -pregunta. Luego reacciona-. Pasa, pasa.

Se hace a un lado y yo lo rodeo. Tiene la casa un poco oscura, limpia, pero sigo notando esa presencia extraña. Siento un nudo en el estómago. Me siento en un sillón.

- ¿Cómo estás? -tiene la voz calmada y apagada.

- Bien, bien.

No convivía mucho con él, pero nos agradamos. Las veces que venía a su casa a hacer algún trabajo, Chris siempre estaba ahí, viéndonos, riéndose con nosotros. Nos hicimos amigos; él sabía que PJ tenía problemas con muchachos, y yo lo defendía. Me respetaba y agradecía por ello.

- ¿Qué te trae por aquí? -pregunta al cabo de unos segundos.

- Quería visitarte -es lo primero que se me ocurre-. Saber cómo estabas.

- Oh -se queda mirando el suelo-. Estoy bien. Sí...

Estar aquí, en esta sala, hace que recuerde el aroma a pizza, el volumen del videojuego, las risas entre los tres, y todo...

Me entran unas ganas de llorar, pero me trago el sentimiento.

- Ya van a ser dos meses -toma una fotografía de la mesita de a lado-. Es difícil...

Aprieta su mano libre y la forma en un puño. Tiene los nudillos blancos.

- Si tan solo... Hubiera estado ahí -dice para sus adentros, con el ceño fruncido-. Él...

- Oye, oye -le digo-, tranquilo.

Parece que comienza a alterarse, a tal grado que los nudillos de su puño ya están blancos, y tiene lágrimas en los ojos...

- ¡Hubiera sido yo! -dice mientras rompe en llanto-. ¡Soy un imbécil bueno para nada!

Me levanto de golpe y le toco el hombro. No hace nada...

- Chris... -no me mira, y no espero que lo haga-, debes ser fuerte. Por él... Por ti. Debes... -no encuentro las palabras adecuadas-. Tu solo...

Levanta la mirada de golpe, y por un momento siento pánico dentro de mí. Tiene el ceño tan fruncido que sus cejas casi se tocan... Me estremezco internamente, pensando por unos segundos en toda la furia que ha de tener dentro, acumulada, lista para salir. Es como cuando el lobo ha recordado al cazador; quiere destruirlo a toda costa...

- Debo matar con mis propias manos al desgraciado -finaliza.

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