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Epilogo: La nueva dama siciliana

19 octubre 2025 / Sicilia, Italia.

Andrew D'angelo

Iba en mi coche a una velocidad no permitida en esta zona, pero ahora no era lo que me importaba. En el carro que venía detrás vienen Adriano y Greta, quienes me siguen el paso.

Puedo divisar el coche que viene siguiéndonos, son Alexander Martin, Alice Brown, Joseph Anderson y Jamie Smith, quienes vienen pisándonos los talones. Acelero perdiéndolos un poco de vista, pero logran alcanzarnos de todas maneras.

Diviso la mansión D'angelo Trembley a un kilómetro de distancia, y me carcomen las ganas de llegar lo antes posible. La llamada de Leah fue repentina, y me encontraba haciendo trabajos de líder.

Luego de nuestra luna de miel ella me pidió que volviera a mi puesto como líder y jefe de la Cosa Nostra, pero con la condición de ella ser la dama de la mafia, y obtener el respeto de toda la nación y el mundo entero. La entiendo, ella tenía poder dentro de la FEMI y lo había perdido todo al aceptar ser mi esposa, pero se ganó el puesto que tiene ahora, que la vuelve mucho más peligrosa que ser la coronel de la milicia inglesa.

Llego a nuestro hogar y bajo rápidamente del coche, siendo seguido por mis hombres, y por los miembros de la organización enemiga; mi mujer me está esperando en una de las habitaciones de la cabaña adjunta a la mansión, en donde nos hemos estado hospedando durante un par de meses.

Llego y la doctora me informa que ya no queda tiempo, que está perdiendo mucha sangre. Tomo la mano de mi esposa, quien grita del dolor, y me sonríe mientras un par de lágrimas salen de sus hermosos ojos.

— Todo va a estar bien, dolcezza, eres más fuerte de lo que cualquiera podría imaginar.

Leah inhalaba y exhalaba sabiendo que esta tarea solamente dependía de ella. Alexander aparece por la habitación y toma la otra mano de mi mujer; inclina su cabeza a modo de saludo y luego le da unas palabras de aliento a quien él ve como una hija.

— ¿En qué momento se complicó todo?

— Desde el inicio estuvo en riesgo, pero ella no se rindió. Dijo que algo así no le podía ganar —es un poco terca, pero ha pasado por tanto que es muy normal que se vea capaz de cualquier cosa. Lo es, en cierta forma— Forza amore, resisti.

Luego de unos intensos minutos se escuchó el llanto de la pequeña criatura que estuvo creciendo por nueve meses de salir del vientre de mi esposa; mis ojos se llenaron de lágrimas cuando vi sus pequeñas manitos, y su piel tan delicada. Venía cubierta en la sangre que su madre ha estado perdiendo por el parto tan complejo que ha tenido.

La doctora hace el amague de entregarme al bebé, pero con una sola mirada de desaprobación cambia el rumbo de sus brazos y se lo entrega a la mujer de cabello rubio que lloraba de la emoción. Besa la cabecita de nuestro pequeño ser humano y me mira con la sonrisa más resplandeciente que podría haber visto jamás.

— Ya está aquí.

— Si, amore, lo has logrado.

Sus ojos se cierran levemente y veo como su piel está cada vez más pálida. Una enfermera toma al bebé mientras que yo no puedo dejar de gritar el nombre de la mujer a la que amo, a quien veo desfallecer poco a poco.

— ¡Haga algo ya! —ordeno a la doctora, quien se apresura a poner a salvo a mi amada y bella esposa, a quien no pienso perder justo ahora.

Alexander apresura a la doctora, tan desesperado como yo, negándose a dejar ir a Leah. Alice se abraza a su novio, el coronel Anderson, y Jamie toma al pequeño ser humano que le entrega la enfermera ya con su ropa. El moreno me mira y asiento con la cabeza para que sepa que prefiero que él tenga al bebé mientras que yo me encargo de mi mujer.

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Leah Trembley

Si el hecho de que te entierren un arma con filo, o que te llegue una bala en cualquier parte del cuerpo es doloroso, imagínense dar a luz. Es un dolor que nunca había imaginado, y no entiendo cómo es que las mujeres siguen teniendo más hijos luego de vivir una experiencia así de dolorosa.

Entiendo que mi embarazo era de alto riesgo, y que mi parto sería doloroso, pero nunca pensé que fuera tanto. Pensé que había vivido el dolor más grande hasta ahora. Nadie te prepara para esto.

Me despierto luego de haber estado anestesiada por un par de horas, y mi último recuerdo es de un bello rostro angelical, y la sonrisa del amor de mi vida. Intento moverme, pero el intento me hace quejarme, el dolor es infernal.

Una enfermera se acerca a mí y me ofrece un líquido tibio, que bebo con una pajita. Siento que vuelvo a la vida cuando veo a mi esposo acercándose a mí con el bebé.

Me gusta mucho como se ven juntos los dos amores de mi vida. Fueron nueve meses bastante difíciles, en donde tuve que venir a vivir en esta pequeña cabaña para que la enfermera pudieses estar al tanto de mi estado en todo momento. Aun así, disfruté mucho de mi embarazo, salía a caminar, estuve recostada en el césped, iba a cenar a restaurantes de lujo con Andrew; tuve la oportunidad de hacer parte del proceso a mi familia. Todo siempre con supervisión de la enfermera y la doctora, quien me daba la facilidad de poder tener un descanso de las maquinas, los medicamentos, y todo lo que tuve que hacer desde los cuatro meses de mi embarazo.

Estuve esperando a este ser humano con mucho dolor y alegría, y por fin puedo tenerla entre mis brazos.

— Te amamos, Leah Trembley de D'angelo.

Si, decidí poner el apellido de mi esposo después del mío, porque siempre seré una Trembley, y quiero que la gente le tema tanto a mi apellido como lo hacen con el de mi esposo.

— Los amo, mis tesoros.

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Han pasado cinco meses desde que nació la personita más importante de mi mundo, a quien defiendo tal como una depredadora cuidando de sus cachorritos. Nadie le toca, nadie le mira, nadie respira cerca de mi bebé sin mí consentimiento.

Mi hermana ha estado acompañándome en este proceso. Cuando vio que se quedaba sola en Londres me llamó para saber si había algún problema en que ella viviera en Italia, y por supuesto que no lo había; le ofrecí alojamiento en la mansión, pero ella prefirió una cabaña cerca de la playa que le encantaba. No quería depender de nosotros, pero aceptó el hogar que le ofrecía Andrew sin ninguna pizca de reproche.

La linda rubia viste al pequeño ser humano que tiene enfrente, con tanta delicadeza, como si pudiese romperse si ejerciera un poco más de fuerza.

Hoy presentaremos a nuestro bollito de amor ante nuestros seguidores, a los leales y fieles discípulos del capo di tutti capi. Hoy será un día para celebrar, para gozar de la nueva generación D'angelo Trembley.

— Gracias a todos los que se hicieron presentes aquí hoy...

Andrew comenzaba con su discurso mientras que yo y mi bebé nos terminábamos de alistar.

— Me siento muy orgullosa de ser tu hermana —comenta Jane de la nada—. Es un privilegio poder compartir sangre con una de las mujeres más fuertes que he conocido jamás.

— Gracias, hermanita. Que sepas que también estoy muy feliz de que la vida nos haya unido como hermanas, y de que mi peque tenga la dicha de que seas su tía.

Nos abrazamos por unos minutos, un abrazo que pareció haber querido darme toda la vida. La amo con el alma, me siento muy feliz de que pueda estar aquí, cerquita mío.

— Dejo ante ustedes a la mujer que amo, mi esposa Leah Trembley.

Los aplausos no se hacen esperar, y es que, aunque aún hay personas que me odian por haber dado muerte al segundo al mando de esta gran organización, también hay personas que se sienten afortunadas por el hecho de que al fin haya una mujer decidida, fuerte y poderosa al mando.

— Gracias a todos. Estamos muy felices de que puedan ser parte de este maravilloso día, en el que por fin revelaremos el sexo y nombre de este hermosísimo bebé.

Nos miramos con mi esposo, le entrego a nuestro bebé y le alza como en la película del Rey León cuando presentan a Simba.

— Ella es Atenea D'angelo Trembley, la nueva dama siciliana.

Entre gritos de alegría, aplausos y festejo, nuestra pequeña princesa fue recibida en el mundo que gobernaría algún día. Sola, o con quien decida hacer su compañero.

Lo único que sé ahora, y lo único que me importa, es que esta pequeña será imparable.

La entrenaré para que sea incluso mejor que yo y su padre juntos.

Il mio piccolo predatore... 

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