Capítulo 1: Soberbia
Londres, Inglaterra.
Octubre, 2023
El General Alexander Martin mostraba en la pantalla de la sala de reuniones el rostro del peligroso mafioso y proxeneta Matteo D'angelo, quien a sus veintisiete años de edad es uno de los miembros más peligrosos de la mafia italiana.
En la sala estamos tan solo tres personas, el General Martin, el coronel Nickolas, y yo, capitana Leah Trembley. Con tan solo veintiséis años me he vuelto una de las capitanas más jóvenes de la FEMI, sufrí lo que nadie se imagina para tener el puesto que tengo hoy en día, pero muchos desvalorizan mi esfuerzo por el hecho de ser novia del coronel.
El joven italiano, de belleza que solo un hombre de su patria puede tener, ha hecho barbaridades imperdonables, tanto para el mundo en general, como para mí, que aborrezco con la vida a los mafiosos. Tan bello por fuera y tan podrido por dentro, así son los integrantes de la familia D'angelo, todos de belleza singular, elegantes por naturaleza.
— Busquen a sus mejores soldados, confío en ustedes y sé que no me fallarán.
— A su orden, mi general. —dijimos al unísono.
Salimos de la sala con nuestros más fieles compañeros y soldados en mente. Nickolas iría a buscar a su mejor amigo y compañero, el capitán Joseph Anderson. Aquel hombre no es alguien con quien simpatice mucho, ha despreciado muchas veces mi trabajo, y cree fielmente que las mujeres no estamos hechas para este ambiente tan violento, pero no puedo negar que es uno de los mejores soldados de la central, y que lo necesitamos.
Por mi parte, estoy segura de lo que es relevante en esta misión, y por ello voy donde mis amigos y compañeros de batalla, a quienes yo misma he entrenado junto al capitán Anderson, y conozco su potencial. Los tenientes Jamie Smith y Alice Brown, no solo son buenas y alegres personas, sino que también son fieles, fuertes y los mejores en su trabajo.
Me encuentro con la teniente en su oficina, una bella chica de veinticinco años, con hermosas pecas en su rostro; su cabello es negro, y sus ojos son de un divino color miel. Mi mejor amiga me abraza apenas cierro la puerta de la oficina de tenientes, sabe que por reglamento no puede tener muestras de afecto con ningún compañero, mucho menos con un superior. Le comento la situación, y que la necesito para esta misión; Brown es la mejor en vigilancia y uso de armas, puede darle un lápiz y ella sabrá como utilizarlo a su favor contra un hombre armado.
Por eso es que la escojo a ella como mi primera opción en cada misión que tengo, y es por eso que es mi mejor amiga, ya que somos las mejores en esta base militar, aunque nuestros compañeros masculinos no lo sepan aceptar.
Ya es tarde, por lo que me dirijo a mi habitación que se encuentra aquí mismo en las instalaciones, un pequeño cuarto que dispone de una cama individual, un ropero en el cual guardamos nuestra tenida de civil y nuestros trajes de combate y ceremonias, y un pequeño baño que contiene una ducha. Miro mi reflejo en el espejo y cepillo mi cabello dorado, me gusta lo que veo, ojos heterocromáticos, uno azul zafiro y el otro verde esmeralda. Labios rellenos, de un hermoso tono rosado; mi piel blanca un poco bronceada.
Mientras hago mi rutina de noche recibo una llamada de mi novio.
— Hola, corazón ¿qué tal te fue con Anderson?
— Hola, vida, todo fue bien, está listo y dispuesto para atrapar a esa basura italiana.
— Eso me alegra, ¿no se molestó porque Martin me escogió a mi como la capitana a cargo de la misión?
— Sabes cómo es, ni siquiera le agrada el hecho de que existan las mujeres en el ámbito militar.
— En serio no entiendo a la gente como él, pero bueno, dejemos este tema de lado, ya me siento agotada de pensar en eso.
— Por supuesto, princesa. Debo dejarte, el general me busca, nos vemos mañana. Te amo mucho, nunca lo olvides.
— También te amo, corazón, nos vemos mañana.
La llamada finalizó y un leve puchero involuntario se posó en mis labios, Nickolas contaba con muy poco tiempo para mí, ya que al ser el coronel de la FEMI tiene bastante más trabajo que hacer, y su tiempo libre lo usa para continuar con el papeleo que no alcanza a terminar en la central. Es algo que odio, cuando solo éramos soldados no estábamos tan distanciados, a pesar de ser el tiempo de preparación, y el más duro para las parejas, ya que los hombres y las mujeres estábamos separados por "mucho tiempo".
A nosotras nos entrenan de igual manera que a los soldados hombres, pero hay trabajos que solo una mujer puede realizar, como el que tenemos ahora mismo; debemos seducir al contrincante y hacer que baje la guardia. Normalmente trabajamos contra muchos criminales masculinos, por lo que nosotras debemos actuar de forma sensual, incluso la dignidad no debe existir en esta área.
Pienso en todo lo que debo hacer en esta misión, y lo que no debería hacer también nubla mi mente. Las ganas de envolver en mis encantos a un miembro de la familia más poderosa de Sicilia, e Italia en general me carcomen los huesos. Hacer que ruegue por mi atención, y que no pueda ignorar mi belleza, pero me comen las ganas de descuartizarlo yo misma en alguna lujosa habitación de hotel pagada por él, mientras que mis compañeros esperan mi orden para entrar y arrestarlo.
Las malas acciones que cometí una vez como novata me invaden la mente, y la sed de sangre criminal satura mis venas. Odio con mi vida a esa gente, y solo hay dos personas que saben mi secreto, y confió en ellos con toda el alma, porque siempre han sido fieles a mí, y nunca me han juzgado, y siempre estarán de mi lado.
La almohada grita mi nombre y el cansancio no me deja tiempo para seguir con mis horribles pensamientos asesinos, fundiéndome en un sueño profundo, donde ni los más impuros sentimientos pueden llenar mi mente.
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El sol apareció en mi ventana, y el sonido de la alarma me avisaba que debía retomar mis responsabilidades como trabajadora de la fuerza especial militar más grande e importante en el mundo entero. Tomo una ducha que me devuelve el alma al cuerpo, y revive las inmensas ganas de comenzar con la cacería de sicilianos.
Ya lista me dirijo a la oficina del coronel para comenzar con los preparativos del primer acercamiento. Antes de entrar me encuentro con el capitán Anderson, quien, sin ninguna pisca de cordialidad, abrió la puerta y la cerró en mi cara.
— Muchas gracias, capitán Anderson. Muy buenos días para usted también. —exclamé con falsa bondad luego de reabrir la puerta y entrar.
El recién nombrado, y todos los allí presentes, me miraron extrañados, y luego volvieron a mirar a nuestro muy querido, y demasiado bello coronel.
— Buen día, capitanes, los estábamos esperando. —me sentí un poco avergonzada al ver que los tenientes y un par de soldados ya estaban en el lugar, muy bien instalados, dejándome en claro que habían llegado varios minutos antes—. Comencemos; Matteo D'angelo estará junto a Andrew, el capo de la Cosa Nostra, en el Mont Parnes, Grecia. Lo que sabemos es que estarán en el país netamente por "diversión", pero creemos que el menor de los hermanos estará en una negociación de trata de blancas en este casino.
Las imágenes pasaban por el proyector, y no puedo evitar quedar embobada con la belleza sin igual del capo de la mafia, era castaño, y sus ojos eran de un hermoso azul zafiro, su rostro estaba cubierto por una barba que lo hacía ver demasiado atractivo, y su elegancia era exquisita.
— Necesito que la teniente Brown distraiga a los mafiosos, mientras... —Nickolas es interrumpido por Alice.
— coronel, lo que menos me gusta en el mundo es negarme a la orden de un superior, pero no tengo experiencia en esa área, y por lo que sabemos, esta misión es demasiado peligrosa y complicada, no me gustaría que todo saliera mal por mi culpa. —mi amiga volteó hasta donde estaba yo y apuntó mi anatomía—. Yo propongo a la capitana Trembley para este trabajo, ya que es la mejor en esto, y nunca ha fallado en sus operaciones.
— Creo que es una buena idea —comencé a opinar yo, salvando el pellejo de mi inexperta amiga—, soy la más indicada para el puesto que se le está dando a la teniente, y siendo una de las personas a cargo creo que lo mejor es que yo me acerque al objetivo.
— Capitana no permitiré que usted realice esta operación ya que la necesito conmigo en la vigilancia principal.
— Repito, coronel, soy la mejor en esto, y mis títulos, medallas, y mi puesto le confirman que esto es así. Quisiera que por favor respete lo que estamos diciéndole, y el hecho de que el general también me puso a cargo de la operación, por lo que mi opinión es de suma importancia. También debe recordar que soy quien entrena a la teniente Brown, y conozco mucho mejor sus habilidades que usted. —sacar las garras de esta forma con un superior es una cosa, hacerlo con tu novio es bastante distinto. Con Klaus sabemos separar la vida personal del trabajo, pero una falta de respeto a mi coronel puede costarme caro, más a aún sabiendo lo molesto que se pone él en estas situaciones—. Se que es el mejor en la planeación de misiones, pero veo que no conoce el historial de sus subordinados, porque no le veo eligiendo a una buena candidata para la operación.
— Muy bien lo dijo usted, capitana, soy el mejor en las planeaciones y por esa misma razón es que el general me ha puesto a mí a cargo de esto, y su opinión, sus títulos y todo lo que usted nos refregó en la cara no me convencerán de cambiar mi opinión respecto a quien debe seducir a nuestros enemigos.
La rabia colapsó en mi mente y simplemente me paré rápidamente de aquel incomodo asiento y golpeé la mesa con mis manos, apoyándome fuertemente para no abalanzarme contra mi novio y darle una buena paliza, que realmente se merece. Nuestros compañeros nos miraban sin saber cómo actuar, o que decir, mientras que el teniente Smith se levantaba y salía de la oficina de nuestro superior.
— No voy a aceptar que vuelva a repetir aquello, coronel. El general nos puso a ambos delante de esta misión, y usted debe respetar su decisión; no porque usted tenga un puesto superior al mío puede creer que no tengo las habilidades para deliberar los puestos de la operación.
Estaba segura de continuar con la discusión hasta que, por aquella puerta doble, aparece el hombre de 48 años, llamado Alexander Martin, junto a mi mejor amigo, el teniente Jamie Smith, un chico de veintisiete años, muy guapo, por cierto; sus ojos son de un hermoso color castaño, al igual que su cabello, su piel es bronceada, y su cuerpo es bastante definido. Cualquiera caería ante sus encantos, y no dudo de que este hombre no pueda ser una buena fuente de celos para cualquier chico con novia.
El general mira con sus brazos cruzados hasta donde me encuentro yo, asintiendo con su cabeza para que tome asiento. Acato su orden sin rechistar, porque muy bien puedo discutir con mi coronel, pero con mi general nunca lo haría.
— teniente Brown, cuente lo que se ha discutido en esta reunión.
— A su orden, mi general. El coronel Donovan ha dado la orden de que, quien habla, fuera la distracción para nuestros enemigos en el casino Mont Parnes, en Grecia; a lo que yo he pedido un relevo porque, como usted muy bien sabe, no soy buena en ese tipo de operaciones, y propuse a la capitana Trembley. El coronel se negó rotundamente, defendiendo su opinión de que yo debería realizar la acción, alegando que la capitana no tiene el derecho de mandar o cambiar lo ordenado por él. Eso, en simples palabras.
— Como su general, decreto que la capitana es la indicada para llevar a cabo la operación, y hasta aquí llega esta discusión, tienen bastante por planear, tanto estratégicamente, como física, y no quiero que fallen.
— Perdone que siga con esto, pero no siento correcto que usted pase a llevar mis ordenes, cuando usted mismo me puso a cargo de la misión D'angelo. —mi novio tuvo la osadía de contrariar al hombre menos comprensivo de la base central de esta fuerza militar, y por lo visto, no se viene nada bueno para él.
— coronel Nickolas, usted ya no estará a cargo de esta operación, y deberá quedarse en Londres por si requerimos de su ayuda en alguna misión más pequeña, porque no tolero las faltas de respeto, y mucho menos voy a aceptar que piense que su orden vale más que la mía. La capitana Leah Trembley queda a cargo de toda la misión, confío en su trabajo, y en su potencial.
Y así como llegó, el hombre de cabello levemente canoso se marchó de aquel asfixiante espacio, dejándonos a todos pasmados por su decisión, y a mi novio hecho furia, mirándome como si quisiera matarme.
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