No pude negarme a tu petición y acabé tomando el bocado de tu mano hasta que la comida del plato desapareció por completo.

Apoyaste el codo en la mesa y descansaste la cabeza sobre tu puño mientras me mirabas sonriente, ignorando al resto del mundo igual que yo.

— Haz cambiado... — susurraste.

No podía negarlo, así que asentí.

— Me gustaría seguir siendo el mismo... — suspiré y me puse de pie, deseando con todo mi corazón apartarme solo contigo hacia aquel lugar donde pasábamos nuestro tiempo juntos — ¿Qué opinas tú?

Comencé a caminar en dirección al lugar que tenía en mente. Tú me seguiste por el pasillo, con las manos metidas en los bolsillos para finalmente tomar la mía y meterla también allí, uniendo nuestras manos dentro.

— Opino que... — esperaste a que me sentara en la gradería de la cancha de fútbol y luego te acostaste usando mis piernas como almohada, tal como lo hacías siempre — cambiar es bueno Hyungwonnie...

Te miré con más detalle en ese momento.

Tus ojos cerrados delataban la confianza y la tranquilidad que sentías conmigo, tu cabello se movía levemente al compás de la brisa fresca y se veía mucho más suave que de costumbre.

— Es fácil para ti decirlo... — susurré con tristeza, llevando mi mano hacia tu cabello, peinandolo con suavidad — yo solo... Tengo miedo de cambiar demasiado y echar todo a perder...

Tus ojos se abrieron ante mis palabras y te levantaste del lugar donde estabas cómodamente acostado, para extender tu mano hacia mi.

— Entonces nunca olvides tu esencia... — tomé tu mano casi por inercia y me sonreíste — es importante volver a recordar aquello que te cambió la vida para siempre.

Te miré a los ojos y quise llorar de nuevo, sin embargo no me lo permitiste y comenzaste a correr por las graderías arrastrandome contigo a pesar de que sabías que odiaba hacer actividad física.

Pero allí, de tu mano, corriendo con tal libertad...

No había cansancio.

Y solo quería que ese momento jamás se acabara.