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☆ twenty-nine.

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♡◞ chapter twenty-nine 𓂃 unexpected kiss 😵‍💫💘

un problema llamado rodrygo

Arda y Chelsea habían regresado a casa después del entrenamiento, y Arda había tomado un relajante baño caliente. Su cabello aún estaba húmedo cuando salió del baño y se puso un par de pantalones deportivos y una camiseta suelta. Chelsea estaba esperando sentada en la cama, sosteniendo su teléfono y sonriéndole cuando volvió a la habitación.

Arda levantó la mirada y le devolvió la sonrisa, se acercó a la cama y se dejó caer de costado junto a ella. Estaba relajado y agotado después del entrenamiento.

— Estoy muerto...

Chelsea se rió al verlo desplomarse a su lado, lo encontró adorable.

— Te tardaste una hora duchándote —comentó ella, dejando su teléfono a un lado y acariciándole suavemente el cabello húmedo.

— Lo sé, lo sé... —respondió mientras cerraba los ojos y se relajaba con las caricias de ella en su cabello. Le encantaba lo relajante que era—. Me quedé dormido un rato —confesó en voz baja, abriendo levemente un ojo para mirarla.

Chelsea rió suavemente y lo jaló hacia ella, haciéndolo rodar sobre su espalda para que quedara acostado. Se subió a horcajadas sobre su cintura y siguió acariciándole el cabello mientras lo observaba con una sonrisa.

Arda dejó escapar un suspiro relajado al sentir su peso encima de él, sus manos de forma instintiva fueron a descansar en sus muslos. Abrió los ojos y la miró con una sonrisa perezosa.

Chelsea se inclinó hacia abajo y besó ligeramente su frente, luego se incorporó nuevamente, trazando suavemente sus dedos por su mandíbula y cuello.

— Me gusta tu cabello así —comentó ella en voz baja, aún acariciándolo con ternura.

Arda se relajó por completo ante su tacto, sintiéndose ligeramente estremecer por las caricias en su cuello y mandíbula. Cerró los ojos de nuevo y se dejó ir, disfrutando de la atención que ella le prestaba.

— Me da pereza peinarme —murmuró entre suspiros, todavía agotado por el entrenamiento.

Arda se sobresaltó cuando de repente se oyó un golpe en la puerta, empujando a Chelsea de forma instintiva de su regazo. Chelsea se desplomó inesperadamente en el suelo y los recién llegados entraron con una mezcla de sorpresa y diversión en sus rostros. Arda se puso rojo como un tomate cuando se dio cuenta de lo que había hecho y se sentó.

— ¡Chicos! —exclamó indignado, tratando de parecer normal.

Brahim se esforzó para no reírse abiertamente al ver la escena y Jude enarcó una ceja con una sonrisa maliciosa.

— ¿Interrumpimos algo? —se burló Jude.

— ¡No, no! —respondió Arda, moviéndose nerviosamente en la cama mientras intentaba recuperar su dignidad.

Chelsea se levantó del suelo y se sentó a su lado, aún con una sonrisa en el rostro por toda la situación.

Chelsea aún estaba acomodándose a su lado cuando Brahim se dejó caer en el sillón de la habitación, mientras Jude se apoyaba contra la puerta, mirándolos con una sonrisa de satisfacción que a Arda le hizo sentirse aún más expuesto.

— Bueno, bueno... ¿estamos interrumpiendo el momento especial? —preguntó, alargando las palabras y disfrutando del leve sobresalto de Arda.

— ¡No es lo que piensan! —dijo rápidamente, levantando las manos como si estuviera declarando su inocencia. Su rostro, ya bastante rojo, solo se intensificó cuando Chelsea reprimió una risa a su lado.

Brahim lo miró con las cejas arqueadas, como si no creyera ni una palabra.

— Ajá... claro, amigo. Lo que tú digas. Pero dime, ¿siempre lanzas a Chelsea al suelo cuando te pones nervioso? Porque eso sí fue algo nuevo.

— ¡Fue un accidente! —protestó Arda, mirándolo con horror—. Yo... no quería... ¡Chelsea, diles que fue un accidente!

Chelsea finalmente no pudo contener la risa y le dio un golpecito en el brazo.

— Tranquilo, lo entendieron —dijo con ternura, aunque la sonrisa divertida no abandonaba su rostro.

Jude aprovechó su reacción para intervenir de nuevo.

— No, no, Chels, déjalo. Esto es oro. ¡Mira cómo se está poniendo! Está más rojo que un tomate cherry.

Arda bajó la mirada, incómodo, jugando nerviosamente con el borde de su camiseta mientras trataba de encontrar algo que decir para cambiar el tema.

— ¿Por qué están aquí?

— Vinimos porque nos aburríamos y sabíamos que tú siempre tienes snacks —respondió Brahim, levantándose y caminando hacia la pequeña nevera—. Pero esto es mucho más entretenido de lo que esperábamos.

— Deberíamos venir más seguido —añadió Jude mientras tomaba asiento en el borde de la cama, observándolos con una expresión que hizo que Arda quisiera hundirse en el colchón.

Chelsea se cruzó de brazos, mirándolos con falsa severidad.

— ¿No pueden dejarlo en paz un rato? Pobrecito, acaba de salir del entrenamiento y ustedes ya lo están torturando.

— Pobrecito, ¿eh? —repitió Brahim con una sonrisa burlona, sacando una bolsa de papas de la nevera—. ¿Te cuida bien, Arda? Porque parece que tienes todo un equipo de soporte aquí.

Arda abrió la boca para responder, pero las palabras se le atoraron, y solo pudo balbucear algo incomprensible. Chelsea, al notarlo, decidió intervenir con su característico tono despreocupado.

— Claro que lo cuido bien. Pero no sé si puedo decir lo mismo de ustedes dos. ¿Quién necesita enemigos teniendo amigos como estos?

Jude se llevó una mano al pecho, fingiendo estar ofendido.

— ¡Eso dolió, Chels! Y aquí pensé que nos amabas.

— Lo hago, pero también son un par de metiches —respondió ella con una sonrisa, antes de inclinarse hacia Arda y susurrarle—. No les hagas caso, solo están celosos.

Arda dejó escapar un suspiro, agradeciendo que Chelsea estuviera de su lado, aunque seguía sintiéndose atrapado.

— ¿Podrían... no convertir esto en algo más grande? —pidió tímidamente, sin levantar la mirada, mientras jugueteaba con un mechón de su cabello húmedo.

Jude y Brahim intercambiaron una mirada y luego se encogieron de hombros, fingiendo ser comprensivos.

— Está bien, amigo. No diremos nada... por ahora —dijo Jude con una sonrisa traviesa.

— Pero tal vez deberías cerrar con llave la próxima vez —añadió Brahim mientras abría su bolsa de papas.

Arda cubrió su rostro con las manos, deseando que todo terminara pronto, mientras Chelsea reía suavemente a su lado. Aunque los comentarios de sus amigos lo avergonzaban, no podía evitar sentirse agradecido de tenerlos allí... aunque preferiría que dejaran de molestar con estos temas.

Chelsea, mientras tanto, apoyó una mano en su rodilla, ofreciéndole un pequeño gesto de consuelo.

— Está bien, respira —le dijo suavemente, aunque aún con una sonrisa divertida—. Sobrevivirás a esto.

— No estoy tan seguro... —murmuró él desde detrás de sus manos, su voz apenas audible.

Jude, que parecía decidido a no dejarlo en paz tan fácilmente, se recostó hacia atrás en la cama y cruzó las piernas con una expresión de completa satisfacción.

— Deberíamos preguntarle al resto del equipo qué opinan —dijo, mirando a Brahim—. ¿Qué crees? ¿Hacemos una encuesta?

— ¡Ni lo piensen! —exclamó Arda de inmediato, bajando las manos para mirarlos con pánico en los ojos.

Brahim levantó las manos en un gesto de falsa inocencia.

— Tranquilo, tranquilo. No diremos nada... si prometes compartir tus snacks.

Arda frunció el ceño, aún más confundido por la repentina negociación.

— ¿Mis... snacks?

— Sí, los que trajiste de Turquía —repitió Brahim, abriendo una bolsa de galletas que había encontrado en la nevera—. Esto podría comprar nuestro silencio, ¿no crees, Jude?

Jude fingió pensarlo por un momento antes de asentir.

— Definitivamente. ¿Qué dices, Arda? ¿Un trato?

Chelsea se llevó una mano a la frente, reprimiendo una risa.

— Ustedes son imposibles. ¿Todo esto por un poco de comida?

— Es una cuestión de principios —respondió Jude, encogiéndose de hombros.

Arda, resignado, dejó escapar un largo suspiro.

— Está bien, tomen lo que quieran. Pero no digan nada... y déjenme en paz, ¿sí?

Brahim y Jude se miraron con una sonrisa victoriosa antes de comenzar a revisar la nevera en busca de más botines. Chelsea aprovechó la distracción para acercarse a Arda y susurrarle.

— ¿Siempre eres tan fácil de intimidar?

— No es eso... —respondió él, mirando hacia otro lado, aún avergonzado—. Solo quiero que se vayan antes de que hagan más preguntas.

Chelsea rió suavemente y le dio un pequeño empujón en el hombro.

— Está bien, pero yo no les dejaré que te molesten demasiado. Es más divertido verte a ti que a ellos.

Arda la miró con una mezcla de incredulidad y timidez, pero antes de que pudiera responder, Brahim volvió con una barra de chocolate en la mano.

— Bueno, eres oficialmente nuestro nuevo proveedor de snacks. No está mal, ¿eh?

Jude asintió mientras mordía una galleta.

— Lo malo es que ahora tendremos que venir más seguido. Nos gusta este servicio.

Arda soltó un quejido y se dejó caer hacia atrás en la cama, cubriéndose el rostro con una almohada.

— ¿Por qué a mí?

Chelsea rió, divertida, y se acomodó a su lado, dándole unas palmaditas en el brazo mientras los otros dos seguían husmeando por la habitación.

— Porque eres demasiado bueno. Y estos idiotas saben cómo aprovecharse.

Brahim, todavía con la barra de chocolate en la mano, observó a Arda con una sonrisa aún más traviesa.

— ¿Y entonces, bro? ¿Ya vamos a tener la noticia oficial o qué? —preguntó con tono burlón—. Todo el equipo está en modo espera. O tal vez deberíamos hacer una encuesta en el grupo, ¿cuánto tardarán en oficializarlo?

Jude, que no podía dejar pasar la oportunidad de contribuir al caos, se echó hacia atrás en la cama y levantó una ceja, mirando a Arda con una sonrisa traviesa.

— Yo diría que no pasa de una semana. ¿Qué opinas? ¿Apostamos?

— No puedo creer que estén haciendo esto.

Brahim soltó una risa, disfrutando al máximo de la situación.

— Vamos, Arda, todos saben que esto va en serio. Y hablando de eso... ¿Rodrygo todavía está intentando robarte el protagonismo? —hizo una pausa, sonriendo con malicia—. ¿O ya se dio por vencido?

Jude no pudo contener la risa y se unió a la broma.

— Team Arda, siempre. Rodrygo no tiene nada que hacer contra ti, bro. Chelsea está fuera de su liga, y no tiene tiempo para ese drama del triángulo amoroso —hizo una pausa antes de añadir—: Aunque, si te soy sincero, yo también estaría celoso si fuera él.

Chelsea, que había estado observando el intercambio en silencio, finalmente levantó la cabeza y les lanzó una mirada divertida.

— Oye, si me van a hacer parte de este show, me avisan, ¿eh? —dijo, cruzando los brazos y levantando una ceja.

Brahim, notando la mirada de Chelsea, levantó la mano en señal de disculpas, fingiendo inocencia.

— ¡No, no! Solo estábamos bromeando. Pero, en serio, Arda, ¿cuándo vas a dejar de hacerle el feo a este asunto? Ya es hora de que lo oficialices, ¿no?

Arda, ya completamente agobiado, se sentó en la cama y los miró con los ojos entrecerrados.

— ¡Dejen de hablar como si no estuviera aquí! —exclamó, agachando la cabeza con una mezcla de frustración y vergüenza—. ¿De verdad me van a seguir haciendo esto?

Jude, disfrutando claramente de la incomodidad de su amigo, se levantó de la cama y dio un paso hacia él.

— Como dije: team Arda, siempre. Pero tenemos derecho a molestarte un poquito, ¿no?

Brahim, sin perder la ocasión, se sentó al borde de la cama y lanzó un último comentario.

— Sí, porque, seamos sinceros, si no te molestamos, ¿qué más haríamos con todo este tiempo libre? Lo bueno de ser amigos es que podemos hacerte sentir incómodo y no nos odias por eso... aún.

Arda, claramente derrotado, resopló y se dejó caer de nuevo sobre la almohada, tapándose el rostro.

— ¿Por qué me hacen esto? —murmuró, su voz apenas audible mientras Chelsea, a su lado, no podía evitar reír suavemente.

— Porque te queremos —respondió Jude, sonriendo ampliamente—. Y porque eres demasiado bueno como para no aprovecharlo.

Chelsea, mirando a Arda con una sonrisa suave, le dio una pequeña palmada en el brazo.

— Tranquilo, no los escuches —dijo, intentando calmarlo—. Aunque no puedo negar que es divertido verlos molestarte. Pero, ¿quién podría resistirse? Eres demasiado adorable cuando te pones así.

Arda no pudo evitar sonrojarse ligeramente ante el comentario de Chelsea y los comentarios burlones de sus amigos. Se incorporó nuevamente y les lanzó una mirada agotada.

— Sí, muy divertido... para ustedes. ¿No tienen nada mejor que hacer?

Brahim y Jude intercambiaron una mirada, sonriendo ampliamente.

— ¿Qué más podríamos hacer en un día tan aburrido como hoy? —dijo Brahim con una sonrisa traviesa.

Arda resopló y sacudió la cabeza, sabiendo que no había escape posible. Sus amigos estaban obviamente empeñados en no dejarlo en paz.

— De verdad, ustedes dos... —murmuró, más divertido que irritado ahora que había aceptado su destino.

Chelsea, observando la dinámica entre los chicos, rió suavemente y se volvió hacia Arda.

— Lo que pasa es que les falta una vida propia —bromeó, dándole un pequeño codazo en las costillas.

Arda se encogió ligeramente ante el codazo de Chelsea, pero esbozó una sonrisa torcida.

— Es verdad —dijo, mirando a sus amigos con una ceja levantada—. Tal vez deberíamos conseguirles una vida para que dejen de molestar.

Brahim y Jude fingieron parecer ofendidos.

— ¡Oye, nosotros tenemos una vida propia, muchas gracias! —dijo Jude, cruzándose de brazos.

— Sí, y es molestarte a ti —añadió Brahim, sin poder contener una risa.

Chelsea se incorporó un poco y miró a Brahim y Jude con una sonrisa enigmática.

— Creo que he tenido suficiente de ustedes dos. Si me disculpan, tengo que hablar con Arda —dijo con un suave tono de autoridad.

A juzgar por las expresiones en sus rostros, ambos chicos sabían cuándo estaban en desventaja y se dieron cuenta de que era hora de irse.

Brahim suspiró exageradamente, haciéndose todavía más el ofendido.

— Ah, vaya. Nos están echando.

— ¿Tanto costaba hacerlo? —dijo Jude con un falso puchero—. Ahora tendré que encontrar a otra persona a la que molestar.

— Sí, buena suerte con eso —comentó Chelsea con una sonrisa.

Jude y Brahim se levantaron de sus asientos aún lamentándose, pero era obvio que no estaban realmente molestos.

— Bueno, adiós, tortolitos —dijo Jude con un guiño y un sonrisa traviesa dirigidas a Arda.

Jude le dio una palmada en el brazo y siguió a su amigo mientras salían de la habitación. Arda miró cómo sus amigos salían de la habitación, sacudiendo la cabeza ante su comportamiento infantil. Cuando la puerta se cerró tras ellos, volteó hacia Chelsea, sonriendo.

— Dios, son insoportables. Te agradezco por echarlos.

Chelsea se volvió a sentar a su lado y esbozó una sonrisa traviesa.

— Para ser justos, tú también eres bastante insoportable a veces.

Intentó mantener una expresión seria, pero luego se echó a reír, revelando que estaba bromeando.

Arda la observó con una ligera preocupación en su rostro, sintiendo que había llegado el momento de abordar algo que había estado en su mente desde el día anterior. Mientras Chelsea se acomodaba nuevamente en el sofá, Arda aprovechó el silencio para preguntar lo que había estado pesando en su mente.

— Oye, Chelsea... —dijo, su tono suave pero serio—. Antes de ayer, durante el partido, ¿qué pasó? Después de lo de la pelota, me quedé pensando... Tú te fuiste de repente. Y no fue solo por el golpe, fue todo lo que pasó antes. ¿Por qué te fuiste tan rápido después de que te pregunté por tus padres?

Chelsea se tensó un poco, como si la pregunta la hubiera sacado de su zona de confort. Miró hacia el lado, buscando una forma de evadir su mirada, pero sabía que no podía seguir evitando la conversación. Con un suspiro, se giró hacia él, viéndolo fijamente a los ojos.

— Yo... —empezó, su voz algo vacilante—. Es solo que, no sé... Cuando me preguntaste por mis padres, me sentí... vulnerable. No estoy acostumbrada a hablar de eso, y la pregunta me sorprendió. Y luego, cuando te golpeé sin querer con la pelota, solo me sentí como si todo fuera un desastre. No quería que las cosas se volvieran incómodas, y pensé que sería mejor irme un rato para calmarme.

Arda la miró en silencio, procesando sus palabras. Pudo entender que no era fácil para ella hablar sobre su familia, pero también se dio cuenta de lo mucho que había dejado sin decir. No era solo un tema de incomodidad, sino algo más profundo.

Después de unos segundos de reflexión, suspiró, su expresión más suave ahora.

— No tienes que hablar de tus padres si no quieres, Chelle. No quiero presionarte —dijo con sinceridad—. Pero me dolió un poco ver que te apartaste tan rápido. Es como si no confiaras en mí lo suficiente como para hablar de lo que te pasa. Yo, por mi parte, no tengo problemas en compartir lo que me preocupa, pero parece que no soy el mismo apoyo para ti que tú para mí.

Las palabras de Arda la sorprendieron. Chelsea se quedó en silencio por un momento, sin saber qué decir. La última parte de lo que había dicho, sobre la diferencia en cómo se apoyaban el uno al otro, le dio vueltas en la cabeza. No era que no confiara en él, pero algo en su interior le impedía abrirse completamente.

— Arda, no es que no confíe en ti... —respondió finalmente, con una mezcla de confusión y arrepentimiento en su voz—. Es solo que... nunca me ha sido fácil hablar de mi familia. Es algo que prefiero evitar. Pero eso no significa que no quiera que seas parte de mi vida o que no te valore.

Arda asintió lentamente, aunque algo en su rostro mostraba que aún no estaba completamente tranquilo. No quería presionarla, pero a la vez, sentía la necesidad de que entendiera lo que sentía.

— Lo entiendo. No quiero que te sientas forzada. Solo... me duele un poco pensar que hay algo tan importante de ti que no sabes cómo compartir conmigo, como yo hago contigo —dijo, con una leve sonrisa triste—. Pero no te preocupes, no tienes que hacerlo ahora. Solo quería que supieras cómo me hace sentir, porque, de alguna forma, me gustaría ser para ti lo que tú eres para mí.

Chelsea se quedó en silencio por un momento, como si sus pensamientos estuvieran intentando tomar forma antes de salir en voz alta. Finalmente, con una leve sonrisa, miró a Arda y le dijo:

— Arda, tú eres para mí incluso más de lo que yo soy para ti.

Las palabras de Chelsea hicieron que Arda frunciera el ceño, confundido y sorprendido. No esperaba esa afirmación. Por un momento, estuvo en silencio, procesando lo que acababa de escuchar, intentando entender su significado.

— ¿Qué quieres decir con eso?

Chelsea suspiró, como si hubiese estado esperando a que él hiciera esa pregunta. Volvió a mirar hacia abajo, evitando su mirada por un instante, pero luego lo miró nuevamente, esta vez con más claridad en sus ojos.

— Lo que quiero decir es que tú siempre estás dispuesto a dar más, a estar ahí, a escucharme. Pero yo... yo no sé cómo devolver todo eso. A veces siento que lo que te doy, lo que te ofrezco, no es suficiente para lo que tú eres para mí.

Arda la observaba en silencio, sintiendo una mezcla de incomodidad y desconcierto. La frase «tú eres para mí más» le daba vueltas en la cabeza, y algo en su interior empezaba a sentirse mal. Algo no encajaba, y no podía evitar preguntarse si Chelsea realmente entendía lo que estaba diciendo.

— Chelsea, no sé si entiendo... —dijo, su voz ahora más baja, casi dudosa—. Si sientes que no estás dando lo suficiente, ¿por qué estamos hablando de esto como si estuviéramos en una relación? ¿Qué estamos haciendo, exactamente? No puedo entender lo que estás diciendo.

Chelsea lo miró, algo sorprendida por la forma en que había formulado la pregunta. Un nudo se formó en su garganta mientras intentaba hallar las palabras adecuadas.

— No es eso. No estamos en una relación de esas... ya sabes, tradicionales. No quiero llamarlo así porque tampoco lo somos. Pero, de alguna manera, siento que lo que compartimos es más que una amistad. Y, por eso, me cuesta aceptar que no soy capaz de estar a la altura, que no soy capaz de dar lo que tú me das.

Arda, en ese momento, dejó escapar una risa nerviosa, casi irónica. Se pasó una mano por el cabello, todavía sin entender completamente la confusión que lo rodeaba.

— Pero entonces, ¿cómo es que somos más que amigos pero no es una relación? No sé si te das cuenta, pero eso no tiene sentido. Si no estamos en una relación, ¿por qué lo sentimos de esta forma? Y, si no estamos en una relación, ¿por qué hablas de dar lo que no se puede dar?

Chelsea se quedó en silencio, sin saber qué decir. La conversación se había desviado hacia un terreno incómodo, donde las palabras que antes parecían simples ahora parecían difíciles de articular. Se dio cuenta de que quizás Arda estaba en lo cierto, pero también sabía que no podía poner en palabras algo tan confuso para ella.

— Lo sé, no tiene mucho sentido —respondió con una pequeña sonrisa triste—. Pero es lo que siento. Es como si entre nosotros hubiera algo que no se puede definir tan fácilmente. Algo que ni yo misma puedo explicar, pero que está ahí.

Arda frunció el ceño aún más, claramente frustrado por la falta de claridad en sus palabras. Decidió hacer una pausa antes de hablar nuevamente, como si estuviera sopesando todo lo que había dicho.

— Chelsea, no quiero que sigamos dándole vueltas a algo que no podemos definir —dijo, con un tono que no dejaba lugar a dudas—. Si no sabemos qué somos, tal vez necesitamos aclararlo. No podemos seguir hablando de lo que no tenemos, y tampoco podemos hacer que algo que no es una relación se sienta como si lo fuera.

Chelsea lo miró, una mezcla de sorpresa y frustración cruzando su rostro. Nunca había esperado que Arda se mostrara tan directo. Era como si, de repente, todas sus dudas se estiraran hasta un punto donde ya no podían seguir siendo ignoradas.

— No quiero perder lo que tenemos —respondió, la voz temblorosa—. Pero tampoco quiero seguir viviendo en este... en este limbo. Necesito saber qué somos, porque ya no sé cómo manejarlo.

Arda simplemente se quedó mirándola fijamente, sin decir nada.

Rodrygo y Vini estaban en una esquina de la sala de la casa de Camavinga, alejados del bullicio de la conversación general. El ambiente estaba tenso, pero ellos se encontraban en su propio pequeño mundo, hablando en voz baja. Rodrygo, con la mirada fija en Arda y Chelsea, no podía evitar sentirse intrigado por la situación entre ellos. Aunque no lo admitiera, había algo en todo ese caos emocional que lo había puesto a pensar.

— Oye, Vini —comenzó Rodrygo, mirando con atención el intercambio entre Arda y Chelsea—. He estado observando cómo están las cosas entre ellos, y la verdad... creo que podría ser la oportunidad perfecta. Chelsea y Arda están pasando por un mal momento, y si las cosas siguen así, podría aprovecharlo para acercarme a ella. Si ella se siente vulnerable, yo podría ser quien la apoye... si sabes a qué me refiero.

Vinícius lo miró con una ceja levantada, sin esconder la ligera burla que sentía al escuchar las palabras de su amigo. Rodrygo era impulsivo y, a veces, un tanto ingenuo, y ese plan no le sonaba para nada convincente.

— ¿En serio? —respondió Vinícius, dejando escapar una larga carcajada—. ¿De verdad crees que tienes una oportunidad? Mira, no soy el primero en decirlo, pero no tienes ni idea de lo que estás diciendo. Chelsea y Arda tienen una conexión que es... bueno, es obvia. Tú no tienes nada que ver ahí, bro. Supéralo.

Rodrygo frunció el ceño, sintiendo que su burla lo tocaba en un punto sensible. Sabía que Vini siempre tenía una forma de restarle importancia a las cosas que él consideraba importantes, pero esta vez era diferente. Tenía la sensación de que, tal vez, esta vez sí podía lograrlo.

— ¿Superarlo? No voy a quedarme de brazos cruzados viendo cómo se alejan el uno del otro por algo que se puede solucionar. Si me acerco a ella y le demuestro que soy alguien en quien puede confiar, tal vez vea en mí algo que Arda no está dándole ahora mismo —se defendió, cruzándose de brazos—. Y eso no es jugar sucio, es aprovechar la oportunidad. ¿Y tú qué sabes, eh? Quizás ella se da cuenta de que yo soy más lo que necesita.

Vini lo miró fijamente, sin perder su tono burlón. Dejó escapar una risa divertida mientras se cruzaba de brazos, sin siquiera intentar disimular la incredulidad que sentía.

— Rodry, amigo, te quiero mucho. Pero de verdad, no tienes ninguna oportunidad —se echó a reír nuevamente—. Chelsea no se va a fijar en ti, y lo sabes. Lo que pasa es que estás demasiado metido en la idea de que «estás listo para salvarla», pero la verdad es que eso no funciona así. Arda tiene su lugar, y tú no puedes forzar las cosas, por más que intentes.

Rodrygo sintió que la frustración empezaba a acumularse en su pecho. No soportaba escuchar a Vini restarle valor a su idea tan fácilmente. Quería que su amigo lo apoyara, al menos un poco, pero en lugar de eso, Vini se estaba burlando de él.

— ¡Deja de reírte! Estoy hablando en serio —respondió Rodrygo, casi exasperado—. No necesito que me digas lo que puedo o no puedo hacer. Si te vas a quedar en la postura de siempre, entonces no me hables de «realidades» que no me sirven. Necesito tu apoyo, no tus bromas. Esto es importante para mí.

Él, aún con una sonrisa irónica, dejó escapar una risa nerviosa. Parecía disfrutar viendo cómo su amigo se ponía tan tenso. Rodrygo siempre había sido un poco idealista, y no podía evitar divertirse viendo cómo intentaba encajar en una situación que parecía no tener salida.

— ¿Apoyarte? ¿En qué? —dijo, ahora encogiéndose de hombros—. No sé qué esperas de mí, pero lo que estás haciendo es un intento desesperado por meterte en una situación que ni siquiera entiendes. Si realmente piensas que Chelsea va a mirarte de esa manera... amigo, estás muy equivocado. Arda está en su vida, y tú solo eres el tipo que intenta hacerle el papel de salvador. Y no te va a funcionar, vas a quedar como un ridículo.

Rodrygo respiró hondo, tratando de calmarse. No quería seguir discutiendo, pero necesitaba que su amigo lo entendiera, aunque fuera un poco.

En ese momento, Fede apareció de repente, acercándose a ellos con la mirada curiosa, como si hubiera percibido algo raro en la conversación.

— ¿De qué se ríen ustedes dos? —preguntó, mirando a Vini con una expresión ligeramente desconcertada, sin saber exactamente qué estaba pasando.

— Nada, Rodrygo y sus ideas locas de recuperar a Chelsea aprovechando que las cosas con Arda no están muy bien.

Fede, al escuchar esas palabras, dejó de sonreír de inmediato. Su rostro se volvió serio y algo molesto, y una vena de preocupación se notó en su frente. Miró a Rodrygo fijamente, cruzando los brazos con desconfianza.

— ¿Posta? —preguntó con voz grave, dejando en claro que no estaba para bromas—. ¿Tenés algo que ver con los problemas que están teniendo últimamente? ¿Por qué ahora te interesa tanto la situación entre ellos?

Rodrygo se quedó helado por un momento, atrapado entre el intento de defender su posición y la presión que sentía al ser interrogado de esa forma. Se dio cuenta de que Fede no estaba jugando y que esa pregunta no era algo que pudiera evadir fácilmente.

— No... no es lo que estás pensando —respondió, sintiendo que su nerviosismo aumentaba—. Solo estoy tratando de entender qué está pasando entre ellos. No quiero que Chelsea se sienta mal ni que Arda lo esté. Pero si puedo hacer algo para apoyarla, lo haré. Eso es todo.

Fede no parecía estar convencido, y su mirada seguía siendo dura. Se acercó un poco más, como si quisiera asegurarse de que Rodrygo no estuviera hablando en serio.

— ¿Apoyarla? ¿De esa manera? —replicó Fede, su tono cada vez más serio—. Si realmente querés hacer algo por Chelsea, déjala de una vez en paz, pelotudo.

Rodrygo tragó saliva, sintiendo la presión aumentada por las palabras de Fede. Sin embargo, antes de que pudiera responder algo más, Fede ya se había alejado, dejándolos a ambos en un incómodo silencio.

Vini, con una sonrisa de satisfacción, observó cómo la tensión aumentaba entre los tres, disfrutando de la incomodidad de su amigo.

— Vaya, parece que Fede no es tan fan de tu plan, ¿eh? —comentó, burlón, sin ningún intento de contener su diversión.

Fede observó a Arda y Chelsea desde un rincón, notando cómo la distancia emocional entre ellos parecía aumentar cada vez más. Sabía que algo debía cambiar si no quería que la situación se descontrolara por completo, y lo que más le preocupaba era que Arda no se estaba dando cuenta de las oportunidades que perdía al no actuar.

Con paso firme, se acercó a ellos. Chelsea, al ver su expresión seria, levantó una ceja, mientras que Arda le lanzó una mirada algo desconcertada, como si no estuviera seguro de lo que quería.

— Arda, ven un momento.

Arda asintió y, algo confundido, se levantó. Chelsea observó cómo se alejaba sin decir nada, pero sabía que Fede tenía algo importante que decirle, así que se quedó en silencio, mirando a la distancia.

Una vez a solas, Fede lo condujo hacia una esquina de la sala, donde las conversaciones ruidosas no llegarían tan fácilmente.

— Escucha, necesito hablar contigo —Fede no anduvo con rodeos, su voz grave y directa—. ¿Cuándo piensas pedirle a Chelsea que sea tu novia oficialmente? Porque, con todo el respeto, no sé cuánto más puedes hacerle esperar.

Arda lo miró, sorprendido, pero también algo incómodo. Había sido algo que rondaba en su mente, pero nunca se había sentido lo suficientemente seguro como para dar el siguiente paso.

— ¿Eso es lo que querías decirme? —preguntó, con un tono que indicaba que, en el fondo, ya sabía hacia dónde iba Fede.

Fede lo miró fijamente, sin desviar la vista.

— Sí, porque no entiendo cómo sigues dando vueltas alrededor de la situación, cuando Chelsea ya está más que clara en lo que siente. Si no te decides pronto, puede que la pierdas por completo, y no quiero que eso pase.

Arda suspiró profundamente, sabiendo que, en cierto modo, Fede tenía razón. Pero lo que Fede no sabía, y que Arda no estaba dispuesto a admitir en voz alta, era que había algo más en juego.

— Lo sé —dijo Arda, evitando mirar directamente a su amigo—. Pero hay algo que no he resuelto aún. No sé si... si estoy listo para darle ese título. Me da miedo, ¿sabes? ¿Y si no soy lo que ella necesita?

Fede, viendo la duda en su rostro, frunció el ceño, pero no lo presionó demasiado. Lo conocía bien, y sabía que esa inseguridad no era nueva.

— Estás perdiendo el tiempo. No lo pienses tanto. Si la quieres, hazlo. No te pongas excusas —dijo Fede, antes de agregar en voz baja—: Pero hay algo más que necesitas saber.

Arda lo miró, curioso.

— ¿Qué pasa? —preguntó, sin saber exactamente qué esperar.

Fede miró hacia ambos lados para asegurarse de que nadie los estaba escuchando antes de hablar.

— Rodrygo está intentando meterse entre ustedes, otra vez —Fede lo soltó sin rodeos, viendo cómo Arda fruncía el ceño—. Está pensando que, como las cosas entre ustedes dos están tensas, tiene una oportunidad de acercarse a Chelsea. Y eso... eso no es bueno, Arda.

A diferencia de lo que Fede esperaba, Arda no mostró sorpresa alguna. De hecho, un leve suspiro escapó de sus labios, y su expresión se relajó, como si ya estuviera esperando algo así.

— Lo sé —respondió, con una calma que sorprendió a Fede.

Fede se cruzó de brazos, mirando a Arda con una mezcla de incredulidad y frustración. La serenidad de su amigo no encajaba con la gravedad de la situación.

— ¿Cómo que «lo sé»? —preguntó Fede, incrédulo—. ¿Y no haces nada? ¿Vas a dejar que Rodrygo se meta en algo que claramente tú quieres? Porque, si no te has dado cuenta, Chelsea no es de las que esperan eternamente.

Arda desvió la mirada por un momento, como si estuviera organizando sus pensamientos antes de hablar. Su tono, cuando finalmente respondió, era tranquilo pero cargado de una determinación que Fede no había notado antes.

— Fede, sé lo que está haciendo Rodrygo. Lo he notado desde hace tiempo, pero no me preocupa. No porque crea que no tiene una oportunidad con Chelsea, sino porque sé que ella no va a ceder. Si algo he aprendido sobre Chelsea, es que es leal a lo que siente. Y ahora mismo... lo que siente es por mí.

Fede levantó una ceja, claramente no convencido.

— ¿Y entonces? ¿Qué estás esperando? ¿Un milagro? Porque mientras tú sigues pensando, Rodrygo está aprovechando cada segundo para acercarse. Y no es solo por Chelsea; es por ti. Sabes que le encanta competir contigo.

Arda dejó escapar una risa seca, aunque sus ojos mostraban algo más profundo, como si esas palabras hubieran tocado una fibra sensible.

— No voy a negar que Rodrygo disfruta de la competencia, pero esto no se trata de él. Esto es entre Chelsea y yo. Y sí, tengo dudas. No porque no la quiera, sino porque no quiero apresurar algo que podría ser lo más importante en mi vida. Si le pido que sea mi novia, quiero que sea en el momento adecuado. Quiero hacerlo bien.

Fede lo miró con una mezcla de admiración y exasperación. Entendía lo que Arda estaba diciendo, pero también sabía que la perfección no existía y que esperar demasiado podía costarle caro.

— Mira, entiendo lo que dices, pero déjame decirte algo. Las relaciones no son perfectas, Arda. Siempre habrá algo que no puedas controlar, pero eso no significa que debas quedarte quieto. Si sabes lo que quieres, ve por ello. Chelsea está esperando que tomes una decisión, y no va a esperar para siempre.

Arda asintió lentamente, procesando las palabras de su amigo. Luego, suspiró profundamente, como si estuviera dejando ir parte del peso que llevaba encima.

Con esas palabras, Fede se apartó, dejando a Arda con sus pensamientos. Arda sabía que Fede tenía razón, y aunque las dudas aún rondaban su mente, había una certeza que brillaba más fuerte que todas ellas: Chelsea valía el riesgo.

Chelsea, por su parte, se encontraba revisando su teléfono mientras caminaba por un rincón más apartado del lugar. Había decidido tomarse un momento para sí misma, lejos de las miradas y los comentarios de los demás. Estaba disfrutando de la paz cuando escuchó una voz conocida detrás de ella.

— Es raro no verte con tu perro detrás —dijo Rodrygo, acercándose con una sonrisa que no llegaba a ser del todo amistosa.

Chelsea levantó la mirada, frunciendo el ceño al notar quién era. El tono de Rodrygo no era precisamente amistoso, pero tampoco agresivo. Era... provocador.

— ¿Perdón? —preguntó, arqueando una ceja. Sabía exactamente a quién se refería, pero quería escuchar lo que él tenía que decir.

Rodrygo se encogió de hombros, con una expresión de falsa inocencia.

— Vamos, sabes a quién me refiero. Arda siempre está pegado a ti, como un perro guardián. Es raro verlo tan relajado últimamente, como si no le importara tanto.

Chelsea respiró hondo, intentando mantener la calma. Sabía que Rodrygo tenía una habilidad especial para provocar, pero no iba a caer en su juego.

— Si tenés algo que decir, decilo de frente, Rodrygo. No necesito tus comentarios pasivo-agresivos —respondió con firmeza, cruzándose de brazos.

Rodrygo sonrió, divertido por su respuesta. Dio un par de pasos más hacia ella, acortando la distancia entre ambos.

— Está bien, seré directo. No entiendo cómo puedes seguir esperando por alguien que claramente no sabe lo que quiere. Arda es un buen tipo, sí, pero siempre está tan... indeciso. Tú mereces a alguien que te ponga en primer lugar, que no tenga dudas.

Chelsea lo miró fijamente, su mandíbula apretada. Aunque no lo demostrara, las palabras de Rodrygo habían tocado una fibra sensible. Ella misma había tenido pensamientos similares sobre la indecisión de Arda, pero escucharlo de otra persona, y especialmente de Rodrygo, la molestaba.

— ¿Y vos creés que sos esa persona, Rodrygo? —preguntó, con un toque de sarcasmo en su voz—. Porque si eso es lo que intentás insinuar, te diré algo: no soy un premio para que vos o Arda compitan entre ustedes.

Rodrygo sonrió con suficiencia, inclinándose ligeramente hacia ella, lo suficiente como para que Chelsea sintiera su proximidad.

— No he dicho que seas un premio —murmuró, con un tono suave pero cargado de intención—. Pero sí creo que mereces algo mejor. Mereces a alguien que no te haga esperar.

Chelsea sintió cómo su cuerpo se tensaba. Podía oler el leve rastro del perfume de Rodrygo, y su cercanía hacía que todo su espacio personal se viera invadido. Sin embargo, no retrocedió; eso sería darle la satisfacción de pensar que la intimidaba.

— ¿Y vos creés que ese «alguien mejor» sos vos? —espetó, su mirada fija en él, desafiante.

Rodrygo ladeó la cabeza, sin apartar la vista de sus ojos.

— Podría ser. Si me dejaras demostrarlo.

La respuesta de Chelsea fue un paso hacia adelante, acortando la poca distancia que quedaba entre ellos, dejando claro que no iba a ceder.

— Escuchá, Rodrygo. Sé lo que valgo, y sé lo que quiero: y no sos vos. Lo que yo siento y lo que decido hacer con mis sentimientos no es asunto tuyo. Así que haceme un favor y retrocedé.

Rodrygo no se movió de inmediato. Su sonrisa se mantuvo, aunque sus ojos mostraban un leve destello de sorpresa ante la firmeza de Chelsea. Finalmente, levantó las manos en señal de rendición, pero no sin antes inclinarse un poco más, casi susurrando en su oído.

— Está bien, tú sabrás. Pero solo recuerda: cuando te canses de esperar, aquí estaré.

Chelsea mantenía su postura firme, su mirada fija en Rodrygo. Había dicho lo que tenía que decir, y esperaba que él entendiera que no iba a ceder. Sin embargo, la sonrisa en su rostro no desapareció. En lugar de retroceder, Rodrygo dio un paso más hacia ella, acortando lo que quedaba de distancia.

— Eres fascinante cuando te enojas, ¿sabes?

Chelsea retrocedió un poco, pero no lo suficiente como para escapar de su cercanía. Algo en su actitud la incomodaba profundamente, pero no quería mostrar debilidad.

— Rodrygo, te lo advierto. No sigas —dijo con firmeza, aunque una pequeña parte de ella comenzaba a sentirse intranquila.

Rodrygo, ignorando por completo su advertencia, inclinó ligeramente la cabeza, sus ojos clavados en los de Chelsea. Antes de que pudiera procesar lo que estaba sucediendo, algo llamó su atención al fondo: Arda, parado a la distancia, observándolos con el ceño fruncido.

La mirada de Rodrygo brilló con algo que Chelsea no pudo identificar, pero que le pareció peligrosamente cercano al desafío. Y antes de que ella pudiera apartarse o decir algo más, Rodrygo se inclinó repentinamente y, con un movimiento calculado, presionó sus labios contra los de ella.

El mundo pareció detenerse por un instante. Chelsea, congelada por la sorpresa, no reaccionó de inmediato. Pero tan pronto como su mente procesó lo que estaba sucediendo, lo apartó con fuerza, su mirada llena de furia y confusión.

— ¿Qué mierda hacés? —espetó, limpiándose los labios con el dorso de la mano.

Rodrygo solo sonrió, tranquilo, como si lo que acababa de hacer fuera lo más normal del mundo.

— Solo te demuestro lo que siento. Algo que otros no tienen el valor de hacer —respondió, lanzando una rápida mirada hacia Arda, quien ahora estaba caminando hacia ellos con pasos firmes, su rostro una mezcla de enojo y desconcierto.

Chelsea se giró y vio a Arda acercándose. Su corazón comenzó a latir más rápido, no por Rodrygo, sino por la tormenta que veía formándose en los ojos de Arda.

— ¡Arda, espera! —intentó detenerlo, sabiendo que lo que acababa de ocurrir solo iba a empeorar las cosas.

Rodrygo, en cambio, permaneció en su lugar, con los brazos cruzados y una expresión de satisfacción en el rostro, como si hubiera ganado alguna clase de batalla.

— Bueno, esto será interesante —murmuró para sí mismo, preparándose para el inevitable enfrentamiento que estaba a punto de ocurrir.

finalmente, nuevo cap!!

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