Minatozaki Days (cambio de planes)
Narrador omnisciente:
A las cinco y media Tzuyu salió de la habitación de su hermana mayor con unos pantalones holgados y una camiseta manga larga, en silencio la chica envolvió su cuerpo con una chaqueta de cuello alto y una gorra que tapaban sus orejas, la muchacha abandonó su hogar a pesar que su padre le había insistido con la idea de que ella se quedase porque creía firmemente que todavía no estaba preparada para salir y enfrentarse ella sola el mundo-su vida había cambiado-, pero su hija se negó la posibilidad de estar encerrada en su vivienda; ella aun no aceptaba lo que había pasado. La taiwanesa tocó la puerta de los señores Minatozaki y esperó con calma a que le abrieran la puerta, si Tzuyu era sincera esperaba tener los mismos nerviosismos que le atacaban cuando estaba cerca de la rubia o cuando se encontraba con alguno de los dos adultos, pero las cosas habían cambiado-literal de la noche a la mañana-ahora se sentía más confiada-intentaba ocultar su temor con falsa seguridad-. La adolescente se irguió manteniendo el mentón en el alto mientras que llevaba sus dos manos contra su cuello ocultando la mancha rojiza que la boca de Mingyu le había dejado cuando intentó abusar de ella, y su piel se erizó cuando sintió sus propios dedos acariciando su piel.
La puerta se abrió dejando en exhibición una animada rubia, vaya cambio, pensó la castaña al recordar lo decaída que había quedado la muchacha el día anterior. No la cagues, se ordenó siendo consciente que no podía permitir por nada del mundo que lo sucedido la noche anterior arruinara los pocos días normales que Sana le quedaba, luego llorarás todo lo que quieras, y se prometió que, al acabar el día miércoles se encerraría en su habitación-si es que tenía el pellejo de volver a entrar-, y se quedaría ahí invernando hasta que la tormenta diera por finalizada, el único problema a su plan, que Tzuyu realmente no tenía contemplado cuanto llegaría a tardar en desvanecerse su tormenta psicológica. Sana frunció el ceño al notar lo seria que estaba la castaña, con preocupación dio un paso en su dirección notando una curiosa mancha rojiza en su cuello que rápidamente la más alta ocultó.
Tzuyu se había puesto de los nervios al darse cuenta de donde estaba mirando la japonesa, de manera impulsiva trató de distraerla cortando la distancia que las separaba para envolver sus delgados brazos sobre el torso de la chica, atrapándola en un cálido y necesitado abrazo. Sana apoyó su mentón sobre el hombro de la taiwanesa mirando el bonito día mientras que sentía como la muchacha giraba su rostro logrando que su caliente respiración chocara contra su cuello cubierto por su propio cabello.
—¿A qué viene eso?—cuestionó Sana luego de que rompió el abrazo y dio un paso hacia atrás intentando ver con mayor comodidad el rostro de su acompañante, aunque Tzuyu no dudó en dejar sus brazos envueltos por la cintura de la japonesa manteniendo en todo momento su cuerpo ligeramente unido con el suyo—¿Te encuentras bien?—y parecía preocupada, aunque no era para menos al notar el extraño comportamiento de la muchacha.
—Trato de asegurarme que te sientes bien antes de sacarte de tu casa—confesó Tzuyu intentando ignorar el hecho de que no había sido del todo sincera. La chica se obligó a relajarse mirando los bonitos ojos avellanas de su acompañante rebosando en emoción—¿Te sientes mejor?—preguntó sintiendo como la japonesa tomaba su rostro para luego deslizar sus pulgares por su quijada atrapando con sus demás dedos parte de su cuello.
A pesar que se había asustado ante el tacto de las cálidas yemas de la chica acariciando la piel de su cuello, trató de no verse afectada. Sana miró los ojos de la más alta para luego perderse en sus bonitos y abultados labios, la chica no dijo nada al respecto, porque no tenía nada que decir, así que simplemente se inclinó presionando sus labios con los ajenos; ella anhelaba volver a probar el sabor embriagante que los besos de la taiwanesa le brindaban. Tzuyu cerró sus párpados mientras que abría su boca tomando sin llegar a lastimar el cerezo inferior de su acompañante animando a la chica a que profundizase de una buena vez el beso. La castaña sintió su cuerpo por completo tensarse ante la sensación de unas ásperas manos tocando su torso-Sana había metido sus manos bajo la chaqueta aferrando sus delgados dedos en el borde de su camiseta, ahora no, se ordenó intentando disipar las imágenes de Mingyu tocando su anatomía, enfócate en ella, y deseaba con cada fibra de su alma el estar concentrada en la chica y en esa deliciosa y casi hipnotizante forma en que la besaba.
Tzuyu no lo logró, avergonzada rompió el beso dando un paso hacia atrás mientras que le brindaba una pequeña sonrisa en forma de disculpa. Sana estaba sonrojada, casi llegando al punto de la vergüenza al darse cuenta que había besado a la castaña en la entrada de su hogar, la japonesa tomó grandes bocanadas de aire mientras que veía atentamente cada rasgo que componía el atractivo rostro de la más alta, pero no se iba a engañar, su atención atentamente estaba enfocada en su cuello; lo vio, claro que vio el chupetón en su piel, y quizás se debía a la marca en esa zona que la hizo besarla en pleno día, a la visibilidad de todos, porque tenía la esperanza-la muy ligera esperanza-que Tzuyu le gustase de la misma forma en que ella le gustaba.
—I~Iré por mi abrigo—comentó Sana dando un paso hacia atrás—¿Quieres pasar?—preguntó deseando que Tzuyu lo hiciese, pero la castaña simplemente sacudió su cabeza indicando que esperaría fuera—no tardo.
La castaña llevó sus manos hacia el cierre de su chaqueta y lo subió hasta su cuello tapando por completo la marca. En silencio la chica comenzó a moverse-se balanceaba en un vano intento por distraerse- mientras que en su cabeza tarareaba una canción. La mirada de Tzuyu se enfocó en el señor Minatozaki en el momento que él apareció en medio del corto pasillo, el hombre caminó hacia su dirección con las cejas juntas y los párpados entrecerrados, él le analizaba, ¿Pero por qué lo hacía? la castaña no tenía una respuesta clara.
—Tzuyu—saludó el hombre mientras que se detenía frente a la mencionada, rápidamente la taiwanesa hizo una reverencia para luego murmurar un claro "Buenas tarde, señor Minatozaki" tan educada como siempre, menos mal que Mingyu no le quitó eso—¿Te puedo hacer una pregunta?—cuestionó notando como ella asentía con su cabeza—bueno... no quiero parecer el típico vecino metido en la vida ajena, pero ayer en la noche escuche gritos en tu casa—oh no, pensó Tzuyu mientras que relamía sus labios intentando verse tranquila—¿Esta todo bien?
Tzuyu perfectamente pudo haberle dicho que no, realmente podía simplemente abrir su boca y confesar que sentía destruida, que las ganas de llorar cada vez más la abrumaban hasta el punto de sentirse completamente sofocada en su propia casa, podía admitir que no era capaz de entrar a su habitación sin pensar que Mingyu entraría por la ventana, estaba aterrada ante el simple pensamientos de que él volvería para acabar con lo que había comenzado y que esta vez, maldición, esta vez ella no sería tan fuerte para defenderse y huir, pero todo temor, toda angustia era pasajera cuando se trataba de Sana, quería decirle a aquel hombre de calmada mirada que se sentía ahogada, que era una simple adolescente que le gustaba escuchar musica y ver anime, que no estaba preparada para ver como la rubia se marchaba, no estaba aún mentalmente estable para visitar a Sana en el hospital ni mucho menos para verla como su cuerpo cada vez estuviese más demacrado, porque sí, ella vio fotografías, admiró y leyó la enfermedad de la japonesa y sabía lo que la quimioterapia haría en el cuerpo de la chica y no quería verlo. Eran demasiadas cosas por confesar, pero prefirió tragarse su dolor y sonreír.
—Todo bien.
Tzuyu había leído una vez en un blog de la internet que las personas en promedio mienten al decir que están bien, que un gran porcentaje de las personas mienten antes de completar los diez minutos en una conversación, y era sorprendente y hasta aterrador el saber que ella estaba metida en ese porcentaje. La castaña marcó sus hoyuelo sabiendo a la perfección que la gente por lo general se fijaban en eso. Para la suerte de la taiwanesa Sana apareció en su campo de visión, la rubia colgó su bolso sobre su hombro mientras que su bonito cabello se ondeaba ante su caminar, Sana era como una modelo, demasiada perfección para sus ojos. Tzuyu apretó sus labios al sentir como la chica se colocaba a su lado entrelazando su mano con la suya, no te acostumbres, se ordenó siendo consciente que en un corto periodo de tiempo no volvería tener sus dedos entrelazados con las chica, pero disfrutalo, disfrutalo por ahora Zhou.
—¿Irán en auto?—cuestionó el hombre mientras que buscaba en sus bolsillos las llaves de su vehiculo, pero rapidamente Tzuyu sacudió con su cabeza.
—El centro comercial no está tan lejos de aquí, y los estacionamientos son bastante caros—admitió la castaña al recordar el dolor de estómago que le provocó el leer cuánto debía pagar cuando dejó su motocicleta estacionada, oh, su motocicleta, la echaba de menos—la traeré temprano.
—Cualquier cosa nos llaman—pidió el señor Minatozaki mientras que veía como Tzuyu asentía con su cabeza para luego simplemente marcharse en compañía de su hija.
Tzuyu era consciente que era el día dos- o sea que deberían estar teniendo una cita y no estar yendo camino a la zona de patinaje-, pero la verdad de las cosas es que no estaba aún preparada para tener una cita romántica como lo que la rubia quería, así que modificó ligeramente su lista; tendrían una cita más una salida de patinaje. La castaña de manera impulsiva rodeó con uno de sus brazos el hombro de la japonesa teniendo de esa forma el tener que romper el contacto directo de sus palmas, sin decir nada al respecto se mantuvo apegada la chica mientras que esta metía nuevamente su palma por debajo de su chaqueta presionando sus dedos por sobre su camiseta.
—¿Tachaste de tu lista nuestro día de películas?—cuestionó la castaña intentando mantener un tema de conversación con la japonesa, con curiosidad agachó su mirada al notar el silencio por parte de la chica, y no iba a mentir que se sorprendió bastante al toparse con su mirada; ella le veía muy fijamente—¿Tengo algo en la cara?—preguntó notando como la japonesa sonreía para luego simplemente estira su mano y arrebatarle el gorro colocando aquel objeto en su propia cabeza—te queda mejor—comentó sintiendo hasta ternura ante la forma en que el gorro se resbala por su frente chocando contra el puente de su nariz permitiendo que su sonrisa fuese lo único que quedara visible.
—Ayer me sentí mejor—comentó Sana a la vez que movía el gorro intentando que su acompañante viera sus ojos—eres mi nueva morfina—aclaró con una total sinceridad causando que la más alta se mantuviese en silencio dedicándose plenamente a mordisquear su labio inferior para luego alzar su mentón para ver hacia otra dirección cuando se sintió tímida dejando en evidencia la atractiva línea de su mandíbula definida—te has avergonzado~—canturreó como una niña pequeña estirando nuevamente su mano para presionar su dedo sobre la mejilla de la chica—Chewy... ¿Te he puesto nerviosa?
—Basta—ordenó la castaña a la vez que alejaba su brazo de su hombro dando un paso hacia el lado intentando repeler el contacto de su acompañante, pero Sana se comportó como una niña pequeña envolviendo sus brazos en el torso ajeno impidiendo toda posibilidad de que se alejara—no me pones nerviosa—aclaró mintiendo con bastante facilidad mientras que sentía como la chica apoyaba su mentón sobre su hombro manteniendo en todo momento una cálida sonrisa deslumbrando sus facciones. Tzuyu posó sus orbes en las facciones de la chica; la miró de reojo siendo consciente que su rostro explotaría en un fuerte tono carmesí si le veía fijamente—bueno... quizás un poco.
—Solo admitelo~—comentó empuñando el borde de la chaqueta de la joven para comenzar a tirar de él queriendo que la muchacha lo confesara—admite que te pongo completamente nerviosa—y ella quería oírlo, pero Tzuyu simplemente alzó una de sus cejas para luego sacudir su cabeza en negación—Chewy...
—¿Para que quieres oírlo?
—Para confesarte que tú también me pones de la misma forma—ella lo había hecho a posta, porque quería saber si solo ella era una pervertida de primera o si Tzuyu también le acompañaba en el pensamiento, y al parecer acertó al notar como los pómulos de la más alta se ruborizaban siendo aún más notoria ante su piel canela—Tzuyu... ven, ¿Te cuento un secreto?—cuestionó obligando a la castaña a que dejase de caminar, con calma la chica se colocó de puntillas presionando una de sus manos sobre el hombro ajeno mientras que la otra estaba posada sobre su mejilla—no hablaba de los nervios.
Y se arriesgó logrando paralizar a la taiwanesa. Tzuyu sentía que la sangre se había acumulado en sus pies y que por esa razón ahora se sentía incapaz de siquiera moverse para continuar con su camino, pero a quién quería engañar, Sana la dejó knock out completamente fuera de combate, y no iba mentir, una parte de ella le había fascinado el hecho de ser consciente de lo provocativa que la japonesa podía llegar a ser bajo esa fachada de chica adorable o ruda-dependiendo del día-. La castaña relamió sus labios guardando sus palabras; se lo diría en otro lugar, ante el silencio por su parte logró colocar de los nervios a la rubia quien, avergonzada por lo que había dicho comenzó a caminar dejando a su acompañante quieta en su sitio.
Tzuyu arrugó el puente de su nariz mientras que elevaba su mano enterrando sus dedos en su sedoso cabello castaño, velozmente comenzó a caminar al darse cuenta que la chica ya llevaba un par de metros de diferencia; a ella no le gustaba correr, pero ahí estaba, trotando para alcanzar a la rubia. Sin muchas complicaciones se ganó a su lado posando instintivamente una de sus manos sobre la cadera ajena sintiendo como la japonesa reaccionaba recostando su espalda contra su torso.
—¿Por qué no te gusta el patinaje de hielo? es más divertido—como Sana se lo esperaba Tzuyu había cambiado el tema.
La rubia suspiró apoyando su cabeza contra el hombro ajeno volviendo a llevar sus dos manos contra la gorra intentando que esta no volviese a acariciar el puente de su nariz.
—Porque no se patinar, y no quiero tener mi trasero congelado—aclaró con obviedad mientras que sentía como la mano de la taiwanesa que en un momento había estado sobre su cintura ahora estaba presionado contra su hombro abrazándola de esa forma; se sentía tan cómoda que hasta había olvidado del chupetón en el cuello de su acompañante.
—Si ese es tu mayor problema, perfectamente puedo calentarlo—comentó la taiwanesa siendo inconsciente del doble sentido en sus palabras. Sana se detuvo sintiendo como su corazón galopaba con fuerza en el interior de su caja torácica mientras que sus mejillas volvían adoptar ese adorable tono carmesí—¿Qué sucede?—cuestionó mirando atentamente como la rubia alzaba una de sus cejas para luego sonreírle de forma coqueta, y realmente no le costó mucho el captar el doble sentido en su descarada insinuación—por dios, Minatozaki me refería a que prestaba mi chaqueta—comentó volviendo alejarse de la chica escuchando como esta se reía.
—¿Y que crees que estaba pensando?—Sana había descubierto que le gustaba bastante el sonrojar y colocar de los nervios a la castaña, y sabia casi a la perfección que la chica no dudaría en cambiar de tema.
—No pensé nada... vamos muévete—y ahí estaba el cambio de tema causando que la rubia simplemente riera—deja de reirte—gruñó mientras que mantenía su cabeza agachada intentando que no quedara en evidencia el calor en sus pómulos.
—Pensé que te gustaba mi risa.
Tzuyu se detuvo frente al centro de comercial. En silencio llevó sus dedos contra el puente de su nariz siendo consciente que Sana no la dejaría en paz.
—Me fascina—respondió sin más logrando que la sonrisa burlesca por parte de la japonesa se perdiera por completo dejando la perplejidad adueñándose de sus facciones—vamos, muévete Minatozaki—ordenó mientras que se adentraba en el lugar buscando las escaleras mecánicas que la llevarían hacia la zona de patinaje.
Sana se enganchó de su brazo manteniéndose en un completo silencio; Tzuyu había logrado callarla, eso era nuevo. Sin poder evitarlo la castaña sonrió orgullosa de su logro mientras que sentía como la rubia apoyaba su mejilla sobre su hombro mirando el lugar. Si la taiwanesa era sincera hace bastante tiempo que no iba a la zona de patinaje-la última vez que fue, había sido en compañía de su hermana y Nayeon- no iba mentir que fue incómodo ser el mal tercio de la relación, pero no le había quedado de otra, Somin no había dejado salir a Mina sino llevaba a la castaña, como si fuese un perro, pensó Tzuyu sonriendo ante el recuerdo mientras que Sana miraba con admiración lo bonita que se veía con sus comisuras alzadas.
Luego de unos minutos ambas adolescentes llegaron a su destino, sin mayores complicaciones Tzuyu pagó la entrada de ambas mientras que oía como Sana se quejaba por no dejar poner de su parte; al final llegaron al acuerdo de que ella pagaría los helados. La taiwanesa se quitó sus zapatos y se lo entregó al jovencito de la tienda, el chico miró atontado la belleza de la castaña causando que una celosa japonesa posara sus palmas alrededor de la cintura de Tzuyu logrando espantar con bastante facilidad al trabajador. La más alta frunció al ceño al notar como el chico no volvió a mirarla, aunque bueno estaba agradecida de que no lo hiciese otra vez. Ahora, ambas chicas estaban en la pista, la castaña estiró sus manos para sostener las palmas de la rubia mientras que la chica se mantenía con su espalda encorvada y sus piernas completamente tensas permitiendo que su trasero bien formado quedara expuesto para cualquier interesado que estuviese detrás suya. Tzuyu mordisqueó su labio inferior intentando no reír ante la manera en que Sana intentaba patinar, es como bambi, pensó.
—Por favor no me sueltes—suplicó Sana con su voz completamente aguda causando que Tzuyu le diera un suave tirón presionando sus palmas esta vez sobre su espalda baja.
—No te soltaré—susurró la castaña bastante cerca del rostro de la rubia, rapidamente ambas se avergonzaron ante el prolongado tiempo en que se miraron a los ojos—...—ella carraspeó deslizándose hacia atrás volviendo a sostener las manos de la muchacha—sigue mis pies—comentó observando como Sana mantenía sus ojos fijos en cada movimiento que realizaba, para luego simplemente negar con su cabeza sintiéndose incapaz de lograrlo—lo harás, vamos Minatozaki no te rindas tan facil.
Sana logró, luego de quince intentos donde en casi todos terminó sobre el cuerpo de la castaña. Tzuyu se apoyó en el borde de madera que separaba la pista del suelo común y corriente mirando en un completo silencio como la rubia volvía a inclinarse intentando mantener el equilibrio mientras que un niño pequeño-no más de siete años- iba a toda velocidad rodeando el círculo intentando tener aun más rapidez de la que ya en si tenía, logrando humillar a la rubia que solo lo veía haciendo un adorable mohín. Tzuyu rió con suavidad a la vez que sacaba su teléfono, si era sincera no tenía ni la menor idea del por qué había enfocado con su cámara el rostro de Sana, pero tuvo una necesidad indescriptible de enmarcar de alguna forma la felicidad en la chica. Y así se la llevó sacando de forma silenciosa un par de fotos-en algunas salían borrosas, en otra la rubia estaba en el suelo, pero la mayoría salieron bien-.
Luego de un par de horas, debieron volver. Tzuyu caminaba en compañía de Sana con sus manos entrelazadas y los helados firmemente puestos en cada palma. La rubia se mantuvo completamente animada repitiendo una y otra vez lo divierto que había sido la salida, también comentó con el pecho inflado lo orgullosa que estaba de haber logrado patinar causando que la castaña en silencio la mirara. ¿Alguna vez han visto a un niño pequeño en su primer día de escuela? bueno, Sana se comportaba como uno; al principio temeroso por no conocer a nadie, y luego completamente energético y emocionado por lo divertido que había sido su día queriendo volver para encontrarse con sus nuevos amigos. Tzuyu estiró su mano presionando su pulgar contra la comisura de la muchacha al notar el rastro de helado que había quedo en esa zona, con inocencia llevó su pulgar contra su boca mientras que Sana veía completamente hipnotizada cada movimiento por su parte.
—¿Te gustó tu segundo día?—cuestionó Tzuyu interesada por saber si Sana había disfrutado de la misma forma que ella la salida.
La rubia sonrió lamiendo su helado para luego concentrarse en el rostro de la castaña.
—¿Podemos repetirlo?—preguntó entusiasta como una niña pequeña, mientras que su mano que sostenía la ajena ejercía presión intentando controlar su emoción, como era de esperarse Tzuyu no se pudo negar a su pedido, así que simplemente asintió con su cabeza.
Cuando llegaron al hogar de Sana el helado de ambas se había acabado hace bastante tiempo. Tzuyu suspiró escondiendo sus manos en los bolsillos de su chaqueta observando detenidamente como la rubia daba un paso hacia su dirección.
—Gracias...por lo de hoy—murmuró la japonesa estirando sus manos para presionarlas sobre los hombros de la más alta—lo pasé bien—confesó siendo consciente que había sido una de las mejores salidas de su vida, así que lo tendría guardado en su mente como su pequeño tesoro—...—estuvo tentada en comentar sobre la marca de su cuello, pero no quería salir herida con una respuesta que no le gustase, así que prefirió quedarse con la duda y seguir viviendo en su burbuja—me gustas—Tzuyu alzó sus cejas sintiendo como la chica se inclinaba presionando sus labios sobre los suyos, para luego simplemente alejarse—no digas nada—susurró para luego dar un paso hacia atrás—buenas noches Zhou.
Y sin más se marchó, dejando a la castaña con las palabras en la boca.
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