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Cambios para bien

Narrador omnisciente:

Tzuyu pensó que el hecho de que sus padres se hubiesen sentido decepcionado por su forma de actuar había sido doloroso, pero cuando debió explicar a la señora Minatozaki del por qué de sus nudillos lastimados fue desgarrador el notar sus ojos brillando en la misma decepción que ellos habían tenido: la mujer jamás pensó que la chica llegaría al punto de golpear a alguien, y a pesar que dio sus motivos seguía sin estar a favor de la violencia. A diferencia de su madre, Sana se mantuvo en silencio, con sus ojos cansados observó como la taiwanesa se sentaba sobre el borde de su cama permitiendo que su agradable calor envolviera su espalda, con los labios apretados miró de forma atenta como la muchacha llevaba su delgada mano contra su mejilla acariciando su fría piel, por instinto ella se cerró sus párpados permitiendo que Tzuyu continuara con sus agradables mimos, sin poder evitarlo aquella sensación de protección la envolvió lo suficiente para sentirse tranquila ante la cercanía de la adolescente. 

Yubin las había dejado a solas, así que Tzuyu tuvo la facilidad de poder admirar la belleza que Sana desprendía sin ningún tipo de esfuerzo. De manera impulsiva la taiwanesa tragó el nudo en su garganta obligándose a no llorar al ver el gorro que cubría su cráneo, no sentía pena por el hecho de que la japonesa hubiese tomado la decisión de afeitarse la cabeza, en realidad eso le daba exactamente igual, con o sin pelo, para ella Sana era una escultura hecha por los mismísimos dioses; lo que si le preocupaba y le daba cierta inseguridad es que la japonesa no lo notara, que no se diera cuenta de la forma en que ella le veía. La ex rubia se giró sobre el pequeño colchón logrando estar frente a la adolescente, en silencio observó el bonito rostro de su acompañante, ¿Por qué sigue aquí? se cuestionó queriendo saber la razón del por qué Tzuyu no la abandonaba como lo había hecho el resto. La castaña le sonrió con suavidad elevando su mano lastimada para presionar sus dedos sobre el mentón ajeno.

—¿Estás molesta?—cuestionó con preocupación a la vez que veía como Sana agachaba su mirada centrándose en su dorso lastimado, no debió hacerlo, sin pronunciar palabra la chica tomó aquella extremidad acariciando con sus dedos el borde de sus nudillos heridos intentando ser lo más suave posible con su tacto; lo que menos quería era aumentar el dolor que ya en si debía ser molesto para su acompañante—Sana...

—Me da igual lo que diga la gente de mí—confesó la muchacha logrando que Tzuyu por fin fuese capaz de escuchar su adorable voz. La taiwanesa se paralizó con su corazón casi desbocado al ver y sentir como la chica se inclinaba presionando sus ásperos labios sobre los pequeños hematomas que adornaban su piel intentando vanamente que de esa forma el dolor fuese más manejable para ella—no me importa lo que digan o hagan y menos si son idiotas como Mark o sus amigos... —murmuró— solo me importa lo que a ti te suceda—aclaró soltando aquella extremidad para luego simplemente llevar sus dedos contra la tibia mejilla de su acompañante comenzando a hacer pequeños círculos sobre esa zona—espero que tengas claro que fue una completa estupidez que pudo cobrarte caro... ¿Te imaginas si el imbécil de Mark hubiese lastimado tu rostro de muñeca? 

—No me importa.

—Pero a mi si—replicó rapidamente la japonesa presionando esta vez por completo su mano sobre la mejilla de la más alta obligando prácticamente a la muchacha a que no la dejara de ver—¿Por qué lo haces?—y estaba confundida ante el comportamiento de Tzuyu.

—¿Por qué lo golpee? ya te explique.

—No—aclaró Sana a la vez que deslizaba sus dedos tocando con suavidad el mentón de la castaña—me refiero, ¿Por qué estás malgastando tu vida conmigo?—oh, Tzuyu no esperaba esa pregunta por parte de la chica, así que no fue para nada sorpresa para los ojos de la japonesa el notar como ella se incorporaba permitiendo de esa forma el perder el contacto directo de sus dedos con la suavidad de la piel en su quijada.

—¿Crees que estar contigo es un malgasto?—cuestionó la taiwanesa completamente ofendida a la vez que veía con una completa atención como la ex rubia se sentaba sobre el colchón llevando sus delgadas y pálidas manos hacia su cabeza arreglando su gorro sintiéndose prácticamente aterrada de la posibilidad de que la adolescente hubiese visto su cráneo desnudo; aunque bueno, ya lo había visto—¿En serio crees que es un malgasto el venir aquí y cuidarte?—ya no quedaba rastro de ofensa en el tono de su voz, ahora solo estaba dolida de que la contraria realmente pensara eso. Como era de esperarse Sana no respondió; ella simplemente apretó sus labios girando su rostro para ver la pared demostrando de esa forma lo cobarde que era—me gusta estar aquí, me gusta oír tu voz, me gusta saber que puedo hacerte reír o sonrojar a pesar que la estas pasando mal, me gusta mirarte... me gusta que me mires—confesó—así que dime,¿Por qué no iría al único lugar que me hace sentir cómoda y segura?

—Moriré...

—Si bueno, la vejez es una de las razones más comunes del por qué las personas mueren—comentó con obviedad—te recuerdo que es parte de la vida—aclaró Tzuyu mientras que se encogía de hombros escuchando atentamente como Sana suspiraba, como si estuviese cansada de que su acompañante no se estuviese tomando en serio aquella delicada conversación.

—Estoy hablando en serio—aclaró la muchacha a la vez que giraba su rostro posando sus bonitas orbes avellanas envueltas en esas amenazantes lágrimas que querían quedar expuestas.

—Yo igual.

—Si no muero en un par de semanas, será dentro de unos meses—y le recordó lo que había hablado con su madre en su momento de estrés y ansiedad; tenía esa extraña necesidad por alejar a las personas que más amaba, era su forma de evitar más daño de lo que ya en sí estaba provocando—¿Qué harás cuando vomite? ¿Cuando me desmaye? —preguntaba con rapidez mientras que las lágrimas caían con suavidad por sus mejillas—¿Qué harás cuando me coloquen un puto respirador artificial porque mis órganos no fueron capaces de soportar tanta quimioterapia?

—Estar aquí—respondió Tzuyu intentando con todas sus fuerzas el no llorar, pero era difícil el lograrlo cuando el nudo en su garganta volvía alojarse como si fuese su nuevo y cálido hogar—si vomitas estaré a tu lado, si te desmayas me aseguraré de que caigas sobre mí...—murmuró estando completamente segura mientras que veía como Sana llevaba sus palmas contra sus enrojecidas mejillas cubriendo con ayuda de sus dedos sus párpados. Su piel se erizó ante el suave sollozo que se deslizó por los secos labios de su acompañante dejando en evidencia lo cansada que estaba—si te colocan un puto respirador artificial me quedaré aquí hasta que despiertes, pero como no pasará no me preocupo.

—¿C~Como estas tan segura?

—¿Por qué no lo estaría?—replicó Tzuyu a la vez que estiraba sus manos en dirección de la japonesa, con calma la adolescente tomó entre sus dedos las muñecas ajenas obligando a que Sana dejara su rostro expuesto. Ahora fue turno de la taiwanesa el limpiar las húmedas mejillas de la chica deslizando sus dedos por la piel recolectando sus lágrimas con ayuda de sus yemas—no vuelvas a pensar que malgasto mi vida...—sonaba ligeramente molesta por aquel pensamiento autodestructivo por parte de la japonesa—eres lo mejor que me ha pasado, ¿Comprendes?—cuestionó observando atentamente como Sana tomaba una bocanada de aire para luego asentir con su cabeza—vamos a salir de esta, te lo prometo.

La japonesa se inclinó presionando su mejilla sobre el esternón ajeno.

—Lo siento—se disculpó por sus propias palabras, por provocar el llanto silencio en la castaña, por lastimar a la chica al querer alejarla; Tzuyu era muy buena para ella, así que no tenía que estar dándose el lujo de perder lo único cuerdo en su vida—realmente lo siento.

—Está bien tener días malos... esta bien estar enojada por todo lo que está sucediendo—aclaró la muchacha a la vez que presionaba con suavidad sus delgados dedos por la espalda de la japonesa—lo que no está bien el lastimarnos mutuamente—admitió posando sus ojos en otra dirección siendo incapaz de ver siquiera las bonitas orbes de su acompañante—yo sé que quieres sinceridad por mi parte, pero debes entender que hay cosas que no puedo decirte—murmuró sintiendo como Sana presionaba sus dedos contra su abdomen intentando alejarse de su torso para verla a los ojos, pero ella se lo impidió envolviendo con un poco de fuerza su espalda presionando esta vez su mentón sobre su coronilla—sé que cuento contigo para lo que sea, pero es demasiado para mi, así que estoy visitando a la doctora Jung—confesó la taiwanesa recordando frescamente las palabras de Yubin, "Si tu vas, ella querrá ir" y tenía razón, Sana necesitaba alguien que guiará sus pensamientos, que la hiciera comprender que merecía vivir, porque tenía mucho que ver, que ver juntas—he estado pensando que tu también deberías visitarla...

—¿Mi madre te lo pidió, no?—cuestionó Sana sintiendo como la castaña pasaba sus dedos por sobre su omóplatos; ni siquiera intentó alejarse, entendía a la perfección los temores de Tzuyu, porque ella también lo había tenido a lo largo de su estadía en el hospital. Ahora se sentía egoísta, su acompañante había buscado ayuda psicológica, y ella ni siquiera era capaz de hacer lo mismo.

Habían veces que Sana se olvidaba por completo que Tzuyu era una adolescente al igual que ella, y que estaba viviendo por primera vez el mundo con que ella lamentable creció, así que comprendió-tarde pero lo hizo-, el hecho de que le estaba prácticamente obligando a tener demasiada carga en sus delgados y frágiles hombros como el hecho de tener que soportar tanto sus problemas como los propios y tener que callar el cómo se sentía por temor a que ella no fuese capaz de soportarlo. Debes ser más considerada con ella, pensó sabiendo a la perfección que, si la castaña no hubiese buscado ayuda, posiblemente la hubiese perdido para siempre.

—No—técnicamente Yubin no se lo había pedido, solo le había comentado que sus sesiones impulsarían a su hija a también querer ir—en realidad, papá habló con ella referente a lo que había sucedido con... ya sabes, eso, así que tu madre se preocupó y me buscó algún tipo de ayuda para poder sobrellevar todo esto antes de que me terminara por consumir—confesó sintiendo como era Sana quien volvía a acariciar su rostro dandole suaves toques que lograron erizar la piel de su nuca. Esa característica forma de sentirse pequeña e insegura nuevamente la atacó cuando sus ojos volvieron a tener un contacto directo con aquellos relucientes avellanas.

—Lo siento...

—Cada vez que te disculpas me haces sentir como si te arrepintieras de estar conmigo—admitió Tzuyu sin poder evitar el permitir que sus pensamientos más crueles y dolorosos la atacaran con la posibilidad de que fuese Sana realmente quien estaba malgastando su vida con su compañía—...—relamió sus labios al notar como la chica dejaba de tocar su mejilla, no, fue la primera palabra que pasó por su mente, se negaba que esa fuese la posibilidad—me tengo que ir.

Sana se quedó en silencio observando como la castaña se levantaba de la cama, ni siquiera se atrevió a detenerla cuando se percató que se marchaba; con el corazón estrujado permitió que Tzuyu abandonara la habitación. 

—¿Discutieron?—la voz de la señora Minatozaki obligó a Tzuyu a girar su rostro observando con sorpresa como la mujer estaba cerca suyo con un pequeño plato de envoltura de aluminio sostenida en sus manos. La castaña rápidamente sacudió su cabeza en negación, y no mentía, realmente no habían discutido, simplemente estaban tensas, pero lo iba a solucionar—¿Entonces?

—Necesito un favor.

Tzuyu no tenía ni la menor idea de como lo hicieron los señores Minatozaki para lograr el meter el peluche que había ganado Sana en la feria, ni mucho menos el cómo lograron el evadir la seguridad cuando ingresaron con el pequeño computador en el interior de uno de los bolsos de la taiwanesa. En un principio la adolescente había pensado que el doctor Lee negaría rotundamente la posibilidad de poder ingresar todos los objetos en la habitación de la japonesa, porque bueno, era cierto que la chica estaba mucho mejor en el ámbito de sus conteo de glóbulos blancos, pero el peligro de que se fuese capaz de enfermarse siempre estaba presente. Así que ahí estaban ambos adultos acompañando a la castaña en el pasillo, la taiwanesa posó sus ojos en el señor Minatozaki notando como él estaba haciendo todo lo posible por no llorar, si era sincera no entendía muy bien la razón que lo llevaba a emocionarse hasta las posibles lágrimas, y a pesar que tenía curiosidad más adelante lo preguntaría. 

La muchacha en silencio aceptó cada una de las cosas que el hombre le entregó; Estaba cargada a más no poder, así que ni siquiera se sorprendió cuando escuchó la voz de la mujer riendo por su apariencia, la adolescente jadeó inclinando su espalda hacia atrás intentando que el bolso y el peluche no se resbalaran de sus manos-sería un completo fiasco su sorpresa si algo se rompía antes de tiempo-, maldito oso, pensó agobiada ante el inmenso peluche que cubría casi por completo su anatomía impidiendo el poder moverse con normalidad. Sin poder evitarlo el rostro de Tzuyu tomó un adorable tono carmesí en el instante que se percató que ambos adultos se le habían quedado viendo haciendo un gran esfuerzo por no reírse ante lo adorable y gracioso que se veía, amablemente Yubin se posó a su lado estirando uno de su brazos para abrir la puerta de la habitación de su hija. 

—Volveremos mañana—avisó la adulta dando entender que ese día sería por completo suyo, así que debía aprovecharlo.

Como era de esperarse Tzuyu se sintió como un bicho raro cuando la mujer abrió la puerta permitiendo que los ojos de Sana se centraran en ella, la ex rubia se mantuvo en un completo silencio sintiendo como su corazón se aceleraba y el agradable calor rapidamente se instaló en sus mejillas cuando por fin se percató que la taiwanesa realmente estaba ahí, volvió, pensó sintiendo como su pecho se inflaba de felicidad, regresó, y estaba que saltaba de la cama para abrazarla, porque la había echado de menos, pero se contuvo al notar lo cargada que estaba. Tzuyu relamió sus labios encogiéndose de hombros al oír como la puerta se cerraba detrás de ella.

—¿Para que es todo eso?—cuestionó Sana sin poder evitar que su curiosidad aflorara. Interesada la chica observó la forma en que la más alta caminaba en el interior de la habitación, con una visible dificultad soltó al oso sobre el sofá logrando tener uno de sus brazos desocupado—¿Tzuyu?

—¿Recuerdas la lista?—preguntó la taiwanesa a la vez que dejaba la mochila sobre el borde del brazo del asiento, con mayor facilidad deslizó el cierre buscando en el interior de aquel amplio objeto el computador. Sana frunció el ceño al oírla, y a pesar que en un principio no había entendido a qué lista se estaba refiriendo, rápidamente recordó lo que había escrito cuando confesó su enfermedad. Como era de esperarse su rostro enrojeció así que la timidez en ella sólo permitió el soltar ese claro "Aja"—bueno... como sé que aun no puedes salir del hospital traje la lista para modificarla un poco—bien, Tzuyu era la definición de perfección para los ojos de la japonesa—el día seis querías karaoke y pijamada... no podemos tener karaoke porque los guardias no dudarían en patear mi trasero a la salida, pero sí que es verdad que podemos gracias a tus padres que lograron convencer al doctor Lee el tener una pijamada.

Sana se quedó en blanco.

—¿Te quedarás?—cuestionó sin poder creer que Tzuyu por fin iba estar a su lado; se sentía segura a su lado, y si tenía suerte, quizás no tendría pesadillas. La castaña asintió con su cabeza a la vez que se dedicaba a conectar los cables del computador con la pequeña televisión que colgaba desde la pared—pero... estas castigada, ¿Cómo te quedarás?

Tzuyu se aseguró que todo estuviese conectado, para caminar en dirección de la muchacha, con cuidado tomó asiento a su lado mirando con calma sus bonitas orbes avellanas envueltas en confusión.

—Con Matthew llegamos al  acuerdo que cumpliré mi castigo cuando salgas del hospital—confesó la castaña recordando la forma en que había finalizado su llamada con su progenitor—ven—y a pesar que los primeros días no había sido capaz de tocar a la japonesa por temor a verla sangrar, ahora no podía evitar el aprovechar cada oportunidad para tocar su rostro creyendo firmemente que sus facciones era la puerta amplia al cielo, tan bonita, pensó a la vez que hacía un gran esfuerzo por no quebrarse al recordar como la chica era antes del segundo diagnostico—traje al peluche, yo sé que no te gusta dormir sola, así que pensé que él podría hacerte compa...

Sana se inclinó presionando sus labios con los ajenos obligando a su acompañante de esa manera a que guardara silencio; hace bastante tiempo que ella no le robaba un beso, había pasado demasiado tiempo en realidad desde la ultima vez que su boca había logrado tener un contacto directo con la ajena, así que lo estaba disfrutando. Tzuyu entreabrió sus labios sorprendida sintiendo como la japonesa aprovechaba su movimiento para estirar su fría palma presionando sus delgados dedos detrás de su nuca, indicándole con aquella firme acción que por nada del mundo se le ocurriera el romper el contacto. La taiwanesa terminó por ceder cerrando sus párpados para estirar sus dos manos tocando las mejillas de su acompañante, con el corazón agitado y las inminentes ganas que tenía por gritar de alegría volvió a entreabrir sus labios sintiendo como la ex rubia movías sus cerezos buscando el poder encajarse entre sí.

Se besaron por un prologando tiempo hasta que la falta de oxigeno las obligó a perder el contacto directo de sus suaves cerezos. Con la respiración agitada y el bonito color canela que Tzuyu poseía siendo vuelto por el adorable tono carmesí pinceladas en sus mejillas, la chica echó su espalda hacia atrás notando rapidamente como los bonitos labios entreabiertos de la japonesa estaban lo suficientemente hinchados y rosado para dar la falsa ilusión de que se encontraba bien de salud; a la taiwanesa no le molestaría besarla todo los días solo para vivir en la ilusión de que ella estaba bien. Realmente la taiwanesa no se esperaba aquel fuerte y agresivo abrazo por parte de Sana, no estaba preparada para sentir como ella nuevamente envolvía sus brazos sobre su torso presionando su mejilla sobre su esternón-su nueva zona favorita-, le gustaba esa posición porque podía oír a la perfección como sus latidos se descontrolaban ante su simple presencia. Cuando la más alta se acostumbró otra vez a su cálido tacto, pensó que ella lloraría, y se estaba preparando para consolarla, pero ese doloroso sonido jamás llegó.

—Gracias...

Tzuyu entreabrió sus labios, estaba sorprendida, aunque la alegría la invadió como si alguien se la hubiese inyectado a la vena al darse cuenta que por muy pequeño e insignificante que cualquier otra persona pensaría por ese gracias, para ella significaba un pequeño, pero muy pequeño cambio por parte de su acompañante. Sin poder evitarlo elevó sus comisuras ampliando su adorable sonrisa; prefería mil veces oír un gracias que un lo siento proveniente de su garganta. La castaña no tardó en corresponder el abrazo agachando su rostro para presionar sus labios esta vez en la coronilla ajena, sintiendo como Sana empuñaba el borde de su camiseta refugiándose por completo en el calor que su torso desprendía.

Media hora después, ambas chicas se encontraban recostadas sobre la cama de la ex rubia, en silencio miraban la pantalla donde la película que personalmente la romántica de Nayeon había recomendado cuando llamó a su hermana; si, era cierto que en su propia lista había dicho que no volvería a confiar en el Minayeon, pero se trataba de algo romántico, y sabía que nadie era más romántico que la empalagosa de Nayeon. La japonesa mordisqueó su labio inferior manteniendo su mejilla adherida sobre el pecho ajeno mientras que su palma descansaba por debajo de uno de los senos de su acompañante, Tzuyu en cambio deslizaba sus dedos por sobre la espalda de la chica manteniendo en todo momento sus ojos aun fijos en lo que estaba sucediendo en la novela. Los ojos de la taiwanesa miraron completamente atentos como el protagonista intentaba enamorar nuevamente a su esposa, pero esta no lo recordaba. Sin poder evitarlo dejó de prestar atención a lo que estaba sucediendo para centrarse en la pálida mano que descansaba sobre sus costillas, en silencio notó la intravenosa adherida en su dorso, y no pudo evitar el cuestionarse el por qué no estaba siendo sincera con Sana.

—El caso...—y se avergonzó cuando Sana se removió sobre su pecho alzando su mirada hacia su dirección, vamos, solo pregúntale, se animó—el caso hipotético que admitiera que estoy enamorada de ti y que quiero ser tu novia, ¿Qué me dirías?—no la juzguen, era cobarde.

Sana entrecerró sus párpados para luego simplemente sonreír ante lo adorable que podía llegar a ser la castaña cuando se lo proponía.

—El caso hipotético que eso sucediera te diría que también te amo, y que encantada acepto—respondió la muchacha a la vez que se acercaba a su rostro—pero primero...—murmuró elevando una de sus manos hacia las facciones de la más alta presionando su dedo índice sobre su nariz—primero quiero tener una sesión con la psicóloga del hospital...—si Tzuyu era sincera no se esperaba esa confesión por parte de la ex rubia—haré... yo, haré todo lo posible por cuidar lo nuestro.

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