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《chapter ten•Love for the animals》

《chapter ten•Love for the animals》
《capítulo diez•Amor por los animales》



BECCA GOLDSTEIN ERA LA MENOR DE LAS HERMANAS GOLDSTEIN, una linda chica castaña de diecisiete años que se decidió desde la muerte de sus padres a estudiar para ser medimaga. Todos sus años en Ilvermorny siempre se esforzó por ser la mejor de su clase, incluso una tarde en el departamento que compartía con sus hermanas se dedicó a leer un libro de medicina al derecho y al revés encontrandolo lo más fascinante del mundo. Esa era su pasión.

Hasta que la puerta se abrió con cierta rapidez quitándole su concentración; bufó sabiendo que se trataba de su hermana mayor Porpentina, pero el sonido de múltiples pasos la confundió, su hermana no solía llevar a tantas personas a su departamento.

Por unos minutos no tuvo deseos de voltear, sino de seguir leyendo su libro hasta que escuchó ese nombre que desde hace un par de años la atormentaba, la dueña de ese nombre era muy amiga de las tres Goldstein por lo cual sus visitas solían ser regulares y en cada una de ellas, Roxanne caía en la trampa verdosa que eran sus ojos. Cada que ese olor frutal que desprendía su cabello achocolatado, la Goldstein menor suspiraba encantada, soñando su día a día con tan bella presencia.

Pero era solo eso; un sueño.

Roxy levantó la vista asomándose para verificar que era cierta su presencia en el departamento junto a dos hombres desconocidos y su hermana. De nueva cuenta el corazón de la joven dió un salto cuando la vió; su cabello tan pulcro como siempre, usando un vestido verde oscuro hasta la mitad del muslo junto a una chaqueta roja y unas botas del mismo color del vestido, se veía tan perfecta ahí parada, pero... Lucía enferma.

Cuando la vio correr al baño fue detrás suyo para asegurarse de que estuviese bien, mientras Asia se inclinaba para vomitar ella le sujetaba el cabello con delicadeza teniendo hacerle más daño. Su ceño estaba fruncido en preocupación por la de ojos verdes, ¿Que le había sucedido? Se preguntaba.

Cuando todo paró, tiró la cadena del excusado y se sentó en la fría losa blanca del baño sintiéndose más liberada.

—¿Te sientes mejor? —preguntó con cautela la chica Goldstein frotando el brazo izquierdo de la otra en forma de apoyo.

—Un poco —suspiró reincorporándose, Roxanne la ayudó—. Creo que algo me cayó mal, solo necesito descansar un poco.

La castaña asintió estando de acuerdo con ella, la chica Rousseau se volteó a ella sonriendo agradecida y Roxanne se alegró, para ella Asia tenía la sonrisa más bonita que jamás haya visto.

Ambas salieron de la pequeña habitación para encontrarse con los demás escuchando a Queenie revelar la capacidad de Asia de leer la mente. La francesa se sintió traicionada por su rubia amiga.

—Como tú dices: si yo caigo tu caes —citó Queenie mostrándole una sonrisita traviesa.

Y era lo lógico: arrastrar contigo a tu amiga con tu misma habilidad y en caso de que algo salga mal, ambas cargarían con la culpa.

—Luces mejor, recuperaste un poco tu color natural —reconoció Tina acercándose a la francesa, paseó su mirada por todo el rostro de la chica asegurándose de que lo que dijo era cierto.

—Me siento mejor, de hecho —corrigió dejando escapar una sonrisa apretada.

『• • •』

Narra Asia

No supe realmente qué era más incómodo; si el hecho de que Newt se haya intentado escapar o estar todos sentados en la mesa cenando mientras Queenie le coqueteaba al señor Kowalski.

—Mi trabajo no es tan glamuroso; me la pasó haciendo café, deshechizando el baño... Tina es la que estudió y Becca se acaba de graduar —enumeró y luego miró a sus hermanas a sus costados quienes le sonrieron apenadas.

Y así continuó leyendo su mente y respondiendo sus preguntas hasta que Jacob le pidió que no le leyera más la mente, empezando un nuevo tema de conversación: la panadería.

—... A eso me dedico, soy panadero —confesó sonriente— Y este es el mejor strudel que he probado.

—¡Ay, me matas! Jamás en la vida había hablado con un no-mago —comentó extasiada, apoyó su rostro en su palma mirando con interés al muggle frente a ella.

El señor Kowalski imitó su acción:— ¿En serio? —parecía soñador.

Yo solo me dedicaba a revolver lo que quedaba en mi plato dudando si comerlo o no, no tenía mucha hambre en realidad, Tina me había obligado a sentarme a comer.

—No estoy coqueteando —negó la rubia Goldstein apenada.

Entonces levanté la mirada para ver cómo Tina y Queenie se incomodaban.

—Nada más digo que no te encariñes, lo vamos a tener que desmemorizar —le recordó la de pelo corto inclinadose hacia ella, pareció recordar que estaban hablando frente a él así que volteó a verlo—. No es nada personal.

El señor Kowalski negó incómodo queriendo indicar que no le había afectado.

—¿Estás bien, cielo? —le preguntó Queenie preocupándose del aspecto del hombre.

Si yo antes estaba pálida, él estaba peor.

—Se ve terrible —comentó la menor de las Goldstein haciendo una mueca.

Y antes de que cualquiera pudiera agregar algo más Newt se levantó con prisa de su asiento alegando que lo que necesitaba era descansar. Me atreví a mirarlo y por un momento creí que quería decirme algo con la mirada... Pero realmente no estaba segura.

Aunque Tina pareció creer que él tenía razón por lo tanto les dió una habitación para que ambos durmieran (con camas separadas, claro está). Por mi parte me quedé en el sillón, Becca había insistido en que durmiera con ella pero me negué insistente, sé que el señor Scamander quiso decirme algo pero no podría averiguarlo si tenía a una de las Goldstein vigilandome.

Becca miró a su hermana Tina preguntándole, al parecer, si era buena idea dejarme en el sofá pero ella solo se encogió de hombros.

Se me había olvidado mencionar que antes de acostarme en el sofá le había implorado a Porpentina que me dejara dormir en su departamento y que le inventar una excusa a mis tíos, no quería regresa esa noche al departamento (ni ninguna otra) y menos con mi tío William ahí dentro, así que la mujer, cansada de mi insistencia, fue para cumplir mi petición.

Pasados unos minutos Tina y Queenie se acercaron a la habitación de los hombres con una bandeja de madera y dos tazas de chocolate caliente, entonces ví mi oportunidad.

—Dejame ayudarte, Tina —me ofrecí sosteniendo el borde de la bandeja.

—Oh, no es necesario, Asia. Yo lo-

—Insisto —jalé la bandeja de madera hacia mí tratando de lucir lo más amable que pude. Al final la de cabello corto aceptó.

—De acuerdo...

Ella me abrió la puerta corrediza y entré llamando la atención del señor Kowalski, al parecer leía un libro con la mitad del cuerpo debajo de la sábana mientras Scamander se acurrucaba en su cama a punto de parecer una bolita.

«Está bien, Asia... No tiembles» me dicté a mi misma.

—Tina creyó que les gustaría tomar chocolate caliente —pero fue inevitable que mi voz temblara de los nervios.

Con cuidado y sosteniendo la bandeja con firmeza me acerqué al señor Kowalski primero que agarró una de las tazas sonriendo en agradecimiento.

—Mire, señor Scamander —levantó su taza— Chocolate caliente.

Entonces noté que las dos hermanas mayores aún estaban en la sala mirando a través de la puerta así que como pude usé mis poderes para cerrar la puerta. Si quería averiguar qué tramaba Scamander debíamos tener privacidad.

—Qué hermosa... —murmuró hipnotizado el muggle, yo me giré a verlo espectante—. Ah... M-me refiero a...

—Queenie, lo sé —completé, sabía que la había visto mientras la puerta se deslizaba con la intención de cerrarse—. Si, ella es... Hermosa —concordé para que no se sintiera mal.

Al colocar la bandeja en la mesita de luz me giré con valor hacia el mago a mi izquierda y me decidí a hablar. ¡Vamos, Asia! ¡Llevas la valentía en tu sangre!

—¿Qué planea, señor Scamander? —indagué en su dirección con curiosidad.

Entonces se levantó bruscamente de la cama asustandome e instintivamente me hice para atrás tanteando mi bolso para sacar mi varita de ser necesario... Pero solo colocó su maleta en el suelo y la abrió.

Ah...

—Venga conmigo —pidió señalando la maleta con su cabeza.

Y seguidamente desapareció bajando por ella. Detrás de mí Jacob soltó una sonora carcajada, haciéndome saltar en mi lugar, me había tomado desprevenida así que le lancé una mirada de fastidio, odiaba que hicieran eso.

Una parte de mí llena de curiosidad quería bajar y averiguar qué había dentro de ese maletín pero por otra parte me sentía insegura, tenía miedo de bajar y quedar atrapada a solas con él. Sé que fuí la mejor de mi clase de hechizos así que no debería irme mal... ¿No?

Si pudiera volver a hacer algo como lo que hice con mi tío cuando salí huyendo del departamento... Nunca antes había elevado a una persona del suelo, era demasiado esfuerzo para mí, solo lo había intentado con cosas pequeñas como jarrones o libros, nunca con personas.

—Vengan —su mano salió de la maleta haciéndonos señas a ambos de seguirlo mientras su voz sonaba amortiguada por las paredes de la misma.

Compartí una mirada con el señor Kowalski quien se levantó para situarse a mi lado, él miró sin entender cómo funcionaba la maleta pero no iba a esperar a que se decidiera a entenderlo, después de todo solo es un muggle. Pasé un pie dentro de la maleta sintiendo una escalera así que me apoyé mejor en ella, la mano del hombre a mi lado se extendió hacia mí.

—Déjeme ayudarla —se ofreció.

Al principio lo dudé pero acepté su mano para poder pasar el otro pie, pronto estuve bajando la escalera hasta toparme con una habitación donde habían repisas y gavetas de madera, y en el corto pasillo estaba Newt paseándose de un lado a otro.

Sus constantes movimientos me mareaban e inquietaban.

—Entonces... —tomé la palabra tratando de romper el silencio incómodo— esto es lo que hay en su maletín.

El me miró pero por un momento tardó en soltar las palabras, aunque no supe por qué:— Así es. Bueno, esto no es todo; pasando esa puerta están mis animales —señaló la puerta a su costado.

—Ah... —alcancé a decir.

El estruendo proveniente de las escaleras llamó nuestra atención: Jacob Kowalski se deslizó por ellas aterrizando torpemente de pie.

—Yo... Me aseguraré de que mis criaturas estén bien —informé mostrando mi bolso.

«¿Su bolso es como mi maletín»

—Así es, mi bolso tiene un hechizo indetectable de extensión... Hace más fácil el transporte de los animales cuando vives en varios sitios —afirmé apenada, no me sentía cómoda revelando mis cosas privadas. Sin darme cuenta mis dedos jugaron entre sí.

El mayor frunció el ceño tal vez confundido, o quizás molesto:— ¿Leíste mi mente? —al darme cuenta me sonrojé sin poder evitarlo, mi boca se abría y cerraba como pez fuera del agua— ¿Podrías... No volver a hacerlo?

Solo pude asentir avergonzada.

Dejé mi bolsa en el suelo y rápidamente salté dentro de ella, me moría de vergüenza allá arriba. Leer la mente es algo que puedo controlar muy bien pero algunas veces lo hacía sin poder evitarlo. Lo mismo sucedía con Queenie.

Apenas entré a mi bolso una sensación de tranquilidad me llenó, me sentía en casa nuevamente. Que irónico, pues la mayoría de los animales que me dedico a proteger los rescató mi padre cuando estuvo vivo.

Siempre que podía entraba con mi padre al espacio donde resguardaba a todos los animales que rescataba, él me enseñó todo sobre sus cuidados y cómo acercarse a ellos sin parecer una amenaza, no importa cuál fuese el animal. De ahí viene mi amor por las criaturas mágicas, porque mi padre me enseñó a ver la belleza que contenía cada una de ellas, él me inculcó la necesidad de protegerlas con mi vida de cualquiera que pensara en hacerles daño.

Aún me encargaba de cuidar éstas criaturas en nombre de mi padre (nadie sabe que las tengo), supongo que... Son el único recuerdo que me queda de él.

Cuando murió le hice una promesa: que las cuidaría con mi vida y me aseguraría de liberarlas en su hábitat cuando supiese que era seguro. Y lo cumpliría como fuese.

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