f ü n f
“Que todos sean libres”, decretó Rencor.
Y Soberbia lo apuñaló por la espalda.
fünf: schläger
trollino
Dos millones.
¡Dos!
Me sostuve con fuerza a la barra de la cocina. Quiero vomitar. Voy a vomitar.
—Quiero vomitar —repetí en voz alta, sintiendo náuseas.
Formamos un círculo en la cocina de manera en que la caja estuviera en el centro. La observábamos con determinación, cómo si en cualquier momento fuera a desaparecer. Supongo que influía el hecho de que tal tesoro estuviera dentro de una desgastada caja de zapatos.
No era tan fácil. Yo todavía no creía que tuviéramos en nuestro poder tanta cantidad de dinero.
—No creo que sea conveniente conservarlo —soltó Víctor de repente, a lo que todos le miramos.
—¿Qué? —exclamó Raptor acariciando al gato que descansaba en sus piernas.
—Estás bromeando, ¿no? —se metió también Sparta. Bufó al no escuchar respuesta del pelirrojo—. Víctor, son dos millones. Sería estúpido dejarlos como si fuera un mísero chicle.
—Estoy con Víctor —habló Rius. Ahora todos le veían a él—. Tienen que admitir lo abrumador que es que este dinero haya permanecido tanto tiempo "escondido". Y luego, ¿el gato? —el nombrado, me pareció que Raptor le apodó Milion, alzó sus orejitas al escucharlo—, ¿cómo mierdas sabía dónde estaba?
—Quizás era el gato de la bruja —comentó Raptor de pronto, aún sin dejar de acariciarlo. Todos volteamos a verlo, frustrados—. No es hora de hacer chistes, ¿verdad?
—Entiendo a lo que Rius quiere llegar —prosiguió Sparta retomando la conversación—, todo este asunto es bastante raro. Erika y Derek, los testimonios de internet, los habitantes de la villa, los cuadros mágicos, la nota... todo esto es horrible. Estoy seguro de que no soy el único que lo piensa.
—Sparta no queremos oír tus paranoias ahora —interrumpí. No me di cuenta de lo que dije hasta que fue demasiado tarde.
—No le hables así —murmuró Raptor con un tono que no supe descifrar. Incluso Milion pareció ponerse a la defensiva.
—No, yo... —quise disculparme, pero supe que había metido la pata hasta el fondo.
—Sólo olvidalo, no hables —ahora fue Sparta quien me interrumpió a mí.
Nadie dijo nada. Fueron dos minutos de desagradable silencio.
—Aunque quisiéramos llevarnos el dinero, no podemos —habló por fin Mayo, rompiendo la incomodidad.
—¿Por qué? —preguntó Timba con recelo.
—Es peligroso, principalmente porque no es dinero.
En eso tenía razón. Lo que había en la caja de zapatos era oro, collares de perlas, diamantes, cosas costosas que en total darían más de dos millones de euros. Pero sería muy peligroso guardar todos eso en una maleta y subir con ella al avión. Tampoco podemos empeñarlas, ni venderlas. Y ni hablar de acercarnos a algún banco.
Teníamos todo pero nada a la vez.
—Entonces tendremos que esperar —hablé de nuevo—. Esperar a que pase el peligro, me refiero. Hay que ser discretos; no podemos salir a la calle con portafolios negros y lentes oscuros, sería como gritar "Aquí no tenemos nada de dinero, para nada. No nos vean".
—¿Y mientras dónde vamos a estar? —cuestionó Mike, que hasta el momento no había hablado.
—Esperar aquí.
—¿Aquí, dónde? —repitió Sparta.
—Aquí en la villa.
Y todos expresaron diferentes emociones, pero dando a entender lo mismo: estaban en desacuerdo.
—¿Y qué hay con el dueño? —Mayo elevó la voz para dejarse escuchar por encima de las demás—. No sabemos cuando vaya a llegar, puede que regreso hoy, o mañana. Incluso puede estar en camino en este momento. ¿Y qué hará cuando vea que su tesoro no está?. Sería una gran coincidencia que cuando llegan turistas de la nada, su dinero no está.
—No sabemos de lo que sea capaz —concordó Raptor—. Ni siquiera sabemos como es. Puede ser una viejecita con un rifle dispuesta a defender su dinero a toda costa, o puede ser un mastodonte puños de hierro que nos noquearía a todos con un sólo chasquido.
Si, tenían razón. En cada cosa que decían tenían razón. Pero no iba a dejar ir este dinero sólo por miedo.
¿Miedo a qué?, me pregunto.
Cerré la caja de un golpe, llamando la atención de todos al instante.
—¿Qué vas a hacer, Trolli? —murmuró Mike confundido, pero no iba a responder.
Me di la vuelta para caminar hacia la salida. Sentí las pisadas de todos tras de mí.
—No podemos quedarnos aquí, pero tampoco podemos salir, así que lo único que podemos hacer por ahora es buscar una casa vacía dentro de la villa, esperar a que pase un tiempo, comprar boletos a otro país y no sé, ya veremos que hacer después. Pero primero tenemos que refugiarnos en otro lugar —abrí la puerta principal y me giré hacia ellos—. ¿Vienen o me esperan?
—Yo... Yo espero aquí —acotó Rius. Asentí.
—También yo —sentenció Raptor, todavía cargando a Milion.
Timba se regresó a dónde el primero y colocó una mano en su hombro.
—Rius, tranquilo. Nada malo pasará.
Pero Rius no dijo nada, así que el peliazul, abatido, no tuvo de otra más que darse la vuelta.
Volví a asentir entonces, antes de dar la vuelta también. Pero justo cuando crucé el umbral sentí cómo si me apuñalaran el estómago.
Vomité.
rius
Trinqiili Riis. Nidi mili pisirí.
Bufé.
Cerré la puerta cuando todos salieron.
—Somos unos idiotas —murmuré para mí mismo.
—Saldré al patio un momento —pronunció Raptor. No lo volteé a ver, pero supe que había salido porque la puerta trasera se cerró.
Asentí a sabiendas que ya nadie me vería.
Decidí ir a los cuartos donde pasamos la noche a recoger nuestras cosas. Es mejor tener todo preparado para irnos lo más rápido posible.
Dispuesto a entrar, tomé la manija de la puerta, pero ésta no cedió al girarla, cómo si alguien hubiera puesto el pestillo del otro lado. Intenté una vez más, pero era lo mismo.
Había orificio para llave, pero dudo que la llave la hayan dejado por aquí.
Debe haber algo en el cobertizo que ayude a abrirla.
—¿A dónde vas? —preguntó Raptor cuando me vio dirigirme al fondo del jardín. Milion estaba rondando cerca del árbol de naranjas.
—La puerta del cuarto quedó atascada —respondí sin dejar de caminar—, iré a buscar algo para abrirla.
Él asintió y seguí en mi búsqueda sin seguir prestando atención. Una vez en el cobertizo, tomé las cosas que necesitaba y salí de ahí, ignorando el extraño vacío que habitaba el resto del cuarto. Regresé a la puerta atascada, sintiendo un molesto cosquilleo en el cuello.
Olía a madera recién cortada.
Me planté frente a la puerta, pero ahora había algo distinto en ella... Había un número en color rojo en el centro.
«8.»
De pronto, un cristal tronó detrás de mi.
Me giré para buscar aquello que se había estrellado, esperé encontrar el florero de cristal, pero en su lugar encontré un cuadro con el vidrio partido en miles de pedazos.
Con una nota volteada.
«Tic, tac.
No te asustes por sus alas.»
Me di la vuelta para seguir intentando abrir la puerta. Traté de tranquilizarme. Nada malo pasará. Nada malo pasará. Pero no podía evitar sentir que sí, que algo malo pasaría.
Mis manos temblaban, dificultándome más la tarea de abrir la puerta.
Y cuándo menos lo esperé, un click determinó que por fin estaba abierta.
Giré la manija, empujé la puerta.
Y una bandada de murciélagos salió de la habitación, chillando con urgencia al mismo tiempo.
Mis oídos se dilataron, no podía escuchar nada a parte de sus aullidos. Cubrí mi rostro con mis brazos en un vano intento de evitar que arañaran mi rostro, retrocediendo sin darme cuenta.
Sentí un arañazo sobre mi ojo seguido de un dolor horrible. Presencié el momento exacto en que mi ojo se desprendió de la cuenca.
Una fuerza incomprensible me empujó al suelo de un tirón.
... al suelo donde los recientes cristales apuntaban hacia mí.
En un segundo, todos los cristales se incrustaron en mi cuerpo.
Nada malo pasará.
Nada malo pasará.
Nada malo pasará.
¿Por qué me mentiste, Timba?
***
okey, narrar una muerte es más complicado de lo que creí ._.
pero, siendo sincera, estoy satisfecha con el resultado. ojalá te haya gustado también.
¿ya esperabas algo así?
trataré de mejorar en lo siguiente, lo prometo, pero recuerden que sigo siendo novata aquíiiii :(
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