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Jealousy

Wendy Blake

El lunes fue un fracaso para todos nosotros, la búsqueda no nos llevó a ninguna parte y eso deprimió a Gwen, Robin tampoco parecía estar bien pero aun así estaba haciendo un esfuerzo por nosotras.

Como de costumbre salimos de casa temprano, Robin nos esperaba en la puerta y nos acompañaba a clases, se negaba rotundamente a dejarnos andar solas desde lo de Finney.

Mi mente se encontraba en cualquier parte, apenas podía dormir y todo lo que llegaba a mi estómago acababa devolviendolo.

Sostuve la mano de Robin mientras caminábamos, Gwen iba delante de nosotros, su cabello estaba suelto y algo enredado, mi mirada no se despego de su espalda, tenía tanto miedo de que desapareciera. Quería matar al bastado que me arrebato a mi hermanito, aunque ni siquiera era capaz de saber donde lo tenía y eso me enfurecia.

Cuando llegamos a la escuela pensé que Robin soltaría mi mano, la mayoría de los chicos hacían eso para mantener su reputación, sin embargo él se aferro más a mí, llevándome hasta mi casillero. Me sentía tan extraña, como si flotara en una burbuja y mis únicas anclas fueran Robin y Gwen.

Abrí el casillero con mi mano libre, tomando un cuaderno cualquiera que estuviera ahí, la verdad no recordaba ni que materia tenía.






...


Las siguientes horas las continúe durmiendo, los maestros no decían nada ya que estaban al tanto de lo sucedido, me daba asco la pena que mostraban y Gwen se sentía igual al respecto.

Durante el almuerzo nos sentamos donde siempre, Griffyn estaba a mi lado por su actitud parecía preocupado, era un niño muy dulce y atento. Si Gwen buscara pareja en un futuro, no dudaría en destacar a este niño como una buena opción.

Bruce estaba sentado en frente de Robin, ninguno se dirigía la palabra y eso volvía todo incómodo, porque extrañaba escucharlos discutir por tonterías sin sentido.

Por un momento deje mi vista sobre el lugar vacío que mi hermano ocupaba siempre, mi pecho dolió. Robin suspiro, su mano acaricio mi nuca con naturaleza y yo me deje ser, cerre mis ojos y me apoye en su hombro.

Quería dormir y olvidar que todo esto estaba pasando, Robin pareció entenderlo y me rodeo con sus brazos, estaba comenzando a dormitar cuando un estruendo me hizo saltar en mi lugar. Todos volteamos a mirar a Bruce, parecía estar a punto de estallar del enojo, su rostro estaba de un rojo intenso.

–¿Te sientes mal?– Griffyn fue el primero en hablar, estaba intimidado al ver la postura del deportista, se encontraba de pie con ambas manos sobre la mesa. Parecía querer arrancarle la cabeza a alguien.

–¡Cállate! Dios, esta mierda apesta, eres tan injusta Wendy– Nadie entendio lo que él pelinegro decía, pero al segundo Robin intento calmarlo –Lo que quiero decir es que eliges a este imbecil sin futuro sobre mí, al inicio creí que te darías cuenta de tu error y vendrías a buscarme, pero ahora noto que no...–

Si antes estaba enojada, ahora podía arrancarle los dientes a cualquiera, este idiota estaba gritandome frente a todo el mundo por una estupidez cuando mi hermano había sido secuestrado –¡¿Qué mierda te pasa?! Mi hermano está desaparecido y tú no puedes ver más lejos de tu propia nariz, eres un egocéntrico con problemas de autoestima. ¡Solo lárgate si no vas a ayudar!–

Pensé que con aquello bastaría, pero en cambio solo calentó la situación, Bruce se burlo y siguió diciendo cosas horribles, Gwen le tiro su mochila y yo solo reaccione cuando él le grito a mi hermana.

Me solte de Robin, subiendo sobre la mesa para tomar a Bruce por el cuello de su camisa y estampar mi puño en su nariz.

Luego de aquello no recuerdo mucho más, sé que desperté pocas horas después en mi cama, Gwen estaba en la sala hablando con papá y Robin. Ninguno pareció notar que me había despertado, al menos no hasta que salí como pude de casa.

Había tomado la bicicleta de mi hermana junto con una de las radios de Griffyn, de seguro la fiebre me estaba haciendo delirar porque el camino era borroso mientras pedaleaba, me sentía al borde de un colapso nervioso.

Mi puño y cabeza dolían como el infierno, le eche un vistazo a mi mano, notando que en ella se encontraba  amarrado el paliacate de Robin, de seguro lo coloco ahí para detener la sangre.

Mientras más me alejaba peor me sentía, mi cabeza daba vueltas hasta que acabe por caer de la bicicleta,  justo frente al jardín de una casa. La radio se hizo trizas, estaba a punto de maldecirme a mi misma cuando note el árbol de la entrada.

Lo que no sabia era que mi felicidad no duraría mucho.

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