Don't always be nice
Finney Blake
No es difícil decir que soy el más débil de mi familia, todo el mundo piensa que es así y nunca me he interesado por desmentirlo.
Wendy prefiere no pelear, pero cuando debe hacerlo es buena en ello, con Gwen sucede algo similar, aunque ella no se aleja de las peleas.
En mi caso solo dejo que me golpeen para evitar el trabajo de defenderme, muchos piensan que eso me hace un cobarde, eso incluye a Gwen. Robin sin embargo me ayuda e intenta hacerme entender que golpear de vez en cuando no es malo.
–Wendy, recuerda que hoy tengo practica, me iré por mi parte luego de clases– Ella asiente con la cabeza, parece concentrada en su almuerzo, como si fuese a escaparse una patata si aleja la mirada. Mi amigo parece estar en el mismo transe, tanto que no pelea con Bruce quien lleva diez minutos hablando sin parar.
Cuando volteo hacia Gwen, ella me sonríe y levanta las cejas, se acerca disimuladamente a mi oído y me confiesa que Robin le propuso salir a Wendy, aunque nuestra hermana no había respondido aún.
No quise indagar más, sabía de sobra que lo mejor era dejarlos hacer todo a su debido tiempo, pero me alegraba de que las cosas avanzarán entre ellos.
Cuando el tiempo para almorzar acaba, me levanto para dejar la bandeja vacía en su lugar, yendo luego a clases con Donna. Ella se me acercó sin previo aviso, preguntándome si necesitaba una compañera para biología, pero le respondí que ya estaba trabajando junto a Robin.
...
El siguiente periodo fue lento, casi me pareció ver que la aguja del reloj no se movía, muchas veces solía fingir que no estaba encerrado en ese salón, si no que me encontraba en el espacio y que ahí nadie podría juzgarme o golpearme.
Como todos los días, la campana sono a las tres de la tarde, indicando el final de la jornada. Tome mis cosas con rapidez, no queria que algún idiota me golpeara en la salida, porque ya tenía suficiente con la golpiza del día anterior.
En el camino a la salida, salude a Robin y divisé a Gwen en la lejanía, ella agitó su mano a modo de saludo.
...
El entrenamiento no era distinto que otros días, duraba dos horas los viernes sin falta, la verdad es que solo practico béisbol por mi padre y su horrible miedo a que sea "afeminado", digamos que los rumores corren rápido incluso entre los adultos.
Durante la práctica corremos dos vueltas enteras al rededor del campo, luego hacemos pases y una que otra bateada. Tampoco es como si odiara jugar, pero preferiría invertir mi tiempo en otra cosa, algo más productivo.
Al finalizar todos nos dirigimos a las duchas, el agua es helada y no me quejo ya que el verano apenas se está alejando, además de que odio sudar y prefiero el agua fría.
Cuando acabo de guardar todo en mi bolso, el reloj ya marca las cinco pasadas, el sol comienza a bajar lentamente y las calles están vacías.
Ignorando el hecho de que me siento extraño, me dirijo a casa, las pocas personas que me cruzo son adultos que salen de sus trabajos. Entonces cuando voy a doblar en la esquina de mi vecindario, un hombre baja de su camioneta y sus bolsas se rompen, dejando que frutas y huevos rueden por el pavimento.
Por alguna razón no deseo ayudarlo, pero la imagen de Wendy regañandome llega a mi cabeza, por aquella razón acabo ofreciendo mi ayuda y él no duda en aceptar. Le paso su sombrero y lo último que recuerdo son globos negros, un airosol en mi garganta y la sensación de haber enterrado mi cohete de plástico en su brazo.
Por un instante puedo imaginar mi muerte, el miedo me invade, pero lo peor es pensar en mis hermanas llorando por mí.
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