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Un día, una sonrisa

—¿Quieres ir más rápido, bro? —preguntó Nino conteniendo una carcajada, mientras, empujaba la silla de ruedas conmigo arriba.

—¿Por quién me tomas, Lahiffe? —Pude sentir que tomaba impulso, pero no logró acelerar en nada.

—Absolutamente no. —dijo Marinette con seriedad. Miré ligeramente hacia arriba, notando que ahora era ella quien me empujaba. —es peligroso.

—Le quitas lo divertido a la vida, hermana. —respondió Nino y lo vio entrecerrando sus ojos.

—Cariño, no pelees con Marinette. Al final, sabes que nunca podrás ganarle si de Adrien se trata. —Alya soltó una carcajada guardando su teléfono. Tomó el brazo de mi mejor amigo y siguieron caminando junto a nosotros por la acera.

Habíamos salido de clases hace unos minutos y nos dirigíamos a mi casa. Alya y Nino se ofrecieron en acompañarnos por enésima vez en las últimas semanas, ya que mi auto seguía en el mecánico (o al menos lo que quedaba de él) y yo aún no soltaba del todo la silla de ruedas.

Ya podía caminar normalmente, pero a veces me fatigaba y mis rodillas dolían horriblemente, ya que de milagro no se fracturaron contra el tablero de mi auto en el choque, así que sólo por ese motivo el doctor recomendaba que siguiera usando la silla.

—Creo firmemente que Mari es la mujer más generosa que he conocido. —soltó Nino. Hice una mueca porque sabía a que iba ese discurso repentino.

—Tienes que hacer por ti mismo la tarea de Matemáticas. —se metió su novia. —Marinette, no le pases nada. Yo me encargaré de hacer que estudie y haga sus deberes por sí mismo.

—De todos modos no se la iba a pasar. —reí entre dientes al ver la expresión triste en el rostro de Nino, pero muy en el fondo me sentía ofendido de que no me la pidiera a mi como siempre.

—Si quieres puedo pasártela... —murmuré recibiendo un pillizo en mi hombro de parte de mi novia.

Bro, eras mi primera opción. —alcé una ceja esperando que prosiguiera. —pero tu novia me da miedo cuando de ti se trata, te protege más que a una figura de acción limitada.

—¡Oye! —Marinette lo empujó frunciendo el ceño y los tres nos soltamos a reír por su reacción. —yo no lo sobreprotego.

—Chica, no dejas que coma la comida del instituto.

—Eso es porque el doctor...

—Está bien, me gusta que me cuides. —subí mi mano derecha hasta alcanzar la suya en mi hombro. —aunque algunas hamburguesas de vez en cuando no le harían mal a nadie. —sugerí con algo de temor. Nino y Alya rieron entre sí con burla.

—No puedes comer hamburguesas, Adrien. Además, tú mamá es quien te prepara la comida adecuada todos los días, yo sólo cumplo con lo que me pide.

—Mamá sólo está siendo mamá. —rodé los ojos.

—¿Vamos al parque? —sugirió Nino cambiando drásticamente el tema. —yo le aviso a tía Emilie, así que no creo que tengan problemas.

Yo sólo me encogí de hombros, quizás sería bueno salir un poco de la rutina. Desde el accidente sólo íbamos de la casa al instituto y viceversa.

Aún no daban con el paradero del padre de Marinette, entonces eso complicaba aún más que nos dieran permiso para hacer algo fuera de casa. Mamá y papá estaban preocupados, en más de una ocasión los había oído discutir, y me sorprendía... Ellos jamás habían peleado tanto antes.

Cuando llegamos al parque, inevitablemente quedamos justo bajo el árbol donde Marinette se sentaba a dibujar cuando nos conocimos. Alya se sentó en el pasto, dejando sus cosas frente a ella, Marinette tenía la intención de ayudarme a levantarme de la silla pero Nino se lo impidió.

—No te preocupes, yo le ayudo. —Ella asintió y tomó lugar a un lado de Alya.

—Tampoco es que no pueda hacerlo solo. —me quejé lo suficiente para que mi mejor amigo se sentara de una vez, sólo que fue inútil y terminó levantando mi brazo "bueno" para hacerme apoyo. —La única razón por la que uso la silla aún es por mero capricho del doc.

—Pensando egoístamente antes de dormir, encontré beneficios de tu brazo fracturado.

—¿Cómo cuáles? —cuestioné sentandome sobre el césped junto a él. —estoy seguro que puedo diferir.

—El más importante es que puedo ganarte en los videojuegos. —Una risa resonó en mi pecho.

—Nino, no se juega con eso. —alegó Alya, mientras arreglaba sus gafas sobre su nariz.

—¡Tengo otra!, ¡te dan de comer! —exclamó entusiasmado. —me da una pereza enorme tener que levantar el pesado tenedor.

—Créeme que no tiene nada de divertido ser tratado como un bebé.

—¡Aún no termino! —me interrumpió nuevamente y quitó su gorra dejándola sobre el bolso de Alya. —el baño, te apuesto que Mari y tu la pasan muy bien cuando tienes que ducharte. —levantó sus cejas varias veces y me contuve de darle un golpe con el yeso en la cabeza.

—Nino. —gruñí con mi cara ardiendo de la vergüenza.

—En realidad, Adrien se ducha solo. —habló Marinette con una voz monótona. Directa como siempre y sin lograr entender lo que realmente quería decir mi perverso mejor amigo. —Pero yo le ayudo...

—Marinette, no es necesario darle detalles. —le sonreí nervioso.

—¿Qué?, pero si yo te espero en la puerta para ayudarte...

Uh~ en la puerta. —se burló Nino. —no me habías dicho que ya no eras vir...

—¡Nino! —le grité con molestia y Alya me hizo el favor de darle un golpe en la nuca.

—Eso dolió. —se quejó sobando el golpe mientras hacía un notable puchero. —nena, no seas tan cruel conmigo.

—¿Se te olvida que también hablas de mi amiga? —acusó la morena y me volteé a ver a Marinette, quien ignoraba toda la conversación buscando sus lápices de colores.

—¿Qué haces, princesa? —susurré y levantó la cabeza con una sonrisa justo cuando encontró un lápiz color verde.

—Todos pusieron su firma en tu yeso, menos yo. —se acercó más y tomó mi brazo entusiasmada. —aún queda espacio adelante.

—¿Sólo pondrás tu firma?, ¿no quisieras hacer un dibujo? —pregunté sin dejar de verla. Puso una cara pensativa.

Alya y Nino discutían de fondo, pero poco a poco desaparecían sus voces para mi, ahora sólo existía Marinette en este momento.

—¿Y qué podría dibujar? —buscó más lápices. —¿una corona?

—¿Por qué una corona? —reí vagamente.

—Porque siempre me llamas princesa, mi príncipe. —sonreí por su apodo y con mi mano libre acaricié su mejilla rosada.

—Puedes hacer lo que quieras, my Ladybug.

—¿Ladybug? —parpadeó varias veces algo confundida, pero no tardó en comprender que uní los apodos. —ya entiendo, princesa y bichito raro, ¿no?

—Suena mejor que Ladybichito.

—¡Ya sé! —tomó los colores nuevamente y terminó haciendo una mariquita con una pequeña corona dorada. —listo. ¿Te gusta?

—Me encanta, pero podrías hacerle un compañero. Si esa eres tu, falto yo, ¿no crees?

—Pero tu llevas el yeso, en ese caso ya estarías... Oh, espera. —dibujó nuevamente, sólo que ahora a un gato muy parecido a Plagg y tenía una corona similar a la de la mariquita. —ahora sí, ya tiene a su compañero.

—¿Acabas de dibujar a mi gato? —rio negando con la cabeza.

—Tonto, eres tú. ¿Qué no ves la corona?

—Yo no soy un gato. —hice un puchero. Marinette se recostó en mi regazo viendo hacia arriba.

—Me gustan los gatitos.

Aww. —luego de ese suspiro, los dos volteamos a ver a Alya y Nino, quienes nos tomaban una foto. —¿y el beso?

Iba a reclamarles, pero Marinette se levantó quitándome las palabras antes de decirlas, besando mis labios fugazmente.

—¿Y eso? —murmuré aún con ella a corta distancia.

—Estabas coqueteandome. —respondió seriamente y no pude evitar soltar una carcajada.

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