Reglas
Bajé de mi auto con nerviosismo. Sentía mis manos un poco sudorosas y mis piernas un poco flojas.
La casa de Marinette era similar a la mía, pero se veía un poco más vieja y desgastada. A paso lento me acerqué y rasqué mi nuca devolviéndome un momento, ¿qué se supone que debía decirle?
Retomé mi camino otra vez y suspiré cuando ya estaba parado frente a la puerta, subí mi mano y golpeé tres veces. Nadie abría, así que volví a golpear hasta que sentí pasos del otro lado.
Tomé un poco de distancia y sonreí al ver como era precisamente Marinette quien se asomaba por la puerta. Sus ojos azules me vieron con sorpresa y se puso algo pálida.
Alcé mi mano y la moví ligeramente.
-Hola.- saludé lo más calmado posible y ella miró un momento hacia atrás.
-¿Qué haces aquí?.- susurró juntando la puerta y por alguna razón me sentí un poco incómodo.
-Bu-bueno yo... vine a verte porque no sabía nada de ti y...
Se veía nerviosa. Miré sus manos y noté como sus dedos presionaban con fuerza la superficie de madera.
-¿Estás bien?.- miró hacia atrás otra vez y se oyó como si algo se quebrara dentro.
-Debo... quiero decir... debes irte.- iba a cerrar pero lo evité poniendo mi mano.- ¿qué haces?.- frunció el ceño.
-No me iré. Necesito hablar contigo...
-No puedo hablar ahora. Si quieres en la escuela...
-No fuiste a la escuela en dos días, Marinette.- se quedó en silencio.- no me iré de aquí hasta que hablemos.- me crucé de brazos viéndola fijamente y tomó aire profundo para luego cerrar la puerta detrás de ella con suavidad.
-Bien, pero no aquí.
Extendió su mano a la mía y rozó mis dedos ligeramente. Sentí una corriente extraña por su tacto, aunque casi al instante se arrepintió de su acción y simplemente caminó lejos de su casa.
Sin tener muy claro porque eso me hizo sentir triste, la seguí detrás y se detuvo frente a mi auto, saqué las llaves de mi bolsillo y abrí la puerta del copiloto sediendole el paso. Sin decir media palabra se subió e hice lo mismo por mi lado.
El silencio reinó entre los dos. Encendí el auto y conduje hacia el mirador, el cual ya se estaba volviendo costumbre visitarlo ambos.
-¿No dirás nada?.- pregunté luego de bastante tiempo en mantenernos en silencio.
-¿Qué quieres que diga?.- respondió sin verme en un tono serio.
-No lo sé, quizás... "hola, también me alegro de verte y siento si no respondí tus mensajes.".- me encogí de hombros sonriendo con falsedad.
No dijo nada. Cerró sus ojos un momento y la estudié detenidamente.
Se veía un poco cansada y tenía algunas ojeras bajo sus ojos, no traía su capucha y su voz sonaba más apagada de lo normal.
-Escucha... solo quería decirte que lamento si te hice sentir incómoda el otro día. Nunca fue mi intención presionarte en ningún sentido.
-No soy como los demás... .- giró su rostro hacia mi y me quedé callado para que prosiguiera.- tú eres... tú puedes hablar con cualquier persona y le caerás bien sin un mayor esfuerzo. Yo no puedo... no se hacerlo. No podía estar ahí con tu amigo porque de seguro lo espantaría.
-Marinette, créeme cuando te digo que Nino es de las personas más comprensivas que conozco.- suspiró y preferí cambiar de tema. Era notable que no quería hablar de eso.- te extrañé en el paseo ayer... .- musité y miró sus manos jugando con sus dedos.- ¿por qué no fuiste?
-Oye, te dije que no iría... además, ¿para que ir a un lugar que no quería, donde tampoco me habla nadie?
-Bueno yo si te hablaría.- respondí por lo bajo.
-Mientras tu me hables a mí, los demás dejarán de hablarte.- me acomodé en el asiento girandome hacia ella.
-¿Otra vez con eso?.- fruncí el ceño.- ya te dije que a mi no me importa.
-Pues a mi si.- miró hacia adelante y callé.- es simple lógica. Las personas están hechas para comunicarse y relacionarse con demás personas... si son carentes de eso, tienden a volverse un bicho raro como yo.
-Bueno... yo quiero relacionarme con este bichito raro.
Bajó del auto e imité su acción al mismo tiempo. Se puso frente al capó con los brazos cruzamos.
-Veo que no haré que cambies de opinión.- sonreí levemente.
-Puedo ser bastante terco e insistente.
-Bien, si haremos esto quiero dejar algo en claro.
No entendía que quería decir con esto, pero antes de interrumpir la escucharía, después de todo esta era la primera vez que hablaba más ella que yo y eso me emocionaba de una forma rara.
-Tu dirás...
-Pondré reglas.- parpadeé un par de veces analizando sus palabras.- la primera es... que siempre sin importar que pase me dirás la verdad.- sus ojos azules tenían un brillo único.- la segunda es la confidencialidad. Por una extraña razón creo que confío en ti... pero no está demás decir que lo que sea que hablemos solo quede entre nosotros.
-Bien... esto suena a reglas de mejores amigos.- reí e hizo una mueca de disgusto.
-Si no te lo tomas en serio mejor ya no digo nada.
-Hey, calma... solo era un comentario. Prosigue.
-Si algo te molesta de mi quiero que me lo digas sin importar lo que sea.- su rostro se vió un poco entristecido, pero cambió su expresión a una más seria al instante.- y por último... respeta mi espacio personal.
No dijo nada más y yo suspiré para después tomar la palabra.
-Está bien, pero así como tú pusiste reglas yo también quiero las mías.
-Te escucho...
-Comparto la primera, lo mismo va para ti... la verdad ante todo entre los dos.- asintió casi imperceptible.- la segunda es que si te invito a algún lugar aceptarás a menos que tengas un motivo muy válido para no hacerlo.
-Si hay mucha gente tienes que preguntarme primero.- musitó a lo cual asentí.
-La tercera es una discrepancia sobre tu espacio personal.- volteó a verme y abrió la boca un momento como si fuese a protestar, pero no le di oportunidad.- me refiero a que... si creo que necesitas que me acerque, lo haré sin importarme esa regla.
-¿Y cómo sabrás eso?
-Cuando el momento llegue... solo lo sabré.- me encogí de hombros y cerró sus ojos suspirando lentamente.
-Bien.
Ya establecidas estas reglas, podría preguntarle directamente mis dudas. Cosas que me estaban comiendo la cabeza por la noche.
Los minutos en que me demoré en buscar la pregunta adecuada, su postura se relajó un poco, aunque sus brazos seguían cruzados.
-¿Por qué tenías el brazo golpeado la vez pasada?.- bajé la voz y sus ojos vieron el suelo.
-Me caí en mi casa...
-¿Cómo fue que pasó?.- tomó aire y dio un paso adelante alcanzado la baranda del mirador. La seguí detrás apoyándome también en la barra, notando como sus ojos se perdían en la ciudad.
-Caí por las escaleras... .- se veía incómoda, así que no seguiría indagando por ahora en ese tema.
-Oye, te traje los deberes de los días que no fuiste.- señalé el auto con mi mano y sonrió casi imperceptible.
-Gracias.
Sacó su celular, el cual estaba vibrando. Me miró con una expresión preocupada.
-Debo ir a mi casa... ¿puedes llevarme devuelta?.- asentí y volvimos al auto.
Conduje nuevamente en dirección a su casa, pero me pidió que me estacionara en el parque.
-¿Segura que quieres que te deje aquí?.- pregunté mientras le pasaba mis cuadernos para que se pusiera al día.
-Queda cerca y te evitas la vuelta.- abrió la puerta y antes de que se bajara la tomé de la mano.- ¿qué pasa?.- preguntó viéndome a los ojos y tragué con dificultad.
-Me gustó saber que estás bien y poder hablar contigo.
-A mi también...
Terminó por irse y la observé caminar hasta que se perdió de mi vista. Mordí mi labio inferior y solté el aire que contenía hasta varios segundos atrás.
-Un bichito raro... me gusta que lo seas.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro