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Optimismo

—Come un poco más. —fruncí el ceño y cerré mis labios para que alejara de una vez la cuchara frente a mí. —Adrien, si no lo haces le diré a tu mamá para que venga a dártela.

—No lo harías. —alzó una ceja y se acomodó un poco sobre mi cama.

—¿Quieres apostar? —suspiré y terminé cediendo a que me diera la comida como si fuera un niño. Podía hacerlo yo mismo, pero Marinette se negaba cada día y yo no podía hacer más que complacerla.

¡Ella aún estaba convaleciente!

Sabía que se sentía muy culpable por el accidente que tuvimos y aunque le repitiera mil veces que no era su culpa, Marinette guardaba la pena de todas formas.

—Si todo está en orden, posiblemente hoy puedas sacarte el cuello. —sonrió. Tomé su mano para quitarle la cuchara y la dejé en la bandeja que estaba sobre mi regazo. —aún no terminas de comer.

—Ya no quiero más sopa, quiero postre. —hice un puchero y suspiró dejando todo sobre mi cómoda. Peinó mi cabello hacia atrás dos veces, antes de darme un beso en la frente y ponerse de pie.

—Bien, pero sabes que debe ser gelatina sin azúcar. —tomé su mano antes de que se marchara y la jalé para que se sentara otra vez. —¿qué pasa?

—Yo me refería a ti, princesa. Quiero un besito... —estiré mis labios y soltó una carcajada. —tus besos tienen el azúcar que la gelatina no.

—Eres un tonto. —acaricié su mano con mi pulgar para darle calor.

—Si serás mi enfermera personal, deberías cubrir todas mis necesidades. Eso incluye una ración de besos después de almuerzo. —se acercó lentamente, yo subí mi mano hasta su rostro y luego quité su flequillo hacia un lado, pasando mis dedos con cuidado por los ematomas que lentamente desaparecían de su frente. —¿cómo te sientes? —susurré sin quitar mis ojos de sus heridas.

—Bien, sabes que bien. Sólo tengo la molestia en el cuello, pero nada que los medicamentos no solucionen.

—Marinette, no fue tu culpa. —sus ojos se cristalizaron lo suficiente como para que pudiera notarlo. Evitó verme, así que hice el esfuerzo para erguirme un poco más.

—No te muevas mucho. —la ignoré y cuando logré quedar más cerca de ella, junté su frente con la mía.

—No fue tu culpa. —repetí cerrando mis ojos.

—Si no hubiera escapado de mi casa esa vez, nada de esto habría pasado. Si no fuera por mi... Podrías volver a tocar. —sus lágrimas mojaron mi mano. —escuché lo que te dijo el doctor y también lo que hablaste con tu mamá. No será lo mismo para ti. La lesión que tienes afectará tu movilidad y de paso tu técnica.

—Marinette, hay cosas que no están a nuestro alcance, y créeme que no sirve de nada pensar en los "hubiera", simplemente no pasaron ni pasarán. Pero, ¿por qué te estás rindiendo? —la miré fijamente. Limpié sus lágrimas que parecían no acabar. —tuve el suficiente tiempo para pensar y tuve el suficiente tiempo para sentirme miserable con lo que pasó, pero aún así puedo decir que no me he rendido.

—¿Cómo puedes ser así? —la tristeza en su rostro era notable y lo único que podía hacer era sonreírle. —deberías gritarme y decirme que todo fue por mi culpa.

—¿Cómo podría hacer eso? —tomé aire. —sólo mirate, hace unos minutos estabas dándome de comer como un bebé, ¿y quieres que te grite? —negué lo que mi cuello me permitía. —sigues igual de loca que la primera vez que nos conocimos. —logré que riera y me di por buen servido. —Lo único que puedo decir es que agradezco todo lo que hiciste por mi estas semanas y sobretodo que no me abandonaras en esto, porque de no ser por ti... Probablemente estaría deprimido en estas cuatro paredes.

Sólo guardó silencio por mis palabras y yo no pude quedarme más tiempo en la misma posición, así que con cuidado me recosté nuevamente. Secó sus mejillas y miró hacia arriba intentando que las lágrimas dejaran de caer, para luego simplemente recostarse en mi regazo, y gracias a eso pude acariciar su suave cabello con mis dedos.

—Si sigues llorando te comenzará a doler la cabeza. —murmuré y ocultó su rostro en la frazada. —¿Y mis besos?, me siento estafado. —me quejé en broma continuando con mi labor en su cabeza. —¿quieres dormir un poco?

—Quiero quedarme así contigo. —respondió con la voz rota y con eso supe que necesitaba desahogarse un poco. Se que mis palabras le dolía mucho aceptarlas.

La culpa es algo muy difícil de quitarte de encima cuando crees haber hecho algo mal. Tomaría tiempo, pero estoy seguro que Marinette podría superarlo.

Llevaba días oyendola llorar por la noche. Me subía a la silla de ruedas cuando todos dormían e iba a la habitación de ella... Me rompía el corazón que se sintiera de esa forma, pero no quería irrumpir en su espacio, además de que me reclamaría por no estar en la cama.

Plagg empujó la puerta y entró a la habitación, subió a la cama como de costumbre y comenzó a restregarse contra Marinette. Su audible ronroneo hizo que ella se levantara, lo tomó en brazos y se acomodó cual indio a mi lado.

—Él siempre sabe cuando necesitas un abrazo. —sorbio su nariz con una sonrisa leve. —Plagg rescatador de princesas le dicen. —rio y volvió a verme.

—Te estás ganando el beso. —solté una carcajada y abrí mi único brazo movible para que se acercara a mi.

—Ven aquí. —hizo a mi gato a un lado y se abrazó a mi torso, acomodándose bajo las frazadas conmigo. —todo estará bien, princesa. Te prometo que en algún momento me oirás nuevamente tocar el piano, ¿bueno? —besé su cabeza. —unas cuantas sesiones de terapia y quedaré como nuevo. No te librarás de mi tan fácilmente.

—Te quiero, Adrien.

—Y yo a ti... Más de lo que imaginas.

§§§

—Aún no damos con él, ¿estás segura que no sabes algún otro lugar donde pueda estar?

—No lo sé.

—¿Segura?, es muy importante que nos digas todo lo que sepas. —su tono de voz fue seco, lo suficiente para molestarme.

—Marinette ya dijo todo lo que sabía, si no pudieron encontrarlo es problema de ustedes. —dijo mi padre. —prácticamente se lo dimos en bandeja y aún así esperan que ella les arme todo el caso.

—Señor Agreste, créame que no es mi intención...

—Se perfectamente cual es su trabajo y déjeme decirle que no lo está haciendo. Mientras ese sujeto esté libre, mi familia corre peligro, así que le sugiero que sea más eficaz, teniente. —Sujeté la mano de Marinette con fuerza en mi hombro. Papá se veía más serio de lo normal, tal parecía que no se llevaba del todo con el teniente Roger. —ahora si me disculpa, tenemos hora con el doctor.

—Claro, los mantendré avisados. —aclaró su garganta y miró a mi madre. —Emilie. —asintió antes de vernos a nosotros nuevamente. —Adrien, Marinette, estaremos en contacto. —por último miró a papá. —nos vemos, Gabriel.

—Adiós, teniente. —fue lo único papá le respondió, todo sin quitar su elegancia al hablar.

Tiré de la mano de Marinette un poco para llamar su atención y se agachó a mi lado.

—No te preocupes, lo encontrarán. —asintió. Dejé un beso en su mejilla antes de que se levantara y comenzara a empujar la silla hacia la consulta del doctor.

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