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Gracias, pero no gracias.

-¿Qué sentido tendría no querer haber nacido?.- pregunté por lo bajo.

-Evitar el sufrimiento de otras personas.

-¿Y así dices no ser buena persona?.- negué con la cabeza.- una mala persona no piensa en querer evitar el sufrimiento de alguien.- no dijo nada y decidí dar mi punto de vista.- yo... creo que nacimos para ser felices, pero no puede haber felicidad sin sufrimiento. Aunque creo que... nosotros decidimos si lamentarnos o salir adelante.- su respiración se había calmado un poco y eso me alegraba.

-Yo... ¿no te doy miedo?

-¿Crees que abrazaría a alguien que me diera miedo?.- reí por lo bajo y no respondió.- solo eres distinta a los demás, pero eso no es algo malo... todos somos diferentes y eso nos hace especiales.

Bueno, creo que mamá tenía razón en todo lo que me dijo.

-Es... es la primera vez que alguien me abraza.- dijo por lo bajo y no sabía que decir al respecto.

¿Soy la primera persona que la abraza?, ¿tendrá hermanos?, ¿y sus padres?, ¿por qué oír eso me hacía sentir triste?

Tenía tantas preguntas en mi mente, pero no era momento de hacerlas.

-Entonces debo sentirme afortunado.

En eso el sonido de mi celular nos interrumpió. Aclaré mi garganta y ella me soltó alejándose mientras se abrazaba a si misma, evitando mirarme.

-Yo...

-Deberías contestar.- me dijo y limpió su rostro con sus mangas subiéndose al auto. La observé un momento y luego tomé mi móvil el cual no dejaba de sonar.

-¿Bueno?

-Adrien Agreste, ¿dónde estás?

-Mamá...

-Nada de "mamá", ¿cuántas veces debo decirte lo mismo?

Y aquí venía otro sermón. Mamá a veces se preocupaba demasiado por mí.

-Sabes que no tenemos problemas con que salgas, pero avisa.

-Lo sé. Lo siento... es solo que se me pasó decirte.

-Te estuve esperando y si no llamé antes fue para cubrirte con tu padre. Así que cuando llegues le dirás que Nino está bien y que su madre nos manda saludos.

-Gracias mami, ¿dije que te amo?

-Todos los días cariño.- soltó una pequeña risa y yo hice lo mismo.- conduce con cuidado y luego me cuentas que tal te fue con esa niña.

-¿Cómo sabes... ?

No dijo nada más y colgó la llamada. Negué con la cabeza y reí un poco... definitivamente mi madre es única.

Subí al auto y miré a mi compañera un momento, ella hizo lo mismo y le sonreí.

-Era mi madre. Solo preguntaba si estaba bien.- comenté y asintió volviendo su vista al frente.- Marinette... tú... ¿quisieras hablar?.- se volteó a verme extrañada.- me refiero a que si quieres que seamos amigos realmente.

-Preferiría que no... .- respondió.- yo...

-No me respondas ahora mismo algo definitivo. Solo debemos conocernos un poco más... ya sabes, tu helado favorito o tu pasatiempo... aunque la verdad creo que el tuyo es dibujar.- reí un poco por la obviedad del asunto.- en mi caso me gusta mucho la música y se puede decir que soy un conversador nato.

Guardó silencio.

-Entonces... ¿cuál es tu helado favorito?

-¿Helado?.- asentí y me miró de reojo.- el de fresa y chocolate.

-El mío el de chocolate. Creo que ya se me antojó un helado.

Comenzamos a hablar y poco a poco ella empezó a responder mis preguntas con más soltura. Era grato realmente conversar con Marinette, me hacía sentir escuchado como pocas veces con mis "amigos" y a pesar de a veces creer que la estaba aburriendo con tanta palabrería, simplemente respondía cordial.

-Entonces mamá le lanzó a mi tía una cucharada de puré en la cara, en plena cena navideña.- solté una carcajada al recordar aquello.- tuvimos que irnos a casa. Ella y mi tía habían tenido una discusión anteriormente, aunque creo que lo solucionaron todo o eso espero. Recuerdo aquello porque fue esa navidad cuando me regalaron a Plagg.

-¿A Plagg?.- cuestionó con curiosidad.

-Plagg se llama mi gato. Es un gato muy glotón, pero ha sido mi compañero desde hace mucho.- suspiré con nostalgia.- ¿te gustan los gatos?.- asintió .- entonces debes conocer a Plagg en algún momento.

Sus ojos me vieron fijamente por un prolongado tiempo. Su azul claro me tenía extrañamente hipnotizado... ella tenía algo que me hacía verla, algo que no sabía lo que era.

-Bueno... creo que te he contado mucho de mi y tu casi no has hablado.- su expresión cambió drásticamente y desvió la mirada.- solo si quieres. No te sientas presionada.- aclaré al percibir su mirada.

-No se como hacerlo... .- susurró.

-¿Hacer qué?.- me acomodé un poco en el asiento.

-Hablar de mi... no se como hacerlo.

-Oh... ya veo.- medité un poco mis palabras.- pues, si quieres puedo preguntarte. Quizás te sea más fácil responder que solo soltarlo tu misma.- miró hacia la ciudad e hice lo mismo.- ¿cómo se llaman tus padres?

-Mis... padres... .- musitó y buscó su mochila en el asiento de atrás abriendola apurada.- no... es muy tarde.- se veía preocupada, más aún al ver su celular.

-¿Todo bien?.- pregunté sin perderla de vista.

-Debo ir a casa... .- guardó el aparato rápidamente y se aferró con fuerza a su bolso.- ¿puedes volver?.- preguntó por lo bajo evitando verme.

-Yo... claro. Lo siento.- parpadeé un par de veces y puse mi cinturón para luego encender el auto.- la verdad si se nos hizo un poco tarde.- comenté y no respondió.

Todo el camino fue silencioso. Marinette miraba por la ventana, sus manos temblaban un poco y si no fuera porque es imposible, podría jurar que contenía el aire en sus pulmones.

¿Por qué está así?

Quizás sus padres sean muy estrictos y acabo de regalarle un sermón gratis por llegar tarde a su casa.

Ya entrando a la ciudad nuevamente y cerca del parque, me detuve un momento en el semáforo.

-¿Dónde vives?.- pregunté viéndola de reojo.

-¿Qué?

-Para ir a dejarte a tu casa. Ya sabes.- me encogí de hombros y negó con la cabeza.

-No... no es necesario. Déjame aquí en el parque.

-¿Acaso estás loca?.- fruncí el ceño.- no te voy a dejar a esta hora aquí sola. Dime dónde vives y te dejo en la puerta de tu casa.

-No necesito que me trates como si no supiera defenderme.- habló seriamente.

-No se trata de si sepas o no defenderte. Se trata de que es tarde, hace frío y no tengo problema en...

-Gracias, pero no gracias.- abrió la puerta del auto y se bajó.

-¡Oye!.- grité y comenzaron a tocar la bocina los autos detrás. El verde en el semáforo ya estaba expectante.- ¡Marinette!.- la llamé pero no me hizo caso y desapareció al instante por la calle.- Maldición.

Busqué enseguida un estacionamiento y me bajé a buscarla, pero no había rastro de ella en ningún lado. Creo que di más de cuatro vueltas a la manzana por donde la perdí de vista y nada. Se había esfumado.

Bufé derrotado y con la preocupación en mi pecho carcomiendo. Al final no tuve más opción que irme a casa... mamá me envió un mensaje luego de eso.

Solo espero que ella esté bien... y si lo está mañana va a escucharme.

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