Flor de Lis
Había sido un día agotador, las clases cada vez me consumían más, aunque no podía quejarme del todo si amaba lo que hacía. Enseñar la música a almas perdidas, como yo en su momento, fue lo mejor que pude hacer con mi vida.
Me lancé al sofá y solté la corbata que rodeaba mi cuello, el sonido de mi celular interrumpió el pequeño momento de paz que me permití al cerrar mis ojos, lo tomé viendo por sexta vez en el día el contacto de mamá llamando.
—¿Qué sucede, señora Agreste? —suspiré viendo el techo de mi apartamento.
—Primero que nada, no me hables en ese tono jovencito, porque soy tu madre y segundo, feliz cumpleaños mi bebé hermoso. —agudizó su voz con la última frase y no pude evitar sonreír.
—Mamá, es la cuarta o quizás sexta vez que me saludas hoy por mi cumpleaños.
—Lo sé, mi amor. Es sólo que... Me da tristeza no poder estar contigo.
—No es mi primer cumpleaños solo, además, tienes que disfrutar tu viaje con papá. No se preocupen por mi, Nino y Alya vendrán a mi departamento en un rato.
Absolutamente eso no era cierto, ya que Nino y Alya también habían salido de viaje unos días para celebrar su aniversario.
—Al menos quería darte las buenas noches.
—Te amo, mamá y dile a papá que también.
—¿Por qué eres así, Adrien?
Recién comenzamos a hablar y ya quieres despedirte. Tienes veinticinco años recién cumplidos y no eres capaz de... —se colgó la llamada. Seguramente papá acabó por quitarle el celular a mi madre.
No entiendo porqué mamá está tan preocupada, sólo es un día más... No es la gran cosa. Pareciera que constantemente quiere hacerme saber que no estoy solo, pero yo lo tengo claro, sé que ellos están conmigo a pesar de la distancia.
Volví a ponerme de pie y alimenté al viejo Bernardo, quien a penas me vio se acercó hacia la superficie para comer.
—Eres un glotón igual que Plagg. —dio una vuelta y quedé ausente en el silencio de la sala, hasta que el timbre sonó.
Plagg ni se inmutó por el sonido, no sé si es porque ya estaba quedando sordo o porque realmente le daba exactamente lo mismo quien sea que viniera de visita. Me dirigí hacia la entrada y sin pensarlo mucho abrí la puerta, grande fue mi sorpresa de ver a Lila con un paquete de regalo.
—¡Sorpresa! —exclamó lanzando una pequeña cantidad de confeti sobre mi cabeza y con agilidad me dio un abrazo. —Feliz cumpleaños. —con gusto devolví su gesto, dejando que el cítrico olor de su perfume entrara por mi nariz.
—¿Qué haces aquí? —pregunté cuando tomamos distancia. —¿no estabas en Italia? —sonrió ampliamente entrando con confianza.
—Tu mismo lo dijiste: estaba, —arregló su largo cabello hacia atrás y me extendió el regalo. —pero tuve la oportunidad de venir con la agencia y obviamente no podía desperdiciarla para visitarte en tu cumpleaños.
—No creí que lo recordaras. —la molesté un poco y rodó los ojos casi quitándome el regalo de las manos, pero alcancé a sujetarlo. —no debiste molestarte. —negó con la cabeza, calmando su gesto.
—Es un cuaderno de partituras... Supuse que necesitarías varios de esos. —asentí mientras recordaba que hoy no alcancé a comprar en mi descanso.
—Gracias, Lila. De verdad no debiste molestarte, sé que tu agenda es ocupada.
—Hey, somos amigos desde... —posó una de sus manos sobre su mentón en una pose pensativa. — ya ni lo recuerdo. —se soltó a reír e hice lo mismo con ella. —como sea, ¿qué harás? ¿Tienes planes? —me encogí de hombros y su rostro de puso completamente serio. —Adrien, no me digas que te quedarás aquí encerrado en tu cumpleaños.
—Sabes que no son muy importantes para mi que digamos.
—Ya sé, ya sé, pero... Eres un joven maestro de música, deberías ser un alocado Hippie que disfruta lo máximo de la vida, regalándole paz y amor a todos tus alumnos.
—Eso sólo son estereotipos. —rodé los ojos. —prefiero quedarme aquí junto a Plagg, estoy algo cansado de este día. —tomé lugar en el sofá y Lila se paró frente a mí con sus brazos cruzados.
—Estás más amargado que la última vez que nos vimos, ¿fuiste a terapia como quedamos? —alzó una ceja y evité mirarla. —¿haz dormido bien?
—No tengo tiempo para eso, ya te lo había dicho. Además, estoy perfectamente bien, no te pongas como mi madre.
—Deprimido, sin poder dormir, sin ganas de nada y con una vida monótona a tu edad... Dejame pensarlo... —dijo en tono cantarín.— No, definitivamente eso no es bueno. Te dije que ver a un terapeuta es bueno, y no quiere decir que estés loco o algo así... A mi me ayudó mucho con la presión del trabajo, quizás lo tuyo sea algo similar. Además, es bueno preocuparse por uno mismo y darse el tiempo de tener su propio espacio.
—Como sea, no quiero hablar de eso hoy. Mejor cuéntame cómo te fue en Italia. —suspiró y sacó a Plagg de su lugar para tomar asiento, mi gato refunfuñó optando por ir hacia mi habitación. Lila tomó mi rostro y lo examinó de cerca, incluso poniéndome algo nervioso en el proceso. —¿tengo algo en la cara?
—Sigues pensando en ella. —pronunció por lo bajo y quité sus manos con algo de brusquedad viendo hacia un lado.
—No sé de qué hablas.
—Hablo de Marinette. Sigues pensando en ella. —recalcó. —Adrien, han pasado como seis años y sigues aferrado a ella. Eso es lo que te tiene así... Eso te tiene en pausa.
—Lila, de verdad no quiero hablar de esto, no otra vez. Además, no es tema... Marinette es parte del pasado, no sé a qué viene tu comentario.
—Que pareciera que aún no lo superas. Cuando me contaste su historia, incluso llegué a conmoverme, y el como terminaron las cosas...
—No terminaron. —corregí.
—¿Y no crees que por eso mismo sigues así? —pasé la mano por mi rostro completamente agotado.
—¿Viniste hoy, justo hoy sólo para hablarme de esto? —hizo una mueca.
—¿Crees que para mi es grato hablarte de ella? Ni siquiera me caía bien. —puso los ojos en blanco. —pero... ¿Estás seguro de que no quieres hablarlo? Realmente no me importa si me dices lo que sientes ahora mismo, soy toda oídos.
—Bien, la extraño. ¿Eso querías oír? —solté al aire exasperado y aclaré mi garganta. —a pesar de todo el tiempo que ha pasado aún me duele como "acabó" todo... Y es que de un día para otro simplemente nos alejamos, la distancia complicó todo. Ella estándo en New York y yo acá, fue lo que nos acabó por separar o quizás fui yo... Quizás debí ser más perseverante o quizás debí demostrarle más lo que sentía.
—¿Te das cuenta que es la segunda vez que hablamos este tema y sigues de alguna forma culpandote?
—Es que no puedo culparla a ella porque...
—Es que no se trata de culpar o de quien tenga la razón o de si realmente existe una razón, eran jóvenes y una relación es de dos, ambas partes contribuyen en ella. Pero si tanto te atormenta, ¿por qué no volviste a buscarla? ¿Por qué no marcaste su número aunque sea para despedirte?
—Porque no quería soltarla pero tampoco quería amarrarla a mi. La mejor opción fue simplemente dejar el tiempo pasar y que tomara su decisión, porque al final yo...
—No lo digas. No siempre estarás ahí esperando, no mereces estar siempre esperando, Adrien. Lo peor que puedes hacer es perder el tiempo, la vida es muy valiosa como para dejar que pase porque si. Hoy podemos estar vivos, pero en unos minutos me puede pasar un camión por encima.
—¿Sugieres que le hable? ¿Qué la busque? —volví hacia sus ojos verdes, los cuales no dejaban la preocupación irse. —debe tener su vida hecha, quizás hasta una familia.
—Aunque así fuera, es mejor que sueltes esa mochila y digas lo que tengas que decir, sin importar que crea que eres un demente.
Lila abrazó mi costado y sonrió regalandome una cálida sensación.
—Te quiero mucho, por favor cuidate y llamame más seguido. —acabo por ponerse de pie.
—¿Ya te vas?
—¿Ya me extrañas? —soltó una carcajada. —Es que como pensé que tendrías planes con Nino o alguien más, yo hice planes con nuestra aclamada alcaldesa Bourgeois. Hace mucho que no nos vemos y ya me está cobrando sentimiento. —también me levanté a su altura. —¿quieres venir? —negué al instante con la cabeza.
—No, claro que no. No me gustaría ser un estorbo, además, hace mucho que no se ven. —tomé sus hombros para callar lo que sea que me diría.
—Bien, pero hazme caso o llamaré a tu mamá para que venga a jalarte las orejas en mi lugar.
—Ya vete o llegarás tarde. —nos dirigí hacia el recibidor para terminar de despedirme de Lila y volver a agradecerle por venir. Me dijo que pasaría unos días en París, así que lo más probable es que la tenga aquí nuevamente y no me quejaría, es agradable tenerla en casa ya que cocina una comida italiana para chuparse los dedos.
Todo lo que me dijo Lila comenzó a darme vueltas en la cabeza, al igual que los recuerdos, esos recuerdos que no hacen más que atormentarte con la nostalgia, incluso, tuve la intención de ahogar el sentimiento de angustia que sentía con una botella, pero me arrepentí al momento de ver el piano de mi abuela en el reducido espacio de la sala, me acerqué con tristeza y acaricié la superficie antes de abrir la tapa.
—El tiempo pasó, nosotros cambiamos y fuimos consumidos por la vida misma, recorrimos caminos distintos, pero aún así siempre esperé encontrarnos para que uno de los dos lo dijera primero.
Mi error fue esperar, y no quería seguir esperando, no seguiría esperando, porque la cuestión no es quién lo dice primero, es que lo digan.
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