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Familia

Me enamoré de su silencio, me enamoré de su forma de hablar y de su forma de expresarse, me enamoré de las veces que cayó y de las veces que se levantó, me enamoré de su llanto y de sus sueños, me enamoré de como ve el mundo, me enamoré de como encuentra la bondad en lo más cruel, me enamoré de su sonrisa y su ingenio, me enamoré de sus dedos enredados con los míos, y de su voz pronunciando mi nombre por las noches. Me enamoré de ella en un cerrar de ojos, tan fugaz, tan de repente y tan intensamente.

El cielo podría caerse a pedazos y seguiría enamorado de ella desde lo más profundo de mi corazón, la tierra podría desaparecer en millones de estrellas hacia el infinito y seguiría enamorado de ella, porque es real... Porque todo ella fue mi amuleto de la suerte, fue mi abrigo en medio del frío, fue mi salvavidas y mi tormento en el abismo de la soledad.

Sujetar su mano en este momento era especial para mí, aunque muy posiblemente se derumbara nuevamente por lo caótica que era la situación, o quizás simplemente, como todo lo que hacía, me sorprendiera porque escapaba de lo habitual y de los estereotipos.

La cuestión es que aunque se convirtiera en una piedra imposible se romper, seguiría de todas formas enamorado de ella.

—Mi niña... —su voz no podía describirla, no encontraba palabras para decir como sonaba, era tan triste y dolorosa, casi a la par de desbordar felicidad absoluta. —Tom, es ella... ¿Verdad? Esto no es un sueño. —el hombre abrazó con sus grandes manos los hombros de la mujer con cariño y gentileza.

—Lo es... Nuestra niña realmente está aquí, mi amor.

—Estás tan grande y hermosa... —intentó acercarse, pero con temor se detuvo al no ver una respuesta positiva de parte de Marinette.

Su pequeña mano apretó más la mía, y sus labios se fruncierom entre sí impidiento soltar el aire.

—Marinette, si quieres más tiempo puedes tomártelo. —murmuré y acabó por respirar normalmente.

—¿Firmarán? —preguntó de improvisto con su voz monótona. —me refiero a si le darán mi custodia a los padres de Adrien.

Mamá y papá se vieron entre sí con una expresión de triste ternura, tomados también de las manos en una esquina de la sala.

—Marinette, ellos te han buscado todo este tiempo. —mencionó papá lastimosamente.

—No sé quienes son y dudo mucho que quieran tenerme como dicen. Ustedes son mis... Padres.

La señora Sabine dejó que su rostro se llenara de lágrimas, y hubiera caído al suelo si su marido no la hubiera sostenido.

—Cuanto daño le han hecho a mi bebé. —exclamó cubriendo su rostro con ambas manos.

Bridgette, quién se había mantenido en silencio desde que llegaron, terminó por mirarme con miedo para luego correr hacia Marinette.

—Eres tú. —casi se desarmó en esas palabras. Abrazó a Marinette con tanta fuerza que estoy seguro que le estaba faltando el aire. —mi Margarita, te encontré. —escondió su rostro en el hombro de mi novia. —¡lo siento tanto! ¡Perdóname!

—Bichito... —llamé por lo bajo cuando noté su intención de quitarse a Brid de encima. —los abrazos también son para contener. —sus ojos me vieron profundamente. Optó por quedarse en su lugar, dejando que esa chica extraña, que resultaba ser su hermana, la abrazara sin intención de soltarla.

Los señores Dupain también se acercaron y se unieron en un gran abrazo familiar que acabó por colapsar a Marinette en un llanto ahogado. Por mi parte terminé acercándome a mis padres, los cuales me llamaban mudamente, y entre ambos observamos la escena con ilusión.

Había un largo camino que recorrer, la vida de Marinette recién estaba comenzando y la de su familia también, no les sería fácil ganarse el corazón de ella.

—Papá, gracias por esto. —su cálida mano se posó en mi hombro. —gracias a los dos por ser los mejores padres que pude tener. —mamá beso mi mejilla con fuerza y acabé por arrugar mi nariz.

—Sólo tratamos de enmendar nuestro error de hace años. Tenías razón, hijo, nuestro silencio fue ayudar indirectamente a que Marinette se aislara.

§§§

—Sabine y Tom tienen una panadería. Hacen unos pasteles deliciosos, estoy segura que te encantarán.

—No puedo esperar a probarlos, sabes que me encantan los pasteles. —sonrió y se abrazó a mi torso. —¿y Bridgette?

—¿Qué pasa con ella? —su voz bajó de volumen.

—No lo sé... O sea, ¿han podido hablar? —no despegué mis ojos del horizonte, el sol se ocultaba lentamente y las nubes comenzaban a verse de un naranja intenso. —es sólo curiosidad.

—Me contó lo que recuerda de cuando me llevaron... Ella se culpa, se ha culpado todos estos años. —mis labios descansaron en su frente. —Le dije que no era su culpa, me refiero a que... Sólo tenía cuatro años. Y la verdad, ni siquiera yo recuerdo mucho de como sucedió todo, así que no vale la pena que cargue con algo así.

—Haz crecido mucho. —murmuré. —me alegra que te lleves bien con ella.

—Aún es pronto para decir eso. No me siento muy cómoda incluso con Sabine y Tom, es una sensación tan... Compleja. Me da miedo que todo sea un sueño, temo que se esfumen o que todo lo que dicen sea mentira.

—Tengo entendido que nunca dejaron de buscarte y que Bridgette fue a diario a la estación de policía por si había noticias.

—Lo sé, pero es tan irreal. Tengo unos padres buenos y una hermana mayor que no para de decirme lo mucho que me ama, algo que jamás creí conocer.

—Me hace feliz. Tienes suerte, Marinette... O debería decir Margarita Dupain Cheng. —me reí por lo bajo y se alejó de mi para verme con el ceño fruncido.

—Ya cállate, sigo siendo Marinette.

—¿Quieres mantener tu nombre falso? —miró en suelo constantemente.

—A pesar de que no sea mi verdadero nombre, es parte de lo que soy. Te conocí siendo Marinette y así quiero quedarme, pienso que si usara mi otro nombre, desaparecería y junto a eso todo lo que viví contigo este año. No sé si sea muy tonto lo que digo.

—Entiendo lo que quieres decir, pero seas Margarita Dupain o sólo Marinette, nunca dejaré de quererte, eso deberías tenerlo más que claro. —levanté su rostro tocando con mi índice su pequeña nariz. —porque siempre serás mi bichito raro. —sonrió y se abrazó a mi cuello juntando sus labios con los míos. —¿y eso?

—Siempre sabes que decir.

Uní nuestros labios otra vez de manera más intensa, disfrutando por completo el dulzor de su saliva, acompañando su felicidad aunque no la admitiera del todo, y es que muy en el fondo Marinette desbordaba alegría por su nueva familia, lo podía sentir con el simple hecho de ver sus ojos brillar.

—Deberíamos volver antes de que mamá nos llame para cenar. —asintió levemente sonriendo sobre mi boca.

—Pero quiero otro.

—Marinette...

He oído que querer a alguien también es poder decir "no", pues necesito que me digan como se hace eso porque con Marinette me es imposible.

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