#Especial 2
La alarma del teléfono de Adrien me despertó, no dejaba de sonar, y él como siempre, parecía no escucharla. Busqué con mi mano el aparato para apagarla, de paso di un bostezo antes de despejar el rostro de Adrien a mi lado, moví con cuidado sus mechones dorados, dejando un beso en la punta de su nariz.
Lo observé en silencio, su respiración pausada, sus largas pestañas y sus suaves labios. Uno de sus brazos me envolvió desde mi cintura, tenía la costumbre de abrazarme dormido; no pude evitar sonreír y sentir una calidez en mi pecho. Nunca me cansaría de este sentimiento tan bonito en mi corazón.
—Adrien... —llamé por lo bajo, dejando ahora un beso en sus labios. —debes levantarte. —me abrazó con más fuerza. —ya son las nueve, debes dar clase a las diez.
—Aún tengo tiempo. —se quejó acariciando mi espalda baja. —buenos días.
—Buenos días. —subí una de mis manos hacia su mejilla, viendo el momento exacto en que sus ojos se abrieron y me sonrieron.
—¿Dormiste bien? —susurró tentando mis labios y no pude evitar reír por las cosquillas que me provocaba su respiración.
—Perfectamente, sólo me duele un poco la espalda.
—Perdón... Creo que me excedí. —me miró preocupado y acarició mi espalda con sus dedos repetidas veces. —¿fui muy rudo?
—Sólo un poquito. —reí cuando su expresión se volvió más lastimera. —pero no quiere decir que no me gustara. —sus mejillas se pusieron un poco rojas, sobretodo cuando besé sus labios con más presencia. —te amo...
—Yo te amo mucho más. —repartió besos por mi rostro y mi cuello. —¿vamos a desayunar? —asentí. —¿qué debes hacer hoy?
—Ir al estudio, tengo que acabar con los cuadros para la exposición de abril.
—Entonces te llevaré la cena, ¿qué dices?
—Me parece bien.
°°°
Mi estudio estaba a un par de cuadras del departamento, así que siempre iba caminando, compraba un café y algunos bocadillos de paso.
Desde que me trasladé a París nuevamente ya habían pasado dos años, acostumbrarme no fue tan difícil, sólo era un poco solitario, ya que todas las personas que conocía estaban en New York, pero a veces Alya y Nino iban al departamento a pasar el rato, eso ayudaba bastante, además que inicié un taller de pintura para adultos y niños.
Las cosas con Adrien iban de maravilla, costó sanar las heridas, pero creo que lo logramos con el tiempo... A veces me bajaba la culpa y la melancolía, pero él siempre se encargaba de hacerme ver que el pasado es pasado y que los sentimientos que teníamos el uno por el otro eran más grandes que cualquier cosa. Él se veía feliz siendo profesor, y eso era el regalo más grande que nadie pudiera darme, calmaba la angustia que sentía en momentos reflexivos de soledad.
Hace algunas noches pensé en quien fue mi "padre" durante toda mi infancia y parte de mi adolescencia, recordé momentos de tristeza y dolor, pero lo perdoné, me quité una carga que hace mucho quería soltar, si bien sé que él jamás se arrepintió de nada... Yo no quería vivir con esos sentimientos tan negativos en mi corazón. Así como en su momento también perdoné a Tomoe.
Miro a mi yo del pasado y veo un drástico cambio.
Recuerdo la primera vez que vi a Adrien, la primera vez que vi su sonrisa; no entendía lo que esa persona despertaba en mi, pero era un sentimiento que no quería soltar, ansiaba verlo al siguiente día y aferrarme a esa sensación, pero no quería conformarme son sólo verlo en la escuela, así que siempre que tenía oportunidad lo veía de lejos cuando iba hacia su auto al salir de clases, en las fiestas que Kim hacía, incluso cuando pasaba por el parque con Nino. Él tenía una luz que yo no, y egoístamente quería que me mirara sólo una vez para quedarme con esa imagen por siempre en mis recuerdos, sería feliz con el simple hecho de que ese alguien me mirara.
Tenía muy pocas cosas que querer en esos años, y cuando él me vio por fin, sentí miedo... Él no se detuvo después de que logró verme, y yo no sabía qué hacer. Acabaría con mi existencia en cualquier momento, pero él arruinó todos esos planes, me salvó sin saberlo. Años después me di cuenta que yo quería que alguien me salvara, que quería ser importante para alguien, necesitaba que alguien me dijera que mi existencia tenía sentido.
Mis pies se detuvieron en una florería que antes no estaba, observé cada uno de los ejemplares que presentaba el local y decidí entrar; compraría algunas para el estudio.
No dudé en acercarme cuando las margaritas entraron por mis ojos, esa flor compartía algo muy especial conmigo.
—¿Necesita que le ayude en algo? —una voz masculina sonó a mis espaldas y me giré con una sonrisa para negarme, pero su rostro me pareció bastante familiar.
El hombre traía un delantal blanco, un poco manchado con tierra, una pañoleta peinaba su cabello negro con puntas azules hacia atrás; sonrió alegre, como si tuviera frente a él su platillo favorito, sus ojos azules me transmitieron mucha paz en cosa de segundos.
—¿Marinette? —de pronto dijo mi nombre y lo miré confundida. —¿eres tú? Ha pasado mucho tiempo. —sonrió de manera más amplia, lo observé más a detalle y pude reconocerlo.
—Luka... Que gusto verte. No te veía desde el instituto.
—Te ves muy bien. Lo último que supe de ti es que estabas estudiando arte, ¿cómo estás?
—Bien... Volví a París hace dos años. De hecho mi estudio está a media cuadra. —apunté hacia la derecha y rió.
—Genial, entonces nos veremos más a menudo. Ayer me mudé aquí, o sea trasladé mi florería a este local. Quería expandirme y luego de buscar mucho, encontré este lugar.
—Me alegro mucho, te ves bien. ¿Y qué pasó con tu música?
—Me estoy tomando un descanso, no puedo quejarme. Me fue bien bastante tiempo, pero ya era momento de estar en casa, así que aquí me tienes. —sacudió sus manos.
—¡Papi! —un grito irrumpió en el lugar y pisadas rápidas aparecieron. Luka se giró y tomó en brazos un pequeño niño de cabello azabache como el suyo, sólo sus ojos eran castaños y levemente rasgados. —¡ya comí todo el desayuno!
—Muy bien, ¿lavaste tus manos? —el pequeño asintió. —bueno, ahora saluda a la amiga de papá. —el niño me miró directamente y sonrió tímido antes de saludar por lo bajo.
—Hola.
—Hola, ¿cómo te llamas? —pregunté suavemente y miró a Luka un segundo antes de responderme.
—Tsurugi Couffaine Haruki. —respondió con un lindo acento japonés en sus nombres claramente extranjeros.
—Bueno pequeño, es hora de hacer tus tareas, así que ve por tus cuadernos. —Luka lo dejó en el piso y obedientemente el niño fue hacia más allá de la caja.
—Eres papá. —comenté y asintió siguiendo con la mirada los pasos del niño. —felicidades.
—Gracias. —sus ojos por un momento parecieron estar tristes, pero rápidamente se recompuso. —Por cierto, ¿quieres un café o tienes mucha prisa?
—Te aceptaré el café, no tengo tanta urgencia la verdad. ¿Pero no debes atender la tienda?
—No te preocupes, iba a cerrarla de todos modos para ayudar a Haruki con su tarea.
Luka fue hacia la puerta principal y cerró, dando vuelta un pequeño letrero colgado en el cristal, volvió donde mi y me hizo un gesto para que lo siguiera.
—Ven, mi casa es el segundo piso.
Lo seguí, tras la caja registradora había una puerta que parecía ser el taller donde hacia los arreglos florares, había unas escaleras justo al lado la de puerta que al parecer llevaban a su casa.
El lugar era completamente acogedor y cálido, no eran un espacio enorme pero tampoco pequeño; en el sofá había una guitarra y sobre la mesa de centro varias hojas con algunas partituras escritas a mano.
—Perdón por el desorden. —desapareció, asumo que hacia la cocina.
En las paredes habían varias fotografías colgadas, algunas de su hijo recién nacido y otras de él con una mujer, quien podría suponer era la madre del niño, se veían felices. Algo en ella se me hacia familiar, pero no estaba segura qué. No pude evitar tomar un cuadro donde se mostraban a los dos con su hijo en brazos.
—¿Azúcar? —asentí al oírlo y dejé el cuadro donde estaba.
—Es muy linda tu familia, Luka. ¿Te casaste? —asintió mostrándome el anillo en su mano izquierda y tomó asiento en el comedor, lo acompañé bebiendo un sorbo de la taza de café que me brindó.
—Hace algunos años ya de eso. Se podría decir que fue una historia de amor que te pasa sólo una vez en la vida.
—¿Por qué lo dices en pasado? —sonreí, y a pesar de que él también lo hacía, sus ojos estaban tristes. —¿se separaron? —asintió.
—Enfermó después del parto. —tomé su mano sobre la mesa, podía notar que le afectaba hablar de eso. —Son cosas que pasan... Fue un proceso difícil, pero nadie es culpable de eso. La vida a veces es un poco cruel, pero se debe seguir adelante.
—Lo siento mucho... De haber sabido que pasaste por algo así, habría contactado contigo hace mucho. Tu me ayudaste mucho en el instituto. —Sonrió, pero ahora más feliz que antes.
—Cambiaste. —dijo de pronto. —me alegro que pudieras derribar todas tus barreras. Bueno, no nos pongamos sentimentales, cuéntame como te ha ido.
°°°
Pasé casi todo el día en casa de Luka, compartí con su hijo, aunque al principio se mostró muy tímido conmigo, después de intercambiar un par de palabras se desenvolvió bastante bien.
Resulta que Luka estaba de gira cuando su esposa entró en labor de parto, tuvo que tomar el primer vuelvo y cancelar varias presentaciones porque no quería perderse por nada del mundo el nacimiento de su hijo, logró llegar y todo iba de viento en popa, pero su esposa enfermó tiempo después, no había nada que se pudiera hacer. Luka se hizo cargo de su hijo recién nacido y su esposa enferma; dejó los escenarios cuando ella falleció y se dedicó completamente a la crianza de Haruki, abrió una pequeña florería y con eso los mantuvo a los dos.
Pienso en su historia y me dan ganas de llorar. Perder a la persona que amas y tener que levantarte de todos modos al siguiente día por tu hijo, debió ser muy difícil. Luka lleva con orgullo su anillo a todos lados, aún la ama a pesar de que ya han pasado cinco años desde que no la tiene, la recuerda con tanto cariño... Tanto que es admirable.
—¿Cómo va esa obra de arte? —di un brinco cuando sentí la voz de Adrien a mis espaldas, miré por la ventana frente a mi, ya estaba oscuro. —te asusté. —rió y volteé a verlo, traía una bolsa con comida en una de sus manos. —traje la cena. —me mostró sus dientes. Limpié mis manos con un paño y me levanté para saludarlo.
—Se me fue el tiempo volando. —rodeé su cuello y le di un beso profundo, tenía una extraña sensación de ansiedad en mi pecho. Quizá fue por la larga charla que tuve con Luka, pero ver a Adrien sólo me hizo querer abrazarlo y no soltarlo más. —te extrañé mucho. —susurré sobre sus labios, ahora abrazando su cintura con fuerza, respirando profundo su olor, sintiendo su calor lo más que pudiera.
—¿Pasó algo? —preguntó dejando la bolsa a los pies para devolverme el abrazo. —me estás dejando sin aire. —reímos al mismo tiempo.
—Sólo no me sueltes, ¿si? —besó mi cabeza y cerré mis ojos.
—Marinette... Hay algo que quiero preguntarte. —me separó un poco, sin dejar de verme a los ojos. —realmente es algo que llevo mucho tiempo pensando... No estoy seguro de qué piensas al respecto, pero... —metió una mano en su bolsillo y luego tomó la mía apretando el objeto con fuerza en mi palma, descansó sus labios en mi mano sin soltarme y sin dejar de verme. —te amo tanto... Tanto que tengo miedo de meter la pata otra vez, pero estoy seguro de dar este paso contigo. Por favor... Cásate conmigo.
—¿Casarnos? —murmuré sin comprender del todo lo que decía. —quieres que...
—No es la propuesta más romántica, lo sé... Pero no podía aguantar más y quería que fuéramos sólo nosotros. Llevo dos semanas con el anillo en mi bolsillo todos los días, intentando encontrar el momento adecuado para preguntartelo. Mi idea era comprarte un ramo de rosas, pero creo que eso sería muy pomposo para tu gusto, luego intenté reservar en un restaurante... Pero una propuesta pública es algo vergonzosa, sobretodo si me dices que no. —rió nervioso. —creo que estoy hablando mucho ahora mismo y sólo quiero oír tu respuesta.
Soltó mis manos, quitó la pequeña caja que ambos sosteníamos antes y se arrodilló frente a mi abriéndola, dejó a la vista un bonito y sencillo anillo plateado con una piedra en el centro que brillaba con la cálida luz de mi estudio.
—Marinette... ¿Quieres casarte conmigo? ¿Quisieras ser mi esposa?
Llevé las manos a mi boca, no podía creer que esto estuviera sucediendo, pensé que el matrimonio no estaba dentro de las prioridades de Adrien, pero al parecer estaba equivocada.
—¿Realmente quieres esto? —pregunté aún sin asimilarlo.
—Sé que esto probablemente sólo sea un mero trámite para ti, pero yo deseo verte con un bonito vestido blanco y poder llemarte mi esposa delante de todos. Quiero compartir mi vida contigo, princesa.
—Si quiero... ¡Claro que quiero! —me arrojé hacia él y caímos el suelo.
Lo besé con tanta fuerza que estoy segura que podríamos habernos roto los dientes. Sonrió sobre mis labios e hice lo mismo tomando sus mejillas con mis manos para evitar que se alejara, Adrien se recompuso sentándose conmigo encima suyo.
—Tengo hambre. —bajó hacia mi cuello apegándome con sus manos en mi espalda.
—¿Quieres que comamos? —se soltó a reír y eché mi cabeza hacia atrás.
—Nunca cambiarás, bichito raro. —entonces comprendí lo que quería decir. —te quiero comer a ti. Mi oficial prometida en este momento será consumida por el placer y la lujuria de su prometido, ¿está segura de seguir con esto? Aún tiene tiempo para arrepentirse.
Llevé mis manos hacia su corbata y la quité al mismo tiempo que me abría paso para desabotonar su camisa.
—¿Esto es suficiente respuesta para ti? —tanteó mis labios y entrecerró sus ojos acariciando mi nariz con la suya.
—Seré gentil... Aún te duele la espalda por anoche, ¿cierto? —afirmé con mi cabeza levemente y me levantó llevándome al sofá que tenía en la pequeña oficina del taller.
Fue lento y suave al principio como dijo que sería, pero ambos queríamos más, el calor de nuestros cuerpos al juntarse nos lo exigía. Estaba sedienta de él, ansiosa de sus manos recorrerme y su boca demandarme.
Adrien era esa historia de amor que Luka mencionó.
—Marinette... Yo... —su respiración agitada junto a la mía y su sudor pegando su torso al mío me estaba enloqueciendo. —no puedo soportarlo más. —asentí, porque sólo lograba emitir gemidos desde mi garganta. —quiero... No... Eso está mal... —seguí moviéndome con él, intentando seguirle el ritmo, perdida en el calor que sentía. —detente ahora...
—No... —negué repetidas veces y lo besé.
—¿Estás segura? Es peligroso... Voy a sac...
—Hazlo, por favor. —sus manos se aferraron con más fuerza a mis caderas. —lo quieres tanto como yo...
Decir que fue imprudente de nuestra parte es poco, pero... No es algo que no hayamos hablado hace mucho.
—Te amo.
—Yo también te amo, pero yo lo dije primero. —se soltó a reír conmigo y acarició mi mejilla.
—Pero yo te amo mucho más.
—Abramos un debate. —ignoró mi propuesta y me cubrió con su camisa. —no aceptas el reto porque sabes que tengo razón. —sonrió.
—Tu mejillas están ardiendo. —tomé su rostro entre mis manos.
—Las tuyas también. —una risa emergió de mi garganta y lo observé en silencio, despeinado, sudado, agitado, sus ojos verdes cristalinos y con las mejillas tan rojas como un tomate, era precioso a mis ojos, quería enmarcarlo, pero sólo para mi.
—La cena de seguro se enfrió.
—Pero tú eras el que quería comer otra cosa. —le saqué la lengua y apretó mis mejillas con sus dedos.
—Y valió totalmente la pena. Complacer a mi prometida es uno de mis más grandes propósitos.
—Lo mismo digo, prometido.
Si... Una historia de amor que ocurre sólo una vez en la vida.
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