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Eres tú

—Tengo algo que mostrarte. —con algo de pesar me separé de ella y me levanté para apagar la luz de mi habitación. —mira.

Marinette se volteó a verme y le indiqué con la mano hacia arriba, miró el techo y sonrió.

—¿Cuándo las pusiste? —me acerqué a la cama y caminé unos pasos con mis rodillas sobre la misma.

—Ayer... ¿Te gustan? —asintió sin verme y tomé su rostro redirigiendolo a mi.

—Es lo más cerca del cielo que puedes estar.

—Yo creo que tú eres lo más cercano. —sentí que sus mejillas subían de temperatura. —¿te sonrojaste?

—N-no... —reí por su reacción y luchando con mi respiración me acerqué otra vez a sus labios. Sus ojos me veían con algo de temor, como si fuera la primera vez que nos fuéramos a besar, y es raro pensarlo ya que ella acaba de robarme un beso hace unos minutos.

Lo único que me permitía ver su rostro eran las estrellas luminiscentes que había pegado en el techo de mi habitación.

—¿No te da nervios robarme un beso, pero si que yo lo haga? —sonreí sintiendo su respiración volverse más pesada.

—Aún no me haz robado un beso. —una risa emergió de mi garganta por su respuesta directa. —Aunque, si te acercas de ese modo, es normal que me pongas nerviosa.

—Eso te ganas por coquetearme. —se puso a reír y alzó una de sus manos peinando mi cabello hacia un lado. Me dejé querer por su caricia en parte de mi frente.

—Internet me ha enseñado muchas cosas sobre el romance, pero nada de lo que he leído se acerca a lo que siento cuando pasan estas cosas. —acaricié sus pómulos con mis pulgares y me perdí viendo sus pequeñas pecas esparcidas, casi invisibles, en su nariz.

—¿Qué estás haciendo conmigo, Marinette?

—No se a qué te refieres...

—No puedes simplemente robarme un beso en mi habitación y luego seguir como si nada.

—Entonces no digas cosas que me hacen querer besarte. —mis ojos volvieron a los suyos fijamente, el brillo verde de las estrellas los hacía más hipnóticos o quizás era la misma oscuridad de la habitación. —quiero saber si... Si está bien.

—¿Qué cosa? —rocé su nariz con la mía y pude sentir como el aire escapaba entre sus labios.

—El como te beso... —mi mano derecha bajó hacia su boca y con mi pulgar acaricié su labio inferior, tentado a volver a probarlos.

—¿Quieres que haga una calificación? —susurré en broma, pero con la seriedad que me veía supe que ella lo decía de verdad. —¿por qué quieres que te diga eso?

—Porque... —se separó de mí dándose la vuelta y yo quedé en la misma posición. Aclaré mi garganta tomando ahora asiento a su lado. —porque tú ya...

—¿Yo qué?, ¿qué ya he besado antes? —hice una mueca y miró el suelo descansando las manos sobre su regazo. —es incómodo... —suspiré viendo el techo. —o sea... Es raro hablar de esas cosas contigo, pero si quieres saber puedo decirte. —volví a verla y recargué mi peso en mis brazos hacia atrás.

—¿De verdad? —asentí y subió sus pies a la cama girandose nuevamente en mi dirección. —¿a quién besaste por primera vez? —su voz se oyó más curiosa que entusiasta.

—A ti. —frunció el ceño y me golpeó el hombro con su puño.

—Hablo en serio.

—Y yo también. —sonreí.

—Adrien. —recriminó y rodé los ojos recostandome por completo en la cama, dejando mis pies fuera de esta.

—Bien... Creo que tenía unos cuatro años. —no pude evitar reírme al divisar su gesto fruncido. —conste que yo no fui. Una niña simplemente me tomó la cara y me dio un beso sin consentimiento.

—Que asco. —sacó la lengua y me divertí con su expresión un momento.

—Eso te pasa por curiosa. —extendí mi brazo hasta tocar su nariz con mi dedo índice. —pero la verdad eso no cuenta...

—¿Y con... Lila? —respiré hondo y luego dejé escapar el aire.

—Ya te he contado lo que pasó con ella...

—No me refiero a su relación, sino a... Si ella besa bien. —me erguí otra vez y la miré con seriedad.

—Marinette, ¿por qué me preguntas realmente esto? —se encogió de hombros.

—¿Curiosidad?

—¿Tan malo es para ti que haya besado antes? —negó con la cabeza. —oye... —tomé una de sus manos y comencé a jugar con sus dedos por inercia. —quiero que grabes algo en tu cabeza. "El primer beso de Adrien Agreste, fui yo", ¿puedes repetirlo? —besé su mano y la miré en la oscuridad.

—E-el... Primer beso de Adrien...

—Adrien Agreste. —corregí y sonrió.

—De Adrien Agreste, fui yo.

—Excelente. Tú eres mi primer beso y aunque en un futuro el sol se trague la tierra... Eso jamás cambiará.

—Gracias, Adrien.

—¿Por qué?

—Por ser mi amigo.

—No moví un sólo músculo y fui friendzoneado. —tomó la almohada de atrás de su espalda y me golpeó con ella en la cara. —está bien, lo siento.

—Tu fuiste el que dijo que quería esperar. —quité la almohada y se la arrojé a ella.

—Tonta, quería esperar que sintieras lo mismo o al menos que lograras entenderlo.

—El amor no se entiende, sólo se siente.

—¿De dónde sacaste eso Marinette poeta? —se cruzó de brazos.

—De una novela de Internet.

—Eres peligrosa con Internet. —concluí. —¿y que puedes rescatar de tu frase?

—Que... Aún no lo logro entender. —negué son una sonrisa. —pero lo haré en algún momento porque tú me lo enseñarás. —abrí más mis ojos y me apunté.

—¿Yo? —asintió. —quieres que te enseñe algo de lo cual ni yo estoy seguro.

—Tu dijiste que me querías. —infló las mejillas y sus cejas se fruncieron hermosamente, ¿cómo era posible? No tengo la menor idea. —y que me enamorarías cada día.

—Hey, si no mal recuerdo tú dijiste lo mismo. —abrió la boca y luego la cerró de sopetón.

—Y he investigado mucho. —oculté mi boca y es que era adorable por donde sea que la viera. —pero ni siquiera se que tipo de mujer es de tu gusto.

—Marinette. —llamé su atención. —me gustas tú.

—Pero yo soy...

—Eres quien me gusta. —confirmé otra vez y guardó silencio, uno que parecieron horas.

Quería hablarle sobre lo que ocurrió por la tarde, pero no sabía que palabras escoger con exactitud.

—Oye... Quiero disculparme contigo. —miré mis manos. —no debí ponerte en una posición incómoda sobre entrar junto a Nino y Alya. Se que es difícil para ti hablar con las personas, pero en ese momento no lo pensé con claridad.

Sentí sus fríos dedos en mi quijada y levantó mi cabeza con suavidad hacia ella.

—Yo no creo que hicieras mal, simplemente me dijiste la verdad y es algo que aprecio. Tú no puedes tomar la decisión por mi, ¿no?

—Pues no, pero puedo hacer que tu carga sea más llevadera.

—Adrien, en el momento que me hablaste la primera vez, hiciste mi carga más llevadera. No te preocupes por lo de esta tarde porque yo jamás me enojé contigo, incluso iba a entrar si no fuera porque mi padre me llamó por teléfono.

—¿De verdad? —asintió. —me estuve comiendo la cabeza desde que llegué a casa.

—Serás tonto. —tomé su muñeca, la jalé hacia mí para abrazarla y caí con ella a la cama.

—Me gusta que estés aquí. —susurré besando su frente. —creo que mi cama se siente más cómoda contigo.

Oí que golpearon la puerta y asustado rodé por el colchón aterrizando en la colchoneta en el suelo. Me golpeé la espalda y estoy seguro que no me hubiera dolido tanto, si Marinette no hubiera aterrizado antes sobre mi cuando bajó por su ventana.

—Maldición. —bufé por lo bajo.

—¿Estás bien? —Marinette se asomó hacia abajo y puse una mano en mi espalda baja por el dolor.

—Si... No te preocupes. —creo que mi voz sonó más aguda de lo normal.

Adrien, ¿se puede? — la voz de mamá se oyó del otro lado de la puerta. Me quedé quieto en mi lugar y vi a Marinette dirigirse a la puerta. —oh corazón, ¿los desperté?

Creeme madre que estábamos muy despiertos  antes de tu interrupción, pero ahora dudo mucho que pueda pegar con ojo por el dolor.

—En realidad estábamos conversando. —dijo Marinette. —pero Adrien se cayó al suelo.

—¿Y por qué razón se cayó? —soltó en tono burlón y rodé mis ojos haciendo un esfuerzo sobrehumano para levantarme, pero sólo logré recargarme con mis brazos en el borde de la cama.

—Porque me asustaste al tocar la puerta. —mamá me miró y sonrió.

—A saber que estabas pensado que terminaste en el suelo por la impresión de que te descubriera.

—¡Mamá! —me quejé y soltó una carcajada. —¡no es lo que estás pensando!

—Cariño, también tuve tu edad...

—¡Que no!, ¡quita esa imagen de tu cabeza!

—¿Qué pensaba Adrien? —preguntó Marinette de repente y abrí mis ojos al ver como mi madre se le acercaba al oído.

—¡Mamá!, ¡te lo prohíbo! —la apunté y me sonrió con malicia.

—¿Quieres que te recuerde quien está castigado? —solté un bufido y ella acarició la mejilla de Marinette. —si necesitas algo no dudes en pedírmelo, ¿está bien?

—Gracias, señora Emilie.

—Oh no, no me digas señora. Puedes llamarme simplemente Emilie o como tu prefieras. —tomó su mentón un segundo y luego una de sus manos, dejando suaves palmaditas. —así que ya sabes.

—Está bien. —susurró.

Mamá soltó su mano sutilmente y se acercó a mí dándome un beso audible en mi mejilla izquierda.

—Descansa. —se acercó a mí oído. —te amo cariño, pero ya hemos tenido la charla. Así que cuidate. —se alejó guiñandome un ojo. —están en tu cajón. —sentí como la sangre viajaba a mi rostro en cosa de segundos.

—¡Ma-mamá! —rió por lo bajo y camino hacia la salida.

—Buenas noches, descansen. —cerró la puerta y Marinette ladeo el rostro en mi dirección.

—¿Seguro que estás bien? —cruzó sus brazos y negué con la cabeza.

—Ayúdame a pararme, por favor. No quería que mi mamá supiera que bajaste por un segundo piso. —hice una mueca y se acercó rápidamente tomando mi brazo para hacerme rodear sus hombros.

—¿Quieres que te revise?, quizás estés herido. —tomé asiento con dificultad. No esperó mi respuesta y encendió la luz de mi habitación.

Una brisa recorrió mi espalda y supe que había levantado mi camiseta. Sus dedos tocaron mi espalda baja y dolió horriblemente.

Auch.

—Tienes rojo aún, pero creo que se te hará un gran moretón. Bajaré por hielo, espera un segundo.

—No es nece... —la puerta se abrió y se cerró en segundos. —sario.

¿Qué haré contigo, mi bichito raro?

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