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Encuentros

—¿Estás segura de hacer esto?

—Es la única que lo conoce mejor que yo. ¿Qué más puedo hacer?

—Marinette, no se han visto en años. ¿Qué te hace pensar que ella quiera decirte algo? —se abrazó a sí misma y miró el suelo. —oye...

—Ya estamos aquí. —volvió a verme a los ojos, determinada. Arrugó el papel en su mano, el cual contenía la dirección de la mujer que huyó de ella, la mujer que la abandonó con ese infeliz cuando sólo tenía doce años. —No quiero saber porqué me dejó, sólo quiero cualquier pista que me lleve a mi padre y estoy segura que ella me la dará.

—Estoy contigo, sabes que no te dejaré sola. —tomó mi mano libre y se inclinó dejando un beso suave en mis labios.

Rodeó la silla de ruedas y comenzó a empujarla dentro de la recepción del edificio frente a nosotros. Se veía lujoso, los cristales en las luces del techo lo confirmaban y la chica detrás del escritorio también.

Un sentimiento burbujeante nació en mi estómago, tenía ganas de vomitar por la cólera y es que sólo pensar que esa mujer se estaba dando la vida aquí, mientras Marinette sufría a manos de ese infeliz, me llenaba de rabia.

—¿Qué se les ofrece? —preguntó la recepcionista viéndonos a ambos con simpatía.

—Buscamos a esta mujer. —Marinette sacó de su bolso una fotografía gastada y roñosa. —la dirección que tengo de ella me lleva a estos departamentos. —la mujer tomó la imagen y la inspeccionó con algo de escepticismo. Volvió a verme a mi, o más bien a la silla de ruedas, ya me había acostumbrado a eso.

—Necesito saber que relación tienen con la señora Tsuguri, de lo contrario no puedo dejarlos pasar.

—Señora Tsuguri... —la voz de Marinette se caló por mis oídos, me giré a verla un momento. Sus ojos perdidos en el escritorio sólo me mostraban la sorpresa que sentía por las palabras de la mujer. —ella... Se casó...

—Verá, nosotros somos... Amigos... Si, eso. Venimos de visita para... —mis excusas eran mejores cuando de mi madre se trataba, aunque acabara por descubrirme de todos modos.

—Oh, son amigos de la señorita Kagami. Deberían haber empezado por eso, los anunciaré enseguida. —le devolvió la foto a Marinette, quien estaba ausente en sus pensamiento. Le sonreí a la mujer de manera cumplidora y tiré de la mano de mi novia. —pueden usar el ascensor. —alcancé a ver como tomaba el teléfono de base antes de que las puertas del ascensor de cerraran frente a nosotros.

—Marinette...

—Ella se casó... —murmuró.

—Bueno, es normal que lo hiciera. —intenté restarle importancia al asunto. No quería que lo pensara demasiado, porque pensar mucho en algo te hace darle más importancia de la que se merece. —pero recuerda que no estamos aquí por eso.

—Tienes razón. —aclaró su garganta y respiró profundamente. —bien, debemos llegar a casa antes de que tu mamá nos descubra. ¿Le hablaste a Nino para que estuviera al tanto?

—Descuida, Nino tiene claro que decir si mamá lo llama.

Lo único que ruego es que Nino no se ponga nervioso si a mamá se le ocurre llamarlo para preguntar por nosotros. Le dijimos a mi madre que estaríamos en la casa de él lo que restaba de tarde, jugaríamos play y cuidaríamos a su hermanito.

Llegamos al piso correspondiente y avanzamos por un largo pasillo. Las puertas de los departamentos tenían una pequeña casilla a un costado con los apellidos de los inquilinos, muy japonés a mi parecer. No nos hicimos de rogar, así que al mismo tiempo golpeamos la puerta apedillada Tsuguri.

¿Por qué no dijeron que vendrían de visita? —se oyó la voz de una chica del otro lado de la puerta. Sólo le tomó un segundo abrirla y quedar congelada frente a nosotros.

Era delgada y de cabello oscuro, casi tanto como el de Marinette. Sus ojos rasgados evidenciaban que era extrajera y su porte también.

—Hola. —saludó extrañada. —¿quiénes son ustedes? —su mirada viajó de Marinette a mi en segundos, se notaba que intentaba buscar en sus recuerdos alguna respuesta a su pregunta. —esperaba a mis amigos...

—En realidad. —hablé yo, ya que Marinette parecía no poder decir media palabra. —la recepcionista se equivocó. —mentí con una sonrisa amable. —me disculpo, buscamos a la señora Tsuguri.

—¿Mi madre? —alzó una ceja y pensó por un instante. —ya veo, pasen. Está por llegar del trabajo, así que tendrán que esperarla. —abrió más la puerta.

Nos adentramos respetuosamente al amplio departamento y esperamos a un lado del sofá en la sala.

—Tomen asiento, por favor. —sonrió sincera y luego me miró incómoda. —me refiero...

—Descuida. —me reí. —tómalo con humor.

—¿Les ofrezco algo de té? —los dos negamos con la cabeza. —sincronizados. —soltó una risita leve apuntandonos. —bien, llamaré a mi madre para preguntarle dónde viene. No tardo.

—Claro, gracias. —respondí y se perdió por una de las tres puerta del lugar. —¿estás bien?

—¿Por qué no lo estaría? —susurró incandose. Me miró hacia arriba y entrecerre mis ojos estudiándola. —de verdad, todo en orden.

—Sólo hablaremos lo necesario, si se sale de control nos iremos sin rechistar.

—Estará aquí en unos diez minutos, hay algo de tráfico. —volvió con nosotros la chica llamada Kagami. Marinette se levantó nuevamente y la observó demasiado, incluso más de lo que debía, y podía notar que le estaba incomodando. —¿T-tengo algo en la cara? —hizo el gesto con sus manos.

—No, no... Desculpa. Marinette es algo callada y le gusta... Observar a las personas, es que ella... Dibuja. —concluí y asintió más relajada. —lamentamos si te estamos incomodando, si quieres podemos esperar a la señora Tsuguri en recepción.

—Oh, no. No es necesario que se vayan, después de todo nunca es malo algo de compañía. —se sentó frente a nosotros. —podrían decirme lo que quieren hablar con mi madre, quizás les pueda ayudar de antemano.

—Verás... Es un tema algo privado.

—Ya lo capto, no hay problema. —parecía ser una chica astuta y reservada. —Pero para matar el tiempo, cuéntenme... ¿Cuánto llevan de novios? —juntó sus manos frente a ella. —no me digan que no estoy en lo cierto porque se nota a kilómetros que se quieren.

—Bu-bueno, algunas semanas. —aclaré mi garganta sintiendo el calor adueñarse de mi rostro.

—¿De verdad?, pareciera que más que eso. -se asombró en breve. —¿quién lo dijo primero?

—¿Decir qué?

—Pues que se gustan, a mi se me hace que fue ella.

—No creo que sea realmente importante. —atajó Marinette de manera fría, si sus palabras fueran un cuchillo, Kagami ya estaría rebanada. —es algo estúpido, ¿no?

—¿Eso crees?, la verdad pregunto con segundas intenciones... —confesó de repente y abrí más mis ojos. —me refiero a que hay alguien que me gusta y he estado intentando acercarme a él, pero no funciona. Sólo quería hacerme una idea de cómo confesarme.

—Sólo dices lo que piensas y ya está. Si a él no le agradas, te lo hará saber de alguna forma o de plano ya no te hablará. —La azabache se quedó en silencio, quizás las palabras de Marinette habían sido demasiado directas.

Iba a decir algo para animarla, pero el sonido de la puerta principal abriéndose me detuvo.

—Parece que ya llegó mi madre, la recibiré. —sin decir más, Kagami se levantó de su lugar con una sonrisa nuevamente.

—Fuiste un poco... —no continué con mis palabras, ver como apretaba sus manos fue suficiente para caer en cuenta de lo nerviosa que estaba.

¿Qué podría decirle?, por un momento me volví un insensible y olvidé que Marinette estaba por encontrarse con la mujer que la abandonó. Ella podría jurarme que estaba todo bien y que realmente no le afectaba, pero eso no quería decir que fuera cierto y mucho menos que no le doliera.

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