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Desdicha

Un mes más se fue volando y pasó lo que todos teníamos previsto, el padre de Marinette había fallecido. Como bien dijo el doctor en su momento, las probabilidades de que lograra sobrevivir eran casi nulas, un paro respiratorio acabó con su vida durante la noche en esa fría habitación del hospital.

No es como si mi familia pudiera hacerse cargo de él y mucho menos Marinette, pero la policía logró contactar con familiares, los cuales ni siquiera Marinette estaba consciente que tenía.

Un primo lejano vino por el cuerpo, era un sujeto amable, no se parecía en nada al difunto y tampoco tenía idea de la existencia de Marinette, según lo poco que habló con mis padres es que no sabía nada de su pariente hace más de veinte años.

Lo único que me preocupaba en este momento era Marinette, parecía más ausente de lo normal, ni siquiera me respondía cuando le hablaba. Así llegué a la conclusión de que se sentía vacía, muy probablemente también se sentía sola, por mucho que yo estuviera junto a ella... Perdió a la única familia de sangre que tenía.

Seguíamos sentados en la sala de espera del hospital, ella recargaba su cabeza en mi hombro izquierdo, mientras yo juegueteaba con los dedos de su mano derecha. No derramó ninguna lágrima, ni siquiera cuando su pariente lejano se había marchado, no le hizo preguntas ni tampoco él a ella.

—¿Necesitas algo? —pregunté por lo bajo por milésima vez, pero seguía sin decirme nada. —sé que puede ser algo muy difícil para ti, pero no estás sola.

—Quiero ir al mirador. —fue lo único que salió de su boca en mucho tiempo. No quise alargar más el asunto, así que me levanté e hice lo mismo con ella jalando su mano con delicadeza.

Mis padres estaban haciendo algunos trámites en el hospital, no perdí oportunidad en decirles que llevaría a Marinette a tomar aire para que se despejara un poco. Papá a duras penas acabó por aceptar pasarme su auto un rato. Conduje en silencio, quería concentrarme en que el temblor de mis manos no afectara mi manejo, desde el accidente no había vuelto a conducir y aunque estuviese nervioso no se lo demostraría a Marinette, al menos no en estas circunstancias. El viaje se me hizo eterno, pero seguro.

Me estacioné donde acostumbraba, el lugar estaba solitario como siempre y el aire fresco de la mañana casi podía verlo soplar el pasto de los alrededores.

Lo único que sonaba era el ruido del motor que aún tenía encendido, lo apagué y todo volvió a la calma. Miramos el horizonte dentro del auto, yo no bajaría a menos que ella lo hiciera, y parecía que no quería hacerlo.

—Era muy malo cocinando. —susurró y volteé a verla. —siempre se le quemaban las tostadas del desayuno. Recuerdo haber tenido unos ocho años y él dijo que no pensaba darme más de comer, que yo podía perfectamente hacerme el desayuno sola. No hubo peros de por medio, así que comencé a hacer el desayuno suyo y el mío, ya que mamá se la pasaba siempre fuera de casa trabajando en tu ya sabes que. Le gustaba mucho la cerveza, creo que llegaba a contar más de diez botellas por la tarde cuando recogía todo, era algo de todos los días. En más de una ocasión le dije que no bebiera porque acabaría haciéndole daño, y cada vez que se lo decía me daba una bofetada por meterme en sus asuntos, ¿sabes que es lo peor de todo? Que sin importar cuantas me las diera yo volvía a decirle que lo dejara.

Una fina capa cristalina estaba en sus ojos y probablemente en los míos también por oírla decirme todo eso, y también por imaginar todo lo que tuvo que pasar cuando era niña.

—Es triste pensar que no tenga ningún recuerdo feliz de él. Jamás me dijo ninguna palabra de aliento, y mucho menos mostró preocupación por mi en ningún sentido. Ahora que soy más consciente de la situación me pregunto si hice algo mal o si realmente fui un completo fracaso de hija para él, no lo sé y nunca lo sabré tampoco. Estúpidamente sigo imaginándome sentada a los pies de esa escalera, viendo como miraba la televisión con su cuarta botella en la mano, esperando que llegara mamá para que alguna vez me dieran sólo una sonrisa de aprobación por cocinales la cena, pero... Eso no será así.

Algo me estaba oprimiendo el pecho horriblemente, era como si me golpearan repetidas veces con un bate en el tórax para después arrancarme le corazón con una mano.

Marinette sonrió, su expresión fue tan dolorosa de ver, casi tanto como despertar en el hospital y verla junto a mi después del accidente.

—No siempre conseguimos lo que queremos. —levanté suavemente mi mano y la puse sobre su hombro, giré su cuerpo hacia mí y acabé por acercarla para darle un abrazo. Su rostro se escondió en mi pecho y no tardó en dejar las lágrimas caer. —no es justo, Adrien. Necesito verlo a la cara y que me diga que hice bien, necesito que me diga que está orgulloso de mi aunque no hiciera lo que me ordenó, necesito que me diga que le gustaba la cena que preparaba. —todo lo decía en un grito ahogado por el llanto, el cual se opacaba contra mi cuerpo. Lo único que podía hacer era abrazarla con más fuerza porque no sabía que decir, me había paralizado casi por completo. —se fue sin decirme que me quería. —cerré mis ojos con fuerza sin soltarla.

—Quita toda la pena que sientes, amor. Sabes que siempre voy a estar aquí para sostenerte, llora todo lo que quieras.

—¿Por qué nunca lo dijo, Adrien? —cuestionó con la garganta rota. —¿por qué no me quieren?

—Hay personas que su odio los consume tanto a sí mismos, que lo único que acaban por hacer es repartirlo a todo el mundo.

§§§

—¿A qué se refiere con que Marinette debe ir a una casa hogar?

—Yo sólo me encargo de hacer todo al margen de la ley, joven. La señorita no tiene parientes cercanos que se puedan hacer cargo de ella.

—Ella nos tiene a nosotros. —lo interrumpí. —Marinette se queda con nosotros, ella no tiene que ir a ninguna casa hogar.

—Lamentablemente eso no lo deciden ustedes.

—Roger, por favor. —se metió mamá. —acaba de morir su padre. Marinette está muy afectaba por todo esto, necesita de nosotros.

—Emilie, no es algo que yo quiera hacer. Tu esposo lo sabe mejor que nadie. —miró a mi padre de reojo y aclaró su garganta. —ustedes no son sus tutores legales.

—Por favor, te lo pido como una vieja amiga. —mamá se atrevió a tomas sus manos. —atrasa todo este proceso hasta que encontremos una solución.

—Haré lo que pueda, pero la orden ya está dada y en unos días vendrá una asistente social por ella. —el teniente le dio dos palmaditas leves y acabó por despedirse. —diré que aún tiene que darme otra declaración sobre los proveedores de su padre, eso les dará algo de tiempo.

—Gracias, teniente. —respondió papá viéndolo con seriedad antes de que este saliera por la puerta principal.

Pasé repetidas veces las manos por mi rostro y suspiré con frustración, viendo en todo momento las esceleras hacia el segundo piso.

—¿Qué demomios vamos a hacer? —de repente sentí dos manos sobre mis hombros.

—No te preocupes, hijo. Yo me encargaré de todo. —papá me dio un apretón con sus manos. —te aseguro que Marinette no irá a ningún lado.

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