Desasosiego
No siempre valoramos lo que tenemos, yo mismo me daba cuenta que no era lo suficiente agradecido con mis padres. Imaginar mi vida sin ellos era imposible para mí, así que admiraba demasiado a mi novia, era la mujer más fuerte que había conocido jamás, y me había enseñado, inconscientemente, que debía demostrar más, que debía hablar más y callar menos lo que sentía.
¿Por qué no decir cuánto amamos a nuestros seres queridos? ¿Por vergüenza? ¿Vale la pena quedar con el arrepentimiento cuando se van de nuestras vidas?
La respuesta es un gran "no vale la pena" y cualquiera que diga lo contrario es un completo demente.
Yo me arrepiento de no haberle dicho a mi abuela lo mucho que la quería, me arrepiento de no decirle cuanto la amaba y también me arrepiento de no haberle agradecido mostrarme la música. Soy consiente que no hay vuelta atrás y espero... Realmente espero que, donde sea que esté, sepa que lamento no haberlo dicho más veces y sobretodo no haber disfrutado más con ella, que lamento no haberme preocuparme menos y sólo regalarle más momentos de felicidad.
Era temprano, aproximadamente las siete de la mañana, lo sabía por el único rayo de sol que entraba por mi ventana.
Marinette dormía junto a mi, no tuve que pedirle que se quedara conmigo ya que cuando volvimos a la casa fue directo a mi habitación.
Velé su sueño gran parte de la noche, así que me sentía un poco cansado, mis ojos pesaban y seguramente tenía ojeras marcadas bajo los mismos. Estuvo inquieta desde que cerró sus ojos, en más de una ocasión le hablé medio dormido para calmarla, ya que parecía tener pesadillas. Sus párpados estaban un poco hinchados por el llanto, aunque ahora mismo se veía más serena, ya que respiraba pausadamente.
No perdí oportunidad de acariciar su rostro, despejé su frente corriendo su frequillo con mis dedos y dejé un suave beso sobre la misma, era muy temprano para despertarla.
Hoy sería un día muy difícil, lo único que quería es que ella estuviera bien para enfrentarlo. Con algo de pesar me levanté de la cama en silencio, me acerqué a Bernardo para darle de comer y como era de esperar mi preciado pez arcoiris dio unas vueltas antes de comer su desayuno.
—¿Crees que deba decirle sobre la casa hogar? —murmuré a mi pez. Me sentía preocupado, más de lo que quisiera y sentía que él era el único que me daría algo de calma.
Bernardo acabó de comer y se quedó inmóvil, fue extraño que esta vez no me ignorara como acostumbraba ocultándose entre las rocas de su pecera, sonreí de lado y di dos toques con mis dedos en el cristal.
—Tu también la quieres aquí, ¿cierto? —acabé por soltar el aire con cansancio, era demasiado en dos días. —no te preocupes Ber, no dejaré que ella se me escape. —volteé hacia mí cama justo cuando Marinette se estiró cual felino levantando las sabanas.
Algo dentro de mí me impulsaba a moverme, algo me decía que no tenía que quedarme de brazos cruzados, así que siendo lo más silencioso posible me vestí y cerré la puerta de mi habitación en completo sigilo.
La puerta de mis padres estaba cerrada, así que suponía que aún no se habían levantado. Bajé las escaleras y tomé las llaves del auto de mi padre sin pensarlo dos veces, ya me perdonaría luego.
§§§
—Señorita, de verdad necesito hablar con ella. Es un asunto de vida o muerte.
—Joven, la última vez la señora dijo explícitamente que no volviera a dejarlo pasar. Es mi trabajo el que está en juego.
—La entiendo, créame que si. —miré sus ojos fijamente. —pero de verdad necesito hablar con ella. Si no fuera urgente no se lo pediría con tanta insistencia. —negó con la cabeza y acabé por soltar todo el aire que tenía. Derrotado salí del edificio y acabé dejándome caer en las escaleras de la entrada.
¿Qué más podía hacer? No sabíamos cuando vendría esa asistente social por Marinette y la única opción que veía para evitarlo, era que su madre de una vez por todas hiciera algo bueno por su hija, cediendo su custodia a mis padres.
—Tú... —una voz llegó a mis oídos, así que por instinto levanté la cabeza encontrándome a la hija de la señora Tsurugi frente a mi. —¿qué haces en el suelo? —alzó una ceja y rápidamente me puse de pie.
—Kagami, gracias al cielo. Necesito tu ayuda. —su expresión de volvió confusa y no la culpaba. —es algo de suma urgencia. —no sé qué cara tendría, pero ella se acercó poniendo una mano en mi hombro.
—Tranquilo, primero que nada respira. —le hice caso y tomé una gran bocanada de aire. —¿mejor? —asentí lentamente. —bien, cuéntame qué sucede y veré en qué puedo ser útil.
—Necesito hablar con tu madre.
Kagami abrió sus ojos con sorpresa, se abrazó a sí misma y formó una fina línea en sus labios.
—¿Qué te traes con mi madre? Cuando viniste con tu novia ella no quiso decirme nada de lo que pasaba.
—Yo no soy el más indicado para dar explicaciones, pero de verdad necesito que me dejes pasar a tu departamento. —se quedó en silencio un minuto, como si analizara la situación minuciosamente.
—Está bien, pero conste que es sólo porque pareces estar al borde de una crisis nerviosa.
Entramos al edificio, la recepcionista me miró entrecerrando sus ojos, pero la ignoré pasando junto a Kagami hacia el ascensor.
—¿Podrías decirme tu nombre? —pidió de repente. —la vez pasada ni te presentaste.
—Disculpame, me llamo Adrien. —le extendí mi mano y la estrechó como si estuviéramos cerrando algún negocio, se notaba que tenía fuerza, y no lo dudaba, quizás la espada de kendo colgada en su espalda era una razón muy obvia del porqué.
—Mi madre debe estar preparándose para ir al trabajo, así que tendrás que ser breve. —volvimos a ver las puertas metálicas del ascensor. —y por cierto, ¿dónde está Marinette?
—Se quedó en casa. —murmuré imaginando que seguramente ya se percató que no estaba a su lado.
—Tienes suerte de que mi padre esté en Japón en este momento, de lo contrario te haría un interrogatorio de pies a cabeza. Créeme que no es lindo lidiar con un padre tradicionalista cuando tiene una hija.
—¿Es muy duro contigo? —casi sentí pena al pensar que Kagami pudiera pasar algo similar a Marinette, pero rápidamente negó con la cabeza.
—No, sólo lo es con la gente que me rodea. Es demasiado sobreprotector, se volvió así desde que mi mamá falleció. —Kagami bajó un momento su mirada, se notaba que ese tema le afectaba mucho.
—Lo lamento.
—No te preocupes. —sonrió. —es parte de la vida.
Cuando acabó su frase las puertas del elevador se abrieron, caminamos hacia su departamento y metió la llave en la puerta.
—Tadaima. —dijo por lo bajo, quitando sus zapatos y cambiandolos por pantuflas. —no es necesario que quites tus zapatos, asumo que será una visita corta y por mucho que yo también sea media tradicionalista, estamos en Francia. —asentí sintiéndome un poco avergonzado. Una de las puertas se abrió, dejando a la vista a la señora Tsurugi.
—Okae... —no acabó de decir lo que fuera que iba a decir. Su rostro no tardó en volverse uno completamente molesto, pero no hacia Kagami, era bastante obvio que era por mi. —¿qué hace él aquí? —cuestionó en un tono severo, incluso filoso.
—Madre, Adrien necesita hablar un asunto de suma importancia contigo. —me erguí para que viera que no pensaba irme sin hablar con ella.
—Dejé muy claro que no quería ver a este chico aquí nuevamente.
—Madre, si no fuera importante no creo que Adrien estuviera aquí. —agradecía enormemente lo que Kagami estaba haciendo por mí, así que puse una mano en su hombro.
—Kagami, ¿crees que podrías dejarnos hablar a solas? —pedí amablemente, ella volteó a verme algo cansada y simplemente desapareció en la que supongo era su habitación.
—¿Se puede saber qué demonios haces aquí otra vez? —gritó por lo bajo acercándose de manera intimidante. —creí haberles dejado muy en claro que no quería que se metieran en mi vida. Esa mocosa es una impertinente.
—Tenga más respeto por Marinette. —fruncí el ceño lo suficiente como para hacer que se callara. —créame que no vine aquí feliz de la vida.
—Habla luego porque mi marido está por llegar. —que gran actriz es, me lo creería si Kagami no me hubiera dicho que su padre no estaba en el país. —¿qué quieres?
—Que entregue la custodia de Marinette a mis padres.
—¿Qué? —podría jurar que estaba por colapsar. Dio un paso hacia atrás y se recompuso cruzando ambos brazos frente suyo. —¿es una broma? ¿Por qué no le dices al inútil de su padre que lo haga?
—Porque él está muerto. —sin reparos acabé soltando todo.
—¿De verdad? —no mostró la más mínima muestra de tristeza. —merecido se lo tenía, ojalá y disfrute su paseo eterno en el infierno.
—Señora, me importa muy poco lo que sea que piense o sienta respecto a ese señor, yo estoy aquí por Marinette. Necesito que haga ese trámite y ya está, podrá desligarse por completo de ella como quería. —extrañamente comenzó a caminar de un lado a otro y acabó por explotar.
—No pienso hacer nada, no tiene nada que ver conmigo y esa mocosa mucho menos. Mi familia son los Tsurugi, así que puedes irte por donde viniste. —respiré hondo para no acabar con el último cabello de paciencia que me quedaba.
—¿Por una vez en la vida podría hacer algo bueno por su hija? —sentía que en cualquier momento se me escaparían lágrimas de frustración. —Marinette está muy mal por la muerte de su padre, y ahora quieren llevarla a una casa hogar porque no tiene un tutor legal. Sólo se necesita su firma y listo, ¿es mucho pedir? —la mujer me rodeó y se dirigió a la puerta.
—Vete de mi casa. —se quedó en el pasillo señalando hacia la entrada. —vete o llamaré a seguridad. No dudaré en decir que eres un ladrón que amenazó a mi hija para meterse a la fuerza.
Me quedé unos segundos flotando en la nada, no sé si es porque aún me sorprendía de lo fría que podía llegar a ser esta mujer o por la rabia que me estaba comiendo por dentro.
—Llame a quien quiera, pero yo no me pienso mover de aquí. —le sonreí con cinismo y me hice hacia atrás tomando asiento en el sillón. —le sugiero que prepare algo de té o comenzaré a cantarle todo sobre usted a Kagami.
—No te atreverías. —gruñó apretando sus dientes y de un salto me levanté, sin dejar de verla a los ojos en ningún momento.
—¿Está segura? —la distancia era escasa y las miradas filosas. —por Marinette haría cualquier cosa, ya debería tenerlo más que claro. —no quería usar su pasado en su contra, pero viendo que no quería cooperar y que no me dejaba más alternativa. —¿qué pensaría el señor Tsurugi de usted si le dijera que era una acompañante y traficante de drogas? Estoy seguro que nada bueno, después de todo es muy sobreprotector con su hija, él jamás permitiría que una persona así fuera su madre sustituta. ¿O me equivoco? —el miedo se había apoderado de sus ojos, podía notarlo aunque intentase ocultarlo con su expresión seria.
—Ellos no tienen nada que ver.
—Todo acto tiene su consecuencia, podría decirse que ese sería su karma si no decide ayudar a Marinette. —levantó su mano dispuesta a abofetearme, pero la sostuve antes de que lo lograra. Mi mano temblaba, estaba usando más fuerza de la que realmente debería, pero ya me daba exactamente igual.
—Eres un mocoso irritante. —se soltó de mi con brusquedad.
—¿Lo hará o no? —di el ultimátum, pero al final acabó por calmar su rostro por primera vez.
—Aunque quisiera hacerlo no puedo. —iba a reprocharle, pero no me dejó hablar. —no puedo hacerlo porque Marinette no es mi hija. Legalmente y biológicamente no lo es.
¿Qué?
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