Cristal traslúcido
Para empezar... jamás había visto unos ojos tan azules como los de ella. Eran únicos y por alguna razón me sentía perdido en ellos.
Esta es la primera vez que veo su rostro y no tengo palabras para describirlo, pero me gusta... aunque no era momento para pensar en eso ahora.
Mis manos se movieron por sí solas y ni siquiera me di cuenta en que momento ya había posado mi palma en su mejilla. Estaba fría.
Pude sentir como se estremecía por mi toque y sabía que estaba invadiendo su espacio personal, pero no podía evitarlo.
-Estuviste llorando... .- musité y tragó con dificultad. Sus labios eran finos y de un color rosa... sus mejillas pálidas y frías provocaban que quisiera acariciarlas para darle calor.-¿por qué estuviste llorando?
-No se de que estás hablando.- dijo casi inaudible apartando mi mano y volviendo a bajar el rostro.
Me debatía en si seguir insistiendole o de plano ya cambiar de tema, pero era evidente que estuvo llorando. Sus ojos estaban llorosos e hinchados, con un color rojizo.
-Sobre lo del paseo con la maestra. No cuentes con mi asistencia.
-Pero...
Si seguía insistiendo con eso, lo más seguro es que volvería a negarse. Mi mejor opción ahora era convencerla de a poco y estoy seguro que lo conseguiré.
No soy alguien que se rinde fácilmente.
-Bueno.- me puse de pie posando ambas manos en mi cintura viéndola hacia abajo.- ven, vamos.- le sonreí y me miró extrañada.
-¿Cómo?
-Que vayamos a dar una vuelta en mi auto.- me incliné tomando su mano y jalé de ella poniéndola de pie, era bastante liviana a decir verdad.
-Pero yo no...
-Shht.- callé lo que diría y tomé rápidamente sus cosas yendo hacia mi auto.
Su mano estaba fría y no pude evitar acariciarla con mi pulgar para darle un poco de calidez.
-Te presento a mi bebé.- la solté y di un ligero golpe en la puerta con mis nudillos.- ya se que no es uno último modelo, pero...
-Yo diría que se está cayendo a pedazos.- musitó y entrecerré mis ojos haciendo un puchero.
-Es que debo arreglarlo aún y darle una mano de pintura, pero cuando termine de juntar el dinero te aseguro que quedará como una joya.- abrí la puerta trasera y dejé su mochila ahí.- ahora si me permite my Lady.- me incliné levemente y abrí la puerta del copiloto esperando que ella subiera.
-Nunca dije que iría contigo.- musitó y busqué su mirada aprovechando que estaba inclinado.
-Por favor.- hice un puchero y suspiró.- solo será una vuelta, además tengo tus cosas.- sonreí victorioso y en completo silencio subió al auto.
Rápidamente rodeé el vehículo y tomé mi lugar a su lado.
-La seguridad primero, princesa.- dicté tomando el cinturón, rodeándola con el mismo para ponerlo en su lugar.- antes de partir quisiera pedirte un favor.- ella miraba en todo momento hacia abajo.- quisiera que no usaras tu capucha por ahora.
Un largo silencio se formó. Uno más de lo habitual que era al estar con ella, pero si estuvo llorando realmente... quisiera hacer algo para cambiar su día.
-¿Por qué?
-Porque serás mi copiloto y debes estar atenta a lo que ocurre al rededor. Estando encapuchada no podrás ver bien.
No esperaba que fuese a aceptar, pero cuando ya estaba por encender mi auto ella quitó lentamente su gorro.
Sentí que me faltaba el aire al momento de verla. Su cabello negro era fino y lacio, su nariz pequeña encajaba a la perfección con aquellos ojos azules y grandes.
Ella es muy...
-No puedo llegar tarde a casa, así que... que sea breve.- aclaré mi garganta y emprendí camino por las calles de París.
Seguía mi camino hacia un mirador donde había ido con mis padres cuando era niño. Estoy seguro que a ella le gustará.
Unos cuantos minutos más de travesía y el sol ya estaba bajando, pocas estrellas comenzaban a aparecer en el cielo. Me estacioné aún sosteniendo el volante con ambas manos viendo por el parabrisas como la Torre Eiffel se iluminaba a lo lejos.
-¿Y que opinas?.- pregunté suavemente para luego girar mi rostro hacia mi acompañante.- ¿te gusta?
Marinette no decía nada. Simplemente veía hacia enfrente y las luces se reflejaban en sus ojos.
-¿Quisieras bajarte para ver mejor?.- quité mi cinturón de seguridad y bajé. A los pocos segundos ella hizo lo mismo.
Me senté sobre el capó del auto con ambas manos en mis bolsillos, disfrutando del paisaje y del aire fresco que comenzaba a soplar.
-No se que te pasó hoy... .- hablé por lo bajo sin mirarla.- pero espero que esto despejara un poco tu mente.
-No deberías seguir hablándome.- volteé a verla y traía otra vez la capucha puesta.
-¿Por qué?
-Porque a la larga solo te haré daño.- solté una risa escéptico.
-¿Tú?, ¿hacerme daño a mi?. Que va.- me crucé de brazos.- si hay algo que descubrí de ti estos días, es que eres una buena persona.
-No sabes nada de mi. No puedes simplemente asumir que soy una buena persona.
-Bien... te gustan los animales.- sonreí.- lo sé porque te quedas viendo cada perro que pasa en el parque, al igual que las aves y las hormigas del árbol donde siempre dibujas. Una mala persona no sentiría tanto respeto con una hormiga como tú lo haces.
-Cualquiera...
-No. No cualquiera lo hace... sabes Marinette.- giré mi cuerpo en su dirección y extendí mi mano hacia su cabeza para quitar su gorro lentamente.- me intrigas, pero no por el hecho de que seas callada o porque siempre pretendas ser invisible para los demás.- terminé de bajar la prenda reposando mi mano en su hombro.- sino porque... por muy extraño que parezca, siento que algo dentro de mi quiere estar a tu lado.
-Estas loco de remate. Cuando ves una chica extraña no te le acercas, simplemente te volteas y sigues caminando.
-¿Por qué dices que eres extraña?
-¿Por qué sigues invadiendo mi espacio personal?.- bajó su hombro provocando que mi mano cayera.
-Lo siento...
-No. Ya basta. ¿Por qué sigues tratandome bien?, ¿por qué no te molestas y me gritas por ser grosera contigo?
-¿Estás siendo grosera?.- alcé una ceja confundido.- pero si me pareces de lo más adorable.- reí en breve por su comentario e infló sus mejillas confirmando aún más lo que acababa de decir. Frunció el ceño.- ¿qué pasó ahora?, ¿qué te molesta?
-Tú... tú... ¿por qué eres bueno conmigo?
-Realmente no me considero una persona buena... pero la pregunta es, ¿por qué no serlo contigo?
Ella negó con la cabeza y cubrió su rostro con ambas manos.
-Marinette... .- musité y luego la oí sollozar. Me erguí enseguida poniéndome frente a ella.- perdón. No quise decir algo malo, por favor no llores.- no sabía que hacer.
Quería abrazarla pero... ¿podía abrazarla?
-Haré lo que me pidas pero ya no llores... si quieres que no te hable más no lo haré, si quieres que ahora me calle solo dímelo y juro que me amarro los labios.- posé mis manos en sus hombros para calmarla.
No pensé que oírla llorar me llenara de tanta tristeza. Mi intención siempre era hacer que pasara un buen rato y ahora estaba haciendo todo lo contrario.
No soy un experto en chicas. La única novia "oficial" que había tenido era Lila y ya saben que eso no resultó muy bien.
-Lo siento... siempre digo estupideces y aunque no se que dije ahora, te pido perdón.- no pude ni reaccionar cuando ella me apretaba con fuerza desde mi cintura.
Me sorprendió bastante.
Cerré mis ojos un momento y le correspondí enseguida posando mi mejilla sobre su cabeza. Su pequeño cuerpo podía envolverlo por completo con mis brazos.
Sentí como mi camiseta era humedecida por sus lágrimas e instintivamente respiré en profundidad su cabello. Ella olía dulce... como a vainilla.
Por la razón que fuera por la que estaba llorando, no la dejaría sola.
-Llora todo lo que quieras... no me moveré de aquí, lo prometo.
○○○
Ya estaba oscuro y hace varios minutos Marinette había dejado de llorar, pero aún no la soltaba y por muy raro que fuera tampoco quería hacerlo.
-¿Quieres contarme?.- susurré.
-¿Por qué quieres saber?.- creo que no me soltaba porque sentía vergüenza de que la viera llorar y mantenía su rostro en mi pecho en todo momento.
-Porque me importas, porque me preocupas, porque somos amigos...
-¿Esto es tener un amigo?.- preguntó por lo bajo.- ¿esto se siente tener un amigo?
-Pues... un amigo es alguien que te apoya. Alguien en quien puedes confiar.- respondí.- ya sea para contarle algo triste o algo que te haga feliz.
¿Acaso ella no tiene amigos?
-¿Cómo se si puedo confiar en ti?
-La verdad no tengo una respuesta certera... solo lo sientes en tu corazón.
-El corazón es un músculo que bombea sangre.- solté una risa por su respuesta.
-Tienes razón... pero cuando llega el momento de confiar solo lo sientes y ya. No hay un misterio mayor a una crisis de existencialismo.- guardó silencio por mucho tiempo.
-Adrien, ¿alguna vez... has querido no haber nacido?
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