Comienzo
No sé que hacía exactamente, luego de casi un mes debatiendome, acabé pidiendo mis vacaciones antes de tiempo y con unos ahorros tomé el primer vuelo a New York.
¡No puedo ya seguir engañandome!
Los días se hacían cada vez más eternos y la soledad de mi apartamento me consumía en los recuerdos de mi adolescencia, repetía una y otra vez durante la noche la última vez que oí su voz, y la última vez que nos vimos. Era una tortura que cada vez me oprimía el pecho sin medida.
Me sentía un poco desequilibrado, quizás si debí tomar la terapia que me recomendó Lila hace unos meses, pero ya no es momento de pensar en eso.
No sé qué me espera en ese lugar, no sé siquiera si ella estará ahí o si estará con alguien o si simplemente me reconozca, y cabe aclarar que yo sólo busco la paz... Decir lo que no pudimos decir y darle un cierre definitivo a lo que sea que tuvimos.
Alya me dijo, que Bridgette le dijo, que Marinette tendría una exposición de arte precisamente en el edificio que tengo frente a mis narices, no fue difícil encontrarlo, ya que es bastante conocido por los decanos de mi universidad y fueron muy amables en darme más información al respecto.
Acomodé mi corbata y solté el aire antes de dar el primer paso, el portero pidió mi identificación y se la enseñé, me dio el visto bueno y con los nervios comenzando a picar por todo mi cuerpo, caminé entre las piezas de arte buscándola con la mirada. Rendido, comencé a disfrutar de los cuadros, sumergiendome en cada pincelada que lograba distinguir, casi podía imaginar a Marinette pintando bajo el árbol del parque o en su habitación en la casa de mis padres. Me sorprendí de reconocer algunos escenarios en sus obras, estaban distintos, pero no dejaban de tener la escencia de los bocetos que alguna vez me mostró, era un golpe tan nostálgico para mí.
—Por favor acérquense. —se oyó una voz por un micrófono y la gente a mi alrededor comenzó a buscarla. —queremos agradecerles su presencia esta noche y sobretodo el amor por el arte. Esperemos estén disfrutando de las obras de nuestra querida Margarita Dupain. —la gente aplaudió con cortesía y cuando por fin pude encontrar al dichoso presentador, pude verla a ella. —le cedo el micrófono a la anfitriona, para que no se aburran conmigo. —todos rieron por su comentario y con delicadeza le entregó el micrófono. —Felicidades. —besó su mejilla y le dio un fuerte abrazo.
Me paralicé, simplemente eso pasó conmigo. Estaba hermosa, más hermosa que la última vez que la vi, su cabello recogido elegantemente descubriendo sus hombros para dejar apreciar el delicado vestido rojo que portaba, aceleró mi corazón como la primera vez que vi sus ojos. Casi sin palabras me acerqué entre la gente, intentando que sus ojos me vieran, intentando que supiera de mi presencia o quizás... Sólo para verla más claramente.
Comparado con ella, yo era la nada misma... Tan brillante y segura de si misma, incluso parecía otra persona. Los años le ayudaron más de lo que yo pude en su momento, no había duda que Marinette se esforzó en suprimir sus miedos por la gente, quería saber todo lo que hizo este tiempo, quería hablar de lo más mínimo sólo para ver su sonrisa hacia mí y disfrutar de su presencia cada minuto que pasara.
—Gracias por estar aquí, como bien dijo Félix... Lo que más agradezco es su admiración y amor por el arte, y es que el arte es una forma de ver el mundo completamente desde otra perspectiva, el arte es transmitir nuestros sentimientos más profundos a través de un lienzo o una pieza musical, el arte es muchas cosas y de todas esas cosas, creo que lo mejor es la capacidad que tiene el arte para conectarnos a todos. Me cuesta un poco encontrar las palabras adecuadas, así que sólo me queda decir que disfruten de la exposición. Gracias. —volvió a entregarle el micrófono al hombre anterior, susurraron unas palabras que no pude oír y entre aplausos Marinette bajó de la pequeña tarima yendo hacia una puerta que estaba detrás.
Con torpeza me moví entre la gente para alcanzarla, abrí la puerta por la que se fue y me encontré unas escaleras, subí siguiendo el sonido de sus pasos y terminé llegando a la azotea del edificio. Estaba de brazos cruzados viendo hacia la ciudad, así que en completo silencio me acerqué para no asustarla.
—Estás aquí. —murmuró en un tono que no pude descifrar. —ha pasado tiempo, Adrien. —volteó a verme y sonrió tristemente.
—Yo... Sí. —fue eternamente incómodo y no sabía dónde meterme para que sus ojos no me intimidaran. —tus cuadros, tu presentación... Tú... Fue todo muy hermoso.
—Gracias. —miró hacia su costado y quise salir corriendo. —nos hemos esforzado para que todo salga bien.
—Bueno, quizás deba irme. —aclaré mi garganta dispuesto a darme la vuelta y desaparecer de la faz de la tierra. —es tarde y...
—¿Quieres irte? —me interrumpió. —no pensé que habías venido de casualidad. Creí que venir aquí es algo que querías, pensé que... Querías hablar conmigo.
—Yo pensé que viniste aquí para estar sola y respirar un poco.
—En parte sí, pero vine aquí porque te vi entre la gente. —frunció el ceño.
—No creí que me reconocerías a decir verdad.
—¿Cómo no podría hacerlo? —su voz se oyó más molesta que antes. —y es que... ¡Por favor! ¡Hay cuadros con tu rostro en la exposición! ¡¿Cómo no podría reconocerte?!
—Lo siento, perdón. —intenté ocultar mi risa al verla molesta. —no la vi completa, fui directo hacia ti cuando diste tu discurso y... ¿Hay cuadros de mi? —sonreí y su rostro pasó del enojo a la vergüenza en segundos.
—Co-como sea, la cuestión es que... Dios, mi francés está horrible. —golpeó su frente con suavidad. —no recuerdo la última vez que alguien me habló en francés.
—¿No deberías estar abajo? —aclaró su garganta y asintió. —si es que puedes... Me gustaría hablar contigo después. No hay prisa, puedes ir a abajo y todo eso, puedo esperar o puedo terminar de ver la exposición de mi. —me burlé un poco y noté que tuvo la intención de golpearme, pero se contuvo.
—En una hora más acaba esto, debo arreglar algunas cosas, pero nada del otro mundo.
—Esperaré. —pasó de mi y antes de bajar nuevamente se detuvo.
—Me alegra que estés aquí.
§§§
—Tu mamá y tu papá nunca han perdido el contacto, casi siempre me mandan un mensaje o una foto de las paradas que hace el crucero. Me alegra saber que están bien.
—No me sorprende que mamá te acose, a mi me llama todos los días. —reí un poco.
—Me gusta que lo haga, muestra lo mucho que te ama y se preocupa por ti, con justa razón a decir verdad. Te ves cansado, Adrien. —posé una mano en mi cuello con algo de pena y seguimos caminando por el enorme parque en la fría noche. —¿han sido días malos?
—No lo sé, yo... Últimamente he tenido la mente ocupada. —silencio incómodo por un largo rato. —pero mejor cuéntame de ti, ¿qué haz hecho? —se acurrucó más en su abrigo. —como bien dijiste, ha pasado tiempo.
—¿Por dónde empiezo? —sonrió. —mamá y papá celebraron su matrimonio número treinta hace poco, Bridgette ha tenido varias presentaciones con la orquesta filarmonica y más recientemente comenzó un proyecto conmigo. Yo he estado dando algunas clases de pintura particular y juntando algo de dinero para mi siguiente exposición.
—Ya veo... Aunque me refería más a grandes rasgos en los últimos años, al menos desde...
—Sólo intento que la conversación no se vuelva incómoda. —y ahí podemos ver su sinceridad ante todo. —aunque la verdad no estoy muy segura que decirte, mi vida ha sido bastante monótona desde que salí de la universidad. Creo que todos pasamos por altos y bajos, y hablar sobre el pasado es complejo.
—Marinette... —me detuve e hizo lo mismo.
—Hace mucho que no me llamaban así, de hecho creo que es la primera vez que aquí me llaman así. —su voz se oyó algo triste. —Es un poco raro... Todo este tiempo he sido Margarita Dupain Cheng, y...
—Yo sigo viendo a la misma Marinette de siempre, quizás un poco más evolucionada. Digo, ya no te ocultas detrás mío para hablar con alguien. —arrugó su nariz.
—Muy gracioso. —reí y por inercia hizo lo mismo. —al menos no estás constantemente pidiéndome que seamos amigos.
—Créeme que lo que menos te pediría es que fuéramos sólo amigos. —se me escapó, se me escapó, se me escapó y ni siquiera lo vi venir. Marinette comenzó a caminar y no dijo nada, tampoco volteó a verme, sólo siguió a una distancia prudente de mí, mientras yo me sentía el más idiota del mundo.
—¿Cómo es que estás aquí? — preguntó por lo bajo. —¿dónde te estás quedando?
—Digamos que gasté una parte de mis ahorros para venir, y me estoy quedando en un buen hotel cerca de aquí.
—¿Dejaste tu trabajo?
—Pedí mis vacaciones. —corregí y asintió. —fue algo difícil porque tuve que buscar a alguien que viera a Plagg y Bernardo, la verdad me hubiera gustado traerlos pero es muy estresante que suban un avión, ya sabes.
—¿Tienes una foto? —su expresión se volvió más dulce y animada. Con una media sonrisa saqué mi celular enseñándole una fotografía de ellos. —están tan grandes, Bernardo te pide a gritos una nueva pecera. —tomó el aparato acercandola con sus dedos. —¿Plagg sigue intentando "jugar" con él?
—No, creo que con el tiempo se cansó de que mamá lo quitara el mueble donde lo dejaba, así que ahora sólo se acuesta a dormir a su lado.
Seguimos caminando hasta una banca, tomamos asiento y terminamos viendo el cielo estrellado sobre nosotros. Fue como si el tiempo se detuviera o más bien, fue como si el tiempo volviera atrás, donde sólo eramos ella y yo viendo la puesta de sol en el mirador, donde hablar de lo más insignificante te daba una paz imposible de explicar.
—La verdad, he estado mal. —pronuncié sin verla, manteniendo mis ojos en las estrellas. —creo que no fue hasta mi cumpleaños que fui consciente de eso. Guardarse las cosas resulta ser una carga demasiado pesada y creo que llegué al límite otra vez, debería haber aprendido con todo lo que pasó, es sólo que soy terco y no quería preocupar a nadie. Algo me inquietaba y no me dejaba "vivir" al cien, algo que no estaba conmigo y que ahora está sentado junto a mi. Me siento un poco hipócrita por estar así, hablando como si nada hubiera pasado, como si fuéramos los amigos de siempre o como si fuéramos... Los novios de siempre. Han pasado años y a pesar de todo, es como si no hubieran pasado, porque puedo decirte lo que sea sin el mayor problema, es como si tuvieras un extraño hechizo sobre mi.
—Supongo que es porque nos tenemos confianza. Recuerdo que en más de una ocasión dijiste que sin importar nada, siempre estarías para mí.
—Pero no fue así. Yo... No volví.
—Y yo no podía obligarte a hacerlo. La última vez que hablamos esperé al día siguiente tu llamada, y así fue con los siguientes días y semanas, al final llegué a la conclusión de que querías espacio, no quería molestarte. Luego me enojé, te odié, me odié, lloré y pasé días llorando, pero al final... Recordé que no te gustaba verme llorar, recordé que querías que yo fuera grande y exitosa, entonces me levanté, extrañándote cada día. Lamentablemente no me di cuenta como el tiempo pasó, ni mucho menos que todo quedó pausado, hasta que te vi entre la gente en la exposición.
—Estar lejos fue difícil, estaba tan acostumbrado a tenerte conmigo que mi inseguridad me venció. Temía que siguieras culpandote del accidente, también de que pudieras olvidarte de todo lo que vivimos por el dolor que te causaba. Por un lado quise soltarte y que crecieras por tu cuenta, que estuvieras con tu familia todo lo que no estuviste, pero muy egoístamente no fui capaz de decirte que todo debía acabar, porque no quería que pasara.
—Nos alejamos para no lastimarnos y terminamos haciéndolo igual al alejarnos.
—Ahora mismo me cae todo el peso de que te extrañé, es tan sofocante y triste. No vine aquí para que reconstruamos lo nuestro, vine para decir lo que nunca dije y hacer las cosas bien.
—Bien, pero quiero empezar yo. —volteé a verla, cruzó sus brazos con sus ojos brillantes viendo el cielo. —Sabías que no estaba del todo segura de estar con Tom y Sabine, y aun así sólo me dejaste ir cuando te dije que querían venir a New York por la beca de Bridgette. Ni siquiera dijiste "no quiero que te vayas", fue como si me soltaras con facilidad.
—No fue fácil, Marinette. —fruncí el ceño. —¿qué te hace pensar que quería que te fueras de París?
—Lo único que dijiste fue "Sería bueno para ti, así conoces más gente y pasas más tiempo con tus padres. " —alzó sus manos con fuerza. —esperaba al menos... No lo sé, ¿debo explicarlo? —guardé silencio para que prosiguiera. —luego de eso no me hablaste por dos días, después cuando te dignaste a decirme algo hablamos de lo nuestro, que sería difícil una relación a distancia, pero que deberíamos intentarlo, que nos llamaríamos, etc. Y así estuvimos meses, después vinieron las peleas y los celos, luego las disculpas y los "te extraño", para que al final no hubieran más llamadas ni mensajes, el rencor y la aceptación, la madurez y la nostalgia. Realmente te necesité... Mucho.
—Marinette, de haber sabido lo mucho que nos iba a lastimar esto... habría llamado otra vez. Era una época difícil, aún estaba lidiando con la impotencia de no poder tocar nada y luego se sumó que te irías, no podía ser egoísta en ese sentido. Recién te habías encontrado con tus padres, ¿Quién era yo para retenerte en París? Y es que siempre lo más importante para mí fue verte feliz.
—Era feliz contigo.
—Eramos unos niños que no sabían lidiar con la distancia.
—Pero eso no quita que los sentimientos fueran reales, no quita que yo... —se quebró y las lágrimas se derramaron por su mejilla.
—Yo también. —me atreví a limpiar su rostro con mi pulgar, se giró por completo y acabó abrazándome con fuerza. —Yo también te amaba, Marinette.
—No es justo. —lloró con más fuerza. —no es justo que lo digas ahora, no es justo que lo digas primero. —golpeó mi pecho con fuerza. —No es justo que me hagas esto después de tantos años.
—Lo siento, Bichito. Siento no haberlo dicho antes, siento haber dejado que te fueras sin decirtelo, siento no haber estado para ti y siento no haber llamado otra vez.
—Yo también lo siento, no podía comprenderlo. Sé que querías y necesitabas más de mi, sé que fui inconsciente en muchas cosas y que debí comprender cómo te sentías.
—No podía pedirte eso, era difícil para ti hacerlo. Marinette, ya no llores más.
—No puedo dejar de llorar, hueles al mismo Adrien de siempre, incluso tu calor es igual. Te extrañé más de lo que pude imaginar, y no quiero soltarte, no denuevo. Fue tan difícil no oírte... Sobretodo porque imaginaba lo que me dirías.
—Siento que me volvió el alma al cuerpo. —cerré mis ojos con fuerza, buscando la manera de estrecharla más contra mi. —te di muchas señales, pero nunca las entendiste.
—Lo siento.
Teníamos mucho que hablar, pero eso sería para después, ahora lo único que quería es que supiera lo mucho que la amaba y lo mucho que me hacía falta. Hay cosas que posiblemente no nos gusten de nuestras vidas, cosas que hicimos o que dijimos, pero en eso el tiempo sería el mejor aliado, porque vivimos lo que teníamos que vivir cuando lo teníamos que vivir.
—Te amo. —murmuró estremeciendo todo mi cuerpo. —y no me importa si fuiste tu quien lo dijo primero, porque fui yo quien te amó primero. —se separó de mí viéndome fijamente.
—¿Sí? —alcé una ceja. —necesitaré pruebas de eso, princesa. —apreté su mejilla con mi pulgar.
—Esa historia será para otra ocasión, por ahora sólo me queda decirte que necesitas un doctor.
¿Fin?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro