Ameno
Quizás habían pasado treinta minutos desde que desperté, y lo único que hacía era mirar como Marinette dormía junto a mi. Su respiración pausada, sus pestañas largas, el calor de sus piernas enredadas con las mías, era algo que no quería dejar de sentir nunca.
Me abracé más a ella, era una sensación tan gratificante y extraña. Por un momento todo lo malo que había pasado se esfumó, incluso, todo alrededor desapareció, sólo éramos ella y yo. Vivir así no sería tan malo.
Quisiera que todo fuera así de fácil, no tener que preocuparme tanto por lo que será de mi sin poder tocar el piano, poder abrirme a ella sin miedo a lastimarla.
No me había puesto a pensar en nosotros tan a futuro hasta que mis manos la buscaron por si solas en sueños.
Comencé a delinear su rostro con mis dedos, ella sólo arrugaba el entrecejo cada vez que pasaba por su nariz y en más de una ocasión me dio un manotazo. De pronto estiró su cuerpo como si fuera un pequeño gato y abrió sus ojos con pesar, la luz del sol se reflejó en ellos como un par de canicas azul cielo, me miró y sonrió adormilada.
—Hola.
—Hola. —dejé un beso en su frente y tiré un mechón de su cabello, me miró molesta e hizo lo mismo con mi pelo, pero con mucha más fuerza. —duele, duele, duele. —hice un puchero y me soltó.
—¿Por qué me jalas el pelo? —acusó. No pude aguantar una risa.
—Plagg te lo muerde y tu no le dices nada. —fingí enojo.
—Plagg es un gato, Adrien. —rodó los ojos y la acerqué desde su cintura hacia mí.
—Bueno, yo también puedo ser un gato. Miau. —Susurré sobre sus labios. —Miau, miau, miau, miau... —se soltó a reír por lo bajo, haciéndome cosquillas con el roce de sus labios.
—Ya cállate.
—Callame. —me besó con fuerza y correspondí sin el mínimo problema. Nos hice girar quedando sobre ella, mi mano en su mejilla pudo percibir como se calentaba, nos quitamos el aliento como si no hubiera un mañana y en la plenitud de su torso pegado al mío, nos vimos por una eternidad. —Marinette... —tomé el suficiente aire, perdido en sus profundos ojos. —Yo realmente te...
—¿Qué hora es? —me interrumpió. —tu mamá nos va a matar si no desayunamos con ella. —aclaré mi garganta.
—Deberíamos empezar por vestirnos primero, ¿no crees? —levanté mis cejas repetidas veces y cubrió mi rostro con su palma.
—¡No mires!
—¿Qué? ¿por qué? —quité su mano frunciendo el ceño. —hablas como si ya no nos hubiéramos visto.
—N-no es lo mismo de día. —tomé su muñeca con cuidado y la hice verme, dejando un pequeño beso en su boca.
—Te estoy sintiendo ahora mismo, princesa.
—Shht... habla más bajito. —susurró. —tus padres nos pueden oír. —reí al ver su expresión avergonzada. —calla, Adrien.
—Entonces callame. —Sus ojos se hicieron una furia, intentó empujarme pero no lo logró. —debilucha.
—¿A quién crees que llamas debilucha?
—A ti, por supuesto. No podrías moverme ni aunque usaras todo tu peso, debilucha.
—¿Eso crees? —sonrió confiada y mordió su labio inferior. —yo pienso que no necesito si quiera usar un pequeño empujón. —acercó su rostro nuevamente a mi y me perdí en su cercanía. —sólo basta que... ¡Bajes la guardia! —con rapidez cambió de posiciones dejándome abajo y sostuvo mis muñecas a cada lado.
—Eres una tramposa. —gruñí. —aunque... Pensándolo bien... —podía verla mucho mejor de esta manera y se dio cuenta, ya que acabó por tomar la almohada para ponerla sobre mi rostro.
—¿Desde cuando eres un mirón? —intenté hablar, pero casi me ahogo con la almohada. —¿qué? —la quitó.
—Que me gustas mucho. —perdimos el habla unos segundos, y fue tan vergonsozo decirlo en voz alta que mi cara comenzó a arder hasta mis orejas. —n-no es para tanto... ¡No te quedes callada! ¡Marinette!
Cubrió su rostro con ambas manos y una risa comenzó a emerger entre sus dedos. Ella no paraba de reír y yo me sentía completamente tonto aun debajo de su pequeño cuerpo.
—¿De qué te ríes? —fruncí el ceño.
—Estás muy rojo. —habló entrecortada y desvié la mirada con enojo. Se burlaba de mí. —Adrien... —llamó por lo bajo, pero no estaba dispuesto a verla. —tu también me gustas mucho. —fingí enojo aunque lo que decía me estaba enloqueciendo por dentro. —¿no me crees? —me encogí de hombros, aún sin verla. —me gustas, ¿cuántas veces lo repito para que me creas? —volví a encogerme de hombros, sabía que se estaba molestando.
Tuvo la intención de levantarse pero sostuve su mano. Sus ojos se encontraron con los míos, y mis labios por si solos se acercaron a su mejilla, bajaron con lentitud por su cuello hacia su clavícula y se quedaron cerca del centro de su pecho, donde probablemente su corazón no dejaba de latir con fuerza.
Quería tenerla junto a mí, quería sentirla entre mis brazos por una eternidad y besar cada parte de ella. La vergüenza que sentía ahora sólo me impulsaba cada vez más a acariciarla con mis dedos.
—Adrien... —mi nombre fue casi un gemido, y uno muy tentador a olvidarme que la puerta de mi habitación no estaba con seguro, que mi madre de seguro nos llamaría a desayunar, que mi padre ya estaría en la mesa esperándonos y que Bridgette también se encontraba muy cerca.
Dos... No, tres segundos bastaron para que mi cuerpo reaccionara por si solo y volviera a dejar un beso húmedo en su piel. Sus manos tomaron mis brazos con fuerza y dudaban en si alejarme o acercarme.
—Vamos a desayunar. —murmuró.
—Sólo un poco más. —casi le supliqué. La recosté sobre mi cama otra vez y sin dejar de ver sus ojos acerqué mis manos a su sujetador, mi intención era bajarlo pero los pasos en la escalera me detuvieron, así que me levanté y Marinette completamente avergonzada hizo lo mismo encerrándose en el baño.
—Adrien, vengan a comer.
La voz de papá me hizo aterrizar, me acerqué a la puerta y sin tener la intención de abrir le grité.
—¡Y-ya vamos! —volvió a irse y frustrado comencé a buscar mi ropa.
Marinette no tardó en salir del baño, pero me evitó y se fue por la puerta rápidamente.
Quizás fui muy lejos.
§§§
Mañana incómoda, desayuno incómodo y situación incómoda.
Marinette evitaba verme en todo momento, ¡lo cual era bastante evidente si se sentaba frente a mi en la mesa! ¡Lo peor es que mamá ya se había dado cuenta y me lanzaba miradas asesinas!
Tenía a mi lado a Bridgette, quien estoy seguro que mis padres obligaron a quedarse a desayunar, lo cual de seguro la hacía sentir incómoda por lo que ocurrió anoche, y no es para menos si apenas se sostenía sola.
Papá estaba en su postura seria, esa cara de papel arrugado para intimidar a la gente o más bien para hacerles creer que es un ser insensible, dispuesto a masacrar a cualquiera que se le cruce ¡No es momento para que hagas esto padre!
En resumen... ¡Esto es incómodo!
—Cocina delicioso señora Agreste. —se animó a decir mi amiga con algo de pena.
—Gracias cariño. Procura comer todo para alivianar esa resaca, podrías deshidratarte así que también bebe mucho líquido. —sonrió y Brid sólo asintió rascando un poco su mejilla.
—Creo que hice un escándalo anoche, quisiera disculparme y agradecerles por todo.
—No te preocupes, nosotros igual fuimos jóvenes. —enseguida mi madre calmó las aguas. —¿cierto, Gab?
—Claro. —papá bebió un sorbo de café. —Emilie una vez... —no acabó de hablar puesto que mamá le lanzó un paño en el rostro.
—Conozco todos tus secretos, Gabriel Agreste. —dictó seriamente y sólo duramos un segundo antes de estallar en carcajadas. —hasta que cambian esas caras de muerte. No te preocupes Bridgette, entendemos que tendrías tus motivos... Sólo no hagas la bebida algo frecuente en tu vida. Eres muy joven aún.
—Aún recuerdo la primera vez que Adrien llegó bebido a la casa. —habló papá. —creí que era un ladrón.
—Yo no. —respondió mamá y la miré indignado.
—Marinette, ¿cierto? —mi novia me miró antes de dirigirse a Brid a mi lado. —gracias por prestarme ropa y tu habitación. Lamento que nos conociéramos en estas circunstancias, Alya me ha hablado mucho de ti.
—Si, yo también lo lamento. —respondió con seriedad. Estoy seguro que Marinette aún estaba molesta por tener que cargar con ella desde el parque. —¿por qué no llamaste a Alya?
—¿Alya?
—Si, llamaste a Adrien cuando podrías haber llamado a Alya. —alzó una ceja y no pude hacer más que toser al atragantarme con un trozo de pan. Mis padres se vieron e hicieron como que no oían nada.
—Para ser sincera, Marinette, no recuerdo mucho de lo que hice o dije. De hecho esperaba que pudieran decirme cómo es que llegué aquí.
—Tuvimos que cargart...
—No creo que sea necesario recordarlo. Lo bueno es que ya estás bien y que aprenderás la lección de esto. —puse una mano en su hombro para darle confort y asintió apenada. Su largo cabello estaba húmedo, de seguro tomó un baño antes de bajar, así que logró mojar un poco mi mano.
Brid no estuvo mucho tiempo con el rostro triste y era de esperar, ella era así, quizás demasiado positiva ante las situaciones debastadoras. Sabía que ella había hablado antes con mis padres cuando tuve el accidente junto a Marinette, pero era la primera vez que los veía interactuar en vivo.
Luego del desayuno, Bridgette se despidió de todos. Se disculpó y volvió a agradecer por nuestra hospitalidad, mamá la pseudo regañó un poquito y más que nada la aconsejó.
—Espero que me cuentes que tanta estupidez hice, no creo que ahora sea el momento más indicado para eso. —habló por lo bajo sin quitar la sonrisa de su rostro.
—¿Y si te digo que te subiste a la mesa a bailar? —sus ojos se llenaron de miedo, pero se recompuso al ver que sólo bromeaba con ella.
—No me digas eso, Adrien. —golpeó mi hombro sin fuerza y reí por lo bajo. Sus ojos se centraron detrás de nosotros y volteé a ver como Marinette bajaba las escaleras, nos miró seria y se perdió hacia la cocina. —creo que no le caigo bien a tu novia.
—Digamos que... —rasque mi nuca. —no fue una buena primera impresión, pero no te preocupes, Marinette es seria en un principio. Sólo hace falta que se conozcan un poco.
—Dudo que quiera conocerme. —sonrió de lado. —pero tú la conoces más.
—Si... Aunque puede que...
—¿Que?
—Digamos que dijiste algunas cosas media ebria... A ella le dijiste algo de lo cual no estoy seguro y Marinette después me preguntó acaso si me gustabas. —desvié la mirada.
—¿Qué hice qué? —se exaltó —no puede ser. Si quieres hablo con ella ahora mismo, puedo aclarar las cosas, no quiero que haya malos entendidos y menos que tengas un problema por mi culpa.
—No te preocupes. Ya hablamos y está todo bien.
—¿Seguro? —asentí. —entonces, no hay nada. —tomó aire y me miró fijamente. —¿cierto?
—¿Por qué preguntas? —murmuré. —¿esperas que diga otra cosa?
—Sólo quería confirmarlo. Creo que fui bastante convincente cuando dije que no era nuestro momento.
—Estoy enamorado de Marinette, Bridgette. Realmente yo...
—La amas, lo sé. Pude darme cuenta. No eres el mismo Adrien cuando ella está a tu alrededor, tus ojos brillan más de lo usual y no es algo con lo que yo pueda... En fin. Seguimos siendo amigos, claramente espero que tu novia en algún momento también lo sea, —sonrió. —pero todo a su tiempo.
—A su tiempo. Ni creas que he olvidado que debes contarme porqué estabas así. —sorpresivamemte me abrazó.
—Gracias por haber ido a buscarme. Me alegra haberte conocido y que seamos amigos, eres alguien que realmente vale la pena, Adrien. —no pude evitar devolverle el abrazo. No fue largo, más bien justo y preciso.
—Tú también, por favor anda con cuidado y me avisas cuando llegues a tu casa. Me gustaría ir a dejarte pero ya no tengo auto. —reí por lo bajo. Negó con la cabeza y abrió la puerta de mi casa.
—Nos vemos.
—Adiós.
Creo que esa fue la última vez que vi a Bridgette en mucho tiempo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro