Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capitulo Único.

Diana, una pequeña muchacha que cayó en desgracia por la calentura de su padre.

Luego de quedar viudo y con una hija pequeña, se enculo de una mujer voluptuosa que se veía a leguas su interés, solo quería dinero, una vida costosa y mucho sexo, puesto que la mujer y sus dos hijas eran las más hermosas Sucubas hechas humanas.

Pocos demonios tienen aquel don de personificar a una persona día y noche, estás, eran tres de ellos.

Lucia, la madre: Monique y Andalia las hijas.

Estás, además de tener una maldad única, eran las más flojas personas que existen en el planeta tierra, habían vivido por mucho tiempo y se decían ser invencibles.

Entonces, cuando Johan, el padre de diana se casó con la mujer demonio, cayó una maldición sobre su hija, apenas su padre falleciera ella debía rendir con los gustos de estás, y cumpliendo una edad oportuna de 23 años, se volvería una más del grupo.

Diana pensó en millones de razones para evitar eso, esas mujeres le desagradan en cantidad, la utilizaban como empleada, debía hacer todo ella y además, la hacían dormir en el sótano húmedo y lleno de moho.

Pero una tarde, caminando por el pasillo de puntillas para que estás no la oyeran y comenzarán a molestarla, oyó una conversación secreta que terminaría con esa maldición.

— Ese hombre no llegara —reclamo la madrastra cruel con su voz gruesa.

— Y si llega...

— No quiero volver al infierno, nos castigarán por no regresar, nos hemos escondido en estos cuerpos por mucho tiempo.

— Ella nunca sale de casa, nunca llegará el hombre que la bese y rompa está maldición, Diana será una de nosotras y la más perversa que existe... Eso se los aseguro —dijo firme y la chica en silencio se alejó de ahí.

Por la mañana, se despertó temprano, debía preparar el desayuno para las brujas que tenía como familia, ni un minuto tarde o sería gravemente castigada.

Cuando las cosas le salían mal, su madrastra usaba una nube negra que la envolvía y podía ver a su padre sufriendo en el mismo infierno, la chica era tan buena que sentía lastima por su padre aún después del futuro que les dejo, o bien, le mostraba escenas de su madre que jamás sucedieron, rechazandola, golpeándola y maldiciendo su vida, sabía perfectamente que eso jamás sucedió, pero aún así le dolía en su débil corazón.

Sería frente a las mujeres la comida y reverencio.

— Este día irás al pueblo —dijo la más grande— Necesito que vayas por un vestido que envié a la costurera.

— Si señora.

— También trae el mío.

— Trae el de las tres —dijo la menor asquienta porque en su comida había un pelo de su propio cabello— Mamá —dijo quejosa— deberías cortar su cabello —levanto la prueba del delito.

— No es mío —dijo ella defendiendose— ese no es mi color.

— ¿Dices que mi hija miente —de las palmas de sus manos comenzó a salir humo negro.

— No... No, lo lamento, no se volverá a repetir. —sus hermanastras rieron perversamente.

La niebla le cerró la garganta, impedía la respiración, su rostro se volvía rojo y las imágenes venían como oleadas a su mente.

Las lágrimas de la chica se hizo presente, un vaho azulino salió del cuerpo de la inofensiva muchachita y llegó a las tres, el que inhalaron con delicia, embrujadas, excitadas y hambrientas.

Se estaban alimentando de su sufrimiento, lo hacían de vez en cuando dejándola débil y casi moribunda, eso es lo que hacían cuando la comida humana ya no les satisfacía.

Cuando el vaho era débil el humo negro se alejó por dónde mismo llegó hasta las palmas de su madrastra, Diana tocia desesperada, con un corazón roto y sus ganas de vivir nulas.

El trío dejo el comedor, sin tocar ni un trozo de pie que ella había preparado de temprano, ni bebiendo el café que tanto le exigían en las mañanas. Absolutamente nada.

La chica, arrodillada y llorando empuñó sus palmas a ras de piso, rompiendo sus uñas del odio que comenzaba a formar hacia el trío de mujeres malvadas.

Se juro a ella misma acabar con sus vidas, costase lo que le costase.


Caminaba por el pueblo con aquella capucha que su madre le había diseñado con sus propias manos, una de una tela color Calipso, aterciopelado y con pequeños detalles de piedras de cuarzo azulados que ella misma trabajo.

Los aldeanos cuchicheaban a medida que pasaba entre ellos, todos sabían que en su casa habían tres mujeres que solo se dedicaban a maltratar y usurpar su lugar.

Lo peor, era que culpaban de todo a la muchacha que solo era una víctima más.

Un golpe muy fuerte en su cabeza la hizo caer al piso bruscamente, su vista se nublo, y intento enfocar que sucedía.

Frente a ella, había una roca del tamaño de su puño ensangrentada, fue cuando llevo su mano a la frente sintiendo la humedad y viendo el color rojizo manchando su ropa.

Miedosa, levanto la mirada con los ojos llorosos, ella no era culpable de lo que sucedía, sucedió o sucederá en ese lugar.

— Por tu culpa mi hijo está muerto —grito una mujer a su costado— ¡Bruja! —le grito— ¡Eres una bruja!

— ¡Que se supone que les hice! —exploto en un grito desgarrador.

— ¿Acaso es mentira que algunos muchachos recibieran cartas de tu parte, jurando desposarlos?

— ¿Que?... Yo no he hecho tal cosa —miro a su alrededor— Yo no podría... —recibio otro piedrazo en su costilla que la hizo guardar silencio.

— Bruja —grito uno tras otro humillandola.

— Bruja! —grito otro rompiendo una varilla en su espalda.

— Yo no —murmuro adolorida.

Se dejó poseer por aquella tela que además de darle calor la cubría de los golpes. Se convenció que sin esa prenda el dolor sería aún mejor y cerró sus ojos convenciendose que al fin sería libre de aquel infierno en su hogar.

Lo último que pudo oír, fueron los relinchos de un caballo.

No sabía en que había terminado todo, sentía correr la sangre por su cuerpo, una oscuridad que la rodeaba, aún el calor que envolvía su cuerpo, escucho gotas caer como cuando exprimen una tela y luego, las brasas arder en un fuego viviente.

Lentamente, abrió sus ojos frente a ella estaba el ser más hermoso que jamás sus ojos habían visto en su fatídica vida, sus rasgos definidos, una hermosa nariz respingada e irradiaba luz por dónde se le viera.

— No te muevas —le dijo con una voz ronca al verla hacer el intento de levantarse— te dañaron mucho —llevo un trapo blanco a su frente y limpio la sangre en su rostro delicado.

— Debió dejarme morir —murmuro ella y el hombre se detuvo abruptamente.

— Bebe esto —le dió una copa con un líquido transparente, obviamente agua, pero el sabor era algo dulce al paladar y noto como el hombre la veía atento a su actitud.

— Gracias —le dijo luego de no dejar ni una gota en el recipiente.

— Es extraño —dijo y recibió de su mano el contenedor— a tu alrededor hay una oscuridad que te sigue en todo momento, creí que podías ser un demonio —ella abrio sus ojos sorprendida.

— ¿Cómo lo sabes?

— Mi nombre es Hoseok, Jung Hoseok, la dinastía de mi familia es cazar y asesinar demonios, tenemos el don de percibir seres oscuros, pero me equivoqué contigo.

— Enseñame —levanto medio cuerpo y tomo las manos de el entre las de ellas en forma de súplica— enséñame como matarlas.

— Cuentame, quien te atormenta —se soltó del agarre y la volvió a recostar.

En pocos segundos y con un habla apresurado, Diana le control de las que se dicen ser su familia, los poderes de la madrastra y la maldad de las hermanastras, con lujo de detalle.

Hoseok no estaba tan equivocado, a su alrededor había oscuridad y si no se daban prisa, ella también estaría involucrada entre ellas.

El odio la estaba transformando lentamente, las ganas de vengarse ennegrecian su alma, ya casi no había luz en su interior y sus ojos reflejaban maldad en lo profundo de su ser.

Sin saber que hacía, el caballero hermoso llevo su mano a la cabeza de Diana, y la deslizo en manera de una caricia, una que poco menos desnudo su alma.

Hace mucho que no recibía atención de alguien, una caricia mucho menos, de los años que su padre había fallecido.

Las lágrimas cayeron con frenesí por su rostro, humedeciendo las mejillas hermosamente blanquitas de la chica, sus ojos demostraron ternura, y un leve brillo se reflejo en ellos.

No todo estaba perdido.


Las mujeres estaban listas para aquel gran baile que se había organizado entre los de alta sociedad, la mayor había heredado la fortuna de su esposo, por lo que entraba entre las selectas familia.

El carruaje se detenía en la entrada y un hombre recio con un traje les abrió la puerta anunciando su llegada.

— La viuda de Brawn y sus tres hijas. —grito el vocero.

— Dos! —murmuro ella en un tono molesto.

— Que bien que no la trajimos, esa criada nos opacaria con tantos golpes en su rostro —exclamo Andalia, la menor.

— Caminen derechas, niñas —instruyo su madre— esta noche buscaré un nuevo hombre del cuál prendernos.

— Hace mucho no nos alimentamos de deseo madre.

— Deja de hablar de eso, Monique, siento que ya quiero afueñarme de uno de ellos, de quién sea.

— No caigas tan bajo, Andalia, debemos asegurar nuestro futuro.

— Lo siento, mamá.

Sobre el lomo de un caballo, se acercó a trotes Diana, con su famosilla capucha Calipso llena de piedrecillas, gracias a Hoseok las manchas de su propia sangre habían desaparecido, era un tesoro preciado de parte de su madre y le alegraba poder usarlo de nuevo.

Entro por la puerta trasera, un chiquillo la esperaba y recibió las riendas del caballo cuando ella desendio.

— El principe la espera —reverencio a ella.

— Guieme, por favor —le pidió ella reverenciando como toda una Leydi.

Hobi, que la miraba desde un segundo piso, quedó flechado por su hermosura, aquella simpleza y fuerza interior, esas ganas de luchar con quién sea para poder ella ser feliz y libre.

Había hablado con otras mujeres sobre demonios, bestias y leyendas reales y sus acciones lo llevaban a rechazar cada una.

«Recuerda hijo, la mujer que te acepte por quién eres, por como eres, y sobre todo por lo que haces, será la elegida» recordó las palabras de su madre.

Era ella, es ella, quería que fuera ella y haría todo lo posible para que así fuera.

Además, amaba que su corazón reflejará sus acciones, el solo hecho de reverenciar a la servidumbre como si fueran las personas más importantes en la diplomacia lo hacían admirar por completo a la muchachita.

Giro en su eje y miro hacia la puerta, bebiendo en un pequeño vaso un poco de borgon que había servido pocos segundos antes de ella llegar.

— Permiso, principe.

— Hoseok! ... Dime Hoseok.

— Lo siento, ellas ya llegaron —El bien vestido hizo una seña con su cabeza y el criado salió dejándolos solos.

— Cuando sepan a lo que vienen, serán peligrosas. ¿Segura que quieres estar presente en esto?

— Si, por favor, no me deje fuera...

— Bien, entonces, las llevaremos a un lugar oculto, junto a los demás demonios que encontremos aquí, si no me equivoco son dos o tres más aparte de ellas, Johan las llevará a aquella cabaña —mostro por aquel enorme ventanal y ella se acercó, Hobi la miro de reojo, su perfil deslumbraba valentía y hermosura.

— ¿Entonces? —pregunto al notar el silencio.

Sin saber que le esperaba, miro a su lado, cruzando la vista con el joven apuesto de bellos rasgos, sonrisa iluminada y nariz respingada, su corazón dió un gran latido, bombeando tanta sangre en su cuerpo que sus mejillas se tornaron de carmín, un leve mareo la invadió y un calor inigualable al mismo tiempo, uno que la humanizaba, uno, que la llevaba a bajar las defensas ante tal caballero apuesto

_ Entonces ... —murmuro Hoseok— voy a protegerte con mi vida —desperto repentinamente con aquellas palabras— les tendremos una trampa —volvio a mirar a la cabaña— y los liquidarrmos, debes tener cuidado, los demonios usarán su poder habitual, tomando la forma de aquellos a quienes quieres, confundiendote y llevandote incluso a asesinar a quien no debes.

— Eso no será un problema, los que amo ya están muertos —dijo con soltura y sin importancia.

El principe bajo la mirada ante sus palabras, indirectamente le confesaba que no había sentimientos hacia el y eso, le rompía su bello y dulce corazón.

— Señor —dijeron a las espaldas de ambos, y a la vez volvieron a prestar atención.

— Ponte ese atuendo —indico— encontrarás unas bellas zapatillas de cristal y un antifaz que esconderá tu verdadera identidad, así ellas no te reconocerán.

— Muchas gracias, su majestad

— Hoseok —volvio a decir el para que ya comenzará a tutearlo, quería que lo hiciera, solo así esa tensión entre ellos se rompería y el sería capaz definitivamente de comenzar a cortejar cómo se debe.

La dejo sola en la sala donde se encontraban, unas muchachas de la servidumbre entraron luego con indicaciones de peinarla, maquillar y perfumar.

Al estar ya lista, Diana abrió la puerta, su príncipe se encontró también listo para el baile, de un traje Azul con detalles celestes y botones dorados, ella, casi a la par convidando colores, un vestido acampanado celeste con detalles azules, un antifaz en el mismo tomo, su cabello estaba recogido en un moño sobre su cabeza con alguno que otro mechón suelto, ondulado que adornaba su bello rostro.

Parecían la pareja perfecta en todo sentido.

El, ofreció su brazo y ella posó su mano sobre el, caminando a la par lento.

Sobre el descanso de la gran escalera que moría en el gran salón, se encontraban ellos, llamaron la atención apenas se hicieron presente y el vocero les anunciaba.

— El principe Jung Hoseok y su princesa. —grito para que todos prestarán atención, omtiendo el nombre de la princesa.

Bajaron por los escalones, Diana temía a topezar con el pomponoso vestido y apretaba con fuerza el antebrazo del principe. No pasó mucho para que esté notará aquello y enredo ambos brazos acercándose más a ella.

—Recuerza lo que te dije —murmuro— Voy a protegerte con mi vida, eso también incluye en caer por las escalas —sonrio ampliamente contagiando a la bella chica.

Saludaron de aquí para allá, los murmullos solo hablaban de ellos y la perfección que irradiaban, la hermosa pareja y preguntándose cuando es que sería la gran boda.

Al escucharse la música en el lugar, y percatandose que Diana estaba hecha un atados de nervios ante las preguntas de la democracia, decidió invitarle a bailar, eran el centro de atención, siendo admirados por todos y también, siendo la gran envidia de aquellos que querían usurpar los lugares de ambos.

— Princesa —dijo Hobi cercano a su oido— serán las doce, es el momento.

— Estoy preparada —dijo con una voz temblorosa.

Bastó con una mirada a sus criados para que estos entregarán sobres negros a todos los invitados, solo seis de estos, se volvieron rojos y justamente esos eran los demonios, a ellos, les invitaron a una cabaña donde se llevaría a cabo la masacre espiritual.

Aquellos caminaron juntos a la servidumbre, Hobi los veía desde su despacho, cambiando sus ropajes y tomando el armamento especial para liquidar con los monstruos.

Se acercó a ella, la miro tan fijamente que solo quería dejarla encerrada ahí para que nada le pasará, algo le decía que eso, no sería tan fácil como otras veces.

Tomo su mano y dejo en su palma una pequeña daga.

— Solo si te confunden —le dijo— y no sabes que hacer, si no sabes quién soy... Haré un corte en mi palma, ahí sabrás, que soy yo.

— Hoseok —el sonrió por al fin escuchar el nombre propio de sus labios.

— Cuando esto acabé, espero volver a verte.

La vio abrir su boca para responder aquello, pero la puerta les interrumpió, deseando en sus corazón solo dos minutos más.

—Ya es hora —fijo un empleado y las campanas del reloj principal comenzaron a sonar.

Rápidamente se dirigieron hacia la cabaña, gritos desgarradores se oyeron a una distancia no muy lejana, eso les hizo correr, Hoseok no dejaba de pensar en que ella estaba en peligro, y ella no dejaba de pensar que no pudo responder a sus palabras, y con los corazones endeudados, se introdujeron al habitat.

Dos demonios en sus cuerpos originales estaban en el piso, tres hombres del palacio yacían muertos, Andalia refugiándose en las espaldas de la que era su madre transformada en unverdadero ser de oscuridad, dientes afilados, grandes y brillantes ojos, una lengua que se dividía en dos tal cual de las serpientes, y un cuerpo enrojecido y tonalidades negras, dos cuernos que salían de su frente y las unas de las manos en forma de las más afiladas cuchillas que podrían desgarrar incluso el hierro de las armaduras.

Monique rogaba piedad en dirección a su madre, mientras era acribillada por las espadas de plata que atravesaban su cuerpo.

Y al tomar a la menor y arrojarla contra los hombres del castillo, pudieron adivinar que con la mayor hicieron lo mismo, mientras todos se defendían de una llorona e indefensa Andalia, está rompió una ventana escapando al instante.

Diana, al verla, corrió en su dirección, la perseguía de camino al castillo, escuchando la música más cercana y la voz de Hoseok llamando su nombre más a la lejania.

Pasaban entre las personas del gran salón, Lucia había tomado nuevamente la forma humana y Diana solo podía reconocerla por su cabellera rubia nueva que había tomado, jamás se lo imagino...

Al llegar en medio de un bosque, dónde solo la luz de la luna les alumbraba la mujer detuvo la corrida, lo que la chica imitó cansada y agitada por perseguirla, con lentitud volvió a verla sonriente, parecía que estaba frente a un espejo, pues era ella misma.

No solo físicamente, la ropa, el maquillaje, los golpes en su rostro por el apiedramiento, era un perfecto clon de ella misma.

— Cariño —le dijo acercandose— lamento mucho todo el daño que te cause, prometo ser una buena madre —esyiro una mano a ella— únete a mi, se mi hija por la eternidad.

— ¿Y terminar como Andalia, como Monique? ... No, gracias.

— Entonces, porque viniste hacia mi.

— ¿Por qué mi padre? —ella dió una carcajada fría.

— ¿Y por qué no? ... Un hombre viudo, con una hija que criar, necesitado y que solo quería un agujero al cual entrar... No lo ví mal.

— Mentira.

— Nosotras no mentimos, te demostraré que los hombres prefieren la sensualidad —murmuro a su lado y pronto los pasos se escucharon a su lado.

— Diana —nombro Hoseok cansado y ambas mujeres vieron.

— Hoseok —dijo una— ella es la usurpadora, debes terminar con su vida.

— Claro que no.... Es ella —se acercó a el— mírame, yo soy la verdadera, solo besame y lo sabrás.

Hobi miro con atención sus ojos, comenzaba a hipnotizarlo, había deseado tanto tocar sus labios con los de ella que el solo hecho de ofrecerlo quería hacerlo.

Si tan solo lo hacía, Hoseok quedaría prendado de ella, la liquidaria y viviría hasta su muerte bajo la maldición de aquella demonia.

No sabía que hacer para que le creyece, las palabras que no le pudo decir anteriormente las tenía a mitad de su garganta, ahogándose con el nudo de su garganta, las lágrimas simplemente se deslizaron por sus mejillas al verlos hacercarse poco a poco, en la cinta de su cintura tomo la pequeña daga que había sido entregada y la llevo a su palma, empuñando el filo y jalando con todas sus fuerzas.

Aquel aroma metálico llegó a la nariz del demonio que encendió sus ojos de una forma oscura, su rostro se torno al real, Hoseok dió un salto hacia atrás despertando del embrujo.

— También espero que nos volvamos a ver después de esto —dijo en su dirección, recordando la única forma en la que ella lo reconoceria— porque me enamore de ti —le confesó.

Enfurecida, Lucia encrusto sus garras en el estómago de la chiquilla, riendo a carcajada fría y burlesca, con la misma daga y manchada de su propia sangre la llevo al cuello del demonio y corto profundo de este.

— ¿Crees que puedes dañarme con un simple filo? —los ojos de su contraria comenzaron a cerrarse.

Sintió de un fuego que la atravesó desde su espalda y la desgarro hacia arriba, hasta su hombro, su cuerpo comenzó a incinerarse tal como las cenizas mismas.

Diana cayó en los brazos de Hobi que lloraba por el miedo a perderla.

— Lamento la tardanza —le dijo triste— debí decirlo antes.

— Fue el momento indicado —respondio el en un hilo de voz.

— Hoseok — llevo su mano al cuello de el— ¿Me besarias?

— Claro que sí —se acercó a ella besando su frente limpiando sus ojos, luego, simplemente fue hasta su boca y junto sus labios con los de ella.

Fue tan prolongado que debió contener el llanto un momento, incluso la respiración.

Cuando se separó soltó el dolor con gemidos violentos y chillidos desgarradores. Diana había cerrado sus ojos, ya no acariciaba su mejilla y cuello, su cuerpo estaba totalmente flácido, la apretó en el abrazo rogando otra oportunidad.

Esperaba que alguien lo oyera, y solo llegaron sus hombres en su búsqueda que lo ayudaron con el cuerpo de la muchachita.

Había pasado cinco meses de aquel desastre, le dolía con todas su fuerzas, y cada día se quedaba en aquel ventanal recordando como ella llegó a su vida, salvandola de aquel pueblo que la culpaba de algo que jamás hizo.

O de aquella noche de la fiesta en la que decidió indirectamente confesarle sus sentimientos.

No se arrepentia de ello.

— Señor, el caballo está listo.

— Vamos entonces —dijo y se encaminó.

Cruzaron todo el pueblo en busca de más seres oscuros, mirando a todo aquel que se cubriera en exceso por el sol que podría quemar sus pieles sencibles.

A lo lejos, noto una capucha celeste, llena de puedreria azules y blancas, lo que hizo desbocar su corazón, le ordenó al caballo que corriese en esa dirección y fue en búsqueda de ese fantasma.

Diana, se había salvado milagrosamente, el principe le puso dos doncellas que la acompañaran, pues cuando al fin de tres meses despertó, no recordaba nada de lo sucedido.

Lo que lo llevo a la decisión de simplemente alejarse y darle el tiempo necesario.

Bajo del caballo a las afueras de la ciudad y corrío en su direccion y la tomo firme de su brazo, aquella capucha en su cabeza cayó, se vieron el uno al otro.

Era ella, pero por alguna razón, la notaba diferente.

¿Que era?... No lo sabía.

— Lo siento... La confundí con alguien —volvio a su caballo dándole la espalda.

— Majestad —lo detuvo a un par de pasos— cumplió su palabra, le agradezco mucho —volvio a verla con detalle.

— ¿Que palabra?

— Termino con ellas, me ayudó a acabar con ellas y estoy eternamente agradecida, y también por protegerme con su vida.

Hoseok dejo salir el aire contenido en sus pulmones, dió los pasos restantes a ella pegando sus labios con los contrarios, está vez, invadiendo su boca con su lengua, deleitando su paladar ante su sabor, explotando en sentimientos su corazón.

La soltó deseoso, y acaricio su cabeza con brusquedad mirando que todo con ella estuviera bien. Y cuando al fin se aseguro de eso, la abrazo con tal fuerza que sus huesos podrían ser quebrados.

Al fin estaban juntos, uno al lado del otro, Diana salvó a Hoseok de vivir toda su vida con un corazón frío, y Hoseonla salvó de las garras de aquellas demonios que se alimentan de su dolor y tomento.

Le enseño cada cosa, a cazar, a reconocer, fue su aprendiz y amaba tenerla consigo, con ella, todo era más fácil a su lado. Y la ama con locura y pasil.

Ese beso, lo fue todo, pues si no se lo hubiese dado, ella aún así se convertiría en un demonio, y ocuparía el lugar de Lucia, cazando hombres y haciendo sufrir a muchachas indefensas.








Fin











Dedicado a
ValenSanchez463

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro