Capítulo veintisiete: Miserere
La cantidad de peso que se le puede dar a una persona en ocasiones puede ser abrumadora. Es bastante impresionante como una oración, una expresión, algo tan sencillo como la palabra hablada impacta en la mente de alguien. Todo se hacía más volátil cuando aquellas palabras surgían de una persona a la que tenemos en un pedestal por sobre todos los seres humanos habido y por haber. Shotaro lo entendió a la mala.
Ahora se encontraba con una taza de café humeante entre las manos que no tenía la intención de tomar y cierto dolor en su pecho formándose, aunque no fuera su dolor podía sentirlo profundamente en el fondo de su pecho. Un dolor palpitante que tomaría tiempo en sanar. Aunque no demasiado.
Sus pensamientos seguían dando vueltas en su cabeza como un disco rayado que no planeaba callarse en algún momento. Aunque deseara centrarse en cualquier otra cosa sus pensamientos terminaban regresando a lo mismo. De cierta forma se sentía corrupto, manchado.
El reloj marcaba los segundos con diligencia, recordándole a Shotaro que el tiempo para poner las cosas en orden finalmente se acercaba a su momento de manifestarse y a decir verdad todavía no estaba listo. Pero es que ¿cómo estarlo? Meses y meses de emociones aglomerándose en una misma persona, alcanzando el punto donde ya no podía soportarlo todo junto.
El café oscuro reflejaba su rostro contraído en una pena que se había esforzado en ocultar los últimos días, aunque no seguro de si lo había logrado con éxito o su cuerpo había decidido delatarlo como siempre lo hacía aunque se esforzara por controlarse a sí mismo.
Sus sábanas se enredaban en un cuerpo que no era el suyo, la luz de la mañana golpeando la piel disponible dándole un brillo especial que a él le gustaba apreciar, solo que esa mañana no se sentía tranquilo al observar el cuerpo tranquilo respirar pausadamente. Los brazos llenos de tinta y espalda descubiertos sobresalían de las tiras de tela y se esparcían por la cama entera, complacidos por el inusual espacio adicional. Eso fue su llamado y las cosas comenzaron a moverse de manera vertiginosa.
Shotaro deseó no poder sentir remordimiento por un par de horas aunque eso implicara dejar de ser quien era. No era sencillo, las palabras y las emociones no eran sencillas.
Shotaro estaba acostumbrado a despertar al lado de Jaemin, pero las noches de sueño y sencillez le abandonaron dejándolo indefenso en la obscuridad de su habitación. Jaemin no tenía ni idea.
El muchacho se removió en la cama, despertando lentamente y alejando la pereza de su cuerpo. Se estiró para después parpadear un par de veces con su mirada dirigida al techo blanquecino que Shotaro había estudiado incontables veces y del que probablemente conocía todos los detalles. Se giró en dirección a donde Shotaro estaba parado, simplemente admirando la poesía inscrita en Jaemin.
—Hey, ¿a qué hora te despertaste? —murmuró con la voz ronca, sentándose en la superficie acolchada.
—Hace un rato, no quería levantarte —le sonrió suavemente y se acercó con la taza de café aún entre sus dedos. Se la extendió a Jaemin y este la tomó casi al instante. Dio un sorbo y suspiró satisfecho.
—¿Al menos dormiste algo, Taro? Es sábado, deberías dormir hasta las doce —habló con suavidad acariciando los cabellos de japonés, colocando algunos detrás de su oreja con un toque tan suave que era apenas perceptible.
—Sí, un poco —formó un puño, arrugando entre sus dedos las sábanas—. Es solo que tengo muchas cosas en la cabeza —admitió.
Jaemin lo observó por un par de segundos, sus ojos vagaban por todo su rostro como si lo estuviera escaneando. Despacio estiró su brazo y dejó la taza en la mesita que se encontraba a un costado de la cama solo para volver a acostarse a lo largo de la cama.
—¿Qué haces? —preguntó Shotaro al ver como Jaemin acomodaba las almohadas tras su cabeza y estiraba los brazos hacia él.
—Anda, ven —dijo moviendo su manos indicándole que se acercara. Shotaro se movió lentamente y se acomodó dentro de las cobijas siendo rodeado por los brazos de su novio. Jaemin lo sostenía delicadamente.
—¿Qué tramas, Jae? —recargó su cabeza sobre el hombre del mayor y con sus dedos comenzó a trazar las líneas de los tatuajes en el brazo que no estaba presionando bajo su peso.
—Podemos dormir un rato más —contestó con simpleza mirando a Shotaro.
Shotaro sonrió enternecido, enterrando su rostro en el cuello del chico. Disfrutaba del calor contrario, la sensación de comodidad y de que en cierta forma se sentía correcto. Hasta que de nuevo los pensamientos comenzaban a rebobinar cual mala película en cine viejo. Se apretó más contra el cuerpo de Jaemin, cerrando los ojos en un intento de alejar la horrible sensación que con constancia llegaba a invadirle y llegaba tan rápido como se iba.
Sus ojos se cerraron, concentrándose en el calor que Jaemin le regalaba desinteresadamente. Y sin intentarlo cayó en un sueño tan profundo que al despertarse genuinamente creyó que era el día siguiente.
Fueron las ligeras sacudidas que Jaemin le daba que terminaron por despertarlo. Parpadeó confundido encontrándose con el sol de la tarde alumbrando el apartamento agradablemente. El sol calentaba su piel lo suficiente para que fuera cómodo y no quemara su piel.
Jaemin se encontraba sentado en la cama con su mano sobre su brazo en un agarre firme. Le sonrió y apartó la mano. Fue hasta ese momento en que Shotaro se percató del agradable aroma que se extendía por su apartamento.
—¿Dormiste bien? —preguntó una vez estuvo totalmente despierto. Shotaro quería decir que sí, pero sentía que solo había cerrado los ojos y los había vuelto a abrir. De igual manera asintió.
—Sí, gracias —acomodó sus cabellos y recargó su espalda en la cabecera de la cama. Jaemin se levantó y le indicó que le siguiera.
Por lo que entendía había hecho comida y, bueno, él estaba hambriento. Abandonó la comodidad de su cama y siguió a Jaemin a la cocina. Había un plato con papas fritas que le hizo sonreír.
—Hice hamburguesas con una de esas recetas que había en TikTok —se rió. Shotaro lo miró sorprendido.
—¿De TikTok? ¿En serio? —se burló ligeramente. Jaemin se encogió de hombros.
—Se veía bien y yo tenía hambre. Hay que averiguar qué tan bien sale —extendió los platos que había resguardado con una tapa de plástico. Se pasaron a la mesa donde se sentaron uno frente al otro.
Tenía que admitir que tenía buena pinta por lo que quizás esas recetas no estaban tan mal al final de cuentas. Acercó el plato hacia él y el olor le envolvió. Si se envenenaba o no ya era lo de menos. Levantó la hamburguesa y la mordió.
—Mierda, esto es bueno —murmuró con la boca llena. Jaemin sonrió complacido—. ¿En qué momento fuiste por todas las cosas?
—Me desperté poco después de que nos quedamos dormidos. No quería molestarte así que me puse a ver mi celular, el video me apareció y el resto es historia.
Shotaro apenas había notado que se fue. Tomó una papa y la mordió, pensando—. Ni siquiera lo noté.
—Me di cuenta. No te culpo, tenías cara de no haber dormido bien en días.
—He estado ocupado, es todo.
La conversación se desvió a cosas de la universidad y del trabajo por lo que Shotaro se permitió distraerse un momento y realmente disfrutar de la compañía de Jaemin. Conversaron animadamente y se lanzaron trozos de pan a la cara, sacándoles risillas a ambos.
Cuando finalmente los platos estaban vacíos, Jaemin los levantó y los llevó al fregadero donde los comenzó a lavar sin decir mucho. Shotaro lo observó detenidamente un par de segundos antes de decidir que quería ducharse.
—Voy a... tomar una ducha —murmuró. Jaemin le miró sobre su hombro antes de asentir.
—De acuerdo, yo termino de lavar esto —respondió tallando los platos.
—¿No quieres... em... venir? —no estaba seguro de por qué lo estaba preguntando y si realmente tenía la intención de ducharse con Jaemin ese día.
Jaemin sonrió de lado sin despegar su vista de la vajilla antes de negar suavemente.
—No, creo que por hoy pasaré de la ducha. Tómate tu tiempo —dijo con cariño. Shotaro asintió.
—Está bien, entonces vengo en un momento.
Se adentró en el baño torpemente y abrió la llave. Su toalla colgaba a un costado de la regadera por lo que no tenía que preocuparse por ello. Le tomó un par de segundos al agua calentarse lo suficiente.
Se despojó de su ropa y se adentró en las gotas que caían una tras otra, mojando su cabello y su piel agradablemente. Suspiró, sintiendo la tensión desaparecer. Su cabeza trataba de averiguar cómo iniciar la conversación y la estructuraba de acuerdo a las diferentes reacciones que podría esperar del pelinegro en su cocina.
—Es solo una conversación, Shotaro. Va a salir bien —se dijo a sí mismo.
Con ese pensamiento en mente continuó aseándose hasta que finalmente se sintió mejor y tranquilo. Se secó tranquilamente, envolviendo su toalla en su cintura, tallando su cabello con una toalla más pequeña. Al abrir la puerta el vapor acumulado en su baño salió disparado en todas direcciones y el frío de afuera chocó contra el pecho descubierto de Shotaro. Se estremeció.
Jaemin no se encontraban en la habitación ni en la cocina, por el sonido de la televisión dedujo que se encontraba en la estancia.
Con calma se vistió, asegurándose de ponerse ropa cómoda y salió de la habitación descalzo aún con la pequeña toalla sobre sus hombros, cubriendo su playera de mojarse. Al ver a Jaemin la confianza que había agarrado se esfumó de entre sus manos.
El mayor palmeó el espacio a su lado y Shotaro se acercó tratando de disimular los nervios que en realidad zumbaban como avispas dentro de él. Jaemin cambiaba de canales con pereza, quizás buscando algo en específico o que llamara su atención.
Shotaro abrió la boca para decir algo, sin embargo la volvió a cerrar de repente sin saber qué decir. Jaemin le miró de reojo antes de regresar su atención al televisor.
De repente la apagó. Shotaro pudo ver el reflejo de ambos en la negrura de la pantalla. Jaemin lo miraba fijamente con una expresión indescifrable.
—¿Sabes, Shotaro? Me he dado cuenta. Quizás es porque no puedes ocultar las cosas o porque he aprendido a leerte —inició. Shotaro no quería escucharlo, pero sabía que debía hacerlo.
—¿De qué hablas? —sabía la respuesta, pero le asustaba admitir que realmente estaba pasando así.
—Haz pensado en hacerlo, ¿cierto? Terminar conmigo —era así, eso no quitaba que se sintiera como mil ladrillos cayendo violentamente en la boca de su estómago.
—Jaemin, yo-
—Está bien. Sé por qué lo haces y por qué decidiste hacerlo —interrumpió con una calma imperturbable que Shotaro sintió envidia.
—No tiene nada que ver con él —se apresuró a aclarar. No podía cavar su tumba más hondo, ¿o sí?
—Yo sé que no, él es la mínima de tus preocupaciones.
Shotaro bajó la mirada, incapaz de mirar a Jaemin incluso por el reflejo deformado de la televisión. El pelinegro tomó su mano como lo había hecho miles de veces más. Levantó la mirada y sus miradas se estrellaron ruidosamente.
—Shotaro, te guardas cosas por miedo a lastimar a los demás y aunque eso es algo extraordinario de ti también es cruel —su boca se frunció en una mueca—. La gente merece saber las cosas, así como tú expresar lo que piensas. Yo sé lo mucho que te guardaste esto, es muy probable que si no fuera por esta conversación te hubieras tardado aún más.
No podía refutar aquello. Simplemente se quedó en silencio, concediéndole a Jaemin todo lo que decía. Era un libro abierto y Jaemin se había vuelto experto en leerlo.
—¿Estás molesto? Jaemin yo de verdad lo siento muchísimo, es solo que... —se detuvo, sin saber qué más decir además de lo siento.
—No estoy molesto y no me debes ninguna explicación —dijo con comprensión, dibujando pequeños círculos en el dorso de sus manos.
Hubo un silencio que no se sentía pesado, era más como una bruma que se disipaba rápidamente. Jaemin entendía, leía entre líneas. Shotaro había tenido el privilegio de quererlo.
Ambos sabían que era mejor que las cosas fueran así antes de que alguno saliera muy lastimado, pagando los platos rotos que no le correspondían y Shotaro sabía que quien pagaría sería Jaemin.
—Esto es por el bien de ambos —dijo Jaemin quedamente, había vestigios de lágrimas que el pelinegro se había encargado de extinguir.
—Lo sé.
Un final agridulce, palabras y lágrimas agridulces. No se sentía incorrecto.
—Siempre voy a amarte, Shotaro —declaró Jaemin con firmeza. Shotaro no respondió, únicamente separó sus manos de las de Jaemin y acarició sus mejillas con cuidado antes de besarlo por última vez.
Un beso agridulce. Agradable y cálido.
El beso pudo haber durado un segundo o una eternidad y eso no cambiaría que las cosas. El beso sabía a un adiós.
Shotaro no respondó, pero Jaemin no necesitaba que lo hiciera.
Jaemin se levantó del sofá cuando el beso se rompió en un pequeño chasquido. Shotaro lo miró desde el sillón, en silencio. El mayor tomó su chaqueta, su casco y sus llaves antes de recoger su mochila y llevarla a su hombro.
—No hay rencores, Taro. Me diste los mejores meses de mi vida y eso siempre te lo voy a agradecer —exhaló pesadamente—. Espero todo se solucione y... —soltó una risa floja— Bueno, que seas realmente feliz con lo que escojas.
La sutil insinuación no pasó desapercibida de los oídos de Shotaro mas no dijo nada como ninguno ofreció su amistad, conscientes de que sería doloroso para ambos, las cosas estaban bien así. Le regresó la sonrisa. Jaemin se despidió con un gesto de mano y abandonó el apartamento. Cuando la puerta se cerró con un bajo chasquido era como si la bruma finalmente se alejara. Pese al sentimiento azulado colocándose en una fina capa, la tranquilidad también se hizo presente.
No fue el final que había estado esperando, pero tampoco era uno que odiaría recordar. Simplemente se sintió adecuado. Su madre le había dicho que no podría evitar que hubiera corazones rotos, pero sí podía hacerlo más soportable.
Quizás así es como lo cotidiano de un amor fuera de lo épico terminaba. En un agridulce adiós y una sonrisa melancólica.
Lloró, ¿por qué no lo haría? Se permitió estar de luto por un amor tan sincero como aquel que enterraría en sus recuerdos más preciados por el resto de su vida y que cargaría consigo como un tesoro invaluable que la vida le dio aunque fuera por un corto tiempo. Jaemin siempre estaría ahí, como debía ser.
me voy a preparar para que empiecen a lincharme a. ojalá les haya gustado. nos leemos prontito.
les tkm
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