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Capítulo veintinueve: El epílogo

Aún no podía creer que todo aquello estuviera sucediendo. Los flashes le aturdían un poco, impidiéndole parcialmente a donde mirar. La toga negra pesaba sobre sus hombros y el birrete hacía su cabeza picar incómodamente.

Sonrió incómodamente y se bajó de las gradas que habían colocado para los estudiantes una vez los flashes se detuvieron. Se quitó el birrete y lo dejó en una de las sillas vacías acomodadas en el enorme gimnasio. Se rascó furiosamente y soltó un suspiro de alivio.

—¡Taro! —Jeno se encontraba detrás de él con un birrete y toga del mismo color. Negro simple.

—¿Qué, Jeno? ¿Qué necesitas? —respondió con molestia aún sintiendo su corazón latir desenfrenado después de haber sido tomado por sorpresa.

—Quería asegurarme que tuvieras listo todo, nos vamos en unas horas —sonrió inocentemente. Shotaro aguantó sus ganas de golpear a su mejor amigo con el diploma en sus manos—. Hendery y yo pasaremos por ti.

—Lo sé, Nono. Estuvieron toda la semana recordándomelo.

—Es nuestro viaje de graduación. Perdón por estar emocionado —se cruzó de brazos haciendo un puchero. Shotaro rodó los ojos.

—Anda, llorón, ve por tu novio y llévenme a mi casa. Yo también estoy emocionado, pero no es necesario que me lo recuerden cada cinco minutos —golpeó juguetonamente la parte colgante del birrete de Jeno.

—Me estaba asegurando de que no lo olvidaras —arrugó la nariz con diversión. Shotaro asintió.

—Lo que tú digas, Jen —se quitó la toga y la colocó sobre su antebrazo. Ya le había mandado las fotos necesarias a su mamá así que estaba bien.

—Mejor vayamos a buscar a Hendery —Jeno enganchó su brazo con el libre de Shotaro. Sate soltó un gimoteo en protesta.

—¿Es necesario que yo también vaya? —refunfuñó.

—Sip —dijo Jeno en forma de sentencia. Shotaro exhaló. No había de otra.

Se pasearon por los pasillos vacíos sin encontrar al dichoso novio de Jeno. Recorrieron su facultad de arriba a abajo y no aparecía.

—¿En donde lo dejaste, Jeno? A la siguiente átalo a un poste o algo —Jeno le dio una mirada que habría hecho a Hendery estremecer, sin embargo Shotaro solo rió.

—De acuerdo, me callaré.

Regresaron al gimnasio llevándose la sorpresa de que tanto Yuta como el desaparecido Hendery estaban ahí platicando tranquilamente. Jeno corrió a su novio y éste lo atrapó al vuelo.

—Ugh —se quejó Shotaro acercándose a Yuta y acomodándose a un lado de él.

—Felicidades, Taro —sonrió Yuta con orgullo. Shotaro se ruborizó.

—Gracias —respondió alegremente abrazando el diploma contra su pecho.

—Oye, tú que conoces a Jeno de más tiempo, ¿sabes dónde queda esa dichosa casa a la que iremos? —Shotaro soltó una risilla. Jeno se había rehusado a compartir información sobre el destino donde pasarían su fin de semana para, según él, aumentar la tensión. Shotaro y Hendery eran los únicos en conocer la ubicación.

—Es la casa de playa de sus padres, nunca la usan así que de vez en cuando Jeno la ocupa para desaparecer un par de días o de simples vacaciones —explicó—. Ya sabes, sus padres son modestos y esas cosas.

Yuta no parecía impresionado al oír que Jeno tenía una casa de playa. Pese al dinero de sus padres, Jeno solía vivir como un vago; con el tiempo se habían acostumbrado a la situación económica del pelirrojo.

—Genial, porque no tenía idea de qué demonios llevar. Una cosa es ser misterioso y otra es no decir nada —negó—. Le avisaré a los demás.

—Si alguien pregunta esto no lo oíste de mi —Yuta chasqueó la lengua en afirmación.

—Por supuesto.

Yuta se alejó y se quedó de nuevo con Hendery y Jeno. Decidió interponerse entre la pareja.

—Muy bien, ya se dieron sus besitos, ya se abrazaron y todo, ¿podemos irnos ya? Mi maleta no se terminará de hacer sola —parpadeó coquetamente a ambos. Hendery rió.

—Eres adorable, Osaki. Andando —señaló la salida y los tres se dirigieron hacia el estacionamiento.

Durante el trayecto al auto los tres se encargaron de definir los últimos detalles del viaje y enlistar las últimas cosas por llevar y recoger en el camino. Hendery anunció que habría que hacer una parada extra. Jeno y Shotaro asintieron sin hacer muchas más preguntas.

—Muy bien, adentro —dijo Hendery abriendo el auto. Jeno se adentró en el asiento del copiloto después de despojarse el atuendo de graduado y lanzarlo a la cajuela. Shotaro, como siempre, se acomodó atrás.

Hendery arrancó el vehículo y pocos segundos después ya estaban avanzando. La casa de Shotaro no estaba tan lejos de la universidad por lo que no les tomaría tanto tiempo llegar.

La conversación se desvió a las actividades por realizar allá y a cantos desenfrenados con la playlist de Jeno. Cantaron hasta que el aire se agotó de sus pulmones y sus gargantas ardían de alzar la voz.

Iban por la quinta canción cuando su edifico se mostró frente a sus ojos. Tomó sus cosas y salió del auto una vez se detuvo. Jeno bajó la ventanilla.

—Te veo en un rato. Te aviso cuando estamos abajo —Shotaro asintió y caminó a la entrada. Insertó su llave y la puerta se abrió con un zumbido.

Shotaro se adentró y se dirigió a las escaleras. Subió tranquilamente agradecido de no tener que subir tantos pisos y se paró frente a su puerta. Volvió a insertar su llave y giró la manija. Una vez dentro, cerró la puerta y dejó sus cosas sobre el sillón, posando el diploma sobre la mesa. El apartamento estaba cálido como afuera lo cual agradeció.

Se dirigió a su habitación encontrándose con la maleta abierta y mucha ropa esparcida alrededor. Soltó un largo suspiro agotado y comenzó a escoger y acomodarla pensando que le tomaría poco tiempo.

Pues estaba equivocado. Le tomó más tiempo del esperado ya que, al tener la tendencia de pensar de más, terminaba agregando más cosas con el pensamiento de que quizás podría llegar a necesitarlo. Acomodó todo y finalmente cerró la maleta.

—Listo —dijo con satisfacción. Y bueno, la maleta quizás pesaba un poco.

Su celular sonó y Shotaro se apresuró a contestar. Presionó el botón verde, escuchando la voz de Sungchan al otro lado.

Estoy abajo —dijo con la respiración agitada.

—Dame un momento —se acercó a su interfón y presionó el botón para abrir la puerta principal.

Genial, te veo en un minuto —colgó.

Shotaro aprovechó para acomodar su maleta en la entrada. Sungchan iba a llegar alrededor de diez minutos antes de la hora que habían acordado para recogerlos por lo que no faltaba tanto.

El timbre sonó y Shotaro abrió. Sungchan traía unos lentes de sol cubriendo sus ojos y la ropa que traía era bastante ligera para la ciudad.

—Huh, sí que vienes preparado —dijo burlonamente a Sungchan. Este se adentró con una maleta de rueditas siguiendo su trayecto, siendo jalada por el menor.

—No todos los días tengo la oportunidad de ir a la playa. Voy a aprovecharlo —se defendió quitándose los lentes.

—¿Y por eso te debes ver como Merlín regresando de las Bermudas? —arqueó las cejas divertido.

—Hey, con Merlín no te metas —fingió haberse ofendido llevando su mano a su pecho.

—Eres un ridículo —respondió riendo—. ¿Quieres algo de tomar en lo que llegue la pareja lunáticos?

—Uy sí, agua, por favor. Muero de sed —pidió amablemente dejando su maleta al lado de la de Shotaro y siguiéndolo a la cocina—. Siento no haber llegado a la ceremonia, me tardé acomodando las cosas y luego mi madre no encontraba las llaves del auto.

Shotaro sonrió entregándole un vaso con agua—. No te perdiste de nada, solo una ceremonia aburrida y entrega interminable de diplomas, también aburrido. Jeno se quedó dormido —Sungchan se rió dándole un trago al agua.

—Es bueno saberlo —dijo posando el vaso sobre la encimera—. Te traje un regalo de graduación —caminó de regreso a su maleta, ignorando por completo la cara de impresión de Shotaro.

—¿Qué?

—Pero no le digas a nadie porque fuiste al único que le traje —sonrió con picardía. Rebuscó entre sus cosas dando con una bolsita negra.

—No era necesario, Sung —dijo Shotaro sin saber qué decir.

—Sí, sí, deja tu modestia por un segundo. Toma —le extendió la bolsita. Shotaro la tomó con curiosidad.

La bolsa era suave y brillosa, de terciopelo. La sacudió para ver qué traía, pero no hizo ningún sonido. Desató los cordones encontrándose con un medallón rectangular atado a una cuerda café muy elegante. Era pequeño, dorado y masculino. No se veía caro, pero sí laborioso.

—Me inspiré en Los Juegos del Hambre —añadió Sungchan haciendo reír a Shotaro. Era de las películas favoritas del coreano por lo que tenía sentido.

—Me imagino que si lo abro encontraré una foto —asumió observando las orillas de la pieza de joyería.

—No lo sé, deberás averiguarlo.

Shotaro abrió el medallón encontrándose con una foto de todos su amigos en una de sus últimas reuniones. La foto la había tomado Yuta y había capturado perfectamente la esencia del grupo. Alegre, bohemio, divertido.

—Me encanta —murmuró viendo la foto con una sonrisa.

—Eso es bueno —dijo Sungchan terminándose el agua—. Ahora póntelo y vayámonos que no tardan en llegar.

Shotaro colgó el medallón sobre su cuello y sonrió al ver su reflejo. Le quedaba bien. Su celular sonó una vez más ahora encontrándose con un mensaje de Jeno indicándole que ya se bajaran.

En esta ocasión ocuparon el elevador ya que ambas maletas pesaban un poco más de la cuenta por lo que de esa forma sería más cómodo. Al salir del edificio tanto Hendery como Jeno los esperaban dentro del auto. Hendery traía unos lentes oscuros cuadrados y Jeno circulares, dándole aires de un John Lenon asiático. Se rió ante esa imagen.

—Metan sus cosas en la cajuela —indicó Hendery abriéndoles el compartimento.

Rápidamente acomodaron las cosas y Sungchan cerró la cajuela antes de adentrarse en los asientos. Hendery puso el auto en marcha y al poco tiempo avanzaban a una velocidad constante.

—Los demás nos verán en la primera parada. Nosotros haremos otra antes —dijo Hendery con la vista al frente.

—¿Vas a comprar algo? —preguntó Sungchan haciéndose hacia enfrente, colando su cabeza en el espacio ente los dos asientos.

—Sí, pero es específicamente para mi —despegó una mano del volante y la puso sobre el rostro del menor para empujarlo hacia atrás con intenciones de molestar.

Shotaro rodó los ojos acostumbrado a todo aquello y centró su atención en el camino. Observó a la gente pasar, locales, animales, otros autos. Todos desapareciendo tan pronto como aparecían en su campo de visión.

—No deberíamos tardar mucho en llegar. Según esto el camino está despejado —indicó Jeno mirando el navegador en su celular.

—Asombroso.

Hendery aparcó en una calle unos minutos después y se bajó apresuradamente para después echar a correr. Shotaro enarcó una ceja e imitó la acción de Sungchan. Coló su cabeza entre los dos asientos.

—¿A donde va? —preguntó a Jeno quien miraba distraídamente Facebook.

—No tengo idea, tampoco me dijo a mi —respondió levantando la vista de su teléfono mirando en dirección a donde Hendery se había ido.

Shotaro se preguntó si todo estaba bien mas no dijo nada más y volvió a acomodarse en su asiento. Se despojó de sus tenis y subió los pies dejándolos sobre las piernas de Sungchan. Este lo miró y luego a sus pies.

—¿Te molesto? —preguntó con ironía.

—Un poco sí, la verdad —se estiró picando con sus dedos el rostro del castaño.

—¡No! ¡Espera! —dijo entre risas cubriendo su rostro de los pies de Shotaro— Un poco de talco no le hace daño a nadie.

—Disculpa, pero yo sí uso talco —contraatacó.

Hendery finalmente hizo acto de presencia durante el ataque de pies. Miró extrañado al par para después encogerse de hombros y meterse en el auto.

—Listo —volvió a iniciar el auto y avanzaron.

Shotaro apartó sus pies de Sungchan y regresó a su posición original, sin embargo las bromas entre ellos duraron una parte del camino.

En algún momento se quedó dormido ya que lo siguiente que escuchó fue la voz de Sungchan hablarle.

—Taro, despierta —dijo moviendo su hombro. Shotaro finalmente abrió los ojos.

—¿Qué? —preguntó desorientado.

—Que ya llegamos, despierta —se encontró con la enorme casa de Jeno frente a él.

—Se durmieron gran parte del camino, literal estuve hablando solito todo el camino —se quejó Hendery abriendo la puerta del garage con el control que Jeno le había dado.

—No es para tanto, baobei —respondió Jeno presionando una de sus mejillas.

Hendery metió el auto y lo acomodó al fondo para que el auto de Kun también pudiera entrar. Cuando el auto se detuvo Shotaro aprovechó para estirarse.

—Hay que bajar las cosas y dejarlas arriba, las acomodamos después de ir a la playa un rato —dijo Jeno saliendo del auto. Shotaro no estaba seguro de si le decía solo a Hendery o a ellos también.

—Ya lo oyeron —Hendery también abandonó el auto y entonces Shotaro entendió que era una sugerencia general.

Shotaro salió siendo seguido por Sungchan quien se estiró una vez estuvo fuera del vehículo. Se acercaron a la cajuela y tiraron de sus respectivas mochilas.

—¡Henderson! —exclamó Lucas saliendo del asiento de conductor.

Hicieron una breve pausa para que todos saludaran a todos y también para despertar a Mark quien estaba profundamente dormido. Luego de lo que pareció una eternidad el muchacho finalmente pareció reaccionar.

—Bienvenidos a mi casa de playa, amigos míos —dijo Jeno en el inicio de las escaleras para acceder a la casa.

Subieron sus cosas y las dejaron en la estancia, todos siendo distraídos por la vista del mar frente a ellos. Las olas iban a y regresaban suavemente así como el viento soplaba con indulgencia. Era un día perfecto.

Las maletas fueron olvidadas y todos se apresuraron a tomar sus cosas y correr a la playa que les gritaba porque fueran a disfrutar del agua y el paisaje. Corrieron entre gritos y risas. Hendery tropezó y Lucas cayó sobre él causando total histeria entre los chicos. Shotaro no podía parar de reír.

Pasaron la tarde entre juegos, olas suaves y bromas. Hicieron una pausa para comer y no pasaron ni diez minutos de que la comida se había terminado cuando ya estaban de regreso en el agua; Shotaro constantemente se llevaba la mano al cuello, asegurándose que el medallón siguiera ahí, aliviándose al sentirlo firme en su piel. Todos parecían contagiados por la pureza del aire salado y la sensación de libertad que les brindaba.

Comenzó a atardecer, el cielo pintándose de colores rosados, morados y anaranjados sobre sus cabezas, el sol perdiéndose en la orilla del extenso mar. Un escenario que quitaba el aliento.

Shotaro escuchó a los lejos la cámara de Yuta. Sonrió. Sungchan miraba el paisaje desde la arena, el viento movía sus cabellos húmedos con pereza. Sus brazos estaban recargados sobre sus piernas flexionadas, su ceño fruncido en una expresión concentrada.

Shotaro se acercó, sentándose a su lado. Recargó su peso en sus manos, inclinándose ligeramente hacia atrás, estirando sus piernas cruzando la derecha sobre la izquierda.

—Hey —saludó sacando a Sungchan de su ensimismamiento.

—¿Ya te cansaste? —preguntó el menor mirándole.

—Algo —observó el frente. Una gama de colores estallando en todo se alrededor.

—Fue buena idea venir, ¿no? —Shotaro asintió sonriendo.

—Lo fue —Sungchan admiró el perfil de Shotaro teñido de atardecer. Su piel se veía bronceada y suave, bañada por la luz del adormilado sol.

Decidió que atesoraría esa imagen por siempre en su mente, tallándola a mano en sus recuerdos, hasta el más mínimo detalle. Tan bello, tan colorido, tan Shotaro.

Shotaro continuaba con su vista al frente, ignorando por completo el escrutinio de Sungchan, hipnotizado por el paisaje natural que se le estaba obsequiando.

—Es precioso, ¿no? —preguntó observando los últimos rastros de atardecer antes de pasar a la noche.

Sungchan continuó mirando el rostro apacible de Shotaro. Podría pasar mirándolo eternamente como un pintor a su obra favorita.

—Demasiado.

Shotaro se giró a mirarlo, atrapando su mirada en sus ojos castaños. Tan cerca y tan lejos. Contuvo el aliento.

—¡Chicos! ¡Acérquense! —les llamó Kun a lo lejos, haciéndoles gestos con la mano.

Shotaro sonrió y se levantó corriendo hacia el resto de los chicos quienes trataban de iniciar una fogata. Sungchan se unió poco después.

—¿Qué hacemos? —preguntó viendo la pila de madera seca y hojas humeante.

—Una fogata o algo así —dijo Hendery moviendo una hoja de palmera rápidamente haciendo aire cerca de donde la madera comenzaba a teñirse de anaranjado.

—Algo así —dijo Mark sentado en la arena.

Shotaro quitó un par de trozos de madera y el humo comenzó a hacerse más. Lucas aplaudió entusiasmado.

—Finalmente alguien que sabe lo que hace.

Continuaron intentando encender la fogata por un par de minutos más hasta que finamente decidió cooperar y la llama comenzó a extenderse dando un calor agradable. Todos se sentaron alrededor mirando el fuego, el peso de la noche cayendo sobre ellos. Era acogedor y cómodo.

—Vine preparado —dijo Kun tomando una bolsa con comida. Sacó una bolsa de malvaviscos y algunos palitos de madera.

Hubo vítores exagerados. Kun comenzó a repartir los palitos y se sentó tomando un malvavisco antes de pasar la bolsa.

—Esto me gusta. Deberíamos hacerlo más seguido —dijo Jeno recargando su cabeza en el hombro de Hendery. Este dejó un pequeño besito en su frente.

Shotaro enarcó una ceja mirando a Jeno. Este sonrió y levantó discretamente su mano izquierda, un anillo color plata adornaba su dedo anular. Shotaro hizo un esfuerzo sobrehumano para contener el grito, llevándolo a que comenzara a toser.

—¿Todo bien? —preguntó con diversión Sungchan mientras palmeaba su espalda.

—Sí, gracias —respondió avergonzado aclarando su garganta.

El tiempo pasó tan rápido que para Shotaro fue un desconcierto darse cuenta que era cerca de la una de la mañana cuando todos comenzaron a irse. Antes de que Jeno se fuera, silenciosamente le ordenó que debían hablar. Este asintió y se alejó con una sonrisilla boba adornando su rostro.

Poco a poco todos comenzaron a regresar a la casa. Shotaro, por otro lado, tenía otros planes. Apagaron la fogata y todos se dirigieron adentro. Shotaro fue en dirección contraria acercándose a la orilla, donde el agua acariciaba apenas al arena. El viento era un poco más fuerte y frío que horas antes, pero nada que fuera incómodo o difícil de soportar.

Caminó en silencio, disfrutando del sonido de las olas y el viento susurrarle al oído. Cerró los ojos caminando despacio, concentrándose en lo que Neptuno tuviera que decir. Sonrió imaginándose aquello.

Volvió a abrir los ojos contemplando el cielo estrellado. Por un momento se preguntó si sería tan malo vivir en alguna playa.

—¿Taro? —escuchó a alguien llamarle. Las olas chocaban ruidosamente que no le permitía saber quien. Sin embargo la silueta alta rápidamente aclaró sus dudas.

—Acá —movió su mano para llamar la atención de menor.

Sungchan se acercó tranquilamente aunque aún así se sintió como su hubiera corrido ya que sus largos pasos acortaban distancia en grandes zancadas.

—¿Pasa algo? —preguntó una vez Sungchan estuvo con él.

—Solo quería asegurarme de que estuvieras bien. Es de noche y, ya sabes, el mar funciona con la luna —señaló el astro. Shotaro miró hacia arriba. La luna brillaba completamente redonda, dándole a todo un resplandor plata y blanco muy tenue.

—Oh, claro, lo había olvidado —sonrió retomando su caminata. El agua mojaba sus pies y los llenaba de arena.

—Te gusta disfrutar de la vista —aventuró Sungchan. El japonés asintió.

—No sólo de la vista, sino también de los sonidos, las sensaciones —se detuvo—. Cierra lo ojos ojos y siente la brisa contra tu piel, el sonido de las olas, el agua tibia entre tus dedos. Todo esto está vivo.

Sungchan obedeció, cerrando los ojos dejando salir una larga respiración. Podía oír aves nocturnas y las olas, el aire soplaba suavemente, llamándole. Era como magia.

Abrió los ojos encontrándose con Shotaro frente a él. El chico sonreía.

—Lo sentiste —Sungchan asintió.

—Se sintió... mágico.

—Todo es energía en movimiento, Sung —explicó—. Es una cadena, las cosas funcionan porque hay otras empujándolas, un ciclo —respiró profundo.

Sungchan escuchaba, hechizado por las dulces palabras y tiernas acciones. Shotaro era lo más parecido a una estrella brillante en medio del cielo azul marino, apropiando una luz haciéndole resplandecer.

—Vuelve a cerrar tus ojos —pidió Shotaro y Sungchan no dudó en hacerlo—. ¿Qué es lo que sientes, Sung? —musitó bajito.

Sintió una de sus manos ser tomada suavemente por la de Shotaro, entrelazando sus dedos con cuidado. El viento soplaba ruidoso, pero Sungchan no lo escuchaba. Solo estaba Shotaro.

El calor del mayor se hizo más perceptible y de repente un hormigueo en sus labios apareció. Su cabeza dio vueltas. Podía sentir el rostro de Shotaro cerca, pero ningún beso alcanzó sus belfos.

—Ábrelos —su mano seguía afianzada a la del japonés.

—Eso... —Shotaro lo acalló, con un gesto le indicó que no hablara.

—No lo pienses tanto, Sungchan —murmuró cerca.

Sungchan apretó ligeramente sus manos entrelazadas y reanudaron el camino por la playa desierta hundida en la obscuridad.

Abel le había dicho a Shotaro que guardara sus lágrimas para otro día. Quizás no había sido su mejor decisión. Había llorado el doble, tal vez el triple. Pero, al final... Aprendió, creció y entendió muchas cosas. Ahora estaba seguro de que podría amar sabiendo que sería correspondido.

Porque nadie mandaba sobre su corazón, ni siquiera el gran The Weeknd; ya que el corazón quiere lo que quiere y lo que quería ya lo tenía ahí.








pues... este es el final. espero les haya gustado tanto el capítulo como la conclusión. sé que no es lo que muchos esperaban, pero... no sé qué decirles, espero igual lo hayan disfrutado.

quiero agradecerles por gran gran apoyo que recibió esta historia. al publicarla no creí que fuera a tener tanto impacto y estoy muy contenta por eso. esta historia es algo de lo que estoy muy orgullosa por lo que me alegra ver que trae buenos resultados. gracias gracias. ♥️

quería hacer un pequeño apartado de q&a por si quieren saber algo de la historia o de mi jajaja, pueden dejarla aquí y trataré de responder algunas en un capítulo especial.

nos leemos en los extras. bye. ♥️

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