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Capítulo veintidós: Azul

El significado del azul varía de acuerdo al ámbito y, además, de acuerdo a sus tonalidades. En términos generales, el azul representa estabilidad. El azul marino es asociado a la profundidad, al orden de lo sagrado, a la inmortalidad y al poder. En cambio, el azul celeste se relaciona con la tranquilidad, la protección, la salud, el entendimiento y la generosidad. De estos significados se desprenden muchos más dependiendo del punto de vista o del contexto.

Jeno trataba de aparentar la mayor tranquilidad posible pese a que por dentro había todo menos tranquilidad. Descendió del auto con prisa, ignorando por completo los llamados de Shotaro a su espalda o las personas que le daban miradas de desaprobación al pasar empujando personal y demás gente que pasaba por ahí. Se acercó a la recepción donde un chico tecleaba en un ordenador.

—Hola, ¿puedo ayudarte? —preguntó el chico sonriendo amablemente alzando la mirada de la pantalla. Jeno respiraba agitadamente.

—Sí, estoy buscando a un paciente que no tiene mucho que llegó. Me gustaría saber si se encuentra bien —dijo apresuradamente al muchacho de uniforme blanco. El chico asintió comprensivo.

—Por supuesto, ¿nombre de la persona? —se acercó a la computadora y abrió su base de datos.

—Wong KunHang, bueno en coreano es Hwang KwanHyung —el recepcionista escribió el nombre, apareciendo al instante en cuanto presionó enter.

—Acá está. El muchacho ya fue estabilizado y llevado a la habitación 123, está en el segundo piso. Me parece que ya hay gente con él —le señaló a Jeno el camino.

—Muchas gracias —soltó un suspiro aliviado de saber que Hendery estaba bien.

Shotaro y Jaemin finalmente lo alcanzaron cuando comenzaba a subir las escaleras a grandes zancadas, algunas saltándolas de dos en dos. Shotaro corría apresuradamente detrás de su mejor amigo. Jaemin subía tranquilamente, quizás siendo el más sensato y pacífico de los tres. Si el chico ya estaba bien correr no haría que se curara más rápido, o al menos él pensaba así.

—Jeno, deberías calmarte —le reclamó Shotaro cuando finalmente llegar al piso donde estaba la habitación. Jeno miró alrededor buscando donde comenzaban los veintes en la enumeración de los pasillos que se extendían a ambos lados.

Jeno estaba comenzando a sentirse abrumado, convenciéndose e de que nunca vería a Hendery. La cantidad de tonos blancos y azulados le mareaba, sofocándole. Los hospitales nunca le habían parecido lugares de mala muerte hasta ese momento. Todo se veía tan sombrío y decadente que el pánico no tardó en invadirle.

—Muy bien, respira —Shotaro lo tomó de la mano. Jaemin se encargó de sostenerlo de pie cuando ambos notaron que Jeno comenzaba a ceder presa de los nervios.

—Estamos cerca, Jen. Intenta calmarte. Piensa en tu lugar favorito —Jaemin murmuraba suavemente mientras Shotaro se encargaba de estabilizar su respiración. La primera imagen en llegar a su mente era la de su momento del día. Cuando él y Hendery se acomodaban en su cama o en la del mayor y sólo conversaban y disfrutaban de la compañía del otro.

—No es momento de perder la cabeza, ¿de acuerdo? Anda —Jeno asintió y continuó caminando por el pasillo donde iniciaba la enumeración que estaban buscando.

Finalmente se detuvieron frente al número tres. Shotaro tocó la puerta separándose del cuerpo de Jeno quien ya parecía más estable aunque aún se veía pálido. Jeno miró el número deseando que desaparecieran y nunca encontraran esa habitación. Kun abrió la puerta con una expresión solemne. Jeno pudo notar un poco el pánico en su rostro cuando cruzaron miradas.

—Hey, pasen —se hizo a un lado dejando entrar a los tres nuevos visitantes. Jeno entró al último, sintiendo las miradas de absolutamente todos conforme se abría paso entre sus amigos. En el centro, la camilla resguardaba el delgado cuerpo de su ex novio, quien tenía los ojos cerrados y respiraba pausadamente por medio de una mascarilla que cubría su nariz y boca.

Jeno inhaló aire ruidosamente, dudoso de si acercarse o no. Todos habían dejado un espacio al centro donde Jeno caminó para quedar frente a Hendery. Nadie decía nada, demasiado incómodos para siquiera dirigirle la mirada. Pero eso no importaba. Lo que importaba era Hendery y nadie más que Hendery.

—¿Por qué... —aclaró su garganta, tratando de hacer menor evidente sus deseos de soltarse a llorar— por qué no ha despertado?

—Bueno, la doctora nos dijo que es posiblemente un efecto de la sobredosis. Podría ser desde un desvanecimiento hasta inducir un coma. No está segura de cuál sea su situación, solo queda esperar a que despierte pronto —explicó Lucas parado a un lado de la ventana, viendo a su amigo con melancolía.

—Podría tomarle una eternidad —musitó con un hilo de voz sin apartar su mirada del rostro irónicamente pacífico. Rodeó la camilla colocándose del lado izquierdo, acomodando la pequeña silla de mimbre que había a un lado. También había un pequeño sillón y la enorme ventana que le permitía ver la ciudad en plena vida nocturna. Sin embargo ni la vista más bella lograba capturar su mirada. Acercó la silla a la camilla y colocó su barbilla en la orilla del colchón, observó el perfil de Hendery desde abajo—. Despierta —murmuró bajito, como solía hacerlo cuando se metían bajo las mantas en alguna noche fría y platicaban en voz baja, cuando Hendery lo miraba en silencio y Jeno se dedicaba a contarle historias que había oído de su abuelo. Los mitos griegos eran los favoritos de Hendery.

Limpió con rapidez el ligero llanto que corría por sus mejillas, rehusándose a mostrarse débil ante sus amigos y a la persona que probablemente amaría más que a nadie. Aclaró su garganta girando la cabeza ligeramente a un lado, evitando así que siguieran viéndole.

—Yo... buscaré una forma de contactarme con su familia. No sofoquen a Jeno, por favor —sentenció Kun abandonando la habitación.

Los demás simplemente volvieron a lo suyo. Yuta conversaba con Lucas en voz baja mientras que Mark se dedicaba a platicar con Sungchan, quien hasta el momento se había mantenido en silencio y al margen. Jaemin y Shotaro intercambiaban palabras a lo lejos. Jeno se levantó de la silla y corrió detrás de Kun.

—Kun, espera —le llamó viendo al chico acercarse al ascensor. Kun se giró y le regaló una sonrisa cálida.

—Dime, ¿qué pasó? —presionó el botón con una flecha hacia abajo mientras recargaba el peso sobre su pierna derecha y se detenía a oírle.

—Tengo el número de una de sus hermanas. Hendery me lo pasó una vez que se supone iba a llamar, en caso de que su celular muriera ella debía llamarme a mí —le extendió su celular con el contacto ya abierto—. Aunque no estoy segura de quién de las tres es.

—Eso es genial, pero ¿hablas cantonés? —preguntó el mayor soltando una risilla. Jeno se sonrojó.

—No, pero supongo que en inglés podría funcionar —sugirió. Kun asintió.

—Muy bien, déjamelo a mi. ¿Está bien si me llevo tu teléfono? —alzó el aparato adentrándose en el ascensor.

—No, no, llévatelo.

El muchacho le dedicó otra sonrisa y las puertas se cerraron. Con eso, Jeno regresó a la habitación donde ahora solo quedaban Mark, Shotaro y Jaemin.

—Fueron por comida, no tardan en volver —explicó Mark de inmediato. Jeno asintió. Volvió a su lugar anterior, ocupando una vez más el asiento al lado de Hendery. La mano del chico tenía insertada una intravenosa. El pecho de Jeno dolió.

Incapaz de estarse quieto, volvió a incorporarse y se acomodó sobre la camilla, en la misma dirección en que el cuerpo de su ex novio estaba acostado. Con cuidado sus dedos trazaron suaves líneas en su mano y la piel de sus brazos descubiertos. Estaba algo frío debido a la calefacción dentro de la habitación, pero se veía tranquilo. El único ruido era el de máscara de oxígeno. Jeno apartó mechones de cabello de la frente del mayor y sonrió melancólicamente.

—Va a estar bien, Jeno —dijo Mark desde el otro lado de la habitación con los brazos cruzados sobre su pecho. Se veía cansado, como todos.

—Yo lo sé —respondió pasando su ojos de Mark a Hendery.

—Es mejor que salgamos un momento —sugirió Jaemin acercándose a la puerta—. Tendrá buena atención —Shotaro y Mark le siguieron. Antes de salir, Shotaro le dedicó una última mirada reconfortante que Jeno agradeció.

Finalmente, en soledad, Jeno pudo permitirse aquello que se estuvo aguantando desde que se subió al auto con su mejor amigo. Comenzó a sollozar, enterrando su mano izquierda en su pecho, sus uñas lastimando su piel. Con la derecha se sostenía de la orilla de la camilla para no caer. ¿Cuánto tiempo había pasado sin haber llorado? No estaba seguro.

—Maldita sea Jeno, contrólate —se dijo limpiándose el rostro. Acarició delicadamente la mejilla del pelirosa, se recostó en el pequeño espacio disponible, su mano derecha aplastaba su propia mejilla brindándole algo de soporte. Las lágrimas seguían cayendo, pero ya no hizo un esfuerzo por pararlas. Lo necesitaba—. ¿Recuerdas cuando te contaba el mito de Orfeo y Eurídice? Me dijiste que de todos los mitos que te contaba ese era tu favorito. Me dijiste que te gustaba la forma en que representaban el amor. Dijiste que bajarías al inframundo de ser necesario para demostrarme lo mismo —rió dolorosamente—. Bueno, es momento de que despiertes, tu inframundo está aquí.

Hendery no respondió. Sus ojos se mantuvieron sellados. Era demasiado qué soportar mas no se rendiría así de fácil. Era lo menos que podía hacer después de todo. Depositó un suave besito en la frente del chico y se acomodó más cerca. Quizás así podría reavivar el calor en el cuerpo de Hendery.

Llevaba una semana y media yendo al hospital y la rutina siempre era la misma. Desayunaba algo rápido en la máquina expendedora y un café horrible que daban en el hospital. Le contaría a Hendery algo o le llevaría El Señor de los Anillos para leérselo en voz alta. Despúes comenzaría a llegar sus amigos o los padres de Hendery que ya había tenido la oportunidad de conocer. Eran una pareja amable que habían hecho sentir a Jeno como si ya fuera parte de su familia, agradeciéndole por haber cuidado a su hijo. La cuestión era que los padres del pelirosa creían que seguían siendo pareja. Jeno simplemente no tuvo el corazón para negarles aquello.

Después sería la hora de la comida y Shotaro lograría colar algo que el habría preparado o simplemente bajaría a la cafetería del hospital, regresaría y la plática unilateral continuaría. Jeno se animó a llevar su guitarra una vez y le cantó las canciones que se le venían a la cabeza. Pese a que Hendery no reaccionaba, de alguna forma se sentía escuchado.

Shotaro le seguía insistiendo que regresara a su casa o al menos se pasara por el apartamento del menor y se diera una ducha, durmiera un poco y comiera algo decente. Jeno finalmente cedió únicamente para cambiarse la ropa y tomar un baño solo para regresar al hospital.

Media semana pasó cuando lo que más había estado rezando a cualquier divinidad dispuesta a escucharle por fin se hizo realidad. Jeno estaba relatando el pasaje de las minas de Moria cuando el primer destello de vitalidad se manifestó. El pelirosa inició abriendo los ojos lentamente, parpadeando rápidamente ante la brillante luz que le daba de la ventana después de días sin abrirlos. Jeno dejó caer el libro que levantó apresuradamente para incorporarse al lado de Hendery.

Finalmente su ojos se abrieron completamente y la máscara comenzó a estorbar. Hendery comenzó a moverse nerviosamente mirando a su alrededor. Jeno no tardó en reaccionar calmándole con palabras suaves.

—Shh, hey no pasa nada —dijo colocando su mano sobre la de Hendery la cual seguía con la intravenosa insertada—. Aquí estoy, estás bien. Dery, mírame —le musitó apartando la mascarilla y dejándola a un lado.

Hendery solo lo observaba sin realmente entender que había sucedido. Jeno no pudo evitar preguntarse si Hendery recordaba algo o siquiera era consciente de el gran alborto que había causado.

—Jeno —su voz salió ronca, casi imperceptible. Hendery hizo una mueca.

—Está bien, no hagas esfuerzos innecesarios —recargó su frente sobre la del mayor, el alivio recorriendo sus venas como agua bendita. Hendery llevó su mano temblorosa a su cuello y apretó. Se separaron después de un par de minutos simplemente sintiendo el tacto del otro. Jeno se separó lentamente, obligándose a alejarse de Hendery—. Iré por la doctora o alguien.

Hendery no dijo nada, únicamente dejó caer su cabeza contra la superficie acolchada, mirando por la ventana. Jeno salió de la habitación con aquella imagen en su mente. Se acercó a una enfermera que pasaba por ahí.

—Hola, disculpe —la mujer se detuvo—. El paciente de esa habitación acaba de despertar. Llevaba un tiempo inconsciente y creo que está algo desorientado.

—Oh Dios, iré a tomar sus signos vitales y llamaré a la doctora —dijo ella caminando con prisa a la habitación. Jeno la siguió de cerca.

Hendery dio un respingo cuando ambos entraron algo abruptamente. Miró a Jeno y luego a la mujer que se acercó sacando una lamparita de su bolsillo. Jeno le sonrió tranquilizadoramente y Hendery no tardó en corresponder.

—Muy bien, jovencito. Voy a checar tus signos vitales muy rápidamente. La doctora te hará un chequeo más profundo —Hendery asintió. La enfermera llevó la lamparita a sus ojos analizando sus pupilas, después de un cajón sacó un estetoscopio y una máquina para tomar la presión. Revisó su respiración, su pulso, su garganta y demás—. Creo que todo está en orden. Deja te traigo un poco de agua.

Salió de la habitación dejando solos de nuevo al par. Jeno se acercó quedando a los pies de la camilla. Hendery enarcó una ceja, al verlo simplemente parado ahí.

—Tus padres vendrán por la tarde, también los chicos —el muchacho ladeó la cabeza. Jeno no pudo evitar reír—. Estarán felices de saber que has despertado —tomó un dedo del pie de Hendery entre sus dedos y lo movió juguetonamente.

La enfermera regresó con una jarra de agua y un vaso vacío que llenó con agua una vez estuvo frente a Hendery. Hendery lo tomó con cuidado, llevándose la orilla del cristal a los labios. Bebió el agua en segundos y tosió.

—Ya llamé a la doctora, estará aquí pronto —dijo amablemente y salió.

Hendery extendió su mano por la jarra. Jeno, en cambio, fue quien la sostuvo y volvió a llenar el vaso.

—Tómalo despacio o tendrás ganas de ir al baño —se burló. Hendery le dio una fugaz mirada antes de acabarse el segundo vaso de agua. Jeno se sentó en la silla de mimbre luego de regresar la jarra a su lugar, simplemente contemplando a Hendery.

Después de lo que pareció una eternidad, la garganta de Hendery funcionaba otra vez.

—A esto tenía que llegar para que finalmente me hablaras, eh —bromeó delineando con sus dedos la orilla circular. Jeno le propinó un suave golpe en el hombro.

—No es divertido, nos preocupaste a todos —y aún así la sonrisa seguía ahí.

—Lo siento, yo sé que fue una movida muy estúpida de mi parte —sus cejas se arrugaron en una expresión de arrepentimiento y frustración—. Yo solo quería, no lo sé, dormir dos días seguidos. No era mi intención llegar a tanto, juro que de verdad no buscaba esto.

Sería mentir si no dijera que algo de la culpa que Jeno cargaba pesadamente en su espalda se alivió, haciéndole sentir ligeramente más ligero.

—Está bien, ya pasó. Lo importante es que estás bien.

—Sí, pero el daño ya está hecho. Dios, que pendejo —se llevó las manos a los ojos, cubriéndolos.

—No seas tan duro contigo mismo, ¿sí? —le regañó apartando las manos de Hendery de su rostro— Tocaste fondo, nadie te está juzgando por eso. Solo estábamos asustados por ti.

—No era lo que buscaba. Maldita sea, Lucas debe estar terrible.

—Tendrás tiempo para arreglar todo, no te abrumes demasiado.

Jeno no notó que mantenía las manos de Hendery entre las suyas hasta que este bajó el rostro asintiendo. Sus dedos dibujaban pequeños círculos en ellas. La aguja en el dorso de la mano de Hendery se sentía extraña e inusual.

—Jeno, sobre lo de aquel día-

—No es necesario, Hendery.

—Escúchame, por favor. Es lo único que te pido —Jeno solo se calló—. Yo no tenía idea de que YangYang se sentía así. Él solo me besó y fue todo tan extraño —parpadeó velozmente. Jeno recibía las palabras como cuchillos—. Fue como regresar en el tiempo y fue nostálgico, pero no se sentía correcto —apretó su agarre a Jeno, aferrándose a él como si temiera que fuera a desvanecerse—. Lo único que pude pensar fue en lo que estaba haciendo mal. Mi cabeza repetía como señal de alerta tu nombre —respiró profundo—. Jamás fue mi intención lastimarte. Lo siento muchísimo, no te merecías nada de eso.

Jeno relamió sus labios, levantando la vista a los ojos castaños de su ex novio. Hendery parecía igual de frágil que como aquel día, arrepentido y confundido. Jeno entendió que Hendery no le pertenecería a nadie mas que a él. Jeno temía admitir que Hendery era el único que tenía ese mismo poder sobre él.

El color favorito de Jeno era el azul, lo cual le parecía muy irónico ya que ese color representaba serenidad y la estabilidad. El rosa y el azul formaban morado. Fusionando entrega y poder. Amor y temple.

Jeno anhelaba besar a Hendery como si se tratara de agua en un desierto. Necesitaba a Hendery para sobrevivir, parecido al aire. Paralizado ante el escrutinio de Hendery, Jeno no sabía que hacer. Nunca sabía que hacer cuando se trataba de Hendery. Sus labios comenzaron a acercarse teniendo un suave roce, pero que no llegó a más. Ambos se separaron, contrariados ante sus deseos y sus acciones.

No era el momento, no aún. No estaban listos.

El azul aún parecía negro y el rosa aún parecía rojo.

—Jeno, quiero volver a estar contigo.

—Y yo contigo, es solo que... —las palabras se quedaron al aire mas Hendery entendía lo que Jeno quería decir.

Debía ganarse su confianza de nuevo. Jeno necesitaba espacio para sanar sus propias inseguridades. Hendery mismo necesitaba también poner su vida en orden. No podían depender el uno del otro, no después de esto.

—Voy a esperarte. Esperaré a que estemos listos para intentarlo de nuevo, más fuertes y seguros. Hasta que sea digno de tenerte —acomodó algunos mechones de cabello rojizo.

Jeno negó sin dejar que su sonrisa flanqueara. Jeno sonreía mostrando su felicidad y, sin embargo, esta no ocultaba la pena que sentía.

—Siempre lo fuiste, idiota —declaró haciendo reír a Hendery—. También voy a esperarte porque no hay nadie más que tú, KunHang.

La mirada del mayor resplandeció más fuerte que nunca. Jeno nunca tendría suficiente de esa mirada castaña—. Hasta el inframundo.

—Hasta el inframundo.

"Estoy hundiéndome en el hábito de amarte." Azul, Zoé






editado porque soy inbesil.

dfjvnkjdf no sí la cursi, ya hacía falta en el jendery juas juas. anyways, se viene un lo chidori. estoy emocionada de hecho por esa parte.

ojalá les haya gustado y nos leemos pronto nwn

siento si hay errores. no teman en hacérmelos saber, no me molesta, de hecho me ayuda c:

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