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Capítulo tres: La llamada

Una mano contra su hombro sacudiéndolo le despertó, asustándolo ligeramente. Abrió los ojos, tomándose un momento para adaptarlos a la luz y finalmente ver que estaban fuera de su casa.

—Ya llegamos, ahora sal que tengo cosas importantes que hacer —dijo Jeno apresurado. Shotaro hizo una mueca, irritado.

Odiaba que lo despertaran. También odiaba que lo apuraran. Pero nada odiaba más que los despertaran y lo apresuraran al mismo tiempo. Gruñó en desagrado.

—¿Hoy te toca coger o que te cojan? —preguntó sin sutileza, quizás más ebrio que antes. Aquella pregunta le arrancó una risa escandalosa al pelirosa aún sentado en el asiento del copiloto. Jeno le miró con severidad.

—Cállate.

Finalmente salió del auto y caminó a la entrada de su casa balanceándose suavemente, sin embargo aún estaba lo suficientemente consciente para saber lo que hacía. Más o menos.

Sacó sus llaves, tirándolas accidentalmente casi al instante, mas las volvió a levantar y se dedicó a buscar por unos buenos tres o cuatro minutos la llave de la entrada. Jeno y Hendery lo contemplaban desde el auto del mayor. Si algo le sucedía a Shotaro mientras él se iba por ir con su novio a prisas, Jeno jamás se lo iba a perdonar.

Pero eso no quitaba que ya quería irse.

—¡No tengo toda la noche, Shotaro! —exclamó alto, ahuecando su boca con sus manos.

Shotaro levantó su brazo hacia los chicos en el auto y les enseñó el dedo medio con desinterés.

—Me agrada más ebrio —comentó Hendery viendo cómo insertaba la llave por milésima vez.

—A mi también, solo que es más lento.

Finalmente la puerta se abrió y el muchacho se adentró en su hogar sin siquiera despedirse. Jeno rodó los ojos y se volvió a subir en el lado del piloto para arrancar, presionando el acelerador mientras que Hendery comenzaba a desamarrar las agujetas de sus tenis.

Oh. Que gran noche tendrían.

Shotaro dio un salto cuando su celular rompió con el silencio sepulcral de su pequeña casa. Sacó el dispositivo y sonrió al encontrarse con un mensaje de Sungchan.

"¿Estás bien?"

"Acabo de llegar jajaja. Siento preocuparte."

"No, está bien."

Estaba tecleando la respuesta cuando el mismo tono y el Número Desconocido detuvieron sus dedos. Su corazón golpeó contra su pecho con fuerza y su estómago se retorció con algo de violencia.

Oprimió el botón verde y presionó, de nuevo, el aparato contra su oreja.

—Hola otra vez —dijo Shotaro con una alegría palpable en su voz. Sungchan se rió ligeramente notando que el japonés estaba un poco más ebrio.

—¿Tomaste más?

—Nope.

—Oh, pareciera que sí —Shotaro se encogió de hombros.

—Quizás es el sueño, tengo sueño —agregó, caminando hacia su habitación, justo al fondo. Sin prender la luz se lanzó a la superficie acolchada de su cama.

—Bueno, tiene sentido, estas borracho, Taro —Taro. Era la primera vez que lo llamaba así.

—Solo un poquis —respondió con un tono gracioso, omitiendo por completo el diminutivo y como se había sentido con él saliendo de los labios de Sungchan.

—Seguro que sí —respondió siguiéndole la corriente—. Es divertido hablar contigo.

—Quizás es porque estoy ebrio —contestó Shotaro mirando el techo a través de la oscuridad de su recámara.

—¿No que no lo estabas? —se burló el menor.

—Shhh —otra risa ligera se escuchó contra su oído.

—Hagámonos preguntas, estoy aburrido y quiero conocerte.

—Suena divertido. Solo no te aproveches mucho de mi estado, por favor.

—Seré piadoso.

Y así fue como la conversación se extendió, mientras ellos se preguntaban cosas que a veces los hacían reír y otras quedarse callados un par de minutos, buscando la respuesta más sincera. Claro que para Shotaro era mucho más sencillo responder lo que realmente estaba pensando.

Conforme las preguntas y el tiempo transcurrían se quedaban sin ideas sobre qué preguntarse y al mayor eventualmente comenzaba a ganarle el sueño. Sonreía tontamente cuando Sungchan decía alguna que otra cosilla.

Su respiración estaba haciéndose cada vez más pesada. Sungchan lo había notado.

—¿Ya quieres ir a dormir? —preguntó el menor con un tono amable y suave, como si no quisiera espantar el sueño de Shotaro.

—Estoy bien, me gusta oír tu voz —soltó estirándose perezosamente en su cama.

—Bueno, una última pregunta y vamos a dormir ambos. También tengo sueño —propuso el coreano escuchando como Shotaro se movía y se acomodaba sobre sus sábanas.

—Dispara —dijo Shotaro entre respiraciones pesadas.

—¿Por qué me miras de la forma en que lo haces? —el japonés se congeló en su lugar.

—¿De qué hablas? —preguntó sin entender muy bien a donde se dirigía la pregunta.

—Es que, no lo sé, siempre pareces nervioso a mi alrededor, como estresado. No es como que hayamos convivido más que un par de veces, pero siempre pareces dolido, como si te desagradara mi presencia —escuchó al castaño rascarse nerviosamente su cabeza. Shotaro imaginó esos mismos cabellos castaños desordenados y esponjados.

La verdad sea dicha, él no tenía la más mínima idea de que esa era la impresión que estaba causando.

—No soy bueno conociendo gente. Me asusta que piensen que soy un idiota —respondió.

Dicen que los borrachos y los niños siempre dicen la verdad siempre. Esa era una asunción estúpida. Los niños aprenden a mentir así como los borrachos no siempre dicen la verdad y sí la dicen... pueden hacerlo a medias.

Como era el caso de Osaki.

—Pero a los demás no los miras así, pareciera que hay algo diferente conmigo. No entiendo que hice, siento si te llegué a hacer sentir mal en algún momento.

—No, no es eso... —se talló la cara con su mano libre, en un intento de despabilarse y ahuyentar un poco del sueño— no soy sociable, Sungchan. Te aseguro que no tiene nada que ver contigo.

Sungchan guardó silencio un par de segundos, probablemente preguntándose si estaba siendo engañado. Sin embargo, debió llegar a la conclusión de que, si Shotaro estaba ebrio, no podía en realidad mentirle.

—Eso ya no importa, solo ya no me mires de esa forma —hubo una pausa donde Shotaro escuchó atentamente cada respiración ligera—. Es extraño porque no puedo estar tranquilo sabiendo que causo ese tipo de reacción en ti. Seamos amigos, Shotaro.

Shotaro apretó los labios, deseando realmente poder decir lo que pensaba. Tragó el nudo en su garganta y asintió. Respiró una vez más, haciendo parecer que era sueño.

—Seguro, Sungchannie —rió ante el apodo. Escucho una exhalación fuerte del otro lado, indicándole que el castaño había reído.

—De acuerdo. Nos vemos en la facultad —comenzó a despedirse. Una especie de sensación de abandono inició un recorrido a lo largo de su cuerpo, haciéndolo sentir pesado. De repente estaba melancólico ante la ausencia de Sungchan.

—Sí... descansa —respondió solemne, disimulando la extraña tristeza que se colaba por su piel.

Sungchan colgó. Shotaro dejó caer el celular a un lado suyo y se llevó un brazo a los ojos, tapándolos con la coyuntura de este. Entre pequeñas lágrimas que no tocaron ni sus mejillas, se durmió.

Sungchan miró el celular aún con la pantalla brillante mostrando el registro de llamadas recientes mostrando el nombre de Shotaro dos veces seguidas. Mordió su labio, ansioso. Realmente no le interesaban las opiniones de las personas a su alrededor que no fueran amigos o gente importante, sin embargo no podía evitar notar que Shotaro realmente lo sentía como peste.

Y eso le calaba en lo más hondo. La pregunta era: ¿por qué?

Al menos ahora entendía un poco. Pero Sungchan sabía que no era del todo cierto lo que su ebrio, y ahora, amigo le había dicho. Parecía reacio a decir más. Y por la forma en que su voz se quebró al despedirse, era mucho peor de lo que Sungchan había creído.

Cerró la app y bloqueó el celular, dejándolo en su escritorio. Caminó a su cama y se acostó tranquilamente, disfrutando el confort que le ofrecía. Su mente, en cambio, trabajaba a mil por hora.

—¿Qué es lo que me ocultas, Shotaro?


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#ShootingStarShotaro

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