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Capítulo ocho: Cercanía

Parpadeó rápidamente sintiendo el calor del sol golpear su rostro y la luz brillante colarse por sus párpados traviesamente como si le dijera que lo que seguía a continuación era muy emocionante para que continuara durmiendo. Sus ojos se abrieron lentamente una vez se acostumbró al resplandor amarillo.

Sus ojos se encontraron con el rostro dormido de Shotaro a su lado. Frunció el ceño, extrañado, tratando de recordar lo que había sucedido después de que Liz había salido del jardín con una expresión sumamente herida y se tomó media botella dentro de la cocina. Sungchan se dijo a sí mismo que debía ir a disculparse una vez su cabeza dejara de doler.

Se levantó en silencio para no despertar al chico durmiendo y salió de la habitación encontrándose con Jeno tomando tranquilamente un café y a Hendery cambiando los canales de la televisión con aburrimiento. Ambos miraron a Sungchan como si acabara de abandonar en ropa interior la habitación de la mismísima Lady Gaga. Muy fijamente.

—Hey, hay aspirinas en la cocina. ¿Dormiste bien? —Jeno le sonrió con comprensión. Hendery lo miraba curioso por sobre el vaso de jugo del que bebía. Muy discreto, pensó.

—Sí, eso creo. Gracias —tomó las aspirinas y regresó a la estancia.

—Muy bien, necesitas comida —dijo Hendery extendiéndole un plato con una gran montaña de pancakes. No se había dado cuenta de lo hambriento que estaba. Miró alrededor de la mesa—. ¿Qué pasa? Los hice yo, no me digas que se ven desagradables.

—No, es solo que no hay platos o algún cubierto —se rió.

—Oh sí, usa la mano —contestó el pelirosa tomando uno de la pila. Jeno le siguió.

—De acuerdo —imitó a los dos muchachos y lo mordió. Joder, que buenos estaban.

Algo se transmitía en la pantalla. Edward Norton y Brad Pitt conversaban en un avión sobre jabones y explosivos hechos con gasolina y jugo de naranja congelado. Sungchan supo de inmediato qué estaban viendo.

—Me encanta El Club de la Pelea —dijo mientras mordía el pancake en su mano—. Esa es la mejor película de David Fincher.

Hendery aplaudió aún masticando su bocado y luego señaló a Sungchan con su índice, emocionado.

—¡Conoces tus películas! Ven acá, siéntate a mi lado —Sungchan se rió y se levantó de su asiento para acomodarse al lado de Hendery. Jeno rodó los ojos—. Disculpa a mi ignorante novio, no sabe de cine.

—¿De qué hablas? La Chica del Dragón Tatuado y Red Social limpian el piso con esa película estúpida —se quejó.

Sungchan chasqueó la lengua, escéptico—. Sí, yo no estaría tan seguro.

—Por dos —secundó Hendery. Jeno negó.

—No saben de qué hablan —mordió su pancake y continuó mirando la película cuando una expresión de confusión se apoderó de la molesta—. Por cierto, ¿dónde está Shotaro? —Hendery miró a Sungchan dádonle un sorbito a su café con leche. Jeno masticaba el pan.

—Dormimos juntos, está durmiendo en el cuarto —el café de Hendery le llegó a la nariz y Jeno comenzó a toser.

—¿Ustedes qué? —preguntó Hendery quitándose el café de los ojos.

Sungchan parpadeó por un momento, confundido por las reacciones cuando finalmente lo entendió: —¡Oh! ¡No, no, nada de eso! Me refiero a que literalmente solo dormimos, el me cuidó por lo de ayer.

Jeno reguló su respiración y asintió con su mano el pecho. Hendery le daba palmadas en su espalda intentando ayudarle con la comida en su garganta.

—Por supuesto, eso tiene mucho más sentido —respondió ya más calmado.

—Debí haber sido más claro, lo siento —se rascó la mejilla ligeramente avergonzado

—Hey, ¿me perdí de algo? —Shotaro se rascaba los ojos y miraba al trío desde la puerta de la habitación— Dormimos en la recámara de tus padres, espero eso no te moleste.

Jeno negó mirando con cierto asombro a Shotaro, pensando en el nivel de intimidad que había compartido con Sungchan y que era incluso mayor a la que había compartido ellos en años de amistad. No entendía como es que el japonés estaba lidiando con lo rápido que estaba cambiando su relación con el chico, no entendía como no estaba teniendo un ataque de pánico en aquel momento.

—No, está bien, iba a lavarlas de todos modos. Llegan el martes, pero no quiero preocuparme por sus cosas el lunes en la noche —le extendió una taza de café y Shotaro la tomó.

—Bueno, quiten esa mierda de película —exclamó Jeno.

Y todos volvieron a reír.





Muchas cosas podían cambiar en una semana, una de ellas eran las relaciones. Sungchan no estaba seguro de cuando su relación comenzó a sentirse incómoda y abrumadora. ¿Por qué se sentía incorrecto hasta respirar?

Alzó la cabeza de sus pies topándose con la pesada mirada del profesor Suh sobre su cabeza. En general era un gran profesor, pero cuando tenía aquella expresión seria en el rostro daba escalofríos.

—¿Se encuentra bien, Jung? —preguntó soltando el apuntador digital, cruzándose de brazos para mirarlo desde el frente del aula.

—Am, sí —parpadeó—. ¿Eso creo?

—Vaya a dar una vuelta y regresa —el profesor hizo un movimiento circular con su mano—. Lo necesito concentrado.

—No es necesario, profesor. Yo... —Johnny Suh lo interrumpió.

—Vaya a dar una vuelta y regresa —señaló la puerta. Sungchan suspiró y se levantó resignado.

—Bien.

Abandonó el aula con un aire desolado y algo humillado, pero no es como que realmente le interesara. Solo iba a dar una vuelta y regresar a seguir tomando clases como siempre. Pasó sus manos por su cabello, sin saber muy bien a donde ir. Sus pies se posaban uno frente al otro mientras balanceaba sus piernas juguetonamente para matar tiempo.

Caminó hacia la estatua de la universidad y se sentó debajo de ella. El césped estaba seco y picaba, pero solo busca a distraerse, no comodidad. Sacó su celular y tecleó rápidamente un mensaje a quien sabía podría darle el mejor consejo.

Shotaro no tardó en aparecer unos minutos después con la mochila que usaba para ensayar en el hombro y en la que cargaba sus cuadernos en el otro. Él miró desde arriba con las cejas fruncidas debido al sol que le daba directo al rostro. Se tapó el rostro con una mano para bloquear el los fuertes rayos de luz.

—¿Sucede algo? —preguntó bajando sus mochilas al suelo para después sentarse a su lado.

—Nada interesante. Espero no haberte sacado de clase o algo así —le regaló una sonrisa pequeña, casi desganada.

—No, justo acaba de terminar —sacudió el pasto de sus rodillas—. Sungchan, te ves distraído.

El menor soltó una risa y asintió. Sus dedos jugaban con la tierra seca pese a que sabía que después sus dedos estarías resecos y rasposos. El sol le daba a un costado del rostro por lo que debía fruncir el ceño.

—Sí, un poco. Mi profesor me mandó a dar una vuelta —respiró pesado. Shotaro negó con una expresión de diversión—. Hey, no te burles —le dio un suave golpe en su hombro. El japonés levantó las manos.

—Debes admitir que es gracioso —se defendió señalándolo con el dedo e inclinando su cabeza un poco—. Suena ridículo.

—No te lo voy a negar, es cierto —lanzó césped hecho bolita a la frente de Shotaro. El chico arrugó la nariz sin dejar de mostrar las bonitas perlas blancas que llamaba dientes. Suspiró, quitándole un poco de la alegría al ambiente. Shotaro posó su mano sobre la suya, comprensivo.

—¿Qué sucede?

—Necesito un consejo —hizo una pequeña pausa—. Es sobre Liz —la cálida mano de Shotaro se apartó de la suya lentamente.

—Claro, lo que necesites —su tono fue dócil y preocupado.

—Es solo que... Me siento estresado. Quiero decir, me lleva evitando días incluso después de disculparme con ella por lo del sábado —se limpió un poco de la saliva de las comisuras de su labio con el dorso de la mano—. Solo me apunta a lo que no hago, en lo que me equivoco; es como un constante recordatorio de que probablemente soy lo peor que le pasó. Intenté hablarle, arreglar las cosas, pero no me escucha y solo se escabulle.

Shotaro lo miro en silencio, sabiendo que no había terminado. Sungchan entendió que Shotaro era alguien muy bueno para escuchar.

—Me duele, porque la quiero, pero... —comenzó a sentir su garganta doler y picar desesperada por la necesidad de sollozar. Sus ojos se llenaron de lágrimas— me siento tan inútil y miserable. No puedo darle lo que quiere, Shotaro. No puedo amarla.

Shotaro debía admitir que estaba algo anonadado. Siempre asumió que la relación de Sungchan era perfecta y todo eran rosas. Bueno, las apariencias sí que engañaban.

—Sungchannie... —musitó bajito. Sungchan levantó la mirada, sorprendido. Shotaro nunca lo llamaba así. El muchacho extendió la mano y le secó una de las muchas lágrimas cayendo de sus ojos. Calidez, comprensión, tranquilidad— esa relación no es para ti, ni para ella. Ninguna relación debería hacerte sentir tan inseguro y agobiado —murmuró, su voz abrumaba la mente de Sungchan como una suave caricia—. No estoy diciendo que sea únicamente culpa tuya o de ella, ya que ambos son parte de la relación —apartó su mano justo como lo hizo hace un momento. Sungchan lloraba silenciosamente, su pecho ardía debido a las emocionales haciendo coalición—, pero si han pasado aquel punto de retorno, donde salvarla ya no es una opción quizás este es su punto de quiebre.

El menor escuchaba atentamente, absorbiendo todas y cada una de las palabras de Shotaro, memorizando el tono y la forma en que las decía.

—Ninguno de ustedes se merece esto. Una relación no desgasta, Sungchan, nutre —sonrió un poco, entre apenado y enternecido—. No soy el mejor en relaciones, siempre terminan en caos. Pero he aprendido de ellas.

Fake it until you make it, ¿cierto? Dios, que estupidez —secó las lágrimas que comenzaban a picar en la piel de su mejilla. No podía respirar bien, joder. ¿Qué era todo esto?

—Así no funciona el amor, Sungchan. No puedes fingir que amas a alguien.

Sungchan asintió. Más gotas saladas resbalaban cayendo veloces hasta el suelo, seguramente evaporándose en la caída.

Shotaro se levantó y se acomodó frente a él, acomodado sobre sus rodillas. Sus manos se posaron en sus muslos por un segundo para mirarlo con tristeza, pero jamás con lástima. Se apoyó sobre sus rodillas para incorporarse lo suficiente para estar a su altura y lo que aconteció heló su sangre.

Shotaro rodeó sus hombros, apegándolo a su cuerpo en un abrazo firme y sincero. El más alto jadeó en sorpresa antes de rodear la espalda del mayor, aferrando sus largos dedos a la sudadera azul que portaba y su rostro ocultarlo en su cuello. Su cuerpo temblaba y su pecho le dolía como mil agujas atravesando su piel.

—Nunca dejes que alguien te haga sentir menos que humano, Sungchan.

Sungchan sollozó con más fuerza.




editado pk soy idiota


un poco de la mente del bambi jiji
ando con todo hoy, omg. ya tengo casi la toda historia planeada so wujuuu

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