Three-Shot: Kandra The Sinner
Antes que nada, quiero aclarar
unos puntos importantes sobre esta historia que originalmente iba a ser un One-shot, pero que terminó por convertirse en Three-shot alv.
♠️Esta obra está ambientada en el futuro.
♠️Los nombres que usé para los hijos (as) son exactamente los mismos que verán más adelante en Save Me Mael.
♠️Nuestra protagonista tiene pareja.
♠️Esta obra contiene lenguaje vulgar y descripciones sexuales explícitas.
He aquí una primera versión de cómo sería la protagonista:
Características principales:
♠️Cabello rosa con tonalidad blanco/platinado.
♠️Piel bronceada.
♠️Decoloración de ojos debido a una lesión que sufrió a causa de Estarossa.
♠️Ropa similar a la de Meláscula.
Sin más qué decir, disfruten.
An Airad
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PRIMERA PARTE
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—¡Levántate, maldita sea! —la fuerte voz de aquel fornido demonio dejó aturdida a una joven peli rosa que estaba postrada en el pedregoso suelo que Drole había creado unas horas antes especialmente para su combate.
La chica apenas podía asimilar que tenía que levantarse para poder continuar con su arduo entrenamiento. Llevaba seis largas horas tratando de conseguir atacar a su padre de una manera en que no le resultara tan desfavorable, pues le tenía un inmenso miedo al Full Counter, ya que ella sólo podía recurrir al combate cuerpo a cuerpo.
Aquel albino tenía su ensangrentada espada curva en la mano derecha, en espera de otro buen ataque físico.
Su hija tenía una enorme desventaja cada que peleaba contra él, pues ella no había aprendido mucho sobre cómo utilizar sus poderes, pues apenas y podía manifestarlos de vez en cuando. Por tal motivo, Zeldris se las había arreglado para ser su maestro temporal y aunque Estarossa se negó al principio, después lo vio como una buena forma para no tener que lidiar con su hija, a quien consideraba un verdadero estorbo.
La joven demonio aprendió mucho del mandamiento de la piedad y tiempo después, cuando este notó que ya había avanzado lo suficiente, le presentó a Cusack y a Chandler, a quienes hasta ese momento desconocía por completo. Aunque era probable que ya los hubiera visto tantas veces, pero nunca había prestado atención a ese par, ya que no solía mirar a la gente por temor y vergüenza. Ella nunca imaginó que ellos iban a ser tan importantes en su vida, no sólo por enseñarle a cómo usar la espada correctamente, sino por otro motivo más grande...
—No soporto mirar esto —murmuró Cusack, evidentemente incómodo por el hostil ambiente que se había generado en aquel campo de batalla, luego de presenciar absolutamente el mismo maltrato una y otra vez.
—Estarossa sigue haciendo de las suyas sin importar quién esté presente —refunfuñó Zeldris, quien no despegaba la mirada de aquel par que ya tenía el cuerpo empapado de sangre —Sólo ha logrado asustarla día tras día y ella ya no arremete contra él como solía hacer. No la culpo, yo también tendría miedo de que me regresaran mis propios ataques.
—Tiene razón, joven príncipe. Aunque sé que esto es un simple entrenamiento, al menos me gustaría ver algo diferente por parte de él —espetó, con un escueto suspiro.
El peli negro miró de reojo a su superior, mientras este tenía la vista fija sobre su sobrina. Por un momento la imagen de cierta chica de cabellos borgoña llegó a su mente y no pudo evitar pensar en que efectivamente a su maestro le movían el tapete las jovencitas.
—¡Me rindo! —se escuchó la trémula voz de aquella fémina, cuyos cabellos eran casi idénticos a los de su madre.
Ésta en un intento de pedir misericordia, se puso de rodillas frente al albino quien pronto endureció las facciones de su rostro, ya que verla así le había provocado un fuerte disgusto.
La altiva mirada de Estarossa y sus pausados pasos provocaron en su hija un tremendo repelús que la hizo sudar frío.
—¡Eres una puta cobarde! —el platinado no se tentó el corazón ni un poco y tan pronto sus miradas se cruzaron, este le lanzó la espada al rostro. Ella pegó un fuerte grito y cayó al suelo casi enseguida, con las manos cubriendo su rostro mientras este se iba tiñendo de escarlata lentamente.
Después de ese día, la peli rosa no volvió a ver las cosas igual y no sólo porque sus ojos se vieron severamente afectados por el golpe de Rebellion. El daño fue tanto que ni su propia oscuridad pudo repararlo. Sus ojos no pudieron recuperarse correctamente y sufrieron una decoloración a causa de aquella herida que su padre le ocasionó a propósito. La tonalidad oscura de sus ojos se había reducido a un tono grisáceo, el cual tuvo que ocultar con su propia oscuridad.
Quedaba claro que Estarossa no quería a su hija ni lo más mínimo. Ella había sido producto de una de sus tantas aventuras y mirarla todos los días le hacía recordar ese error que había cometido en el pasado.
Estarossa apenas y podía asumir su responsabilidad, pues su padre lo había obligado a hacerse cargo de ambas y eso lo había hecho enfadar demasiado. Para fortuna de Meláscula, ella había tenido todo el apoyo por parte de Galand, Derieri y Monspeet. Ellos siempre estuvieron atentos a su embarazo y en todas esas veces que la cuidaron, vieron que Estarossa siempre le daba la espalda. El albino sólo convivía con ella durante las noches y cuando amanecía, desaparecía de repente.
Meláscula seguía enamorada de Estarossa a pesar de eso, ella creía firmemente que él sí la quería y así era, pero sólo para ciertas cosas...
[...]
Kandra era el nombre de la primer y única hija de Estarossa y Meláscula. Ella tenía el cabello de un lindo tono rosa como el de su madre, pero también poseía la melancólica y vacía mirada de su padre.
Kandra era una chica para nada sociable, siempre estaba aislada y hablaba muy poco. A veces, apenas y notaban su existencia.
Meláscula siempre se preocupaba por ella, pues era sumamente tímida y cobarde, pero sabía perfectamente porqué su hija se comportaba de esa manera.
—¡Estarossa, te dije claramente que no debías lastimar a nuestra hija otra vez! —reclamó el mandamiento de la fe, bastante molesta.
El albino apenas y ladeó una sonrisa un tanto burlona tras escuchar aquello.
—¿Y qué? Ella se lo buscó.
—¡Ella sería incapaz de hacerte algo! —Meláscula alzó la voz, mientras su hija se asomaba por la puerta de su habitación.
—¡Entonces dile que al menos me mire a los ojos cuando le hable! —exclamó el platinado, bastante molesto.
—¡Si no lo hace es porque te tiene miedo! ¿Acaso no te das cuenta?
Sí, tenía miedo de mirarlo a la cara, pero también pretendía ocultar la lesión de sus ojos, pues le daba vergüenza que él supiera que su regeneración no funcionaba correctamente como la de los demás demonios.
—Me parece una reverenda cagada que la hija de dos demonios de élite sea una maldita incompetente. ¿Cómo mierda me voy a sentir orgulloso de tener cerca a esa tonta?
—¡Basta ya! —exclamó la mujer, quien ya no soportó escuchar eso último y terminó por abofetear el rostro del peli plata. Estarossa se quedó perplejo, pues era la primera vez que Meláscula hacía eso.
Él no se molestó en regresarle en golpe ni en decir una última palabra, simplemente se marchó azotando la puerta tras de sí, dispuesto a perderse como siempre le hacía.
Ambos la habían criado a su manera, mientras uno la adoraba con toda el alma, el otro simplemente la despreciaba y se lo hacía saber a cada instante.
Kandra había tenido una infancia difícil, pues su padre siempre le daba la espalda y en ningún momento se había mostrado orgulloso de ella, ni siquiera la primera vez en que esta ganó un combate cuerpo a cuerpo contra Zeldris.
—Otra vez papá discutió con mi madre —le contaba la joven a alguien que se ocultaba entre las sombras.
—Tu padre siempre ha sido un bastardo sin corazón —aseveró aquella voz masculina.
—Lo sé, por esa razón lo odias —la voz de ella se escuchaba bastante triste.
—Pero a ti te quiero mucho, Kandra. Tú eres diferente —su voz se suavizó bastante y la chica pareció sonreír a sus palabras y elevó su cuerpo directamente hacia él, quien evidentemente era mucho más alto que ella.
Kandra acarició la cabeza de aquel ser, cuyo cabello parecían ser las mismas llamas del infierno.
—Aprecio los momentos que pasamos juntos. Eres una muchacha tan noble y de buen corazón. Sabes, me haces recordar a alguien... —los ojos de Kandra lo miraron atento.
—¿Hablas de tu hija? —preguntó ella con una sonrisa, pues se llevaba muy bien con ella.
—Sí, Enya y tú son algo parecidas. Aunque claramente tú eres más dulce que ella —confesó, tímidamente.
—Oh no es verdad, yo no soy nadie comparada con Enya. Ella es ruda y muy decidida, y yo... Soy más blanda que un filete de dragón, mi padre siempre me lo ha dicho —la joven continuó acariciando la cabeza de aquel demonio cuyo cuerpo era enorme; tenía el torso de hombre, andaba a cuatro patas y el resto de su cuerpo era como el de un felino.
Mientras Kandra pasaba sus dedos sobre el flamante cabello de él, sus ojos se impregnaron de lágrimas.
—Dime, ¿por qué lloras? ¿Estarossa te hizo algo antes de que vinieras aquí? —preguntó el Demonio Original bastante preocupado, pues odiaba que su amada fuera tratada de la peor manera.
—No, él no hizo nada, o al menos no con golpes, pero sus palabras dolieron como si fuera uno —respondió y se aferró al cuerpo de él para abrazarlo.
—No derrames lágrimas por ese idiota. No merece ni una —le susurró, mientras pasaba una de sus manos sobre la espalda de la joven.
—Es inevitable. Yo... ¡Ya no quiero volver con mis padres, estoy cansada de que siempre discutan por mi culpa! —exclamó.
—No tienes que ir con ellos si no quieres —le susurró —Puedes quedarte conmigo si eso deseas, sabes que eres especial para mí.
—Pero tu hija... Seguramente no le gustará que su padre viva con alguien de su misma edad... Dudo mucho que ella acepte nuestra relación —comentó, la joven avergonzada.
—No te preocupes por ella, a veces se va con su madre y su padrastro, el arcángel ese del clan de las diosas —aseguró.
—Comprendo... —susurró pensativa, mientras él secaba sus lágrimas.
—Yo cuidaré de ti —él esbozó una amable sonrisa y ella centró su vista sobre sus puntiagudos dientes, los cuales a veces herían sus labios cuando se besaban.
Kandra no volvió a su hogar esa noche y Estarossa se puso a beber para ignorar la preocupación de Meláscula, quien no dejaba de reclamarle sobre la ausencia de su hija, ya que todo era culpa suya.
Continuará...
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