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Sexo, recuerdos y reuniones +18

Narra Estarossa

Me llevé a la cama a la bella y seductora Meláscula. Sí, así de simple. Ella no tenía un trato especial de mi parte, ni nada por el estilo. Siempre la tomaba a mi antojo y nunca se quejaba. Ser lindo y amable no iba con la clase de relación que teníamos y eso me gustaba mucho. Mela siempre era mi sumisa, mi esclava, mi masoquista. La mujer perfecta para hacer todo tipo de cosas, la que jamás diría que no sin importar qué. Simplemente magnífica.

Justo cuando pensaba follármela, me percaté de que me estaba costando un poco ponerme duro. Meláscula notó eso rápidamente y pronto atendió mi necesitada masculinidad.

Lentamente comenzó a lamer y chupar la longitud de mi pene. Con una de sus manos jugueteó con mis bolas, masajeándolas y moviéndolas a su antojo. Un par de veces me hizo gemir al mamármela duro, pues había introducido todo mi miembro en su deliciosa boca habilidosa y estuve a punto de correrme, pero me contuve. Así que la tomé del cabello con fuerza, tirando de el para hacerle saber que ya estaba listo.

—Hoy pareces estar en las nubes, Estarossa —dijo la peli rosa mientras abría sus piernas para darle la bienvenida a mi pene.

—Lo sé y eso me molesta muchísimo —gruñí, pues tenía razón. Desde aquel día me la pasaba pensando mucho en Caeli y el que Meláscula me lo recordara sólo me causaba malestar. Entonces para despejar mi mente, rocé mi miembro sobre su jugosa intimidad para jugar un poco antes de entrar en ella.

—Entiendo... Sabes, a parte de que estás algo distraído, también luces más atractivo que de costumbre —agregó, con una enorme sonrisa.

—¿Disculpa? Yo siempre he sido atractivo —le dije, sonando muy arrogante mientras alzaba una ceja.

—Por supuesto, eso no lo niego. Siempre has sido perfecto y a mí me... —la interrumpí de tajo en cuanto supe a dónde iba todo aquello.

—Bien, no me importa. Sólo cierra la boca, ¿sí? No me dejas disfrutar tu cuerpo como es debido y eso me hará perder la erección. ¿Sabes lo doloroso que es quedarse con las ganas de sexo, verdad? —la peli rosa negó con la cabeza —¿Ah no? Pues a mí me provoca un insoportable dolor de bolas y me hace enfurecer bastante —expliqué —Tus gemidos son lo único que me interesa escuchar esta noche, así que corta el rollo con tu palabrería barata de conquista. Si me conoces lo suficiente recordarás que los tontos cumplidos no hacen efecto en mí.

—No tenía idea de que sintieras algo como eso, pero aún así no me daré por vencida. Terminarás siendo mío, Estarossa —relamió sus labios de manera lasciva y fruncí el ceño enseguida. Meláscula era una mujer demasiado persistente e irritante.

—¡Te dije que te callaras! —espeté y me abrí paso entre sus piernas sin siquiera avisarle, su cuerpo tembló y de su boca salió un gemido ahogado, producto del dolor que le había provocado.

—¡Mierda, eso fue delicioso! —gritó como a una sucia puta.

—¿Ah sí? ¿Y qué tal esto? —dije y empecé a moverme a un ritmo más rápido, mientras mi mano derecha apretujaba sus senos con fiereza.

—¡Ah! ¡Me encanta! ¡Joder, tú si que sabes lo que me gusta! —exclamó y la saliva comenzó a escurrírsele por la comisura de los labios.

—Es porque yo soy el dueño de tu coño —le susurré al oído para pronto atender su cuello, dejando un camino de besos que poco a poco se fueron tornando en mordidas y succiones que le dejaron la piel severamente enrojecida y llena de mi saliva.

Meláscula empezó a gritar y arañar mi espalda en cuanto aumenté el vaivén de mis caderas. Sus afiladas uñas se clavaron sobre mi piel sin piedad alguna y eso me incentivó a meter uno de sus rosados y endurecidos pezones a mi boca y a mordisquearlo mientras lo succionaba con fuerza, la suficiente como para esperar a que de estos saliera algo de leche, pero obviamente no fue así. Si ese fuera el caso, yo estaría atado a ella y eso era lo que menos deseaba. Cuidar de un bebé no estaba en mis planes todavía.

Narra Cusack

Tan pronto regresé de las catacumbas, me presenté con el Rey Demonio junto con Chandler, a quien me encontré en el pasillo justo cuando iba a entrar a la gran sala principal.

Al parecer el rey tenía algo importante qué decirnos o quizá sólo era para hacerme una advertencia de que me alejara de su "nieta", pues en los últimos días yo estaba en boca de todos debido al reciente acontecimiento y a que algunas veces era visto merodeando por la torre donde se encontraba encerrada Caeli. 

En ese momento yo no estaba preparado para recibir un regaño o un castigo de su parte y sólo me esperaba a lo peor. Así que entré a la sala seguido del demonio pacificador. Mis manos tenían una leve sudoración producto de lo nervioso e incómodo que me sentía y el ver a su majestad me hizo temblar por completo.

—Cusack, Chandler... Me alegra verlos por aquí —dijo con evidente sarcasmo, era obvio que nos odiaba después de lo que habíamos hecho en el pasado.

—Venimos tan pronto nos llamó —dijimos Chandler y yo al unísono arrodillados ante él.

—Tan sincronizados como de costumbre —manifestó luego de escucharnos hablar —¿Y cómo no hacerlo? si ambos forman al demonio original... Bueno. Cómo sea, adularlos no es el motivo por el cuál recurrí a reunirlos aquí —su risa hizo eco en el enorme lugar, cosa que siempre me resultaba molesta cada que venía aquí.

Chandler y yo cruzamos miradas con los rostros inexpresivos. No nos había parecido nada gracioso lo que había dicho, pues en el pasado, él mismo nos separó de nuestro cuerpo, convirtiéndonos en dos entidades distintas luego de que nos reveláramos contra él.

—Quiero que ambos monten guardia por las noches —dijo al fin y mi mente se sintió liberada de todo pensamiento negativo con respecto a lo que iba a decirnos —Me preocupa un poco que el clan de las diosas venga repentinamente y destroce mi castillo otra vez —pronto comenzó a reír por segunda ocasión, tanto que ahora su risa me provocaba asco. ¿Acaso era una puta broma? ¿En verdad sólo para eso nos quería velando noche tras noche? ¿En serio sólo le interesaba el puto castillo, en vez de todos los seres que aquí vivíamos y le servíamos fielmente? Para ser honesto, no me sorprendía tanto su respuesta, pues ni sus hijos eran importantes para él. ¡Vaya mierda de rey que teníamos!

—Como usted ordene, su majestad —dijimos Chandler y yo al mismo tiempo nuevamente, provocando así una sonrisa socarrrona en el Rey Demonio.

—No cabe duda, aún siguen siendo la misma persona —se carcajeó.

<<Pues claro viejo de mierda, sólo que estamos divididos>> pensé, tratando de evitar contestar a su  estúpido comentario "hilarante".

—Bueno, eso es todo. Desde mañana empiecen con la guardia —dijo y luego me miró —Y tú, Cusack. Deberás esforzarte al doble, ya que mi hijo menor te ha mantenido últimamente más ocupado de lo normal.

—Cuente con ello, su majestad —afirmé y pronto él nos pidió que nos pusiéramos de pie.

En cuanto nos retiramos, Chandler fue tras de mí de inmediato, pues al parecer tenía algo que decirme.

—Te noté algo nervioso, Cusack —me dijo él repentinamente mientras caminábamos por el amplio pasillo que daba al jardín.

—¿Eso crees? —le mostré una sonrisa ladeada.

—Sí, pero supiste manejarlo bien. Supongo.

—Por supuesto, no puedo arriesgarme y darle problemas al señorito Zeldris —afirmé.

—Es verdad, siempre has tratado de mantener un perfil bajo por él —suspiró, quizá recordando a su antiguo alumno.

—Oh, veo que alguien se ha puesto sentimental. ¿Tanto extrañas a Meliodas? —le pregunté con una risita.

—Sí, no lo niego. Lo echo de menos como no te imaginas. Extraño las tardes de arduo entrenamiento con él, pero ahora sólo me conformo con verte feliz entrenando con Zeldris... Sabes, me hubiera gustado que él no se fuera con esa maldita. El sólo recordarlo me hace desear verla muerta —pronto apretó sus puños con rabia.

—Tranquilo, Chandler. Ya tendrás tu oportunidad más adelante. Aunque dudo mucho que él te permita hacerlo. Meliodas siempre ha sido muy meticuloso —mencioné.

—Como sea, ya no importa. Me conformo con que él haya podido conseguir la libertad... Nuestro sueño, ¿recuerdas? —expresó con una sonrisa un tanto apagada.

—Sí, lo recuerdo perfectamente. No podría olvidar esa noche en la que nos convertimos en esto —respondí.

—Pero no es tan malo, ¿o sí? —me cuestionó.

—No. No lo es, porque gracias a esto que nos hizo el Rey Demonio pude conocer el amor —contesté y detuve el paso girándome hacia él.

—Vaya, nunca imaginé que fueras a decírmelo tan abiertamente. Aunque a veces creo que no es amor —murmuró, diciendo eso último casi en voz baja, pero yo le resté importancia en cuanto lo escuché.

—¿Y por qué no iba a decírtelo? —alcé una ceja mientras lo miraba atento.

—Quizá porque algunas veces te sermoneo —se encogió de hombros y se recargó en la pared.

—Lo haces por mi bien, aunque evidentemente no te haré caso —admití.

—Eres un hijo de puta, Cusack.

—Gracias, lo sé —respondí sonriente.

—¡No es un cumplido, estúpido! —gritoneó el anciano.

—Oh vamos, no te alteres Chandler —le dije.

—Si bueno, como sea —suspiró hondo tratando de guardar la compostura —Cusack, en verdad debes tener cuidado con esa chica —espetó inesperadamente.

—¿Uh? ¿Por qué? ¿Acaso te has enamorado de ella también? —lo cuestioné de inmediato.

—Pero que demo... ¡Joder, no! Sólo lo digo porque no quiero que te metas en líos —exclamó asqueado.

—Sólo bromeo y agradezco demasiado que no compartamos los mismos pensamientos, sentimientos, emociones y sensaciones. Y sí, tomaré mis precauciones —dije alivianado.

—Sí, yo también lo agradezco. Sería un puto problema, tomando en cuenta que andas como perro detrás de la señorita Caeli —agregó.

—Vamos, no seas envidioso —le dije y le di unos golpecitos con el codo en uno de sus regordetes brazos.

—¡No es envidia! No estoy interesado en el amor y sus consecuencias. Tengo otras prioridades —exclamó nuevamente y me golpeó el trasero con su bastón.

—¿Otras prioridades? Como llorarle a Meliodas todos los días. ¿No? —me reí mientras me sobaba las nalgas.

—Seas mamón, Cusack —dijo entre dientes retomando su andar.

—No te ofendas, Chandler. Yo también le lloraría al joven amo si se fuera con esa perra del clan de los vampiros —le dije con toda sinceridad.

—Al menos esa mujer tiene más agallas que esa puta diosa —respondió.

—Y que lo digas. Gelda vino varias veces a ver al señorito, aún a sabiendas de que el Rey Demonio se lo tenía prohibido —murmuré para que sólo Chandler escuchara.

—Muy cierto. Sabes, aún no comprendo por qué ella y la señorita Caeli tuvieron un altercado —dijo en voz baja de igual modo.

—Larga historia —reí recordando el pasado.

—Ya veo, entonces luego deberás contármela. Sería un buen tema de conversación la próxima vez, ¿no crees? —dijo con una sonrisa más vivaz.

—Por supuesto —respondí.

—Bueno, nos separamos —dijo, luego de un rato de tanta charla.

—Literalmente —contesté, con una risita.

—¡Estúpido, me refiero a que me iré hacia el ala norte, allá queda mi habitación! ¡Además, no me recuerdes nuestra tragedia! —me gritó —Sabes perfectamente que echo de menos ser uno solo —lloriqueó.

—Yo también, pero ser Cusack me hace mucho más feliz de lo que era antes —admití.

—Bueno, al menos uno de los dos la está pasando bien —suspiró agobiado.

—Tranquilo Chandler, recuerda que aún podemos fusionarnos —mencioné.

—Muy cierto, casi lo olvidaba —contestó, más animado.

—Bueno, te veré luego —me despedí y me fui corriendo a mi habitación, la cual quedaba cerca.

Estaba que me moría de sueño y deseaba descansar cuanto antes ahora que el Rey Demonio nos había encargado vigilar el castillo durante las noches. Sabía que resultaría un tremendo dolor de culo el tener que cumplir con más tareas de las que ya tenía. Aunque pensándolo bien, trabajar de más me daría el tiempo suficiente para pensar e idear un buen plan para liberar a mi preciada mujer de las garras de Estarossa.

Narra Zeldris

Había surgido un plan emergente como rara vez sucedía, pues a mi padre se le había ocurrido la magnífica idea de despertar a medio mundo a mitad de la madrugada.

Los demás mandamientos y yo acordamos en que nos veríamos afuera del castillo cuanto antes, para ser más exacto en el triste jardín seco.

—¿A qué se debe la reunión de esta noche? —preguntó Gloxinia bostezando, llegando junto a Drole.

—No estamos seguros —respondió Monspeet apareciendo con Derieri en brazos quien se veía bastante adormilada.

—Grayroad me dijo que durante la noche sintió la débil presencia de alguien ajeno a nosotros cerca de aquí —explicó Fraudrin, quien se encontraba al lado de esta.

—Creo que es mejor no hacer especulaciones, Fraudrin. Sólo debemos escuchar lo que nos tiene que decir el mismísimo hijo del Rey Demonio. ¿No crees? —dijo Drole algo inconforme por su comentario.

—Tienes razón —dijo el demonio color púrpura algo avergonzado.

Cuando al fin dejaron de hablar, todos me miraron atentos esperando a que dijera algo. La verdad no estaba al tanto de nada y gracias a sus comentarios me habían mantenido un poco al margen de lo que estaba sucediendo. Así que me aclaré la garganta un poco antes de empezar con mi discurso.

—Bueno. Como verán, el Rey Demonio me ordenó que los reuniera aquí, es por eso tuve que hablarles mientras dormían —manifesté, un poco incómodo por sus miradas, pues yo estaba con la ropa toda mal puesta y arrugada —Y aunque no me quedaba del todo claro la razón de su sorpresiva decisión, creo que tienen razón. Yo también pude percibir algo mientras dormía. Al principio creí que se trataba del poder mágico del arcángel que tenemos en confinamiento, pero lo vi como algo imposible, ya que él está muy débil debajo del castillo y... —de pronto la voz de mi padre resonó en mi mente en ese momento y por las expresiones de los demás, noté que también les había hablado.

—A primera hora de la mañana todos deberán hacer guardia en el castillo... Zeldris, tú deberás buscar lugares estratégicos para cada uno de tus compañeros considerando el nivel de poder mágico y mandamiento que posean —dijo mi padre —No me fallen...

—De acuerdo —respondí.

—Entendido —dijo Drole en cuanto él terminó de darnos las indicaciones.

—Daremos nuestro mayor esfuerzo —aseguró el hada.

—Cuente con nosotros —dijo Monspeet hablando también por Derieri, quien se había quedado dormida entre sus brazos.

—Tengo una pregunta —dijo Fraudrin de repente.

—Te escucho —le dije.

—¿Por qué los demás no están aquí? —me preguntó y negué con la cabeza al no saber la respuesta.

—Cierto, faltan tres —murmuraron entre ellos.

—¿Alguien ha visto a alguno de ellos? —los cuestioné y todos negaron enseguida, al parecer nadie sabía nada al respecto.

—Lo siento, señor Zeldris. Me he demorado muchísimo —manifestó el mandamiento de la verdad llegando algo tarde.

—Galand, que bueno que llegas. ¿Dónde está Meláscula? —le pregunté.

—No tengo idea. La he estado buscando desde hace horas —respondió preocupado.

—Conque se ha "perdido"—rio Gloxinia.

—No me sorprende mucho —agregó Fraudrin de brazos cruzados.

—Mierda, ese imbécil de nuevo... Él debe estar con ella —murmuré, mientras apretaba mis puños conteniendo la ira, pues ahora más que nunca su presencia era de suma importancia —Iré por ellos —afirmé —Estoy cansado de tolerar ese tipo de conducta por parte de ambos.

A decir verdad, saber que Estarossa estuviera con Meláscula me aliviaba bastante. Al menos ese idiota estaba haciendo algo bien ahora, aunque en este momento él debía estar con nosotros y no en medio de una salvaje sesión de sexo.

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Espero que no haya habido ningún cochino error ortográfico, porque mientras escribía este capítulo yo estaba escuchando música norteña alv xd

An Airad

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